Roberto Villalón se lanza con su columna #Dudasquemeasaltan a opinar sobre la peregrinación anual a ARCO. Lejos de sentirse poseedor de la verdad, simplemente se pregunta sobre las circunstancias que acompañan a esta romería.
Permitidme que me presente. Soy un hombre con barba, más bien bajito, venido del norte a la capital de España. Ya he superado los cuarenta y pertenezco a esa generación que iba a vivir bien porque sus padres le habían dado carrera, había empezado a trabajar desde joven y no vivía por encima de sus posibilidades. Pero, como a muchos de mi generación, me ha tocado reinventarme más veces que a Madonna.
Soy un hombre de incultura media. Una licenciatura, dos másteres, uno en informática y otro en fotografía. No leo mucho. Miento, no leo muchos libros desde que me paso el día leyendo en redes sociales y en versión multipantalla. Es más, leo muchísimo, pero en píldoras. Voy al teatro varias veces al año; sin ser demasiadas veces, muy por encima de la media (creo). ¡Incluso veo espectáculos de danza! Me gusta el cine. Suelo acudir a los Ideal a ver versiones originales. De vez en cuando disfruto de algún clásico en la Filmoteca Nacional. ¡Adoro el cine Doré! Ay, me gustaría poder hacer un proyecto fotográfico con el público que allí acude. Yo los llamo frikiflims. Es un mundo. Puede que a lo que acuda poco sea a conciertos, sólo dos o tres al año.
De vez en cuando voy a museos. No soy muy de grandes exposiciones. Odio las colas, pero tengo cerca El Prado y El Reina. Acudo con frecuencia a expos de fotografía. Ahora, con la revista, más. También suelo acudir a galerías. Sobre todo a inauguraciones. Reconozco que, en la mayoría de los casos, porque conozco al galerista o a alguno de los que expone, y porque me gusta el vino y el queso. Pero alguna vez cometo la audacia de meterme en alguna sin tener contacto previo, así, a lo loco.
Tengo algunas ‘piezas’ de arte en casa. Algunas compradas, otras son regalos. En casi todos los casos tengo algún vínculo con el artista. Rondan la veintena. Mi casa es pequeña y no soy coleccionista. Muchas mudanzas hacen que no me guste guardar demasiadas cosas.
En ocasiones he sido ‘autor’. He colgado fotos mías en alguna galería y en alguna exposición. No llego a emergente, por lo que es buen momento para que me compres obra, ¡sólo puede revalorizarse! 😉
Bueno, pues con todos esos antecedentes. ¿Alguien me puede explicar qué pinto yo en ARCO? ¿Y qué pintas tú?
No estoy en contra de las ferias de arte, no se me entienda mal. Pero es que ARCO es precisamente eso: una feria. No es un museo, ni una bienal, ni una exposición en un centro cultural. Es un sitio donde se exponen obras para hacer ventas. Pasillos y pasillos con puestos más o menos llamativos como los que hay en la feria de seguridad vial, o en la feria de informática, por poner ejemplos de otras que he visto en IFEMA. Pero es que a mí me dices feria y pienso en la rifa del cerdo que por San Martín se hace en mi pueblo.
Cuando era estudiante en Bilbao, hace ya 25 años, mis amigos que cursaban Bellas Artes acudían cada año en peregrinación a Madrid para conocer las tendencias del mercado. En aquellos momentos, internet era una cosa que salía en algunas películas, no sospechábamos que en pocos años podríamos ver a cualquier autor con dos cliks. Y bueno, una feria era una buena forma de ver muchos artistas rápidamente.
Ya a mediados de la primera década de este siglo (que histórico suena, ¿no?) me ha tocado cubrir como fotógrafo ARCO. Entonces trabajaba en un periódico que consideraba el teatro un fenómeno elitista, al igual que cualquier libro que no hubiera escrito un presentador de la tele. Las mayores discusiones sobre arte y estética que presencié durante los seis años que allí trabajé fueron sobre si mostrar o no la rabadilla de Katy Parry en las fotos promocionales de ‘Teenage dream’. Bueno, en ese contexto, mi misión en ARCO era buscar obras llamativas, aquellas piezas que fueran polémicas, vistosas o directamente pudieran ser ridiculizadas. Los medios de comunicación de masas suelen acercarse al arte con formas poco críticas, pero sí muy burlonas (excepto las publicaciones especializadas). Durante años fui a ARCO a pasar una tarde. Eso sí, gratis.
Este año he vuelto, he ido a hacer el reportaje fotográfico que sacamos ayer. Y he de confesar que he disfrutado más con el artículo de Carmen Dalmau y explorando los artistas que ella ha citado, que con el empacho que supone (al menos para mí) un paseo por la feria.
Por eso me resulta curioso que aún se estile la visita a ARCO como ese acto social con el que hay que cumplir. Sobre todo si no vas a: comprar, vender, informar o eres galerista o artista.

© Roberto Villalón
Bueno, hay un tipo de fotógrafo al que sí le recomendaría un paseo. Hay muchos (yo también era de esos) que en cuanto escuchan la palabra “arte” o “artista” se hacen de cruces y corren a tocar madera. Muchos fotógrafos reniegan del “mundo del arte”, como si de una extraña contaminación se tratase. Yo, que con la edad estoy creyendo entender que el mestizaje (ser un sangresucia) es la mejor forma de creatividad, les recomendaría el paseo. Pero sólo porque en pocos metros puedes ver la gran cantidad de usos que se le puede dar a la palabra fotografía.
También dudo, y mucho, sobre cómo puede afectarme si la feria vende más o menos. “¡Se recupera el mercado! ¡Los coleccionistas están animados!”. Tengo la sensación de que es más probable que me afecte el coste de los cereales en los mercados mayoristas que si los grandes coleccionistas españoles han hecho un tres por uno en la feria. Se da a entender que hay una especie de acción succionadora desde las élites, de manera que cuando los ricos compran arte, las clases medias coleccionarán cuadros, esculturas y fotos. Y si ARCO va bien, el arte va bien, los artistas (incluidos los fotógrafos) dejaremos de vivir en precario, y la cultura inundará nuestras vidas. No sé, también tengo mis dudas sobre esto.
También me abordan dudas sobre cuál es el papel de ARCO como agitador cultural. Puede que sea un simple prejuicio mío, pero en ocasiones se le da una pátina de complejidad, de mensaje para eruditos que hace que nos sintamos culpables cuando no somos capaces de comprender lo que allí vemos. Yo disfruto cuando alguien erudito es capaz de ilustrarme por encima del mero valor estético de lo que veo. Cuando un galerista, un experto o un historiador del arte comparte sus conocimientos y me permite valorar aquello que contemplo con mayor precisión. Pero el arte no es creado necesariamente por y para intelectuales. Además, con la experiencia que me da la edad, he podido constatar que tener el dinero para comprar en ARCO tampoco trae parejo una mayor cultura artística. Entonces, ¿quién disfruta de ARCO? ¿Los expertos, los compradores o el gran publico?
Bueno, no nos pongamos extremos. Hay soluciones para todos. Además de ARCO en la Semana del Arte de Madrid, que curiosamente va tras la Madrid Fashion Week, (mira que nos gusta una semana santa), ha habido otras ferias. JustMadrid, Room Art Fair, Casa Leibniz o We are fair! (en la que CLAVOARDIENDO ha estado presente) son alternativas más accesibles: arte joven, más arriesgado, con formatos diferentes y audaces, con un toque de fiesta, que pretenden ser una versión menos almidonada y más juvenil. Y a precios más asequibles. Parece que éstas sí tienen un público más generalista. Pero sigo teniendo dudas sobre ellas. Yo de momento acudo, y participo, y las promociono si está en mi mano. Por buena voluntad, que no quede. Pero creo que se parecen bastante a mis nuevas lecturas multipantalla. En ocasiones siento que son una especie de tuits de arte, con dificultad para mostrar mensajes complejos. Anécdotas sobre camas de hotel en las que los no iniciados difícilmente podemos profundizar. Y con la duda, otra vez, de si en esto del arte, el que parte y reparte se lleva la mejor parte.

© Roberto Villalón