Isabel Hernández, Rafa Badia, Carmen Dalmau, marie-genevieve alquier, Manuel Sendón, Miriam Rosen, Leire Etxazarra y Laura Terré escriben sobre la experiencia de leer, escribir y reflexionar sobre fotografía.

Declarar que “fotografiar es pensar con la mirada”, sin lugar a dudas, tiene que ver con una concepción de lo fotográfico como un acontecimiento en donde concurren lo visual, lo emocional y lo intelectual. Pensada de este modo, la imagen fotográfica trasciende la realidad y es algo más que la captura mecánica de lo visible. Sobre la huella de luz registrada, el autor infunde el hálito de su intención, bien sea como reacción primaria a una chispa fugaz de deseo que atrajo su mirada, o por la ulterior mediación de un proceso de intervención artística o intelectual: la imagen fotográfica siempre es una construcción de la intención y el pensamiento de su autor.

Ante la imagen, el espectador no se sitúa desnudo. Quien contempla una imagen fotográfica lo hace desde su experiencia y el significado se desentraña desde los conocimientos y la cultura que configuran la mirada de quien mira. A pesar del pacto de verosimilitud que la fotografía parece haber suscrito con la realidad, la información de la imagen siempre es incompleta, selectiva y ambigua, por lo que la intervención del espectador y sus saberes son determinantes.

Barthes comparaba el sentido de la imagen fotográfica con las capas de un hojaldre, como una formación geológica, en la que un substrato no invalida al precedente: «permite decir lo contrario, sin renunciar a lo contradicho». La capacidad para desvelar el significado revela la disposición que cada espectador tiene para revelar cada una de las capas que se superponen sobre la imagen denotada.

Por ello, aunque reclamemos la autonomía de las imágenes fotográficas y su independencia de la palabra para construir discursos narrativos o deslizarse por los territorios de la evocación poética, la confluencia con el texto escrito forma parte de la estrategia con la que autores, editores, críticos, pensadores, poetas y espectadores de todas las épocas de la fotografía han intentado desentrañar el significado y la forma del pensamiento fotográfico.

La nómina de autores que han escrito sobre fotografia es extensa. La lista bien puede encabezarse con el epistolario que mantuvieron William Henry Fox Talbot (1800-1877) y el científico John F. W. Herschel (1792-1871) donde se acuñaron algunos términos que aún siguen vigentes (fotografía, instantánea, negativo, positivo). Talbot también identificó en de “The Pencil of Nature” las cualidades materiales, ópticas, especiales y materiales distintivas de medio.

Quince años después de la invención de la fotografía, Lady Elizabeth Eastlake (1809-93) firmó el primer ensayo crítico de la historia de la fotografía. Los escritos de Siegfried Kracauer (1889-1966), Walter Benjamin (1892-1940), Roland Barthes (1915-1980), Jacques Derrida (1930-2004), Susan Sontag (1933-2004) o Remedios Zafra (1975-) reflejan el interés que el medio suscitó en pensadores de otras disciplinas del conocimiento.

Las contribuciones de Clement Greenberg (1909-1994), Rosalind Krauss (1941-), Allan Sekula (1951-) o Joan Fontcuberta (1955-) desde posiciones críticas, historiográficas o fenomenológicas han situado a la fotografia en el centro del debate contemporáneo.  

Incluso desde la práctica fotográfica, autores como Gisèle Freund (1908-2000), Walker Evans (1903-1975), Henri Cartier-Bresson (1908-2004) han dejado por escrito el pensamiento de su mirada.

Escribir y leer la fotografía

Para tomar el pulso de la salud de la cultura fotográfica de una sociedad, no se puede hacer un diagnóstico basándose exclusivamente en la cantidad de imágenes que esta produce, el número de autores o aficionados, los recuentos de audiencias que generan exposiciones o festivales, o las cifras de ventas de fotolibros.

Por encima de cualquier otro parámetro, la medida la darán su capacidad para producir pensamiento crítico en torno al medio, la existencia de publicaciones, plataformas o medios de comunicación que ofrezcan canales para la circulación de contenidos de calidad, el modo en que la audiencia que demandan y consumen estos contenidos  sea capaz de participar en debates y generar diálogo dentro de la comunidad  o la facilidad con la que sea posible configurar y acceder a los dispositivos de difusión de las imágenes o las ideas en torno a lo fotográfico.

Cabría preguntarse porque escribimos y leemos sobre fotografia. No sería ocioso dirigir la primera pregunta a los distintos agentes que participan en el “ecosistema” cultura de la industria fotográfica, una invitación a reflexionar sobre las motivaciones y desafíos que plantea el pensamiento fotográfico actual y su relación con la palabra.

Bien sea mediante artículos en prensa especializada, reseñas críticas, monografías, ensayos, declaraciones artísticas, textos curatoriales, podcasts, talleres, ponencias o comunicaciones, a la imagen le sobran motivos para explicitarse mediante la palabra, para definir o limitar su significado, para forma e informar la audiencia, para arroparse en un contexto poético o filosófico.  

Utilizo los términos “literatura” o “escribir” para designar indistintamente a cualquier medio por el cual la palabra participa en los espacios discursivos o canales de comunicación de la fotografía. Por tanto, con literatura fotográfica nos podremos referir a un artículo publicado en una revista, un libro, una declaración artística, un texto curatorial, un podcast, una conferencia o una mesa redonda. 

He conversado durante las últimas semanas con 8 autores que producen contenidos relacionados con la fotografía, invitándolos a reflexionar sobre las motivaciones y los desafíos que plantea el pensamiento fotográfico actual y su relación con la palabra. Aunque el repertorio de cuestiones que podría plantear a cada uno de ello/as abriría un amplio debate e infinidad de interesantes preguntas, he preferido limitar la consulta a una única y simple cuestión: “¿Por qué escribimos y leemos sobre fotografía?”  

Isabel Hernández

Audioteca Fotográfica es un proyecto digital de la madrileña Isabel Hernández, un archivo sonoro que pone voz a citas clásicas de la fotografía y difunde la obra de autores contemporáneos. Esta licenciada en Teoría de la literatura, cuya trayectoria profesional ha estado vinculada a la divulgación literaria, promueve desde su plataforma una cultura extendida de lo visual, que depurada de excesos y desinformación aporte “las claves para que la sociedad conecte con la fotografía”.

Me parece relevante una primera aproximación al pensamiento fotográfico desde la propia palabra de los autores, a pesar de los augurios nefastos de Barthes vaticinando la muerte del autor en la cultura contemporánea.

Al contrario que en la literatura, en fotografía la figura y  biografía de un autor son los únicos elementos que ofrecen un vínculo de continuidad entre la realidad, su apariencia y el espectador. Isabel Hernández atribuye la función de revelación a las reflexiones de los propios fotógrafos y a los textos en torno a la fotografía.

Isabel Hernández. © Vicente Fraga (2023)

La escritura es un puente que conecta nuestras ideas con el mundo, haciendo tangibles nuestros pensamientos dialogamos con la luz y al hacerlo comprendemos mejor el motivo de nuestra búsqueda.

Escribo sobre fotografía porque es mi modo de contemplar con calma la huella que han dejado en mí la mirada de otros. Siempre he creído que las palabras no son nada sin las imágenes que evocan, leemos para ver y escribimos para dejar que nuestras ideas nos muestren el camino. Yo reivindico la lectura, la escucha y la observación, antes que la propia escritura.

Debemos ser conscientes de que nuestras palabras ocupan un espacio y un tiempo en la vida de la gente, por eso hay que aportar y para hacerlo hay que prestar atención a las reflexiones que han hecho y hacen los propios fotógrafos.

Aprendí hace muchos años que el lenguaje debe ser un espejo donde mirarnos y en el que reconocernos, no hay otra manera de avanzar. La escritura exige responsabilidad, apertura y humildad en aquellos que decidimos contar las historias y emociones que guarda el medio fotográfico. Alejarse de los excesos de conceptualización es aproximarse a la vida, por eso nuestras palabras deben ser un faro para los que deciden elegir el camino de las preguntas y el conocimiento. Sólo así lograremos generar un verdadero interés por aquello que sigue siendo un misterio para nosotros.

Isabel Hernández (2023)

Carmen Dalmau

Carmen Dalmau no necesita mucha presentación en estas páginas, ya que su reciente libro el ‘Elogio de la Mirada’, editado por Ediciones Clavoardiendo, desafía el paradigma de la mirada fotográfica que desde inicios del siglo pasado proponia el Modernismo. 

Como historiadora del Arte y especialista en Estética, la autora de este provocador ensayo propone insertar lo fotográfico en la estela del pensamiento artístico universal y en la tradición pictórica. En su reflexión para este artículo, Dalmau ilustra y pone el énfasis en la autonomía de la representación visual y reclama la independencia de la creación artística de la escritura.

De forma más específica, reclama el protagonismo de cada espectador como agente activo y negociador último del significado (que no del significado último), consciente del valor que tiene la literatura para salvar la distancia que separa la realidad, la representación fotográfica y la mirada. Reconociendo la función que la literatura fotográfica tiene en la creación de espacios diversos para la recepción de la obra fotográfica.

El cartesianismo discursivo se debate entre dos lugares comunes: En el principio era el verbo y una imagen vale más que mil palabras.

Aristóteles en el libro III De Anima intuye que “para el alma pensante los fantasmas (las imágenes) son como sensaciones… Por eso el alma nunca piensa sin fantasmas”.

Carmen Dalmau. © Roberto Villalón (2022)

Si entendemos verbo e imagen como logos, como pensamiento, la palabra y la imagen -fotográfica en el caso que nos ocupa- serian modos de pensamiento. Según Checa, Tiziano no escribió texto teórico alguno, sino que expresó sus pensamientos estéticos a través de su obra pictórica, y desde ahí actuó como creador, como poeta, inscrito en todo momento en los círculos intelectuales de su época renacentista que a modo de «querelle» discutía entre lenguaje narrativo (histórico, basado en crónicas) o lenguaje poético (simbólico e interpretativo).

Velázquez que tanto aprendió de Tiziano y de Rubens nada dejó escrito sobre su concepción de la pintura y fue el pintor Luca Giordano quien calificó ‘Las Meninas’ como La teología de la pintura.

Tzvetan Todorov sitúa también a Goya entre los pensadores más profundos de la modernidad equiparándole con su coetáneo Goethe.

Así pues, el arte de la creación, de la pintura, de la fotografía puede permanecer ajeno a la escritura ya que el pensamiento se expresa a través de sus obras.

Cuando tratamos de fotografía es habitual emplear la expresión lenguaje fotográfico, aunque la fotografía es una forma simbólica e interpretativa. Si partimos de un principio en el que toda imagen es resultado de un intento de discernir entre el mundo y su representación, escribir sobre fotografía nos acerca a comprender algunas claves contenidas en las imágenes.

Giséle Freund en ‘La fotografía como documento social’ recuerda que en el primer número de la revista LIFE publicado en 1936 una sola fotografía llenó la primera plana. Un tocólogo sostenía a un recién nacido que iniciaba su primer llanto. El pie de foto era “La vida empieza”. LIFE fundo una manera de dar primacía a la imagen que mostraba una noticia y no la contaba, basando su prestigio en la creencia extendida de que la fotografía no puede mentir. Una idéntica imagen con otro texto o en otro contexto transformaría su significado ya que la imagen que registra la cámara es dependiente de quien la mira y desde donde se mira, de su bagaje de cultural y reflexiones que construyen su mirada.

Escribir sobre el significado de esa imagen de LIFE que transforma sus inicios como publicación satírica en una revista cuyo vehículo eran grandes reportajes documentales nos permite reflexionar sobre los mecanismos, nunca inocentes, con los que se nos presenta un relato.

Así pues, escribir sobre imágenes, sobre fotografía multiplica los ángulos de visión sobre una obra, un autor. La escritura comparte con las otras artes la belleza y por consiguiente el placer de la lectura tanto como el placer visual. Aquel que escribe quiere compartir su experiencia estética sin imponer sus ideas a los creadores ni a los espectadores, abriendo diferentes perspectivas a los lectores.

Como Montaigne sostuvo: “No traigo yo aquí a colación mis doctrinas sino mi particular experiencia”

Carmen Dalmau (2023)

Rafa Badía

Desde su posición como docente en la escuela Grisart de Barcelona, Rafa Badía señala la importancia de la literatura fotográfica en el proceso educación de los nuevos fotógrafos. Si tradicionalmente el aprendizaje de la fotografia se basaba casi exclusivamente en la adquisición de las habilidades técnicas requeridas para el desempeño profesional y quedaba a criterio de la curiosidad personal la “ampliación de conocimientos y perspectivas”, cada vez es más frecuente la oferta académica que incorpora al currículo asignaturas de contenido teórico.

El objetivo del grado universitario en Fotografía e Imagen que se propone desde la Plataforma Centro de la Fotografía e Imagen necesariamente pasa por crear las condiciones y los espacios para la creación, difusión y promoción de la cultura fotográfica y el pensamiento crítico.

En una sociedad dominada por la saturación y banalización de la imagen, el futuro y continuidad del medio fotográfico dependerá de jóvenes que sean capaces de incorporar a su conocimiento fotográfico 180 años de historia y de pensamiento.

Rafa Badía. © Joana Badía (2022)

Me interesa leer y escribir sobre fotografía desde mi posición de docente. La lectura de autores especialistas o incursionadores en el medio fotográfico (ya sean fotógrafos, teóricos de la fotografía o prescriptores de la cultura en general) me sirven para ampliar mi conocimiento y perspectiva. También para contrastar mis propias reflexiones producto de la observación de las fotografías que me han llamado la atención.

A diferencia de otras actividades creativas de mi interés, como la poesía o la música popular, cuyo disfrute no despierta necesariamente un afán por la lectura de textos teóricos relacionados, cada vez que me interesa o conmueve una imagen deseo contextualizarla, ubicarla dentro de la totalidad del medio fotográfico, así como del momento histórico y social en el que fue creada. Para ello me sirvo de la lectura de ensayos sobre fotografía, así como de los textos que acompañan las fotos que estoy contemplando. 

Escribir sobre fotografía desde mi posición de docente, además de organizar mis conocimientos sobre autores, estilos y corrientes, me permite exponer ante terceras personas ideas que creo que pueden ser relevantes. Creo que mi labor como docente es poner en valor la creación fotográfica y contextualizarla en un momento donde la cultura se suele consumir de forma apresurada y fragmentaria.

Pretendo, en definitiva, incentivar una lectura atenta y creativa de imágenes fotográficas. Como profesor también procuro que estas reflexiones escritas sirvan de ayuda a quienes hoy comienzan a tomar fotografías. Ellos y ellas serán quienes darán continuidad al medio fotográfico que, tras 180 años de recorrido, sigue en proceso de cambio y renovación. 

Rafa Badía (2023)

marie-geneviève alquier

Comisaria, diseñadora, editora y crítica de arte. marie-geneviève alquier desarrolla su actividad desde los frentes que se sitúan en las periferias de la práctica fotográfica y es una prolífica colaboradora de Clavoardiendo-Magazine, donde ha publicado más de 30 artículos, transitando desde la reflexión íntima, la indagación temática o el apunte poético que convoca algún autor o la contemplación de alguna fotografía en particular.

Si el acontecimiento fotográfico se completa cuando un espectador se sitúa ante la imagen, la lectura y escritura desde esa posición formarían parte de un proceso de introspección, de búsqueda personal que indaga en la otra huella que deja la fotografía, esa que queda marcada más allá de la retina. El espectador se incorpora a la fotografía proyectando su propia mirada sobre la imagen y los escritos de Marie serían la transcripción emocional de este encuentro.

marie-geneviève alquier  (2023)

Escribo porque aún recuerdo mis once años y sus casi dolorosos anhelos de escritura. La fotografía llegó más tarde, un interés incipiente alrededor de los veinte; mi llegada a Madrid en los primeros 70 y mi encuentro con un ambiente efervescente, favoreciendo la verdadera eclosión de la Fotografía Grande… Nunca he sido fotógrafa pero sí me he bañado en ese crisol estético. No sé tanto de técnica, ni de método, ni de teoría; pero sí tengo sensibilidad por lo que se podría llamar el atmósfera de las imágenes, la latente cosmogonía que ofrecen.

¿Cómo decirlo? Algunas imágenes desbordan lo que es la simple contemplación, piden más, me piden más; ha habido, ante una fotografía, en algún momento, un detenimiento y un asombro; y algunas palabras brotan entonces sin control, errantes hasta que se intenta ordenarlas sobre una hoja de papel. Difícil desnudar y pulir las ideas, cuando todas parecen moverse incesantemente y las palabras tan buscadas para arroparlas de nuevo se hacen esquivas, indómitas. Pero escribo; escribo porque palabra e imagen no son rivales, sino hermanas: una palabra crea una imagen en la mente: el gruñido ya representó una realidad, al tiempo que el dibujo en la roca de la caverna, y quién sabe si no antes. A través del tiempo, la literatura y la fotografía, en ambos sentidos, han sido musas la una de la otra: hacedoras de estampas, nunca reales del todo, siempre en parte imaginadas, edificadas.

Pienso en el inmenso poder del lenguaje. Y creo entonces que es generoso, o simplemente útil, hablar del acto creador de los demás, intentar elucidar con lo escrito lo que éste activa en nuestra mente o en nuestra alma; lo que nos lleva desde lo estético hacia lo ético, hasta lo místico en algunos casos.

Marie-Geneviève Alquier  (2023)

Manuel Sendón

Entre los años 1984 y 2000 se celebraron en Vigo las nueve ediciones de la Fotobienal, un festival fotográfico que desempeñó un papel fundamental en la promoción y consolidación de la fotografía gallega y que acogió a algunos de los grandes nombres de la fotografia contemporánea internacional.

Los responsables de este singular proyecto fueron Xosé Luís Suárez Canal, Vítor Vaqueiro y Manuel Sendón, quienes diseñaron la bienal escapando de las propuestas populistas y los criterios de uniformidad que dominaban en aquel momento en Europa.

La respuesta de Sendón evidencia la importancia de los textos curatoriales y la doble función que estos desempeñan. Por un lado, permiten la articulación formal y conceptual de las propuestas del comisariado, brindando un marco interpretativo y contextual para las obras fotográficas. Por otro lado, constituyen un eficaz instrumento en el modelado y formación de las audiencias. Estos textos establecen las condiciones para la diseminación y resignificación de la obra fotográfica, guiando y enriqueciendo la experiencia del público.

Manuel Sendón. © David Catá (2013)

Mi relación con la fotografía empezó como fotógrafo, en 1984 empecé a comisariar junto a Xosé Luis Suarez Canal para la Fotobienal de Vigo (1984-2000) y a editar los 44 libros de fotografía que publicó el Centro de Estudos Fotográficos.

El comisariado me exigió, y al mismo tiempo me posibilitó, una importante reflexión y conocimiento que me hicieron madurar como fotógrafo y como comisario. No había conciencia de que la fotografía gallega, o la española, tuvieran historia, lo que me llevó a interesarme por la investigación de la fotografía histórica gallega, y gran parte de los textos que escribí son sobre ella (tesis doctoral, más de 15 libros con X.L. Suárez, artículos… Aunque también escribí textos sobre fotografía contemporánea, en muchos casos sobre proyectos que comisarié.

Los textos sobre fotografía son necesarios, como lo son en cualquier manifestación cultural, y potencian que la fotografía no sea vista de una forma superficial, al mismo tiempo el hecho de escribir te hace profundizar y ordenar las ideas.

Como fotógrafo acostumbro a acompañar cada proyecto con un pequeño texto, dando claves y elementos que me parecen importantes para poder conocer lo que esas fotos significan para mí. La fotografía no es un medio transparente, al mismo tiempo considero que las fotos no pueden ser una mera ilustración de un texto, eso tiene sentido en un ensayo, pero entonces no estamos hablando de obra fotográfica.

La experiencia emocional no tiene por qué ser incompatible con la reflexión intelectual, depende del tipo de obra y de cómo se presente y para esto son importantes los textos adecuados, y actividades complementarias (visitas guiadas, conferencias, debates…) La audiencia se crea, recuerdo el interés con que era vivida la Fotobienal de Vigo, tanto en el sector cultural como dentro de la ciudadanía en general, sin para ello hacer la más mínima concesión al populismo, la fotografía es un medio con muchas posibilidades para ello.

Manuel Sendón (2023)

Miriam Rosen

Para la escritora francesa Miriam Rosen, quien ha firmado artículos y reflexiones sobre fotografia, crónicas de festivales o reseñas de fotolibros en algunas de las más prestigiosas publicaciones (9Lives MagazineFisheye, Mouvement, LibérationArtforumApertureCamera Austria), la ensayística de John Berger señala su camino para abordar las complejidades de la cultura visual contemporánea.

Sin ningún género de duda, Benjamin, Barthes, Sontag y Berger son los cuatro evangelistas del pensamiento fotográfico, y sus enunciados los pilares que sostienen el repertorio teórico y conceptual sobre el que se edifica la crítica contemporánea. Berger puede no haber sido el primero en establecer las conexiones entre la fotografía, la política, el feminismo o las instituciones culturales, pero, como señala Rosen en su texto, la importancia e influencia de su «forma de ver» radica en la capacidad de identificar la multiplicidad de estas conexiones y los diversos planos y contextos en los que operan.

Miriam Rosen. © Valerie Jouve (2023)

¿Por qué leo y escribo sobre fotografía? Un nombre, en dos palabras, me viene al instante a la cabeza como reacción a esta pregunta: John Berger. Casi inmediatamente después, surgen otros grupos de palabras como ‘Formas de ver’, ‘Otra forma de contar’ y ‘Sobre la mirada’, que me han abierto los ojos y estimulado la mente durante décadas.

Dicho esto, al menos en mi caso, el camino desde ‘Ways of Seeing’ à la John Berger hacia las formas de pensar/escribir sobre fotografía no ha sido ni directo ni exclusivo. Ajustar cuentas con la historia del arte tradicional (‘Ways of Seeing’ comenzó como una serie de televisión de la BBC en respuesta a la serie ‘Civilisation’ eurocéntrica del historiador de arte británico Kenneth Clark) fue, y sigue siendo, una vasta tarea. Demostrar los prejuicios visuales, sociales y culturales arraigados fue un logro pionero. Y desarrollar el lenguaje, tanto verbal como visual, para transmitir ideas complejas a un amplio público fue un logro no menos importante.

Pero afirmaría que las múltiples lecciones que he aprendido, en términos de mirar, pensar, leer y escribir, abordan las imágenes como representaciones y construcciones, ya sean pinturas, fotografías, películas u otras manifestaciones. Esto se aplica al amplio espectro de los escritos de Berger (que literalmente me vigilan desde la estantería junto a mi cama) y, en última instancia, para el mismo Berger, quien expresó sus propias formas de ver como crítico de arte, crítico de fotografía, novelista, poeta, narrador, ensayista, pintor, dibujante, guionista de cine y dramaturgo.

Al escribir este texto, me vino a la mente la conocida fábula (budista/jaina/hindú) de los ciegos y el elefante, que describe cómo un grupo de ciegos descubren un elefante por primera vez e imaginan lo que es, ya que cada uno de ellos solo toca una parte del cuerpo del animal. Si Berger me abrió los ojos a la fotografía, especialmente a través de sus colaboraciones con el fotógrafo Jean Mohr, también me ayudó a situar el medio en contextos más amplios, visualmente, históricamente, políticamente y económicamente. Y es por eso, y de esa manera, que leo y escribo sobre fotografía.

Miriam Rosen (2023)

Leire Etxazarra

El texto que a continuación firma Leire Etxazarra tiene la intensidad de un alegato contra el silencio de la imagen, el ímpetu de una exhortación que urge al espectador a “agitar” las imágenes para que estas liberen toda su “belleza y misterio” y el convencimiento de quien entiende la fotografia como un dialogo apasionado.

Sin duda esta motivación habrá impulsado todos los proyectos divulgativos que Leire Etxazarra ha desarrollado en los últimos años: el blog de “Cartier-Bresson no es un reloj” donde con elocuencia y claridad la palabra ha sido la protagonista de hablar de fotografia, autores y fotolibros; el canal de Youtube desde donde ha compartido su experiencia y reflexiones sobre los fotolibros que la emocionan; o más recientemente el podcast “El Espejo de Vivian y Francesca”, un programa de entrevistas que lidera junto a Inma Barrio, y por el que ya han pasado nombres como Joan Fontcuberta,  Judith Prat, Toni Amengual, Gloria Oyarzabal, Elisa Miralles, Isabel Azkarate o Gabriela Cendoya… Y eso, en su primera temporada.

© Leire Etxazarra

El maestro Cartier-Bresson, tan certero en sus fotos como categórico en sus afirmaciones, se negaba a hablar de sus fotos y de fotografía en general, porque, según afirmaba, no tenía “nada que decir” al respecto. “Se habla demasiado, se ‘piensa’ demasiado”, insistía, “hay que hacer fotos y no decir nada”.

Supongo que el bueno de Henri se refería a la excesiva palabrería con la que a veces se “adorna” el acto fotográfico y todo lo que le rodea. Pero no es de eso de lo que hablamos aquí. Personalmente, jamás he amado tanto la fotografía como cuando pienso, hablo o escribo sobre ella. Hacerlo es para mí algo tan natural como respirar. Y lo es desde el momento en que me di cuenta de que vivo, de que vivimos, en un perpetuo diálogo con ellas. Cuando miramos una fotografía no nos limitamos a observarla, somos seres sociales, verbales, racionales… comprendemos la realidad y todo enigma que se nos pone ante los ojos analizándolo, categorizándolo, explicándolo… y todo eso lo hacemos a través de la palabra.

La palabra es nuestra principal herramienta para “digerir” el mundo, una forma de abstraer lo que experimentamos, es decir, que lo que oímos y lo que VEMOS tenga un orden y un sentido. ¿Y qué es una fotografía sino un mundo desconocido al que asomarnos y en el que perdernos y deambular?

La imagen, la mera imagen, es eso que se desvanece fugazmente ante nuestros sentidos hasta convertirse en algo inexistente. Instagram es, en gran parte, una colección de meras imágenes. Sin embargo, las fotografías, son imágenes que nacen de la combinación de una pulsión y una intención, nacen para ser “leídas”, “pensadas” e, incluso, “interpeladas”. No se trata de convertirlas en preguntas o en respuestas a nuestras inquietudes, se trata de interpretarlas de manera que nos causen una emoción, un efecto. Es mediante ese “diálogo” entre lo que somos y lo que la fotografía hace resonar en nosotros (un recuerdo, una sensación, un ligero temblor) como disfrutamos de la Fotografía, escrita así, con mayúscula.

Recuerdo la primera vez que vi la famosa foto ‘El baño de Tomoko’ de Eugene Smith. Me quedé literalmente sin palabras. No podía dejar de mirarla. Incapaz de moverme y de articular palabra, mi mente buscaba frenéticamente la forma de explicar qué era lo que estaba provocando aquella reacción en mí. Es decir, buscaba palabras. “Amor, Smith ha captado el amor en su estado más puro”. Esa es la frase que vino a mi mente, palabras que, casi como si fueran un conjuro, me abrieron la puerta al interior de la fotografía: admiré su luz, la expresión de los rostros, sentí el agua, el roce de las pieles, casi me pareció escuchar el silencio de aquella escena. En otras palabras, comencé a construir mi propia historia, mi relato, de aquella fotografía, a escucharla, a sentirla y a interpretarla. Y todo a través de recuerdos y asociaciones personales, mezcla de experiencia, saber e intuición, que bullían en mi cabeza. A través de palabras.

Inmediatamente comencé a buscar información sobre su autor, su vida, su obra, cómo y por qué hizo aquella foto… Textos, entrevistas, análisis e interpretaciones que agrandaron el universo y el poder hipnótico de aquella fotografía. En definitiva, palabras que me llevaron a un nivel de comprensión y disfrute al que la imagen, por si sola y huérfana de textos y palabras, jamás hubiera podido llevarme. 

Fotografiamos porque somos, y somos porque pensamos, es decir, porque articulamos nuestra existencia en palabras. Así, cuando una fotografía nos ‘atrapa’, no decimos que esa imagen nos mira, decimos que nos ‘habla’. 

Una fotografía es un territorio por el que deambular y perderse libremente, mirarla es entrar en un pequeño territorio de libertad, un lugar donde soñarla, sentirla y disfrutarla a través de un diálogo íntimo entre nosotros y la imagen, entre lo que nos sugiere y evoca.

La fotografía, como el arte, busca una reacción en quien la observa, generar algún tipo de emoción, por pequeña o imperceptible que sea, por efímera o banal que pueda ser. Pero, ¿por qué conformarse con eso? Seamos activos como espectadores, seamos osados, seamos… ¡insaciables! ¡Busquemos ir más allá! ¿Y qué mejor para eso que avivar esa chispa de curiosidad que una fotografía prende en nosotros alimentándola con la lectura (o escritura) de textos y reflexiones sobre ella misma?

No hay trampa ni cartón en todo esto. A veces, basta con una mera frase, con una cita del propio autor, para que la fuerza y el misterio de una obra se desplieguen ante nosotros en todo su esplendor. Y no solo una, sino muchas veces. 

Otro ejemplo. Masahisa Fukase, en su famoso ‘Ravens’, transmite, como muy pocos han sido capaces de hacer, un dolor y una desesperación cuya profundidad parece ahogarnos cuando nos adentramos en su libro. Habrá quien argumente, no sin razón, que la intensidad de esos sentimientos supera con mucho la capacidad expresiva de cualquier palabra o texto. Cualquiera que haya visto el libro lo sabe, es innegable. Pero hagamos una cosa; tomémonos cinco minutos, solo cinco, para buscar algo de información sobre el autor, su vida y su relación amor-odio con la fotografía. No pasará mucho tiempo hasta que nos encontremos con una de sus frases más famosas: “Fotografío para detenerlo todo, mi obra es una especie de venganza contra el drama de vivir”. Volvamos ahora de nuevo a ‘Ravens’, mirémoslo a través de esas palabras, y veremos cómo el gran cuervo nos mira directamente a los ojos, nos atrapa en sus alas, cómo la oscuridad del libro se vuelve más y más profunda… 

Así que a la pregunta de “¿Por qué escribimos y leemos sobre fotografía?” mi respuesta no puede ser más contundente: ¿Cómo no hacerlo? ¿Cómo no “pensar” la fotografía, cómo no acompañarla con textos y reflexiones que nos abren aún más a su belleza y misterio? ¿Cómo contentarnos con “solo” mirarla?

Leire Etxazarra (2023)

Laura Terré

El título con el que Laura Terré encabeza su respuesta bien podría servir como corolario de este extenso artículo y sentencia final contra la palabrería que, en ocasiones, adorna algunos discursos fotográficos. Aunque cada uno de los textos incluidos en este artículo responde de forma independiente a la pregunta «¿Por qué leemos/escribimos sobre fotografía?», en el texto de Terré parecen compilarse algunas de las ideas destiladas por otros autores:  la autonomía de la imagen, la necesidad de la escritura como impulso liberador de la experiencia  personal con el acontecimiento fotográfico, la fascinación por el misterio que se oculta en las imágenes o la multiplicidad de miradas y lecturas que apilan sobra la delgada superficie de la imagen fotográfica. Sin duda, la eficacia poética de la metáfora del insecto fugaz que debe ser atrapado con la palabra responde contundentemente a la pregunta planteada.

Laura Terré. © Guillermo Gumiel 

ESCRIBIR DESPUES DE PENSAR LA FOTOGRAFÍA

Escribir es un impulso. Como el cazador de mariposas, extendemos el brazo para atrapar una idea que apenas comprendemos. Escribir es observar de cerca, dar forma única y literaria a un estímulo que podría adoptar todas las formas. Las fotografías son portadoras de ideas hacia el futuro. Hoy las miramos y no las entendemos. Puede que el tiempo abra el cofre en el que guardan sus secretos. Cuando son productos acabados, pensados, dirigidos, con intención, es más fácil que revelen lo que ocultan y hablen con soltura. No tendrán interés las que agotan su sentido con una única mirada, tampoco serán interesantes las que se dejen explicar fácilmente mediante teorías ad hoc.

Deberemos esforzarnos en conocer al que hay detrás de las imágenes para interpretar, a su manera, el sentido latente de los mensajes visuales. Pero también debemos dejar hablar a las imágenes por sí mismas, libres de autor, provocando y sugiriendo ideas.

Cuando la idea aparece, ese insecto fugaz que cruza nuestra mente habrá que fijarla, habrá que ayudarla a nacer mediante la palabra precisa, punzante como un alfiler clavado en un lugar concreto y no otro. No será adecuada la dispersión ni la retórica. No resuelve nada escribir vaguedades.

Las palabras que cazan esas ideas volátiles son únicamente nuestras, ni de su autor, ni de su tiempo. Hay que huir de la pretensión de autoproclamarse médium, experta, autoridad para la interpretación. Creerse descubridora de un tesoro oculto, suponer que son nuestras palabras las que le han dado universalidad al mudo mensaje visual. Escribir sobre fotografía no puede convertirse en un gesto narcisista para superar o sublimar la fuente de indecible sentido que nos ha motivado a pensar. Escribir es simplemente un camino para la reflexión. Para cerrar conjeturas, abrir puertas, inaugurar polémicas.

Duele la cabeza cuando se trabaja así. Pero es preciso mantener siempre ese vértigo, incluso en el trabajo profesional. Al producir textos, sean artículos críticos, prólogos, textos curatoriales, etc. el objetivo también tendrá que ser dar a luz un sentido de las imágenes para el público. Pero habrá que trabajar de igual manera que se escribe en el diario personal, recontando los descubrimientos trascendentes, para que la primera inquietud, la primera sorpresa descubierta, siga palpitando en el texto. Y sea reconocible, además, en las imágenes que nunca dejarán de ser referentes de esas palabras.

No todos los entornos profesionales permiten escribir de esa manera. La actualidad, la brevedad, la pretendida simpleza democrática de los contenidos, el estilo directo, etc., destruyen la ilusión por crear escritura crítica. Cuando desaparece el riesgo de la apuesta de sentido, la literatura se convierte en un dictado de ideas prestadas, alejado de la propia experiencia.

Por eso, todavía, un escritor inteligente, pensante, opone una seria competencia a la IA. Las ideas que parten de las imágenes se expanden en mil canales y nos afectan de manera personal: su belleza, la emoción que suscitan, el pellizco incómodo que producen en nuestra conciencia política, las resonancias culturales, la estrategia discursiva que descubrimos en el uso de la técnica… Cuanto más compleja es la imagen más nos hará pensar. El público, al que no conocemos y al que por lo tanto no podremos tener en cuenta a la hora de escribir, habrá de tomar lo que quiera de todo eso. Mirar fotografías es ponerse en el cuerpo, en el ojo, del testigo que estuvo allí. Leer sobre fotografía es ponerse en el cerebro del que escuchó al testigo. Es un doble trabajo de empatía. De ida y vuelta, claro. Escribir es una elaboración creativa, precisa, calculada, para que sea inteligible, leída. Su calidad reside en allanar el camino a la mente del lector para que se rinda ante una -entre muchas- formulación definitiva, como la fotografía de la que parte, que, cuanto más instantánea parece, más intención contiene.

Laura Terré (2023)