La Galería Fenando Pradilla de Madrid inaugura manaña jueves 31 de marzo la exposición titulada ‘Sólo es sexo’. La muestra, comisariada por Javier Díaz-Guardiola, recoge el trabajo de un buen número de artistas sobre diferentes aspectos de nuestra relación con el sexo y su representación.

La Fernando Pradilla, en su primera planta, nos propone una exposición que investiga sobre la relación entre el arte, el sexo y la reacción de los espectadores con esa palabra. La exposición ‘Sólo es sexo’ contiene la obra de una veintena de jóvenes artistas entre los que se incluye a los fotógrafos Mar Sáez, Fernando Bayona, Patricio Cosini, Juan Carlos Martínez, Federico Sposato, Santi Ruiz, Paco y Manolo, Ismael DeLarge, Germán Gomez entre otros artistas.

Según JavieR Díaz-Guardiola, comisario de la expisición, los creadores seleccionados “realizan una lectura de la expresión que da nombre a la exposición en una doble dirección. De un lado, quitándole hierro a actitudes e imágenes que –no lo negamos– están relacionadas con lo sexual, pero sin que su intencionalidad trascienda mucho más allá de su propia naturaleza. No son más que sexo. Ni más, ni menos. Pero del otro, además, denunciando todas aquellas miradas y comportamientos que reducen al ser humano únicamente a su condición sexual o de género, negándole cualquier tipo de potencialidad, de capacidad para sorprendernos o para superarse. Son esos casos en los que, detrás de la persona, no vemos más que sus genitales o sus gustos en la cama”.

Reproducimos el texto con el que Javier Díaz-Guardiola (periodista, crítico, comisario de exposiciones y coordinador de la sección de arte, arquitectura y diseño de ABC Cultural) nos guía por la exposición y el repaso que hace de los autores que participan:

«Comenzamos el recorrido por los lienzos de Alejandro Bombín (Madrid, 1985) que ilustra como nadie la imagen distorsionada que genera en la cabeza de muchos todo lo que tenga que ver con la sexualidad y su ejercicio. Con su labor pictórica, este joven artista se pregunta qué mecanismos son los que, en el flujo indiscriminado de información visual al que estamos sometidos a diario, intervienen y convierten a muy pocas instantáneas en imágenes para la posteridad. Bombín acude así, en muchos casos, a algunas que ya han sido bendecidas por los libros, supuestos contenedores del saber para el futuro, intentando destilar su esencia con su traslación al lienzo, en un procedimiento, obviamente, en el que en el proceso de traducción se pierde -pero también se gana- nueva información importante. Esta labor, que el madrileño ejecutaba fragmentando la imagen original (de forma que su autor trabajaba casi de forma automática, sin conocer los resultados hasta el final), lo lleva a cabo ahora de forma global (de manera que entran en juego los sentimientos y estados de ánimo, como en cualquier cortejo que se precie) y, por primera vez, con imágenes eróticas. Erótica es el título de la nueva serie. ¿Son los resultados los mismos? Es el receptor el que tiene la última palabra.

Hablar de sexo es hacerlo también de pornografía. Un asunto siempre peliagudo. De ello se ocupan en la siguiente sala Anthony Stark (1980) y Fernando Bayona (Linares, Jaén, 1980). El primero, desde la pintura (también es posible erotizar al espectador desde los pigmentos y los pinceles); el segundo, desde la fotografía. Stark, al que le gusta lidiar con los tabúes -palabra mágica cuando se habla de sexo- de la disciplina que le ocupa, confronta en los cuadros de sus series ‘Fucking Paintings’ y ‘Los groseros’ dos realidades aparentemente inconexas: el supuesto aspecto sucio y grosero del sexo amateur con el de la política, todavía no sentada en el banquillo, en teoría pulcra y respetable. Al situarlas al mismo nivel, al ocupar el mismo contexto, nos fuerza a asumirlas como realidades paralelas que, en ciertas ocasiones, y a tenor del comportamiento de algunos de nuestros dirigentes, nos hacen dudar sobre lo verdaderamente pornográfico. Por su parte, el fotógrafo andaluz recupera y reactualiza algunas de las imágenes de su conjunto ‘The life of the Other’ (retratos confrontados por primera vez con imágenes de naturaleza arquitectónica, lo que refuerza su idea de constructo y escenario), que ponen el acento en el concepto de máscara. Sus protagonistas son profesionales del sexo (actores porno, chaperos, strippers…) que se ven obligados a generar identidades falsas para ejercer la profesión que les da sustento. Personas, asimismo, con su propia vida privada (que son las escenas que recrea Bayona en estas imágenes a caballo entre la fotografía documental y la escenificada); ámbitos en los que deberían –y lo hacen– caer esas máscaras, dado que uno no puede estar alerta las 24 horas del día. A este dispositivo se le une una nueva capa de profundidad y significado cuando descubrimos que el artista se ocupa de momentos álgidos de la vida de los protagonistas, que son sustituidos, en algunos casos, por agentes que ejercen la misma profesión que los sujetos a los que hacen referencia. Sube una nueva careta. Es necesaria otra interpretación para llegar a lo más íntimo.

Participan en esta presentación de artistas jóvenes que ilustran estas divagaciones sobre lo sexual algunos de los creadores que forman parte de la galería en la que se exhibe. Es el caso de Juan Francisco Casas y Juan Carlos Martínez. Casas (La Carolina, Jaén, 1976), que disfruta además de una individual en la planta inferior, representa el hedonismo, la carnalidad, el juego y el disfrute. El deseo sin ataduras. Además, sus aportaciones a esta muestra dejan claro, por mucho que nos quieran engañar, que el tamaño sí que importa. Ante sus grandes formatos, es necesario apartarse, guardar las distancias para poder disfrutar de todos los detalles. Ante los pequeños, al acercarse, la imagen explota ante los ojos del espectador. Se crecen, se vuelven arrogantes. El sexo se acepta sin ambages. Por su lado, Martínez (Badajoz, 1978), recupera la mirada del voyeur y la serie fotográfica que lo dio a conocer –’Subfilum Spermopsida’– y que ha seguido desarrollando en el tiempo. En ella, en primera instancia, de lo que se trata es de acercarse al paisaje para llevar a cabo una clasificación taxonómica de las plantas propias de los entornos en los que se producen encuentros sexuales esporádicos y al aire libre (lo que se conocen como zonas de cruising). Es la botánica la que se transforma en referente metodológico para localizar a aquellas especies vegetales que parapetan dichos encuentros y generar así una topografía de “lugares encubiertos”, que suelen pasar desapercibidos al paseante. Sólo una mirada avezada es capaz de descubrir las señales que acaban con “la inocencia” e “indeterminación” de esos parajes. Es entonces cuando dejan de ser terrains vagues.

Carlos-Aires

© Carlos Aires

No hace falta mencionar cómo las nuevas tecnologías han influido en nuestra forma de socializar y relacionarnos. También en el plano sexual. Tres artistas lo analizan desde ámbitos diferentes. Entre ellos, el argentino Federico Sposato (Mar del Plata, 1984), que ya mercantilizó su anatomía en uno de sus proyectos más redondos, ‘Payxpiel’. Las fotografías de ‘The JLB’ (Justice Ligue of Badoo), basadas en las aplicaciones para ligar (entornos en los que el cuerpo se cosifica brutalmente), se basan en las observaciones del artista, que constata que, aunque ellas proporcionan nuevas alternativas para generar múltiples identidades de género y romper con la masculinidad clásica (en este tipo de aplicaciones, el anonimato ampara a sus usuarios, y no es extraño que los mismos se oculten tras, cuanto menos, curiosos nicks), el hombre heterosexual se aferra a viejos patrones plagados de restricciones. Lo que su autor inicia es una compilación de los datos personales introducidos por los usuarios en estas plataformas de encuentros para traducirlos a unas supuestas “superhabilidades”, por ser asumidos como los más adecuados y válidos para utilizar como reclamo para obtener una cita o relación sexual. Con está descripción realiza posteriormente una modificación digital en las fotografías de los perfiles y los transforma en nuevos modelos de héroe acordes con las necesidades de la esfera 2.0., tan rancia y encorsetada como la real.

No sale tampoco muy bien parado el hombre homosexual en este tipo de aplicaciones. Santi Ruiz (Santander, 1979) comprueba cómo muchos de ellos se definen como “masculinos”, de forma que, para venderse bien, apelan a características que los acercan a los cánones heterosexuales (son rudos, agresivos, fuertes y musculados), mientras éstos, para conseguir acercarse a una mujer, se ven obligados a mostrar sus armas de seducción más sensibles y tiernas. Su aportación a esta muestra es 100% masculino, una falsa aplicación para teléfono móvil en la que su autor construye su propia noción de “masculinidad” a partir de la apropiación de numerosos perfiles reales, que Ruiz imita y reproduce con la intención de reflexionar sobre las convenciones atribuidas al género. De igual forma, algunas de las fotografías de su serie ‘Intimidad’ salpican (nunca mejor dicho) el recorrido y visibilizan la trasformación del individuo en su consecución del orgasmo, por ser este momento íntimo el único en el que el individuo no puede controlar sus emociones, tal y como la sociedad le exige en muchas ocasiones.

© Edurne Herrán

Finalmente, Edurne Herrán (Baviera, Alemania, 1978), electrocortocircuita las redes contraponiendo sus asepsias digitales a fórmulas tradicionales como el bordado de punto de cruz (y, de paso, utilizar un trabajo tradicionalmente asociado a la mujer para reafirmarse y plantar cara a los estereotipos). Sus aportaciones de la serie ‘Love me Tinder, Love me True’ destacan el gusto de esta creadora por el error, convirtiendo las faltas de ortografía en las aplicaciones sexuales y chats en pequeños monumentos dignos de ser subrayados y enmarcados (“Kiero hechar” un polvo “n” “moncloa”). Por otro lado, los emoticonos usados para practicar “sexting” (sexo en redes sociales), son bordados a mano en la serie Emoji-sexting, lo que da pie a la sistematización del vocabulario loco utilizado por nuestros adolescentes (y no tan adolescentes). Tampoco las parafilias se libran de su traducción en este cruce de lenguajes y técnicas.

Tras el atracón de imágenes explícitas, Mister Simplemente (pseudónimo actual del dibujante Javier Conde) nos seduce y erotiza a través del lenguaje. En su mural se entremezclan juegos de conceptos que demuestran que pocas palabras valen mucho más que mil imágenes: “Hacer tilinder”, “Si no sabes torear, pa que te Meetic”, “Porqueeria” o “swaggermente bé sá mé” se convierten en eslóganes que conviven perfectamente con esos otros chispazos en los que los términos se reconstruyen dando lugar a nuevos anagramas sexuales o aquellos otros en los que acaban visualizados a través de toda una línea de juegos del lenguaje (“Chorra das”, “Cum Laude”, “Bu Cake”…). Imposible apartar la mirada.

Una última sala, antes de atravesar la segunda parte en la que se articula el recorrido, funciona a modo de gabinete con los trabajos de Diego de los Reyes y Patricio Cassinoni. En ambos casos hablamos de la apariencia externa, de la vestimenta, de cómo la ropa marca nuestra identidad y se transforma en arma “de seducción” masiva. Las acuarelas inéditas del primero llevan por título Investidos. En ellas, y parafraseando al Jesús Oliva de El desaliento del guerrero, De los Reyes (Sevilla, 1977) ejemplifica cómo los hombres adquieren su identidad masculina alienando sus propios cuerpos y dominando los de otros, mientras que parte de su hegemonía no se logró por la fuerza, sino asociada a ciertos atributos vinculados a determinados colectivos. Y ahí entran en juego los uniformes: policías, deportistas, trajeados… Lo que su autor quiere poner en valor es el peso de la vestimenta como generador de jerarquías: al igual que un boxeador gana un cinturón dorado o un nadador una medalla de oro, los uniformes ganan sus propios galones, aumentando la posición social del que lo lleva. Su lenguaje para comunicar posición frente a otros es evidente, mientras remarca la pertenencia a un grupo y se establecen como fundamentales para estructurar una masculinidad hegemónica, incluso entre los “disfrazados” pandilleros de barrio. En un ejercicio opuesto, el argentino Cassinoni (Buenos Aires, 1975), nos obliga a despojarnos del “hábito” que hace al monje. ‘Only One’ es un work in progress ya desarrollado en Dublín y en Barcelona, y que gracias a esta muestra se continuará en Madrid, en el que el fotógrafo nos invita a retratarnos con nuestra prenda favorita. Solo ésa. Ello supone desnudarse ante la cámara, arriesgarse en la elección, elegir cómo nos exponemos en función de una decisión. El conjunto final constata incluso las diferencias culturales y supone una nueva aproximación a un género tan antiguo en el arte como es el del retrato, afrontándolo desde una nueva perspectiva.

Por la fotografía documental apostamos aquí de la mano de Mar Sáez (Murcia, 1983). Ella lleva documentando desde hace cuatro años a la pareja conformada por ‘Vera y Victoria’, nombre de las dos mujeres que dan título a su serie. Este trabajo expresa mejor que ningún otro la tendencia reduccionista que tenemos demasiado por costumbre de poner etiquetas. Porque Vera es transexual, sí. Pero también vegetariana y estudiante de Filología Clásica, amante de los animales, y posiblemente testaruda. Y Victoria, a parte de bisexual, es una mujer joven, inteligente, orgullosa de su pareja. Cada nuevo encuentro con la fotógrafa da pie a una página del diario en imágenes en el que se ha convertido Vera y Victoria, en el que surgen renovados matices de la riqueza de una relación como la suya. Ni mejor, ni peor que las demás.

Intimidad Santi Ruiz

© Santi Ruiz

La siguiente sala viene marcada por la negación. De un lado, la que enuncia alto y claro Verónica Ruth Frías (Córdoba, 1978). La actitud de Ana Mendieta, que se fotografió con la perilla cubierta con recortes de pelo de su marido –el también artista Carl André– y el sonoro “no” que parece ser fue lo último que llegó a articular mientras se suicidaba, inspiran aquí a la creadora andaluza para denunciar la dificultad añadida de la mujer para ser reconocida en cualquier sector profesional. En un convocatoria por redes sociales, Frías hizo un llamamiento a féminas del mundo del arte para fotografiarse con una falsa barba, en un intento de subrayar que si una mujer no cuenta con los atributos propios del hombre no podrá medrar tampoco en este campo. La creadora fue respondida de forma masiva por más de 290 compañeras, algunas de las cuales formaron parte del Proyecto ABC Cultural homónimo, que también se presentó en el festival Saltillo Contemporary de México. Los rostros de, entre otras, Irene Cruz, Lola Guerrera, Alejandra Franch o María Cañas, rodeando un imponente “NO” como el de Santiago Sierra (a Frías le gusta apropiarse de obras de artistas hombres para darles una lectura personal), ahora sobre fondo rosa, proclama visualmente la idea de que seguimos viviendo en una sociedad patriarcal. A su lado, una cama con una colcha en la que fue bordada la frase popularizada por Frida Kahlo “Mira que si te quise fue por tu pelo; ahora que estás pelona, ya no te quiero”, base de una performance de la andaluza en la que varias mujeres homenajeaban a todas las asesinadas hasta esa fecha como consecuencia de la violencia machista cortándole el pelo. Un nuevo vídeo muestra la pantalla de un ordenador en el que desde Youtube se lleva a cabo la búsqueda de vídeos en los que mujeres son agredidas y se les rapa la melena, “castigo” por haber sido supuestamente infieles.

Justo en frente, y compartiendo espacio, los retratos fotográficos de Paco y Manolo, pareja de artistas que llevan años tratando de llevar la complejidad psicológica de sus modelos a la obra final, empleando el cuerpo como campo de batalla en el que se dirimen los deseos y frustraciones del individuo, en diálogo con su entorno personal o con la naturaleza. Y aunque estamos más que acostumbrados a que los sujetos que se pongan delante de su cámara sean masculinos, nuestros protagonistas han desarrollado un proyecto paralelo centrado en la mujer que en pocas ocasiones se ha mostrado públicamente. Los artistas, más que nadie, han sufrido la etiqueta de “fotógrafos gays”, y sólo por este tipo de producción han sido demandados en galerías y espacios de exhibición, cuando sus retratos femeninos exhalan la misma frescura, espíritu canalla y carácter combativo que el de sus homólogos masculinos. Sea ésta una buena excusa para presentarlos de manera amplia. Y junto a una pieza más de Edurne Herrán, su Sex-Doll Burqa, metáfora evidente de cómo la sexualidad se convierte de nuevo en la prisión de muchas mujeres, y no por designio propio, sino por imperativos externos.

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© Fernando Bayona

Y no podemos hablar de sexo y no hacerlo de muerte y enfermedad, de angustia y de dolor. Me viene a la cabeza la serie ‘Del susurro al grito’, de Germán Gómez (Gijón, 1972), conjunto en el que el artista recreaba desde el retrato la reacción de personas cercanas que descubrían que eran portadores del virus del sida. Este artista participa en la exposición con un nuevo retrato masculino que yace en una cama (una más en este recorrido), tratado con la técnica de descomposición de la imagen que lleva aplicando en los últimos meses a sus estudios arquitectónicos, en los que los individuos desaparecen y quedan representados en esos edificios que se establecen como sus prisiones en las grandes ciudades. Muy cerca de él, Ismael DeLarge (1981), ofrece de forma amplia una selección de su serie fotográfica Devotee. Con este término se conoce a las personas que disfrutan y sienten placer relacionándose sexualmente con individuos con discapacidades físicas. Algunos incluso llegan a ser lo que se conoce como ‘wannabes’, en los que la fuente de placer se encuentra en el deseo de llegar a ser discapacitado, al punto de simularlo o autolesionarse. El proyecto ‘Devotee’ de DeLarge tiene como protagonista a F., un joven homosexual checo que, siendo adolescente, perdió en un accidente de tren una de sus piernas. Desde ese momento descubriría que el hecho de estar lisiado lo había convertido en un tremendo imán sexual, aunque no tardó en comprobar también cómo esto se trasformaría en un arma de doble filo en sus relaciones amorosas, debido a la incertidumbre sobre si realmente era amado por cómo era o por lo que le faltaba. De esta manera, el fotógrafo nos invita a reflexionar sobre el alcance de nuestros deseos y el peligro de cumplirlos.

Un último pasillo y nos reencontramos con una segunda serie de Fernando Bayona, ‘Paragraph 175’, en alusión al artículo del código penal alemán que penaba las relaciones homosexuales y que no fue derogado hasta 1994. Sus imágenes más recientes amplían este ambicioso proyecto documental multidisciplinar desde el que el andaluz penetra en el programa médico emprendido por el régimen nazi durante la II Guerra mundial destinado a encontrar una vacuna contra la homosexualidad, compilando en imágenes las instalaciones exactas en la que se llevaron a cabo los experimientos clínicos que supusieron la muerte de cientos de personas debido a su condición sexual.

Asimismo, la décima estancia de esta galería se transforma precisamente en eso: Una Sala X. En ella se mostrarán en loop, como en la sección golfa de un cine antiguo, proyectos videográficos de algunos de los artistas convocados, junto a otros muchos, generando un completo programa de producciones audiovisuales que abordan la cuestión del sexo. Allí concurren Juan Carlos Martínez (que en ‘Training Session’ y ‘Mise en Scene’demuestra cómo es la mirada la que “sexualiza” aquello que en principio no tendría un contenido erótico per se); Carlos Aires (que mezcla las imágenes de una casa del terror y un cuarto oscuro en ‘Mister Hide I’), Raisa Maudit (que propone el baile más sexual de moda como base de una nueva revolución social. Eso es ‘Twerking para la revolución. A las barricadas, papi’); Fito Conesa (que en ‘The Bigger the Better’, homenajea al cine porno y sus rituales de apareamiento desde la escenificación y homenaje a uno de sus momentos cumbres. Una época que se diluye ante nuestros ojos); Félix Fernández (cuyo ‘Room4’ analiza las relaciones humanes en tiempos virtuales); Juanma Carrillo (que llena de sentimiento las relaciones sexuales esporádicas con desconocidos en ‘Caníbales’); Mar Sáez (que completa con un audiovisual la serie fotográfica ‘Vera y Victoria’); Andrés Senra (Su ‘Minijob-La Cama’ es un ejemplo sintómático de la precariedad del individuo en la sociedad actual. El poder, siempre el poder); Sergio Ojeda (En un momento de su ‘Sangre, sudor y lágrima’, se nos advierte que, pese a la crudeza de sus imágenes, la verdadera pornografía está allí fuera) y Edurne Herrán y Santi Ruiz, que en ‘How to Look Like a Sex Doll. Make Up Tutorial’ y ‘A Man’s Routine’, respectivamente, nos enseñan a convertirnos en la mujer y el hombre perfectos… Para ser sexualmente aceptados».

  • ‘Solo es sexo’. Colectiva. Comisario: Javier Díaz-Guardiola.
  • Fecha: Del 31 de marzo al 21 de mayo.
  • Localización: Galería Fernando Pradilla. Madrid. C/ Claudio Coello, 20.
  • Horario: de lunes a viernes de 10:30 h. a 20:30 h. Sábado de 11:00 a 20.30
  • Entrada: gratuita.