Alejandra Vacuii, Alex Domenech, Cristóbal Ascencio, Deebo Barreiro, Eva G. Herrero, Ignacio Navas, Laura San Segundo, Maider Jiménez, Malu Reigal, María Rojas, Meritxell Ahicart, Paula Yubero y Raquel Bravo muestran sus primeros intentos fotográficos en El local de Madrid.
‘Casilla uno’, que se inaugura el jueves 16 de marzo a las 20.30 horas, podrá visitarse hasta el 16 de abril bajo cita previa (contactar a través del correo electrónico hola@eldisparate.net o la cuenta de Instagram de El local) y muestra los inicios fotográficos de trece autoras y autores que pasó su adolescencia durante las décadas de los 2000s-2010s.
Comisariada por Deebo Barreiro, también recoge imágenes de Alejandra Vacuii, Alex Domenech, Cristóbal Ascencio, Eva G. Herrero, Ignacio Navas, Laura San Segundo, Maider Jiménez, Malu Reigal, María Rojas, Meritxell Ahicart, Paula Yubero y Raquel Bravo.
En la disposición en sala se podrán ver las imágenes de cada una de las personas participantes en compañía de una pequeña investigación de cómo han construido su mirada a raíz del contexto en el que se encontraban.
En esta selección, se hacen visibles la mirada inocente de aquellas primeras imágenes y de cómo llegaron a encontrar en la fotografía la clave para expresarse.
Como explican los organizadores de la exposición, los estudios artísticos empujaron en muchas ocasiones a experimentar con esta técnica, y aunque casi todas estas personas vienen de otras ramas como Bellas Artes, ilustración, cine, Comunicación Audiovisual, arquitectura o incluso el autoaprendizaje, ha sido años más tarde cuando se han fijado en la fotografía como medio, con alguna excepción.

Durante esta época, el contexto cultural estaba muy marcado por los referentes clásicos que llegaban a nuestras manos a través de la escuela, las revistas o blogs de aquellos años. Pero la diferencia espacio temporal con estos referentes, hacían que de alguna manera fuera difícil sentirse identificado con ellos.
El boom de las redes sociales arrolló a la hora de generar imágenes y comunidad en muchos casos. Las fotografías de repente se consideraban una forma de socialización y de comunicación inmediata, apuntaban a cubrir la necesidad adolescente de construirse a uno mismo a través de las relaciones. La hiperestimulación constante al consumir imágenes sin parar enriquecía las referencias visuales de la gente que aquí habitaba.
Empezaron a resonar nombres como el blog, de los cuales Alex Domenech o Cristóbal Ascencio consumían para nutrirse de la fotografía de viajes y posteriormente generar así su propia visión. Laura San Segundo también utilizó el blog como primera red social para construirse a través del mosaico de todo aquello que le entusiasmaba.
Los podcasts, una versión muy indie de generación de contenido en aquellos años, eran la forma de reflexionar y conocer sobre fotografía de Ignacio Navas, aunque cuenta que se salían muy poco de los conceptos básicos.
También aparecieron otras vertientes como Fotolog, del que Meritxell Ahicart reconoce que tenía más peso el texto que la imagen.
Tumblr también era una plataforma recurrente a la hora de generar microuniversos. Alejandra Vacuii recreaba su visión única del mundo. Raquel Bravo colgaba sus procesos experimentales y moodboards sobre los que se pasaba horas de madrugada buscando y reblogueando imágenes. “Al no haber censura, era un sumidero visual en el que una imagen te llevaba a otra aún más delirante, por lo que me pasaba largas noches de flaneurismo virtual”.

Flickr servía como red para generar comunidad fotográfica. En ese momento, era una plataforma que servía como puente para codearse cibernéticamente con los foteros más apasionados del momento. Maider Jiménez y Eva G. Herrero cuentan cómo se hacían visibles jerarquías y estructuras de poder, e incluso en algunos casos micromachismos derivados de subir fotografías autorretratándose o de las amigas. Esto hacía muy confuso convivir en una red social siendo una adolescente y relacionándose con señores.
El Tuenti, esa plataforma tan querida y arrancada de la perpetuidad de internet, fue la generadora de cómo se construían las imágenes en base a la exaltación de la amistad. Algunas hasta recordamos con cariño la expresión “Foto Tuenti”, a la vez que poníamos morritos o hacíamos la señal de victoria con los dedos. Los autorretratos colectivos, los brazos que aparecían de manera muy protagonista en la imagen y se convertían casi en un palo selfie primerizo, o esas perspectivas imposibles.
María Rojas habla de que se convirtió en un “diario adolescente, le encantaba salir de fiesta y correr al día siguiente a ver esas 40 fotos iguales del botellón”. Siempre solían acompañarse del texto “etiquetaros”. Paula Yubero empezó a subir los primeros retratos de sus amigas a esta plataforma. Deebo Barreiro cuenta cómo la extensión del grupo de amigos se amplificaba socialmente a más gente a través de esta plataforma, el límite ya no era la ciudad.
Luego llegó Instagram para quedarse (de momento), una de las plataformas más duraderas hasta el presente, que premia la inmediatez y centra el discurso en la potencialidad de lo cotidiano. Malu Reigal cuenta cómo las primeras imágenes que generó con intenciones estéticas fueron a raíz de entrar en la lógica de esta red social: el carácter de pseudoportfolio y la importancia del feed, siempre acompañado con un texto pensado.