La exposición ‘YOU NAME IT’, que todavía se puede disfrutar el Autograph de Londres, sirve de excusa a Blas González para acercarnos el trabajo de la artista suiza de raíces haitianas Sasha Huber y el movimiento «De-mounting Louis Agassiz», que trata de rectificar y reparar el daño de este racista, recordado con honores, que se sirvió de la fotografía para justificar sus odiosas teorías.
Se podría cuestionar la participación de la fotografía como cómplice necesaria en la consolidación de la cultura colonial de occidente, señalar al medio como dispositivo en la construcción de evidencias sobre las que se apoyaron todo tipo de teorías eugenésicas y racistas o incluso acusarla de ser el instrumento en los movimientos de represión de las minorías, control político y propaganda que se comienzan a fraguar a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Así, las exóticas vistas de lugares remotos y pintorescos paraísos no sólo cautivaron a un público europeo ávido de novedades y experiencias, sobre ellas se fundamentó el embrión de lo que hoy reconocemos como la industria turística; también esas visiones de lo desconocido, adornadas según las convenciones estéticas occidentales, sedujeron a expedicionarios y colonialistas europeos a conquistar y explorar las riquezas que florecían en los confines de lo conocido.
Por otro lado, con el apoyo de la imagen fotográfica, el cuerpo humano también fue sometido a escrutinio y, al viento del positivismo y la razón que impulsó al orbe “civilizado” desde el siglo XIX, se dictaron tratados pseudocientíficos que, pretendiendo definir los atributos fisionómicos del otro y relacionándolos con el comportamiento “desviado”, sirvieron de justificación y protección del espacio social del “yo”.
Finalmente, la inteligencia silenciosa e intransigente del archivo fotográfico permitió implantar en los territorios de ultramar mecanismos de vigilancia, control y orden social tan característicos de los sistemas políticos occidentales. Desde esta perspectiva, los lugares, los cuerpos y las mentes son el último sujeto sobre los que se construye el discurso de la fotografia colonial occidental.
En un sentido amplio, cualquier posición ideológica, política o individual desde la que se ejerce una fuerza de desplazamiento contra una cultura, sociedad, territorio o individuo constituye una forma de aniquilación colonial.
Desde el privilegio que se otorgan de superioridad, quienes ejercen alguna de estas formas de violencia contra el otro –sea esta ocupación territorial, segregación racista, discriminación sexual, supremacismo lingüístico, o proselitismo religioso–, se atribuyen el mandato de anular cualquier indicio de diferencia o singularidad del otro en favor de la “razón universal” del yo. Paradójicamente, el colonialismo comparte con la fotografía el dudoso beneficio de dejar una huella permanente e irreversible.

Reparar las heridas que estas huellas han dejado es el punto de partida de la serie ‘Demounting Agassiz‘, un proyecto de larga duración de la artista visual de origen suizo-haitiano Sasha Huber (1975), quien desde 2008 reúne performances, instalaciones, montajes de video, fotografías e intervenciones de reparación con las que responde al oscuro legado del controvertido naturalista suizo Louis Agassiz (1807-1873).
El eminente científico fue un negacionista de la evolución darwiniana y un declarado defensor del racismo científico, llegando a afirmar que «el cerebro del negro se corresponde con el cerebro imperfecto de un bebé de siete meses en el vientre de una blanca». Hasta nuestros días, su nombre ha llegado en la forma de tributo, ya que, hasta ochenta topónimos, siete especies de animales, un promontorio lunar y un cráter marciano llevan su apellido en la actualidad.
Para entender la primera intervención que Sasha Huber realiza en 2008 sobre el pico alpino Agassizhorn (3946 metros), conviene recordar el contencioso que enfrentó a Tamara Lanier contra la Universidad de Harvard para recuperar los derechos y la custodia de los daguerrotipos de sus antepasados Renty y Delia Taylor que se conservan y exhiben en el Museo Peabody de Arqueología y Etnografía de Massachusetts. Este caso fue objeto de estudio por parte de la investigadora Ariella Aïsha Azoulay, y expuesto en el ciclo de conferencias que Carles Guerra coordino en el KBr de Barcelona en la primavera del 2022.

Los daguerrotipos de Renty, su hija Delia y otros esclavos, encargados por Louis Agassiz como parte de sus “investigaciones” eugenésicas y tomados por Joseph T. Zealy (1812-1893) en 1850, muestran a estas personas desnudas, “deshumanizadas y despojadas de dignidad”, como si de especímenes zoológicos se tratara.
Basándose en estos daguerrotipos, Huber transfirió las imágenes a una superficie de madera y utilizó una grapadora de aire comprimido para cubrir la desnudez de Renty y Delia con unos trajes “de grapas” inspirados en los diseños de los abolicionistas Frederick Douglass (1818-1895) y Harriet Tubman (1849-1913) respectivamente. Mediante esta intervención la artista recuperaba simultáneamente la dignidad de los retratados y honraba las contribuciones de los movimientos abolicionistas.
Huber tiene expresado la carga simbólica que la grapadora tiene como arma de combate y reivindicación, que en esta intervención se convierte en eficaz instrumento con el que suturar esta lacerante y dolorosa cicatriz. Huber regaló estos retratos intervenidos a Tamara Lanier y a su familia. Los daguerrotipos originales siguen en posesión de la Universidad de Harvard.
Toda la obra de Sasha Huber esta recorrida por el convencimiento de que en los nombres de los lugares se honra con demasiada frecuencia la gloria de los vencedores. Esta certeza inspiró su intervención en la cumbre suiza del Agassizhorn, formando parte de la campaña iniciada en 2017 para renombrar el pico de la montaña como “Rentyhorn”. Para la ocasión Huber se trasladó en helicóptero a la cima -con un abrigo de piel sintética similar a los del siglo XIX-, donde plantó un letrero con la siguiente inscripción.

La montaña en la que se encuentra lleva el nombre del naturalista suizo Louis Agassiz (1807-1873). Agassiz, sin embargo, no sólo fue un gran glaciólogo, geólogo y zoólogo, sino también un racista influyente y un pensador pionero del apartheid. Fue en una plantación de Carolina del Sur donde Agassiz ordenó fotografiar a un esclavo congolés llamado «Renty» para demostrar «científicamente» la inferioridad de la «raza negra». En 2007 se conmemoró en Suiza y en todo el mundo el 200 aniversario del nacimiento de Agassiz . Esto dio lugar a la campaña «Desmontando a Louis Agassiz», que niega a Agassiz su montaña y la rebautiza como «Rentyhorn» en honor del esclavo Renty y de los hombres y mujeres que han sufrido destinos similares.
Esta placa fue colocada aquí en agosto de 2008 por la artista suizo-haitiana Sasha Huber en nombre del Comité Transatlántico «De-mounting Louis Agassiz».
El material documental y crítico de esta performance artística formó parte de una exposición itinerante hasta 2010, para incorporarse finalmente a los fondos del Museo de Arte Contemporáneo Kiasma de Helsinki, quien lo publicó en formato de libro ese mismo año. El comité “De-mounting Louis Agassiz”, fundado por el historiador Hans Fässler, ha trasladado en diversas ocasiones a las autoridades de las tres comunidades que comparten la jurisdicción de la montaña y al gobierno federal suizo peticiones para renombrar la cumbre, sin conseguirlo hasta la fecha.

En otras obras que forman parte de la serie, como ‘Karakia-The Resetting Ceremony’ (Karakia – La ceremonia de reajuste), ‘Space Race’”’ (Carrera Espacial) o ‘Mother Throat’ (Madre Garganta) la artista continúa su exploración sobre el residuo racista que el nombre de Agassiz ha dejado en el paisaje en forma de toponimia de montañas, lagos, glaciares y bosques. Mas de una década de artivismo en torno a esta serie, conforma el núcleo de la exposición ‘YOU NAME IT’ que actualmente se exhibe en Autograph de Londres y estará disponible hasta el próximo 25 de marzo de 2023.
La exposición está acompañada de un exhaustivo catálogo coeditado por Autograph, The Power Plant y Mousse Publishing, en el que se documentan las distintas intervenciones y creaciones artísticas con las que la autora ha pronunciado el alcance de su compromiso con la reparación social y cultural a las víctimas del racismo.
Esta muestra, que ha sido aclamada por The Guardian como una de las 10 mejores exposiciones de 2022, se traslada a Finlandia, donde estará expuesta en el Turku Art Museum desde principios de junio a finales de agosto de 2023.