Andrea Costa Lago expone en el Museo de Arte Contemporáneo MARCO de Vigo, ‘Desapego’, donde crea desde la propia experiencia una obra sobre las contradicciones y paradojas de la maternidad. Blas González nos acerca esta exposición relacionando su contenido con otras autoras que también trataron el mismo tema.
Antes de la consolidación del estilo documental en la primera mitad del siglo XX, no encontramos muchas referencias a la maternidad como tema central de una serie o proyecto fotográfico en la historia del medio. Esta circunstancia, sin duda, está relacionada con los recursos técnicos, las prácticas aceptadas y el alcance del discurso fotográfico que cada época habilita, pero igualmente habría que considerar el modo en que la agenda ideológica y social de cada periodo histórico determina el modo en el que la maternidad debe de ser representada.
Así, por ejemplo, el discurso social dominante del siglo XIX aspiraba a elevar la misión y la visión de la maternidad, recurriendo a estilos formales de inspiración religiosa, referencias a la estética clásica o la utilización del tropo de la Madonna en la representación idealizada de las madres con sus criaturas. Todos esos elementos son reconocibles en fotografías relacionadas con la maternidad de autoras victorianas como Julia Margaret Cameron, Gertrude Käsebier o Clementina Hawarden.
Sin embargo, los procesos vitales como hilo conductor para los proyectos fotográficos comienzan a adquirir relevancia a partir de los años 70 del siglo pasado, consolidándose como uno de los motores narrativos en el discurso documental y artístico contemporáneo.

La saturación de imágenes y la globalización de los contenidos ha impulsado a los jóvenes creadores a explorar –y explicitar– el universo recóndito de lo cercano, a indagar en la memoria familiar o a construir ficciones a partir de los relatos de su microhistoria personal. Algunos ejemplos recientes: Alejandra Vacuii en la ‘La Mala Fortuna’, donde la gallega explora una “profunda angustia vital” relacionada con una crisis de identidad personal, Laure Mojo presentaba en la edición de FFoco 2022 su trabajo ‘Autoconstrucción‘ en torno a los “drásticos cambios físicos y mentales” de su padre o ‘Apegos feroces’ en donde Tania Barrenetxea explora el modo en que “el entorno, los sistemas de apego y las heridas personales y familiares han impactado en su cuerpo y narrativa vital”.
La maternidad es uno de los acontecimientos vitales que mayor impacto provocan en la vida de una mujer y, por supuesto, también se ha incorporado al repertorio de la fotografía autoral contemporánea desde distintas perspectivas.
En clave autobiográfica o como referencia documental, la nómina de autoras que han explorado la cuestión desde el medio fotográfico incluye a Elina Brotherus, quien en ‘Announciation’ (2009-2013) registró la esperanza y frustración con la que vivió sus tratamientos de fertilidad fallidos a lo largo de varios años. Laia Abril documentando y conceptualizando en ‘On Abortion’ (2018) “los peligros y daños causados por la falta de acceso legal, seguro y gratuito de las mujeres al aborto”. Con la gestación como punto de partida, Elionor Carucci construye en ‘Mother’ (2004-2015) un relato de referencia sobre la maternidad, narrado a partir de la sucesión de acontecimientos y pequeñas historias relacionadas con el alumbramiento y crianza de sus gemelos Eden y Emmanuelle.

Con un carácter más performativo y una estética, en ocasiones, barroca, en ‘Kinderwuncsh’ (2012-2019), Ana Casas Broda reflexiona sobre las complejidades de la maternidad: la depresión, las huellas en el cuerpo, el insomnio o la temporalidad de la infancia de sus hijos. Bien sea en primera o tercera persona, Ana Álvarez-Errecalde es una de las voces que resuena con más intensidad en este ámbito de la fotografia, con una obra que transita entre la representación frontal y sin adornos de algunos aspectos de la maternidad (parto, cesárea, lactancia), a la utilización de un lenguaje más simbólico (maternar, menstruación, duelo).
Desapego
La fotógrafa viguesa Andrea Costas Lago (1978) inauguró el pasado 7 de febrero la programación del Museo de Arte Contemporáneo (MARCO) de Vigo con la presentación de su exposición ‘Desapego‘, un proyecto en torno a su experiencia de la maternidad, que incluye varias series fotográficas, proyecciones de video y una gran instalación.
Aunque en la declaración artística de la obra, la autora se reconoce en la estela de algunas de las autoras mencionadas anteriormente, la propuesta de Andrea Costas aborda las complejidades y contradicciones de la maternidad desde la perspectiva inédita de la lactancia.
Si por un lado, la configuración creativa de la obra transita entre el conceptualismo, el simbolismo, la performance y la fotografía documental, por otro lado, son múltiples las cuestiones que desde esta propuesta artística se plantean sobre los retos de la maternidad actual para la mujer en general y para una artista en particular: conciliación con el desarrollo personal y profesional de la madre, definición de los espacios interpersonales de la maternidad, impacto emocional y físico para la madre, mapa de relaciones y red de apoyo familiar, formación de la personalidad afectiva y autonomía de la criaturas, reconocimiento social de la maternidad…

Sin duda, uno de los aspectos más originales de esta exposición proviene de la confrontación dialéctica que desde el mismo título se propone. Si en un primer momento, y por oposición, se definen los actores, espacios y situaciones que intervienen en el drama de la maternidad (en sentido escénico), la documentación exhaustiva de las tensiones entre todos estos agentes contribuye a crear una sutil y enmarañada narrativa, que la artista resolverá en el desenlace de la “gran performance” con la que concluye la obra.
Acostumbro a visitar las exposiciones acompañado de una pequeña libreta donde anoto de forma apresurada mis primeras impresiones. Aunque estas emociones suelen ser impulsivas –y eventualmente puedan modificarse con algún matiz– suelen acompañarme durante todo el recorrido.
La exposición que nos ocupa está dividida en dos salas. Para la primera sala –muy luminosa y espaciosa–, fotografías de gran formato, y vertebrado el espacio por una instalación central que divide la sala en dos secciones antagónicas –anoto la palabra “expectación”.

Las obras de esta zona son de marcado carácter performativo, casi declarativo, con la intención de establecer y describir la relación de la madre con sus hijos, con su pareja y con otros familiares. Con una estética que recuerda a la escuela de Dusseldorf –imágenes frontales, técnicamente impecables, organizadas en series tipológicas, y desapasionadas–, en esta antesala se presentan los personajes de la maternidad desindividualizados y se anticipan algunos interrogantes y argumentos que se desarrollarán a continuación. ¿Cómo se alteran y redefinen las fronteras de la identidad personal durante la maternidad? ¿Existen correspondencias entre la experiencia privada de la maternidad y su dimensión publica o política? ¿Contribuye una propuesta tan personal como está a definir una ideología moderna de la maternidad? ¿Es posible ser madre y artista? Con relación a estas dos últimas cuestiones, y aludiendo a la polémica declaración de Marina Abramovic que lo negaba, la proyección de la performance que preside la sala insiste en dicha posibilidad.

Rodeando el altar central donde se depositan las ofrendas infantiles, estos personajes que posan estáticos y ajenos al ritual se convierten en una especie de intermediarios simbólicos e irreconocibles, cuya misión es la de convocar al espectador ante una representación de la maternidad desempañada de emotividad e idealismo.
Habla Andrea Costas en su declaración artística de despojar a la maternidad de manipulaciones -místicas o esencialistas- y ponerla en la realidad compleja, contradictoria y política, manifestando desde ahí su interés por “debatir sobre las maternidades feministas, las violencias especificas ejercidas sobre madres y criaturas, la crisis de cuidados”.
El análisis de estas imágenes o la disposición temática que polariza la sala revela las tensiones y retos a los que está sometida la maternidad actual y que, sin duda, constituyen un manifiesto visual de las reivindicaciones de la Asociación PETRA de Maternidades Feministas, donde la artista milita.

En la segunda sala una acogedora penumbra recibe al espectador. Accedemos al backstage de la maternidad, al teatro donde se desarrollan las operaciones y, aunque no hay una renuncia a la carga simbólica, el lenguaje aquí se hace más explícito y, en ocasiones, violento. Un texto de la autora anticipa algunos de los términos en los que se desarrollará la acción:
Ser territorio. Todo el universo conocido.
Primer campo de juegos. Refugio y alimento.
Presencia y presente abrumadores.
Deseos y necesidades, indiscernibles e inagotables.
Cimientos que les conecten con la vida, con el goce, con su propia esencia.
Brutal, para bien y para mal. Difícil de creer.
Experiencia compleja, contradictoria, oculta en tópicos, manipulada.
Ni mística, ni esencialista: real… y tan política como todas “nuestras cosas”
Se rompe drásticamente con lo enunciado en el espacio anterior, y el espectador se sitúa ante un inmenso mural formado por una constelación de imágenes, que transmiten inmediatamente cierta sensación de urgencia (esta es la palabra que anoto en mi cuaderno), a pesar de que el tiempo aquí parece discurrir de un modo extraño y diferente.

Andrea Costas sitúa el marco narrativo de su proyecto en el momento final de la lactancia de sus gemelos, y documenta el desenlace que concluye con este periodo de la vida infantil. Recurre nuevamente a la estrategia performativa para hacer avanzar la narración. La autora decide no cortarse el cabello durante el periodo de lactancia que se extiende por un periodo de 5 años. Hay una traslación simbólica de los atributos de esta larga melena –“trabajosa, incomoda, exuberante”– a la experiencia de los primeros años de crianza. El periodo de lactancia y la performance concluyen simultáneamente, con el corte de la melena por parte de sus hijos en la proyección que se muestra en el fondo de la sala.
Con ‘Desapego‘, Andrea Costas se incorpora con solvencia a la nómina de autoras que han reflexionado sobre las complejidades y paradojas de la maternidad desde la fotografía contemporánea. Si con el tema de la exposición, el MARCO hace una apuesta sólida por la causa de las «maternidades feministas», nos congratulamos, sobre todo, de que la fotografía vuelva a estar presente en uno de los espacios de referencia artística de la ciudad de Vigo.