El IX Premio Bienal Internacional de Fotografía Contemporánea Pilar Citoler, que organiza la Universidad de Córdoba y está dotado con 15.000 €, cierra su plazo de inscripción el 20 de octubre. El certamen lleva el nombre de la reconocida coleccionista Pilar Citoler, que ejerce de presidenta de jurado del mismo. Una buena excusa para charlar con ella del premio, fotografía, arte y pasión.

Pilar Loreto Citoler Carilla (Zaragoza, 1937), Pilar Citoler, Doña Pilar. Odontóloga. Desde tierras mañas, fue a estudiar a Madrid, donde conectó con el mundo del arte. A principios de los 70 comenzó a comprar arte hasta convertirse en una de las coleccionistas nacionales más reconocidas. De hecho, gracias a esta actividad ha cosechado diversos reconocimientos públicos, como el Premio ARCO al coleccionismo privado en España en 2005 o la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2007, por citar algunos

Su colección, llamada ‘Circa XX’ y que se encuentra en el IAACC Pablo Serrano de Zarragoza, se compone de más de un millar de piezas de arte contemporáneo de artistas tanto nacionales como internacionales. Por supuesto, la fotografía forma parte importante de su colección, que cuenta con nombres como José Manuel Ballester, Antoni Muntadas, Susy Gómez, Alberto Schommer, Joan Fontcuberta, Juan Uslé, Valentín Vallhonrat, Fernando Sánchez Castillo, Miguel Ángel Gaüeca, Alicia Martín, Aitor Ortiz, Daniel Canogar, Cristina Arias, Esther Ferrer, Rafael Navarro, Mapi Rivera, Pierre Gonnord, Isabel Muñoz, Juan Manuel Castro Prieto, Ramón Masats…

Pilar Citoler es, además, conocida por el premio que lleva su nombre, el Premio Bienal Internacional de Fotografía Contemporánea Pilar Citoler, que organiza la Universidad de Córdoba y en el que colaboran la Consejería de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo de la Junta de Andalucía y la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA).

Localizamos a Doña Pilar Citoler en Madrid, justo antes de uno de sus constantes viajes, para hablar con ella sobre la IX edición del premio cuyo jurado preside. Nos vemos en su antiguo despacho en el centro. Normalmente cerrado, en las paredes podemos ver algunas de las obras que ha acumulado a lo largo de los años. Ojos vivos, peluquería impecable y conversación divertida. Dan ganas de continuar la velada con una copa de vino.

Si yo busco en redes quién es Pilar Citoler aparece que es una odontóloga conocida por su colección de arte privada. ¿Cómo surge su relación con el arte?

Yo tenía mi profesión. Empecé trabajando con mucho entusiasmo, dedicación y profesionalidad. Pero eso no era todo. A mí me quedaba un vacío de tiempo, emocional e intelectual. No sé qué circunstancias se dieron, pero acabé enfocando esa inquietud hacia el coleccionismo. Quizá porque cuando vengo de Zaragoza a Madrid, a estudiar Odontología tras estudiar Medicina, conozco a artistas, galeristas… Aunque estamos hablando de hace bastantes años, cuando el desarrollo de las galerías era bastante incipiente.

Imagino que uno empieza casi sin darse cuenta. Supongo que la diferencia de un coleccionista y alguien que simplemente tiene arte es que hay un deseo de poseer unas obras concretas, de completar y de estructurar lo que se tiene. ¿Cuándo se da cuenta de que es una coleccionista?

Sobre todo, cuando amigos míos empiezan a hablar de mi colección y de que yo soy coleccionista. Y bueno, pues lo seré, pero yo no me he planteado serlo ni hacer una colección. Fue algo que fue surgiendo, poco a poco, conforme mi vida social en Madrid se desarrollaba en esos derroteros.

¿Qué le gustaba? ¿Qué arte, pudiera comprar o no, era de su interés?

Cuando yo empecé a moverme en este mundo, había pocas galerías. Te encontrabas con artistas que estában empezando, con obra primera de artistas emergentes. Estos nuevos artistas iban a esta media docena de galerías queriendo exponer. Y a mí me parecía muy importante apoyar a estos artistas, mostrar interés y creer en ellos. Es muy importante que un artista sepa que hay un núcleo de personas que los reconocen, los quieren y siguen sus pasos.

El coleccionismo de más altura, en aquella época, estaba en manos de gente poderosa, con grandes apellidos. Yo empecé de una manera autodidacta y con pocos medios. Mi familia no iba a dar dinero para comprar cuadros. Me dieron para ir a la universidad y formarme, pero esto otro era algo marginal y paralelo que debía hacer por mi cuenta.

¿En qué momento se fija en la fotografía? ¿En qué momento considera que la fotografía es un elemento artístico a contemplar, comprar y valorar?

La fotografía irrumpe de una manera muy espontánea, pero muy firme. Era una parte del mundo del arte que empezaba a balbucear, a mostrarse. Las galerías se resistían a exponer fotografía, pero a mí desde el principio me interesó mucho. Quizá porque la fotografía en sí me ha gustado siempre. Mi padre me regalaba máquinas y a él le encantaba. Siempre viví ese amor desde un punto de vista familiar, por lo que no tuve que hacer un reconocimiento de la fotografía. Cuando llega, no tengo ningún problema en coleccionarla. La verdad es que ha sido una dimensión muy importante dentro de este caminar en el arte.

¿Recuerda cuáles fueron los primeros fotógrafos de los que adquirió obra?

© Erica Nyholm

Por ejemplo, Per Barclay, de la Galería Oliva Araura. Todo lo que hacía Soledad Lorenzo, aunque estaba menos especializada en fotografía. La galería Blanca Berlín también tenía fotografía con todos los autores de nuestra memoria como Castro Prieto, Ramón Masats y todo este grupo tan interesante.

Desde aquella época hasta ahora, ¿qué fotógrafos destacaría?

Hay algunos que se han centrado y siguen su trayectoria, como, por ejemplo, Fontcuberta. Sigue su camino, sabe lo que quiere, camina muy firme. José Manuel Ballester, que era un gran dibujante. Yo tengo dibujos de él formidables, pero cuando entra en la fotografía lo ve muy claro y ha hecho una obra muy amplia y muy importante. ¡Hay tantos! España es un país de maestros y de artistas.

¿Y qué visión tiene de lo que se está haciendo más actual?

No creo que esté habiendo una revolución. Yendo a Paris Photo, que he ido muchos años, veo que va habiendo una evolución, pero partiendo de unas bases ya conocidas. Y eso que pasa fuera, también sucede en España. La fotografía puede ser tan amplia, tan plural, que va de un lado a otro ofreciendo maravillas. La fotografía es un arte muy consolidado.

¿Cómo surge el premio Pilar Citoler?

Yo tenía mucha relación con la Universidad de Córdoba. Oyeron hablar de mí, me llamaron e hicimos una primera exposición, luego una segunda… Luego invadimos la ciudad con mi colección exponiéndola en cuatro sedes, hace unos años. Y tenían mucho interés en promocionar la colección y que quedara en Córdoba. Eso no fue posible porque la Junta de Andalucía no lo vio claro y no entendía el proyecto. Quizá en la Universidad de Córdoba fueron unos adelantados en algo que ahora es más generalizado. Pero en estos años en los que se planteó que se quedara, uno de los rectores de la universidad propuso hacer un premio de fotografía. Y enseguida se designó una cantidad económica para apoyar el premio, y también recibió el apoyo de la Junta de Andalucía. Alfonso de la Torre, el conservador de mi colección, le dio un gran impulso organizándonos a todos. Y así se logró un premio de gran nivel. En este momento es de los pocos que quedan.

¿Qué distingue al Premio Pilar Citoler?

El requisito fundamental es que hay que tener recorrido. No es un premio para gente nueva y sin experiencia. Eso se estudia mucho. Pero lo importante es la imagen que el fotógrafo presenta. También distingue al premio el factor económico, que es muy atractivo. 15.000 € es una cantidad respetable. Y hay un detalle muy importante, la monografía, a la que hay que sumar la exposición del premiado junto a los fotógrafos seleccionados. Porque se premia a un autor, pero muchas veces hay otras muchas fotografías maravillosas, por lo que hay varios finalistas. Es muy difícil la elección del ganador entre los finalistas, porque siempre ha habido una calidad de alto nivel.

Hacer la monografía es muy atractivo, porque hace que el artista repase todo su arsenal y sus archivos, y eso es muy edificante para el ganador. Y no hay que olvidar que se trata de un premio internacional.

Esta edición, que tiene a Sema D’Acosta como comisario del premio, supone un nuevo impulso. ¿Cuáles son las novedades?

No hay grandes cambios. Alguna modificación en las bases, más finalistas y cambia un poco el carácter de la monografía. Pero mantiene su esencia de premio de apoyo a la fotografía.

Ser jurado, ver tantos trabajos que la gente envía a los premios, ¿ha hecho que cambie su visión de la fotografía? ¿Ha descubierto nuevos artistas?

Evidentemente, se descubren nuevos artistas. Lo complicado es clasificarlos. Ten en cuenta que se presentan más de doscientos. La primera criba es fácil, en la segunda empieza a haber más dificultad. Y ya te quedas con unos cincuenta y comienzan las grandes dudas. Y cada miembro del jurado ofrece su visión. Depende mucho de que sea galerista, artista, director de una institución… En los ocho certámenes celebrados ha desfilado lo mejor del mundo de la fotografía, y con gran cariño y empeño hemos sacado adelante el premio, consiguiendo una importante consolidación.

Los concursos suelen premiar poco a las mujeres. Participan en menor número y también hay menos mujeres premiadas. ¿Está cambiando esta situación? ¿Queda mucho recorrido para que haya una igualdad real?

Sí que queda camino por recorrer. Pero la mujer se ha incorporado a este mundo perfectamente. Pero sí que hay más artistas hombres que mujeres. La mujer tiene que alcanzar cotas más altas. Es verdad que ha crecido el interés por parte de muchos comisarios por las fotógrafas. Y lo mismo en el mundo del arte en general. En mi premio, se presentan un tercio de mujeres frente a dos tercios hombres. Ya en la primera edición se premió a una fotógrafa, Begoña Zubero. Y esta última edición lo ha ganado Erica Nyholm.

¿Tiene suficiente apoyo la fotografía española?

Siempre hay carencias. Siempre se puede mejorar el apoyo. Pero el artista, generalmente, se mueve con no muchas posibilidades económicas, y hay una lucha permanente respecto hasta qué punto se puede dedicar a ser creador o si tiene atendido el diario. El artista se tiene que trabajar su camino en un mundo muy difícil y en ocasiones hostil. Pero, en definitiva, ¿cuánta gente hay interesada el mundo del arte contemporáneo? Vas a Estampa o a Arco y no puedes caminar casi del tanto público, pero, ¿cuánta gente compra o entiende lo que ve?

¿Qué consejo le daría a alguien que quiera empezar una carrera como fotógrafo?

Pues que tiene que tener una gran voluntad. Hay escuelas de fotografía muy importantes y que dan una enseñanza estupenda. Si no me cogiera tan mayor, yo me matricularía a aprender en una, je, je. Pero para ser fotógrafo, hay que trabajar mucho. Si te lo tomas en serio y estás dispuesto a comerte el mundo, ya hay toda una serie de posibilidades para llegar a ser un gran fotógrafo.

En Clavoardiendo informamos de concursos que pueden ser interesantes para nuestros lectores, sin recibir contrapartida económica. En este caso, además de entender el Premio Pilar Citoler tiene un especial interés para nuestros seguidores, esta entrevista está enmarcada dentro del acuerdo comercial al que ha llegado la organización del premio con nuestra revista con el fin de conseguir una mayor divulgación del certamen.