Las cosas necesitan tiempo para verse.
A raíz de trabajar de manera analógica, en condiciones en alta montaña y largos viajes en motocicleta, se fueron sucediendo, en distintos viajes, accidentes con las cámaras que utilizaba.
Estos “fallos” descubiertos por mí meses después, a mi vuelta a Barcelona al revelar los carretes, me generaban mucha frustración por el tiempo y energía invertida para esas tomas. Fue en el 2018, recopilando estas imágenes, material nuevo con el de otros años, tuve la revelación de su potencial narrativo. Me situaban otra vez en esos espacios inmensos, profundo silencio y en esa sensación de soledad, dolorosa y dulce a la vez.
Pero también se despertó en mi la reflexión sobre el azar, la sincronicidad de sucesos, de lo no casual y la realidad que escapa a toda pretensión de control. Mi trabajo esta estrechamente ligado a mis creencias, a mi fe, razón por la que comencé a fotografiar.
Desde hace tiempo admiro la cultura de los Himalayas, Lamaista, del Budismo Tibetano, por considerar sumamente valiosas las enseñanzas, que alientan a la capacidad de reflexionar sobre la vida y la muerte, observar la mente y lo que se asume como realidad. Siento fascinación por sus ritos, en especial al que considero el más bello, altruista y amoroso, que es acompañar a un recién fallecido en su estado mental, en su proceso de disolución.
«Querido amigo, escuchame con atención:
Lo que te esta pasando le ocurre a todo el mundo, no tengas miedo. Concéntrate en tu mente, concéntrate en reconocer la luz clara.
El tiempo camina hacia ti para buscarte nuevos planos de la realidad. Tu ego y tu nombre están en el juego de acabar.
Estas colocándote enfrente de la luz clara. Reconócela. Lo que es llamado muerte del ego está viniendo hacia ti.
A medida que el mundo tridimensional se deshace, puedes sentir pánico.
Te puedes sentir apegado por el pasado, pueden surgir arrepentimientos. Si te sientes confuso, invoca la memoria de tus amigos y de tus maestros. Trata de alcanzar y conservar la experiencia de la luz clara.
Para ti es suficiente saber que estas apariciones son las formas de tu propio pensamiento.
Estos reinos no vienen de algún lugar exterior a tu ego. Vienen de tu interior y brillan sobre ti.
Tampoco las revelaciones vienen de ningún otro lugar.
Existen desde la eternidad dentro de las facultades tu propio intelecto.
¡Oh, bien nacido! Escucha atentamente:
Estás experimentando la unidad de todas las formas vivientes.
Si la gente te parece hecha de goma y sin vida, como muñecos de plástico, no te asustes.
Esto sólo es un esfuerzo de tu ego para mantener su identidad separada. Permítete sentir la unidad de todo, fúndete con el mundo alrededor tuyo.
Cuando el cuerpo y la mente se separan, experimentas una rápida visión de la verdad pura, sutil, radiante, brillante, vibrante y gloriosa. Permanece en ese estado.
No hay necesidad de hablar ni de acción.
Todas las interpretaciones son producto de tu mente. Quítatelas de encima.
No temas.»
Extractos de la traducción de la versión inglesa de Timothy Leary sobre el Libro Bardo Thodol.
Federico Frangi (1974) vive y trabaja en Barcelona. Diseñador gráfico, comenzó con la fotografía a raíz de un viaje iniciático por Nepal e India en 2009. Su práctica fotográfica aborda el espacio entre documental y ficción. Su interés gira en torno al retrato de paisajes, animales y de personas inmersas en su vida cotidiana, sus momentos de silencio y meditación, su ingenuidad, su sabiduría en un contexto sagrado. Sus proyectos se desarrollan durante largos viajes en moto y solo trabaja de forma analógica, tanto con cámaras de formato 35mm como de formato medio 120mm.
Utiliza exclusivamente la luz natural y particularmente en los Himalayas donde favorece a la sobreex- posición. Frangi trabaja mezclando tres tecnologías. Fotografía con cámaras analógicas de los 70’s (Rollei y Rolleiflex). Imprime sobre papel de técnica milenaria (lokta) hecho a mano en Nepal, con 9 tintas Ink-jet, de ultima generación (pigmento de tinta). Esto le otorga un sello particular al trabajo, que adquiere una textura y un rendimiento del color aleja- do de lo habitual, apastelado y muy poco saturado. Por este efecto pictórico, las imágenes adquieren así un grado de atemporalidad que, junto con el uso de los materiales empleados, induce a pensar en el vínculo entre el tiempo, las diversas tecnologías y su importancia en los procesos históricos.