Las afinidades [s]electivas

La folie, the madness, la locura.

Gente que gesticula, habla fuerte, camina intentando salvar el caos interior, exteriorizando con el ruido y la incoherencia de sus gestos la insumisión de un cerebro singular. Se alejan de los raíles porque se les impone la aventura y el vivir un mundo edificado en su fértil cerebro. 

Otros ni gesticulan, ni gritan, ni escandalizan a nadie. Pero van solos.

Van solos. Tienen apetitos fuera de normas. Suelen ir pisando el filo de la realidad, andar con un pie un poco fuera del mundo. Potenciales outsiders.

Magallanes, Charles Lindbergh, Artaud, Nietzsche, John Cage, los poetas… tantos.

Los locos nos incomodan pero algunos nos enamoran y los miramos con envidia, por ser capaces de encarrilar su enorme creatividad y hacer con ella una gesta singular y admirable.

¿Dónde se sitúa exactamente la escurridiza locura, en la obra de Darío Villalba, el primero en explorar aquí el arte de ruptura de Estados Unidos, la apropiación de fotos anónimas para desarrollar un proyecto propio, inclusive, dar una nueva identidad ‘encapsulada’ a tantos archivos abandonados?

¿En la decisión de Juanán Requena, la restauración de una vieja roulotte para adaptarla a la inspiración del nomadismo, de la itinerancia por la España desolada, y hacer de ello un factor de cultura y humanización?

¿En el inteligente aprovechamiento del error de Fernando Maquieira, en transformar la catástrofe producida por un hongo sobre sus diapos y ser capaz de hacer de un trabajo valioso devastado por el azar una nueva y enriquecida lectura?

¿Y qué diablos se atreve a hacer María Sánchez cuando alarga su sombra hasta tocar a los otros, cuando les pone uno de sus cabellos en la hombrera del abrigo o cuando sustituye la taza de un bar con otra de su casa?

¿Y dónde durmió aquellas noches Eugenio Ampudia; qué oscuridad, qué inquieta soledad acogió su sueño? 

En este momento, Virgile Voisard  recorre las Américas caminando de sur a norte: veintisiete mil kilómetros, quince países, novecientos días.   

Alex Honnold acaba de realizar la primera ascensión en free solo de El Capitán de Yosemite, en California: un hombre solo y diminuto agarrándose con manos desnudas a la gigantesca pared de roca. 

El fotógrafo Peter Lindbergh anima a los tibios: “Sé atrevido, sé diferente, sé poco práctico, sé cualquier cosa que asegure tu objetivo y tu visión imaginativa frente a los jugadores seguros, las criaturas comunes, los esclavos de lo ordinario”. 

Tal vez se trate de un círculo virtuoso, de la vuelta a los orígenes, de la acción que se desarrolla paralela a la idea, la intuición, el impulso y la necesidad; aún cuando nadar a contracorriente es ciertamente complicado y requiere de fuerza, constancia y arrojo. Aún cuando proporciona etapas de soledad absoluta porque arrincona en un lugar del mundo incómodo donde se yerguen algunas flores del mal: la crítica y la desaprobación. Pero “Un artista tendría que poder permitirse el lujo de desagradar”, opina la escritora francesa Lydie Salvayre.

A esto lo llamamos libertad. Esto, esa pulsión, saben algunos que les viene de lejos, como una herencia no reconocida que les llama a actuar, aunque no lo entiendan en su totalidad, en su causalidad y menos aún en su finalidad. “¿No es perturbador que eso mismo que nos hace vivos esté dentro de nosotros al margen de nosotros?” ; y pienso que tal vez Quignard no estuviera en desacuerdo con la pregunta formulada por el artista canario Jesús Hernández Verano. 

Los admiramos, sí, por tener la valentía que no tenemos, por ser libres pensadores del arte, por abrir caminos ignorados, por no conformarse con el confort de la cotidianidad y asumir el riesgo, la siempre posible equivocación, por ser dueños de su caminar por un universo creativo solo suyo. 

“Los poetas, los santos y los locos son infancias que han resistido la mordedura del tiempo, niños en todas las edades, asombros que siguen en pie tras el huracán de la costumbre”, afirma Jesús Montiel en ‘Señor de las periferias’, una biografía del escritor suizo Robert Walser.

Place aux fous, donc! [1] Sin duda el mundo los necesita.

[1] Espacio, pues, para los locos!
© Juanan Requena