Las afinidades [s]electivas

Navego por Facebook como si ya lo conociera todo de mis amigos virtuales: los muy buenos, los buenos, los pasables y también los demás. Cada día me sorprenden menos cosas de esa plaza de pueblo permanente donde nos asomamos a cada ventana de cocina de los demás. Es curioso, gentil, aborrecible, reconfortante o ¡wow!, según el humor, el de ellos y el mío.

Hace unos días G. me ha vuelto a tentar con los dibujos de Kentridge expuestos en el Reina, y tantas veces me ha conquistado con su selección musical; R. cuelga un vídeo de danza de Mudaray, otras veces ha reseñado sus visitas a galerías de arte o sus fines de semana en el campo; J. sube un poema de Ángel González que nos dejó hace ya diez años, N. anuncia una conferencia en la March; A. comparte su extraordinario álbum de cosechas nocturnas… Momentos emocionantes que me llevan la mente a mi anterior columna, aquí mismo, hablando de ‘Los alimentos terrenales’

Miro esta imagen de Ruth Thorne-Thompsen, que me fascina, y no sé qué le encuentro de construcción hermosísima… El mar, eterno, las estatuas del mejor clásico intercambiando gestos y miradas, una singular comunión de la belleza. Y el aporte mutuo edificando otra estética, innovador y rica, cargada de significado porque ya portadora de esencia. El artista no es creador si no lo es a partir de lo ya creado y asimilado por la sociedad que siempre va detrás de él. Él es el absoluto responsable de la transmisión de la cultura, de todas las formas de cultura, no se puede encerrar en una burbuja estanca que le preserve de la contaminación de los demás. Tiene que salir al mundo y recoger sus formas y sus lenguajes, también sus errores y sus frustraciones; esos son los ladrillos del edificio que ha de erigir y dar a conocer: otros a su vez se nutrirán de esta sustancia.

Sé que los fotógrafos son espectadores completos, que les gusta abrir un libro, ver teatro, escuchar música, ir a las pinacotecas, elegir películas fuera del montón, saborear innovaciones en danza, leer poesía, admirar a los mejores performers y seguirles la pista a los fabricantes de la cosa creativa que se tercie.

Entonces, ¿qué les pasa a algunos? ¿Por qué no lo dicen? ¿Por qué no nos hablan de ello? ¿Por qué nos dejan en la ignorancia de esos alimentos de los que hablaba? ¿Por qué no salen de ese habitáculo cerrado que parecen habitar y nos hacen partícipe de sus festines diarios? Algunos solo hablan de fotografía, y son muy aburridos.

Y las películas, ay las películas, esos tesoros tan cercanos a nosotros… ¿Vamos al cine?

Lumière, l’aventure commence !

La aventura sigue, con algunos planos ‘fotográficos’ capaces de levantarle a uno del asiento…

En este siglo XXI que nos ofrece arte a manos llenas -¿quién da abasto con todas las expos que nos proponen por ejemplo en Madrid?-, cuando internet nos permite acceder a obras lejanas en la distancia y en el tiempo, cuando tanto nos es dado de forma gratuita y rápida, cuando muchos artistas son polifacéticos, ¿cómo es que nos olvidamos de compartir tanta riqueza?

[…] Mira tus formas y tu rostro, personas, estancias, ganados,

árboles, arroyos que corren, rocas y arenas.

Todos contienen regocijos espirituales e inmediatamente

los derraman. […]

(Walt Whitman / ‘Hojas de hierba’)

 

Y aún..

[…] ve al jardín para que te enseñemos ahora, a nuestra vez, a deletrear el alfabeto del sol y que aprendas poco a poco a leer flores.


Te montaremos en el lomo de un ganso salvaje, y tu vestido, como una bandera en día de fiesta, ondeará al viento sobre los verdes campos.


(Yannis Ritsos)