Las afinidades [s]electivas

Mintiendo ‘a la velocidad de la vida’, como dicen de Peter Hujar. Llevamos siglos certificando nuestra realidad como si realmente fuera la realidad.

Y nunca hemos mentido tanto.

¿Cómo, si desde la eternidad de lo humano, que sólo representa lo que es un espasmo del universo, hemos fingido ver y discernir lo real trazando garabatos y balbuceando palabras, íbamos ahora a serle más fiel a la vida que nos rodea, encandila, agobia y consume por todos los flancos? Habría que ser  algo más que hombres, tal vez dioses, y…

Parece que hay una especie de exorcismo en el reflejar, y aquí se tocan los contrarios, lo verdaderamente bello y lo verdaderamente feo. Lo bello porque nos salva de la laideur, esa señora bastante repugnante y tan cercana al hedor; lo feo porque nos queda la esperanza del revulsivo y de la catarsis. Y otras veces porque creemos entenderlo todo.

Y aquí es donde interviene lo de dentro, de verdaderamente dentro, que creemos encontrar en lo de ahí fuera: nuestra ternura o nuestra violencia, los pecados y las virtudes que nos constituyen.

¿Pero dónde está el Point Real(i)ty en la imagen de Lewis Baltz, ese muro blanco granulado donde tú ves otro y distinto muro blanco granulado?

Y luego, por si fuera poco, ponerse a pensar que la materia del universo entero cabe en una cabeza de alfiler, que el casi todo está vacío, impalpable, inexistente. Pero aún así recrearse en lo que los ojos ven pero no pueden ver, huir como sea de la vacuidad, llenarse los bolsillos de imágenes como si fueran piedras, sin duda para no evaporarnos en la nada.

¿Y la imagen construida, y la pintura, y la música…?

Construimos y reconstruimos el mundo a cada instante, pero es sólo nuestro mundo, apenas una interpretación individual de él. Cuando hablamos, ya nos topamos con el habla del otro por el filtro de nuestra mente o de nuestra emoción. Vivimos cada uno en una especie de Truman show donde todos somos a la vez espectadores creyendo ver la realidad.

Menos mal, la irrealidad subjetiva y la mentira inconsciente están más que admitidas, no hay porque preocuparse, de momento nadie es capaz de mirar detrás del decorado.

…Y en el monte las sardinas.

Pero así construimos el arte que nos salva.

Cada obra, cada imagen, es única: nadie, nunca, verá la (ir)realidad que tú has contemplado.

Le réel n’est pas vrai, il est plus sauvage que le vraiP. Quignard (lo real no es cierto, es más salvaje que lo cierto). Pues eso.

© Lewis Baltz