La fotógrafa italiana Alessia Rollo es la autora de ‘Fata Morgana’, el trabajo ganador de la tercera edición de Fotocanal. El fotolibro ha sido publicado por Ediciones Anómalas y reflexiona sobre la construcción de imágenes para tratar temas de actualidad como  la migración forzosa. Esta serie se podrá ver en la próxima edición de PHE. También es la autora de la exposición que aún se puede ver en Galería Cero, ‘Dialoghi Italiani’.

Alessia Rollo se pone seria con una sonrisa. Juega con la fotografía, y adopta cara de sorpresa como si no esperara publicar o exponer. Ganar el Fotocanal con un proyecto sobre el drama de la inmigración en las costas italianas, con un lenguaje alejado al fotoperidismo como es el de ‘Fata Morgana’, es entrar en el mundo del fotolibro por la puerta grande. 

Pero es escéptica. Con la fotografía o al menos con la forma tradicional de verla. Y juega. E investiga. Y se imagina nuevos mundos, nuevos sistemas y nuevas galaxias creadas por algo tan anodino como el moho en unas fotos abandonadas de un álbum familiar. ‘Dialoghi Italiani’ le permite soñar con otros mundos que están en éste, y reflexionar, pero con humor, sobre qué es la fotografía y cuáles son los mensajes que encierra.

Alessia Rollo (Lecce, Italia. 1982) se graduó en Comunicación Visual en la Universidad de Perugia, en Italia, y actualmente está cursando un BA en Editorial en la Universidad Estatal de Milán. Estudió el Máster de Creación de EFTI, con compañeros como Rubén H. Bermúdez, con el que seguro que tiene algún debate sobre cómo tratar ciertos temas en el mundo de la imagen. Y forma parte del club de los iluminados por Vallhonrat, una subdivisión fotográfica que hay que empezar a tener en cuenta.

Es el día de la inauguración en Cero. Aún no ha llegado la primavera, pero Alessia trasmite un espíritu propio de esa estación. Con ese aire de “chica del gánster”, que apura la fiesta hasta el último momento, esquivando las balas y la ley seca, porque sabe que el mundo es complicado, pero que es mejor abordarlo por el lado positivo. Nunca nadie reía tanto hablando de metafografía.

 ¿Cómo te inicias en esto de la fotografía?

Estaba viviendo en Dublín y hablaba muy mal inglés. Como no podía comunicarme bien, me sentía muy perdida. Mis amigos me regalaron una cámara y empecé a hacer fotos. Y esa fue la manera de no sentirme sola, enseñando las fotos que hacía. Y empezó a gustarme. Irlanda menos porque llovía siempre.

Busqué dónde estudiar y como quería venir a España y me matriculé en EFTI. Ya había acabado de mi carrera de Comunicación, que no me convenció. Empecé por los cursos de iniciación, aprendiendo a manejar la cámara analógica. Luego ya hice el Máster Creativo.

‘We Eat What We Are’ © Alessia Rollo

¿Y qué sucede al estudiar?

El máster me abrió muchas puertas. Yo hacía fotos de calle, muy forzadas, en blanco y negro. Y tras un visionado con Miguel Oriola me dijo: “Esto lo hacía Giacometti en los 70, estamos en los 2000”. Entendí que no tenía formación y que tenía que ponerme las pilas. Y fue bueno, porque empecé a fotografiar objetos, a hacer bodegones, ya que no conseguía fotografiar a las personas. También necesité varios meses para descubrir el color y me apasionó. Y vi que era lo que quería hacer en la vida.

Entonces estudiar te sirvió para buscar tu propia manera de hacer fotos. Y ¿cuál es? ¿Cómo te defines como fotógrafa? ¿O has cambiado también mucho en estos diez años?

He cambiado mucho. Me estoy alejando del concepto de fotógrafa pura. No soy una fotografa pura. Además, sé que soy una mala fotógrafa porque no tengo control técnico. Y no me importa. Investigo el medio cuando me hace falta. Si necesito algo, lo aprendo. Pero soy mala técnicamente para muchas cosas. 

Antes veía mucha fotografía y para mí la foto estaba aislada de todo lo demás. Ahora me toca la fibra la fotografía accidental, “estúpida”, sin destino. Ahora me interesa más el discurso que la imagen. De hecho, tengo problemas porque, hasta el proyecto ‘Fata Morgana’, tengo imágenes muy potentes. Ahora me gusta más fragmentar, jugar, dar espacio a la experimentación.

Pero antes de llegar tu momento actual, ¿cuáles fueron tus primeros pasos como fotógrafa?

Estuve trabajando en la escuela. Me encantó, aprendí muchísimo, pero no era mi lugar. Y luego empecé a impartir cursos, lo que me enriquece tanto como hacer fotos. Pero echaba de menos hacer mis proyectos y empecé poco a poco a centrarme en ellos. Hace dos años dejé todo, mi casa, mi novio, mi trabajo y vuelvo a Madrid. 

‘In domestico’ © Alessia Rollo

¿Entonces regresaste a Italia tras el máster?

Antes viví en Brasil, donde me fui a pensar. Estuve un tiempo y luego volví a Italia. Monté mi propio proyecto con más gente. Durante unos años estuve dando clases sobre fotografía, vídeo, prácticas sociales, etc. Y luego empecé a pensar sobre qué hacer con mi vida. Y fue cuando vine a Madrid, e hice un curso con Javier Valhonrrat que fue increíble. Y desde entonces no he parado. Comencé ‘Fata Morgana’ que ahora es un fotolibro, y también ‘Dialoghi Italiani’, que es lo que exponemos en Cero. Y ahora me salen encargos o proyectos personales que tienen que ver con mi interés por a investigación social en la fotografía.

¿Te ganas la vida también con la fotografía comercial?

No. Lo he hecho, pero no me gusta. No me sale del alma. Hago encargos, como por ejemplo uno que tengo en Austria sobre el comportamiento humano, un proyecto con comida y prácticas sociales. 

Estás de actualidad por tu reciente libro con el que ganaste Fotocanal. ¿Cómo surge este proyecto?

Por irritación personal. De donde soy yo, en Italia, es una región histórica de migración. Siempre ha sido lo más normal que las personas migraran. Pero la foto famosa de aquel niño (Aylana) en la playa fue un golpe en el estómago. Y pensé en quién ganaba con aquella imagen. Si mostrar el sufrimiento era bueno para los fotógrafos o para las personas para cambiar su vida. Y esas personas no tienen posibilidad de replicar. Y me interesó hacer un proyecto que reflexione sobre este tema de una forma visualmente distinta.

Siempre hemos visto las mismas fotos, de cadáveres. Y empecé a trabajar de manera metafórica. Un desafío para mí, buscar imágenes que lleguen, pero con la duda de si la gente las iba a entender. Son imágenes abiertas en las que el espectador forma parte del juego. Yo no te voy a explicar el significado. Al contrario de lo que pasa cuando tú abres el periódico, no hay margen para que pienses más allá de lo que hay en la imagen, tienen significados cerrados. 

La gente ve una foto y la toma por la verdad, en lugar de dudar de las cosas. Y así nació ‘Fata morgana’. Tardé casi tres años en terminarlo, porque tras tres fotos me quedé atascada. Y fue al venir a Madrid cuando volvió a surgir todo lo que tenía oculto por el miedo.

‘Fata Morgana’ © Alessia Rollo

¿A qué conclusiones has llegado tú sobre cómo hay que tratar la realidad visualmente? Es que a mí todo esto me genera un debate. Yo vengo del fotoperiodismo. Tomando la foto de Aylan como punto partida, fui crítico con su publicación por la falta de respeto a la intimidad de la familia, por el uso amarillo de la prensa. Pero también me llamó la atención la reacción en las redes de la gente, no profesional. La gente la compartió sin reflexión, sin más ética que los propios medios. Y, además, no está claro que haya una alternativa para mostrar ciertas realidades. Parece que tú has buscado esa otra manera. ¿Sientes que has encontrado esa alternativa? ¿Te genera dudas?

A veces, sí. Cuando hice este proyecto no sabía siquiera si se iba a entender. Y la respuesta, me la han dado los demás. Antes no sabía si solo funcionaba en mi cabeza. Ahora veo que se puede hablar de una misma cosa con otros recursos. O al menos yo lo he conseguido, porque la gente lo ha entendido. Se pueden hacer llegar los mismos mensajes sin explotar la imagen de alguien que no ha sido ni consultado, no puede protestar y que no puede demostrar que, pasado un año, su vida ha cambiado. Y esas imágenes también influyen en el juicio que tenemos de ellos. Son imágenes amenazadoras, de gente que “nos invade”. Y generan miedo. Y sí, se puede hablar de otra manera. 

Me gusta el fotoperiodismo. Algunos fotoperiodistas me encantan. Pero hay que buscar alternativas y gente que proponga otras imágenes. Tenemos muchas herramientas creativas. Ojalá haya más gente que proponga otras imágenes.

¿Cuáles han sido tus referencias para este trabajo?

La cierto es que muchas. Me influyó mucho visualmente Viviane Sassen, por el uso de la luz y el color. Ella trata a los cuerpos como esculturas. Yo tenía muchas dudas sobre cómo fotografiar a las personas éticamente. De hecho, la única foto que hemos quitado del libro era una en la que no había pedido permiso a la persona que aparecía.

Hay un fotógrafo que siempre me han gustado, como Mauricio Alejo, por su manera de trabajar los objetos. También el libro ‘The evidence’ de Larry Sultan y Mike Mandel, que me ha hecho pensar mucho en la capacidad de surrealismo de la fotografía y de cómo cuando la separas de su contexto pasa a tener otro significado. Conceptualmente esto ha sido muy importante a la hora de construir el trabajo y le añade el humor. 

También me ha interesado el trabajo del Gabriel Orozco que juega con las dobles lecturas. Hay mucho negro, blanco, negro y blanco en el libro. Y también porque en mi tierra se da esa situación de un sol con el que no ves nada, por su luz y sus sombras.

‘Fata Morgana’ © Alessia Rollo

¿Y Cristina de Middel? Primero por el cuestionamiento de las formas de contar la realidad y porque hay imágenes que me recuerdan a ella.

¿Sí? Es un honor, me encanta. Pero no era consciente. Ella tiene más humor que yo. Tengo todos sus libros porque me encanta, pero no era una referencia consciente. 

¿Cómo ha sido ganar un premio, llevar el proyecto a libro y publicar con Ediciones Anómalas? No estoy seguro, pero creo que has sido la primera mujer de su catálogo. (Ediciones Anómalas ya había publicado un libro con Laëtitia Donval que se puede adquirir en su web)

No había pensado en un libro. Pero luego creí que no estaría mal porque siempre es otra mirada, y al final tienes un objeto físico. Fue muy fácil trabajar con ellos. Tenía mucha curiosidad por ver qué lectura hacían ellos. Y cuando me mandaron el primer boceto, me gustó.

‘Fata Morgana’ © Alessia Rollo

¿Anómalas partieron de cero para hacerlo?

Sí. Yo había mandado las fotos al concurso puestas en un orden que respetaba mi narrativa y ellos sabían más o menos lo que quería hacer. Cambiaron muchas cosas. Israel Ariño y Montse Puig me dijeron que había mucho de cuento, algo de lo que yo no me había dado cuenta, y que las personas se convertían en cosas y las cosas en personas y que eso lo había utilizado para distribuir las imágenes. 

El diseño final lo hizo Underbau y me gustó mucho. Cuando por fin me mandaron la maqueta hubo un elemento muy mágico, que no voy a desvelar, que ellos añadieron.

Y en Galería Cero estás con un proyecto muy distinto, ‘Dialoghi itiliani’.

Sí, lo es. La fotografía es para mí un medio de investigación. Me encontré en la calle álbumes de fotos de una familia. Los cogí porque me daba pena ver tirada su identidad. Y quise hacer algo con ellos. No quería hacer un trabajo sobre la nostalgia, pero no tenían ningún valor social, político o histórico. 

Entonces empecé a pensar qué valor tiene la fotografía cuando no tiene un referente que pueda reconocerse, en qué se convierte la imagen. En ese caso, es sólo es materia, pigmentos no organizados. Y le empecé a dar vueltas a esa idea. Y me acordé del libro de Giordano Bruno que dice que el universo es una materia en constante trasformación y que el universo se puede replicar de lo micro a lo macro.

‘Dialoghi Italiani’ © Alessia Rollo

Y entré en estas fotos con un objetivo macro y empecé a investigarlas. Y empecé a construir la memoria de esta familia. Pero no conseguía saber realmente qué había pasado, su verdadera historia. Por lo que hice mi “cuento” y construí la mía. Con el macro fui metiéndome dentro de las imágenes, sacando esta cosmología, esos universos que están en la expo. 

Como las fotos tenían mucho moho, una amiga puso en cultivo ese moho extraído de ellas y vimos las “nuevas familias” que se crearon. La imagen se había disuelto en una parte también orgánica que también está en transformación como decía Bruno. Y fotografiamos con microscopio esos mohos. 

Este trabajo me recuerda a otros de Fontcuberta, que está investigando la descomposición de los soportes de la fotografía, y ‘Alucinosis’ de Maqueira. Es curioso ver cómo hay diferentes acercamientos sobre el tema.

El trabajo de Fontcuberta sobre esto lo conocí más tarde. Para mí él es un referente total, pero lo supe después.

Dices que la fotografía es un acto de invención. Pero intuyo que para ti también es un acto comunicativo, pero en el que tú no eres la protagonista.

Mi enfoque ahora es hacer proyectos en los que las personas tengan tanto peso como las imágenes. Y por eso no veo sentido hacer “fotones”. Ya no me sale. Me interesan las relaciones. Me he dado cuenta de que ahora me centro en eso, en que mis trabajos sirvan para construir relaciones. 

Vengo de Japón, donde he estado haciendo retratos y lo que me interesaba era que las fotos reflejaran una parte de su trabajo, de su forma de ser, por lo que la comunicación empieza desde el acto de tomar las fotos. He vuelto de Japón encantada porque las personas me apasionan. Además, la fotografía es muy potente, nunca es inocente. Y ahora me preocupo mucho de qué fotos muestro.

‘Dialoghi Italiani’ © Alessia Rollo

¿Eso es lo que os hace diferentes a los fotógrafos de los que hacen fotos, el ser consciente de qué fotos ponemos en circulación?

Pues no sé si todos los fotógrafos son conscientes. La estética tiene un peso tan grande, y buscamos una aprobación inmediata que nos empuja a compartir esas fotos que hacemos. Yo decido muchas veces no compartirlas, aunque también tengo un ego, pero tengo qué pensar mucho qué comparto. Es importante pensar en eso en esta época de redes sociales. Pero no todos los profesionales reflexionan sobre ello. Deberíamos pensar más sobre el significado de las imágenes.

Tiendo a pensar que cuando nos aceramos a la fotografía, le pedimos unas cosas, pero que luego ella nos aporta otras. ¿En qué te ha sorprendido la fotografía y en qué te ha defraudado?

Pensaba que con la cámara se podía hacer sólo una cosa y luego me frustraba porque no lo conseguía. Pensaba que tenía que hacer fotos buenas, correctas, fotones. Pero llegó el momento que no quiero hacer más fotos “bonitas” y he descubierto que con la cámara se pueden hacer más cosas y le dejo más poder. Intento controlar menos todo y jugar. Y usar cámaras diferentes para ver qué ven ellas que no veo yo. Y mezclar estéticas. Y uso formatos medios, digital, analógico… Cuando vas a la calle no ves sólo una imagen, sino contaminaciones de imágenes. Y los fotógrafos somos menos puristas. 

Cada vez hay más libertad, más posibilidades tecnológicas, menos fronteras. ¿Cómo te posicionas ante eso?

No soy muy tecnológica. Y tiendo a volver atrás. Y experimentar con el analógico e investigar más sobre la materia. Y hacer menos fotos.

Hasta qué punto estás presente tú como autora en esos proyectos “sociales” que haces ahora.

Yo creo que lo estoy mucho. A veces me siento culpable de no hacer más cosas. Pero quiero que mi fotografía no sea un capricho personal. Que no sea sólo mía. Que sea un instrumento social y político. Y procuro elegir temas que generen debate o discursos.