«Rufo» Reverte es un apasionado del flamenco. Ha ejercido la crítica especializada en el género durante años para acabar siendo el representante de algunos de los y las artistas más relevantes de este arte. Además, aúna su amor por el flamenco con su pasión por la fotografía.

«Rufo» ha convertido una pasión muy grande en su oficio. Compagina su trabajo de manager con la fotografía y sus imágenes son ya el legado de la cultura flamenca en España. Fruto de la intimidad con los protagonistas de sus fotos, de quedarse en las fiestas hasta el final y de ser parte de su cotidianeidad, consigue reflejar ese encuentro desde dentro, como algo que vive desde las entrañas. Lo pillo, como otras veces en el camino, lo que no le impide contestar al momento. Tiene la práctica de un buen manager.

¿De dónde eres? ¿Dónde tienes tu base ? 

Esta es la pregunta más complicada sin duda. Nací en Jerez, me he criado en Melilla y he vivido 21 años en Málaga. Ahora justo me voy a vivir a Jerez. Así que soy de muchas partes, pero yo diría de Melilla por encima de todo. 

¿Cómo te ganas la vida? 

Pues tengo mi propia empresa de management vinculada al arte flamenco. Básicamente soy manager de artistas, produzco conciertos y programo. En la parte fotográfica o artística, tengo la suerte de no haber hecho de ello mi medio para vivir, por lo que tengo una libertad absoluta para desarrollar mi trabajo personal. Alguna vez cojo algún encargo, aunque no suelo, y, si lo hago, es porque el proyecto me llena plenamente y tengo tiempo para dedicarle. 

Has trabajado con distintas técnicas a lo largo de tu trayectoria. ¿Por qué te decantas ahora por lo analógico? ¿Cómo lo aprendiste? 

Creo que la fotografía en analógico tiene una magia especial en muchos aspectos –el proceso desde que disparas hasta que revelas, la limitación de exposiciones, etc.. Pero, en mi caso, creo que lo que más me empuja a trabajar en este formato es el carácter estético que tiene. Las imágenes adquieren un sabor especial, un aroma único y una profundidad expresiva mayor. 

Aprendí a usar este formato cuando aprendí a usar una cámara, a los 15 años. Mi padre tenía en casa algunos manuales y su olympus OM10. Con ella tiré algunos carretes esporádicos y dejé de fotografiar hasta los 25 años que empecé con el digital y es donde realmente terminé de aprender.

¿Cuándo consideras que estás al lado de un gran cantaor o cantaora? Háblame de ese sexto sentido que has desarrollado en tu oficio para reconocer a los artistas 

Bueno, me considero sobre todo muy aficionado al flamenco, especialmente de la primera mitad del siglo XX. Me paso la vida escuchando cante y analizando todos los matices de esos artistas que marcaron época. Es casi una obsesión, aunque yo lo llamaría devoción.

Al final, como aficionado, te creas un criterio personal de lo que es bueno y lo que no. Trato de aprender cada día de los músicos con los que me rodeo para fortalecer mi criterio. En un cantaor o cantaora hay una serie de cualidades que son básicas y objetivas: afinación y sentido rítmico.

Luego hay un montón de factores que terminan de conformar a ese artista: su registro melódico, su tesitura o metal de voz, su carácter interpretativo, su personalidad o creatividad cantaora… Pero al final todo se resume, como en cualquier arte, en transmitir, es decir, en su capacidad para conectar con el público. No sé si llamarlo sexto sentido, al final se trata de aunar todo el conocimiento posible para proyectarlo en tu trabajo.

© Rufo

¿Qué artistas te han marcado?

La verdad es que hay tantísimos referentes en el mundo de la imagen, que cuesta mentar sólo a unos pocos. Quizá la obra de Koudelka sea la que más me ha marcado, pero la lista es interminable: Irving Penn, Perez Siquier, Cristóbal Hara, Crisitina García Rodero, Helmut Newton, Joel Mayerovitz, Jack Davinson, Graciela Iturbide, Atín Aya, Diane Arbus, Guy Bourdin… Esto por mentar a grandes clásicos, pero hoy en día veo a tanta gente haciendo cosas tan interesantes… Creo que aprendo de todo el que tiene algo que contar con sus imágenes 

¿Cuándo comenzaste con la foto? ¿Y la fiebre por fotografiar a flamencos?

Pues como te decía más arriba, empecé a fotografiar con la cámara de mi viejo, pero apenas lancé 4 o 5 carretes. Luego, ya con 25 año,s me pillé mi primera cámara y coincidió con que estaba metido de lleno en el mundo del flamenco, por lo que comencé directamente fotografiando conciertos y retratando a flamencos.

Al tiempo vi que me aburría mucho fotografiar a artistas en sus conciertos y entendí que estaba ante un mundo y un imaginario increíble, donde lo más auténtico de ese universo cultural ocurría una vez se bajaban del escenario, es sus fiestas, en su día a día, en sus casas…

Cuéntame tu proceso para trabajar ahora. No eres un fotógrafo documentalista al uso. Por ejemplo tu experiencia fotografiando a la familia de canasteros, las imágenes son fruto de la intimidad que mantienes con ellos, ¿buscas eso ahora en tus imágenes? ¿Relatar ese encuentro fruto de lo íntimo? 

Bueno, no tengo un proceso como tal. Siempre he hecho fotografía de manera muy natural, forzando muy poco o nada las situaciones. Quizá por eso te mencionaba a Koudelka, más allá de su visión estética, que me encanta, su trabajo parte desde dentro de las comunidades que ha ido retratando a lo largo de su trayectoria y eso se percibe.

Yo me considero pésimo tratando de dirigir a un individuo al que quiero retratar, jamás les doy indicaciones. Por eso trabajo de manera muy lenta y estableciendo unos lazos con las personas a las que retrato. Dejo que ellos estén cómodos. Si eso pasa, yo también lo estoy y el resultado es bueno.

La serie ‘Canasteros’ tiene lo que mencionas. Son personas cercanas a mí, con las que he compartido muchos momentos, personas que me han abierto las puertas de su casa y han mostrado una generosidad infinita conmigo.

Durante tiempo he ido fotografiando situaciones sueltas en esos encuentros, pero fue ya al cabo de años cuando les propuse hacer una serie donde recoger sus costumbres y sus vivencias. Creo que lo que busco en mis imágenes es mostrar ese mundo fantástico y costumbrista que hay detrás de las personas a las que fotografío. Fotografío a personas que me transmiten muchísimas cosas con sólo mirarlas y lo que busco es poder reflejar en mis fotos lo mismo que yo siento al observarlos.

© Rufo

¿Cómo ven que te metas con la cámara en esos espacios muchas veces tan herméticos y privados? ¿Sigues algún protocolo antes de disparar? 

Soy muy prudente con la cámara y cuando la saco es porque la energía que existe en ese momento me lleva a ello. Jamás me han llamado la atención por hacer fotos en situaciones de cierta privacidad. Mi protocolo es formar parte de la comunidad. Suelo tardar bastante en sacar la cámara, dejo que el tiempo corra y espero el momento adecuado, trato de ser invisible, de que ni siquiera se note que estoy haciendo fotos, de no condicionar la naturalidad que me rodea. 

En el caso de que sea una sesión específica, lo que busco es un poco lo mismo, que la gente se sienta cómoda y en un terreno que sienta como propio. En uno de los últimos trabajos que hice en Jerez, metimos un caballo en mitad de un barrio y utilizamos un bar como parte de la edito. Para que todo saliera como tenía en la cabeza, lo que hicimos fue comprar carne y bebida para todos y utilizar a la gente del barrio que solían acudir a ese bar a jugar a cartas y estar con los amigos. Al final nos emborrachamos todos juntos y salió un bonito trabajo de manera muy natural. 

En general ¿qué proyectos te gustaría cumplir a corto plazo? 

Pues en lo que mi trabajo se refiere, seguir creciendo con mis artistas y ayudarles a cumplir sus sueños. Por otro lado, otro de mis objetivos es siempre tratar de traer a la iglesia del flamenco a más feligreses, es un mundo muy especial que llega con muchísima fuerza a la juventud, quizá pueda resultar algo hermético desde fuera y esto es algo en lo que tenemos que mejorar desde dentro. Hay que tender lazos con la juventud que son los que nos aseguran un futuro sano y seguro para este arte. 

En lo que se refiere a la fotografía, soy un poco lento, pero llevo tiempo trabajando en la edición de dos publicaciones: por un lado un libro sobre mi trabajo en el flamenco durante los últimos 10 años, es un trabajo que sobre todo recoge situaciones muy auténticas de fiestas entre artistas y retratos muy cercanos. En él trato de reflejar un poco todo ese mundo vivencial y cultural que posee este arte y que ellos tienen la necesidad de manifestar constantemente de manera familiar. Por otro lado, como sabes, me gustaría hacer una pequeña publicación sobre la serie ‘Canasteros’, poder mostrar a estas personas con una manera de vivir tan particular y con unos valores únicos.

© Rufo

¿A quién te encantaría dedicarle una sesión?

En general a quien me transmita cosas al mirarlo. No me suele interesar gente que sea conocida o mediática, salvo excepciones, prefiero retratar rostros únicos y con carisma. El otro día pensé que me molaría hacer algo con Canelita. Por otro lado, llevo tiempo queriendo hacer unas fotos con mi amiga Camila, pero ella no quiere…

Me encantaría hacerle fotos a muchísimas de las personas de las que me cruzo por la calle. Hoy, por ejemplo, iba en un taxi y me crucé con un señor que estaba reparando su Seat Marbella en un aparcamiento. Era un señor de unos 70 años con unas pintas de italoamericano espectacular. Un pelazo recio tipo Elvis, su polo, su pantalón de pinza y sus gafas setenteras. Me hubiera encantado pararme y retratarlo junto a su coche. 

¿Alguien del arte que te hubiese gustado encontrar vivo en tu época?  

Juanito Mojama y Camarón.

Una canción que te acompañe en el camino.

Son demasiadas horas en el camino y depende del momento, últimamente me ha dado por escuchar el disco «Verde» (1978) de Manzanita. Si es solo una canción me quedaría con ‘Cold Little Heart’ de Kiwanuka.