Carma Casulá es una fotógrafa que se mueve entre diferentes áreas de la fotografía y uno de esos campos es el documentalismo. Recientemente ha presentado ‘Peter’, un trabajo fruto de varios años de enamoramiento de la ciudad de San Petersburgo y sus gentes.
Carma Casulá es artista visual y fotógrafa y una mujer jovial, habladora, simpática, divertida. No gesticula mucho pero se ríe con ganas. Trasmite seguridad en sí misma y capacidad para la diversión. Le faltan dos trenzas rubias y un cono sobre su cabeza para emparentar David el Gnomo.
Pero no hay que dejarse engañar, Casulá es Doctora en Bellas Artes, con estudios en el IED de Milán, que luego amplia en Nueva York. Se dedica a la docencia universitaria sobre fotografía, da talleres y ponencias. Ha participado en multitud de exposiciones y publicaciones, que incluyen el Museo Reina Sofía, La Kursala, Fundación Canal, IVAM…. Hasta fue ganadora de un Fotopress
Por si esto fuera poco, su “bío” dice que compagina sus proyectos artísticos sobre la antropización del territorio, el paisaje, y la memoria de éste sobre el individuo, con proyectos de documentalismo. Y que forma parte del equipo interdisciplinar I+D sobre Arte y Ecología y Estrategias de Protección del Medio Natural y Recuperación de Territorios Degradados y colabora con arquitectos y urbanistas en la lectura y tratamiento del territorio.
Hemos tenido una entretenida charla sobre su visión de la fotografía y sobre todo sobre ‘Peter’, el libro que presentaba en otoño y que incluye un gran número de fotos y textos de la mano de la propia Carma. Un libro que en esta ocasión saca su lado más documentalista y que nos acerca a la ciudad de San Petersburgo y sus gentes. Incluye entrevistas a diferentes habitantes de la ciudad con el fin de hacer una radiografía social de la misma. Y se detiene especialmente en las iglesias ortodoxas que, durante su desacralización, tuvieron disparidad de usos en el que fuera un estado laico.
¿Cómo llegas hasta la fotografía?
Empecé en Bellas Artes en Madrid, estudié pintura, y me enamoré de una asignatura de fotografía que tenía obligatoria. Pero hasta entonces ni me lo había planteado. Uno de los primeros ejercicio que nos mandaron en clase fue hacer una cámara estenopeica con una caja de zapatos o lo que fuera y ¡fue flipante! Irse a los jardines de la facultad a hacer una imagen… Fue absoluto enamoramiento. Y luego el laboratorio fue ya magia absoluta.
Cuando estudiaba Bellas Artes trabajaba como diseñadora gráfica en Telefónica, en imagen corporativa de empresa. Tenía claro que quería estudiar fotografía. Como en España no había una carrera, conseguí una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia y me fui a estudiar al IAD.

© Carma Casulá
¿Cómo fue la experiencia?
Fui a Milán porque me parecía mejor sitio para estudiar. Aunque la ciudad al inicio me horrorizaba, fue la mejor elección. La escuela era buena y tenía buenos profesores, pero además tuve la suerte de estar en una “camada” de compañeros estupenda. Nos incentivamos unos a otros y, de hecho, ahora hay muy buenos profesionales en mi promoción.
¿Cuál fue el siguiente paso?
Me quedé un año más en Milán y estuve trabajando como asistente de fotógrafos en fotografía industrial y moda que eran las ramas que inicialmente me interesaban. Obviamente, siempre he seguido mi parte de fotografía de autor, necesito sacar las ideas hacia fuera, interpretarlas, y mientras, me iba ejercitando y aprendiendo en esas áreas. Hasta que me enganché al reportaje y todo cambió. Antes, yo era de las que esperaba a que una calle se vaciara para hacer imágenes, y ahora es prácticamente lo contrario.
¿Qué recursos utilizas en fotografía documental que aprendiste con otro tipo de fotografía?
Pues todo lo relacionado con composición, pesos de color, de mancha. Pero yo creo que están interrelacionadas, no están tan separadas. Obviamente, el lenguaje es algo diferente. Pero se trata de dar respuestas a ciertas preguntas y a ti mismo, por lo que depende de para quieras utilizar unas imágenes y lo que quieras expresar en ellas, usarás un lenguaje u otro.

@Carma Casulá
¿Te decantas profesionalmente en la fotografía documental?
Empecé a trabajar mucho cuando un verano que vine a España a ver a la familia, tras moverme un poco, y me surge la memoria de Endesa, uno de mis primeros encargos. Pero me interesa muchísimo la fotografía industrial, la de arquitectura, que de hecho la sigo ejerciendo, y trabajar con arquitectos y urbanistas, hasta el punto de leer paisaje y leer territorio y trabajar conjuntamente como equipo interdisciplinar… Esas áreas de la fotografía las sigo llevando a cabo junto con reportaje y retrato. Pero hay momentos en los que pesan más unas áreas a otras. De hecho, últimamente me toca más retrato. estoy centrada en ecoturismo y sostenibilidad Y disfruto cuando se me pide que interprete o haga una lectura personal sobre algo determinado.
Pero en mi fotografía más personal o artística estoy más enfocada a la antropización del territorio, es decir, la transformación del paisaje por el humano. Me interesa tanto analizarlo como exponer problemáticas a través de imágenes, incluso la instalación. Y desde un punto de vista más racional o de investigación, estoy metida en investigación I+D del territorio, I+D sobre empatía y ecología.
¿Empatía y fotografía?
Conectar con el público y que reflexione. Aunque hay que tener en cuenta que la fotografía la haces primero para ti. Haces lo que te interesa y se ve en las temáticas que eliges.
¿Cómo se traduce eso en imagen? En la fotografía documental posiblemente se traduce en imágenes con más carga, con más información. Y en una fotografía de galería se generan imágenes con menos información implícita del tiempo interno y diversas vías de elaboración y estética, obligando al espectador a aportar más de sí mismo a la lectura de la imagen u obra.
¿Cómo describirías tú la fotografía documental actual?
Desde el punto de vista de la remuneración, sin duda está viviendo un mal momento. Otra cosa son las mentes que la trabajan, esas están superpreparadas. El contenido del mundo documental es muy bueno. Hay cosas muy buenas, y cosas no tanto, como en todas las épocas. Incluso en un mismo autor, hay cosas mejores y otras peores. Pero en general se produce muy buen material. Proyectos comprometidos, con contenido, que buscan la imagen y el lenguaje narrativo personal, y si ya es eficaz es un lujo.
Pero sí que es verdad que respecto al dinero para producir, las cosas han cambiado. Por ejemplo, en el caso de los fotógrafos en áreas de conflicto o de guerras, que se lanzan a hacer cosas en las que creen, como mucho cuentan con el apoyo de las ONG, y aún así hacen trabajos extraordinarios.

© Carma Casulá
¿Hay nuevos lenguajes en el mundo documental tras la pérdida de su certificado de acta notarial desde la fotografía digital?
Pero ya la fotografía analógica ya estaba bastante manipulada. pues buena parte de ello hay que entenderlo como personalización. Esa parte hay que tenerla en cuenta. Hacer las fotos más oscuras, o los viñeteados que se han hecho siempre en las imágenes para dar más intensidad a la zona central, o retocar las zonas de negro, que son un clásico, son un clásico. No siempre se intentaban manipular.
Pero te pregunto por el lenguaje documental. ¿Hay otras formas de explorar la realidad?
Sí que la hay, seguro. Aunque parto de que somos sociedades diferentes, tiempos diferentes y la imágenes que se producen tienen que ser también diferentes. Aunque, de todas formas, al final la historia es cíclica.
¿Cómo te planteas tus trabajos? ¿Son siempre de encargo?
Algunos los propongo yo y otros me los piden. Pero en ocasiones, incluso mis trabajos más personales o artísticos también me los han pedido o me han comisariado. Y eso es un placer, porque son retos intelectuales. Y dar respuesta a ese reto es adrenalina pura. Hay que tener en cuenta que los comisarios suelen saber lo que puedes dar. En cualquier caso, tengo listados de cosas y proyectos que quiero hacer, y algunos ya los tengo empezados.

© Carma Casulá
¿Cómo nace Peter?
Nace en el 2001 por el impulso del 300 aniversario de la fundación de San Petersburgo. En el 2003 se cumplía, y con una amiga mía, nos largamos para allá a producir material. Pero cuando vas, te enganchas porque es un país muy interesante que genera una relación amor-odio.
El primer viaje fue en agosto, pero había que volver a la verdadera Rusia .Hicimos un segundo viaje, en el que había -5 grados. Pero allí el termostato es otro, las chicas van sin medias y minifalda mientras tú vas con el forro polar. Por lo que las fotos que sacas no dan sensación de invierno.
Luego tuve la beca Fotopres de La Caixa en 2005 y volví con los -20 y ya había sensación de invierno. Aquél fue mi viaje preferido. Si tuviera que recomendar un momento para ir a Rusia, elegiría ese.
Es cuando te vas enganchando con tu propio trabajo porque hay un producto que está cogiendo gran coherencia que hay que seguirlo hasta que tiene la forma que deseas.

© Carma Casulá
Hay dos hilos conductores en el libro. Un recorrido urbano donde voy viendo como la gente vive estos lugares. Los peterburgueses poseen la calle: rotondas, embalses, todo. Viven sus lugares públicos. Y luego hice paradas en ese paseo y tejí un abanico social de posibilidades mediante entrevistas. Rusia es hoz y martillo, pues busqué un obrero para entrevistas ,por ejemplo. Esa idea siempre ha estado desde un principio para mostrar la vida de la gente más anónima, porque sabemos muy poco de la sociedad rusa.
Es que San Petersburgo es una ciudad con mucho pasado. Por ejemplo, fue sitiada durante tres años por el ejercito nazi y murieron un millón cuatrocientas mil personas. Fue un gran Gernika donde sólo había mujeres niños y ancianos porque el resto todos estaban en el frente. Hay fotos de esos lugares donde se asentó el ejercito nazi, que ahora son parques apacibles.
Y bueno, ese es un país al que ir cada poco porque es un país que en poco tiempo se está modernizando muy rápidamente. Y ha entrado en consumismo de una manera voraz en las grandes ciudades. Pero a 40 km de la ciudad ya no tiene nada que ver.
Peter / Carma Casulá from Editorial RM on Vimeo.
¿En qué aspectos te centraste?
He ido conociendo poco a poco la ciudad en cada viaje. Hubo un libro que fue importante para mí, ‘La aguja dorada’ de Montserrat Roig. Ese libro me invitaba a lugares a los que ir. Evidentemente, había que enseñar las cosas hermosas de la ciudad, como el Museo del Ermitage o palacios de una ciudad zarista con evocaciones a París, Londres, Viena, pues esta ciudad se hizo a imagen y semejanza de Europa. Pero luego eso se contrapone a todo lo soviético, que es tan fuerte y atractivo a la par, tanto por interés conceptual, social y desde sobre todo, por un punto de vista plástico, las fotografías son tremendas. Además están las iglesias ortodoxas que fueron sacralizadas y cumplieron otras funciones. Y con la perestroika fue devuelta a la Iglesia Ortodoxa Rusia que ahora tiene mucho poder.
San Petersburgo es patrimonio de la Unesco, pero también lo es La Carretera de la Vida, la ruta de salida y de supervivencia durante el cerco de Leningrado. Y luego están las entrevistas, con las que trato de dar una imagen plural de la ciudad, desde un pope ortodoxo a una murciana que se enamoró de un ruso en el Teatro Romea una nochevieja y se fue allí a vivir.
¿Muestras una Rusia esperanzadora?
Bueno, es un país muy complejo, con un futuro complicado y tienen un dirigente más complejo todavía. Y, ¿qué es Rusia? Si ya España, siendo mucho más pequeño tiene muchas culturas dentro, imagínate ellos. Desde Mongolia, Siberia, todas las conexiones con países satélite, Ukrania… Rusia es vasta en todos lo sentidos.
¿Cómo fue el proceso de hacer el libro?
Fue un trabajo tremendo porque unía fotografía analógica, digital, retrato, entrevistas, paseos visuales, invierno, verano… Ha sido muy complejo darle un hilo conductor. Y espero haberle dado un ritmo y que no sea aburrido.

© Carma Casulá
Y tras la edición, ¿cómo lo conviertes en fotolibro?
La portada la tenía clara. Allí sí que son representativos los papeles pintados. Además es un papel pintado de la casa de alguien que me pidió expresamente no aparecer en el libro, porque era la presidenta de la asociación de madres de soldados desparecidos, de chicos que han hecho el servicio y supuestamente se han suicidado y cuando los padres han exhumado los cuerpos descubren que las causas de la muerte son otras. Y esa organización ha sido ilegalizada. Y bueno, era un papel genérico, pero de alguien que merecía estar en el libro.
En cuanto al libro, yo tenía una maqueta muy hecha, pero afortunadamente trabajé con Rubén García-Castro y Victor Garrido de La Troupe. A veces, como madre de la criatura, te obcecas un poco. Y que gente desde fuera le dé una vuelta, viene genial. Estoy muy contenta como concepto con el resultado, es un libro interesante. Trabajar con gente profesional y agradable ayuda mucho.
¿Qué le recomendarías a alguien que quiere hacer fotografía documental?
Pues sea documental o cualquier otra, lo importante es que te interesen de manera personal, con un lenguaje propio. Parir, engendrar, crear, eso es la fotografía de autor. Pero vamos, que se trata simplemente de ser coherente contigo mismo. Hacer temas que te interesen y cerrarlos.

© Roberto Villalón