Getxophoto vuelve el 1 de septiembre a la costa vizcaína. Y le dedica su décima edición al ‘Tiempo’. Como el tiempo que han invertido Jokin Aspuru y su equipo en levantar un festival que se ha convertido en cita obligada en el panorama nacional. Para celebrar el aniversario, Iban Muga realiza una entrevista que mira hacia atrás para imaginar un futuro en las inmensas aguas de la fotografía.

Recuerdo perfectamente aquel oscuro sábado de septiembre de 2007 en el que salí de casa dispuesto a disfrutar de un nuevo festival que nacía. En una época en la que no existían redes sociales y nos nutríamos principalmente con escasas exposiciones en salas, algunos libros, revistas y unos pocos blogs, ver fotografía en la calle, disfrutar de imágenes de varios metros de altura, impactaba. Y si era en tu pueblo, en las calles por las que pasabas a diario, en lugares que conocías al milímetro, en paredes grises, en rincones sin alma, el impacto era mayor. No podía imaginar que aquello, pocos años después, se convertiría en uno de los festivales fotográficos de referencia en el ámbito internacional.

Este año Getxophoto llega a su décima edición. Durante todo el mes de septiembre veinte exposiciones, la gran mayoría en espacios abiertos, y múltiples actividades en torno a la fotografía y a la imagen inundan la localidad vizcaína. Después de los comisariados de Alejandro Castellote (2007, 2008, 2009), Frank Kalero (2010, 2011, 2012) y Christian Caujolle (2013, 2014, 2015), es el propio director del festival, Jokin Aspuru, quien –“por primera y última vez”, aclara–, toma las riendas de la parte artística del mismo.

En una calurosa tarde de agosto nos reunimos con él para hablar de los orígenes del certamen, de los pilares en los que se asienta y del futuro que le aguarda. Sólo nos pone una premisa “no me gustan nada los personalismos”, nos dice, “así que no me destaquéis mucho, porque quien mueve el festival es el equipo”. Humildad, constancia y profesionalidad de todo un equipo que ha conseguido en pocos años ser el faro al que muchos miran.

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Jokin Aspuru © David de Haro

¿Cómo surge hace ya diez años un festival de fotografía en Getxo?

Getxophoto tiene su origen en la revista en euskera UK que se hacía aquí, en la zona de Uribe Kosta. Era una revista que dirigí y en la que siempre, casi sin querer, le dedicábamos mucho tiempo a la fotografía. Era una revista cultural, la información era de carácter general, pero siempre tenía su porfolio. Sí es verdad que esa dedicación se quedaba coja y teníamos ganas de enfrentarnos a la realidad desde la fotografía como algo más amplio. Siempre hemos buscado que las cosas tuvieran algo de fondo, de contenido, para nosotros es importante que hubiera temas que afectan a todo el mundo. Al arte, a la fotografía en este caso, siempre le hemos buscado un sentido práctico, útil. Aparte de ser una herramienta de disfrute estético, que también nos ayude a vivir mejor, a conocer otros mundos, es decir, una herramienta de conocimiento y de comunicación.

Con esas premisas, un poco casualmente y, como todo en este país, en una comida, alguien dijo, ¿por qué no hacemos un festival? Bien, somos de Getxo pues lo hacemos en Getxo, dónde vamos a hacerlo si no. Lo primero es pensar en hacerlo en los espacios de los que dispone el pueblo, pero en Getxo ni había ni hay muchos espacios expositivos dignos, grandes. Y así surgió la idea de hacerlo en la calle, espontáneamente.

¿Notabais entonces que había una carencia de expresión en el mundo de la fotografía?

Sí, claro. Veíamos que la fotografía nos interesaba y que tampoco había mucho, aunque también es cierto que hay que decirlo con cuidado, porque aquí ha habido mucha gente haciendo muchas cosas. Ahora parece que hay una efervescencia en torno a la fotografía, que hay un montón de iniciativas, festivales nuevos que surgen, el entorno cercano al CFC, etc. Hace unos años había menos cosas, pero siempre ha habido. Hemos tenido al grupo Irudi Taldea, que ya no existe pero que fue muy importante aquí en Getxo o el taller de imagen con Antonio Herranz a la cabeza en el que nos hemos formado un montón de gente de por aquí, como Ricky Dávila, Juan Gómez o yo mismo. Quizás ahora es mucho más visual, más espectacular y las redes sociales ayudan a que todo se difunda más rápido, pero sí había un movimiento.

Una de las características de Getxophoto es la que comentabas de exposiciones en espacios abiertos y otra es la de contar con un comisario durante tres ediciones. ¿Siempre tuvisteis eso claro desde un principio?

Sí, eso siempre lo hemos tenido muy claro. Cuando empezamos a montar el festival nos entró un poco de vértigo porque no sabíamos bien cómo enfocar el tema e hicimos lo que hacemos siempre, intentar rodearnos de la gente que sabe. Yo sé un poco de muchas cosas, pero no sé mucho de nada, ni siquiera sé mucho de fotografía, pero sí un poco de comunicación, un poco de diseño… Y lo que hicimos desde el principio fue rodearnos de gente que sabía.

Una persona que con poco ha hecho mucho por él es Lobo Altuna, un fotógrafo de Tolosa que vivió mucho tiempo en Getxo y nos dio la clave. Nosotros teníamos claro lo de la temática, lo del espacio público, quizás un planteamiento más político, pero él nos dejó claro que la figura del comisario era fundamental, alguien que le diese una coherencia a la programación, esa calidad, ese acceso a artistas. Y nos propuso que fuese Alejandro Castellote. Le contamos a Alejandro la idea y él, que se apunta a un bombardeo, aceptó.

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© Juan Gómez

¿Contasteis desde el inicio con el apoyo institucional?

Sí, entonces era un poco más difícil de vender la idea, pero desde el inicio convencimos básicamente al Ayuntamiento de Getxo para hacer el proyecto. Y apostaron por él, más un poco por nuestra trayectoria en el pueblo, por cosas que llevábamos muchos años haciendo con la revista, por una relación de confianza…

Y también tuvisteis el apoyo de agentes sociales locales.

Sí. Yo diría que Getxophoto tiene cuatro pilares: fotografías en espacios públicos, una programación de calidad, un tema y la implicación de la comunidad en donde se desarrolla el festival. Suena como rimbombante, pero al final se trata de que de alguna manera la gente del pueblo sienta que el festival también es suyo. Estas propuestas culturales como muy dirigidas, en las que se plantea una cosa y ya está, están muy bien, pero nosotros siempre hemos querido implicar a este tipo de gente.

Implicamos desde el principio a cincuenta o sesenta comercios, a vendedores del mercado, a un txoko del pueblo para que cocinase para la gente, bares para que nos ayudasen; parece que nos olvidamos de ellos, pero al final hacen mucho por el festival, porque son puntos de información y ayudan a que el festival circule mucho más. Desde el principio lo hemos tenido claro y hemos apostado por eso. Es muy complicado trabajar con mucha gente, pero poco a poco y con los años va funcionando.

Decías que para arrancar contasteis como comisario con una persona del bagaje de Alejandro Castellote. ¿Qué aportó Alejandro al festival?

El otro día me hicieron una pregunta parecida y lo he dicho alguna vez, pero así te resumo los tres comisarios. Getxo es un pueblo que está en la costa, linda con el mar, por eso siempre la imagen del festival ha sido azul –ahora va a ser morada, pero hasta ahora siempre ha sido azul– y hablando de los comisarios y haciendo analogía con el agua, diría que Alejandro Castellote ha sido como un océano; Frank Kalero, ha sido como una ola que estalla; y Christian Caujolle, como un río.

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© Juan Gómez

Alejandro es una persona que sabe mucho de fotografía, conoce la fotografía europea, pero sobre todo conoce la fotografía latinoamericana, asiática, etc.; es como un océano que abarca todo. Es muy difícil encontrar una persona así. Al trabajar con él, lo que nos propusimos en sus primeros tres años, al ser un festival que empezaba, era ver qué es lo que fotográficamente se hacía en el mundo. El primer año programó más fotografía latinoamericana, el siguiente fotografía asiática y, por último, se centró más en fotografía árabe. Es decir, en esos tres años recorrimos lo que se estaba haciendo en el mundo. Sin hacerlo muy evidente, pero esa era la idea.

Frank tiene otro perfil, es de otra generación. Mucho más de redes sociales, con otra formación, estudió en Fabrica en Italia, y su trabajo siempre ha sido más visual, más impactante. A veces rozando lo publicitario y siempre como mucho más directo. Es una obra que es muy bonita pero que se desvanece, aunque para la calle funciona muy bien. Hizo otra cosa completamente diferente, se fijó más en la persona… el ocio, la vejez y la infancia.

Y el trabajo de Christian como comisario es como un río, que lo ves y es bonito, aunque no te llama mucho la atención. Pero si te metes y empiezas a mirar ves que hay peces, ves hasta pepitas de oro. La primera lectura de sus trabajos es menos agradable, menos efectista, te obliga más a profundizar en el trabajo de cada autor. Me enseñó que era fundamental tratar de tú a tú con todos los fotógrafos. Antes también lo intentábamos, pero él me ha hecho entender lo importante que es a la hora de seleccionar un trabajo, no solo conocer el trabajo, sino todo lo que rodea a ese fotógrafo. Christian ha hecho un trabajo mucho más político: los sueños, las luchas y los viajes. Pero claro, incluso los viajes eran las migraciones de la gente que intenta llegar o el turismo de desolación. Todo ha tenido un componente por debajo muy político.

Quizás en los últimos años, los que seguimos el festival edición tras edición, hemos podido percibir una especie de evolución en la programación desde una fotografía quizás más documental hacia un abanico más amplio que incluye tanto fotografía histórica (Jesús de Echebarria hace dos ediciones, Jacques-Henri Lartigue el pasado año, Eulalia Abaitua este año) como fotografía más contemporánea.

Christian, como es un hombre con tanta cultura visual, ha abierto el abanico. En todos sus comisariados verás que hay fotografía de todo tipo. Si te fijas en cada catálogo, verás que hay fotografía muy documental, casi de reportaje; hay fotografía de puesta en escena; hay fotografía muy conceptual… Le da a todos los palos. Y yo en ese sentido le he copiado porque me gusta ese estilo. En cada edición ha intentado que haya todo tipo de trabajos fotográficos, todo tipo de lenguajes.

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© Juan Gómez

Empezamos con Jesús de Echebarría, luego con Lartigue, ahora vamos a recuperar a Eulalia, y va a ser una constante de cada año intentar hacer un homenaje a este tipo de gente que es muy importante. Cuando vio el archivo de Jesús de Echebarria y le dijimos que queríamos presentarlo, él lo tuvo muy claro desde el principio: «Esto hay que ponerlo en valor, tres años va este archivo», dijo. Él nos hizo fijar la atención en el valor histórico de la fotografía, no olvidar lo que se ha hecho antes, no estar siempre a la última. Es importante ver lo que se está haciendo, pero, como festival, también es importante intentar mostrar lo que se ha hecho antes. Los trabajos de Getxophoto no son todos sobre lo que se está haciendo ahora mismo, porque hay cosas que merece la pena recuperar.

Ahora se consume todo muy rápido y hay trabajos buenísimos que se olvidan. Intentamos llevar una coherencia en la programación sin olvidar las cosas buenas que se han hecho. A mí me gusta compararlo con los festivales de música: los Rolling Stones tocan muchas veces, pero está bien ir a ver a los Rolling… tocan en muchos sitios pero los pones, como Lartigue. Esos trabajos tienen que estar. En Getxophoto siempre hay trabajos muy potentes y muy conocidos, pero combinados con gente nueva que empieza o menos conocida. Nos gusta hacer un cartel variado dando un poco a todos los palos.

En diez años el “ruido” que hay en torno a la fotografía ha aumentado considerablemente. Tanto festival, tantas imágenes como hay ahora, ¿ha podido provocar que se haya perdido el impacto inicial de ver, por ejemplo, fotografías de varios metros de altura?

Seguro que sí. Al principio hay un efecto sorpresa porque la gente no se lo espera, pero es parte del precio que hay que pagar. Con los años la gente se acostumbra, pero también se va ganando un público que va esperando cosas. Pero sí, sí es verdad que se pierde ese impacto.

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© Daniela Fardilla

De todas maneras, a mí sí me gustaría decir que nosotros huimos de lo espectacular. El peor comentario que nos pueden hacer es el de “han dejado muy bonita la ciudad”. A mí eso me duele, si me dicen eso es que estamos haciendo algo muy mal, porque no va de eso. En nuestro caso al menos, va de intentar en la medida de lo posible buscar nuevas maneras de hacer que los trabajos circulen, intentar buscar otros nuevos caminos para que se vean las imágenes.

De lo que más orgulloso me encuentro es cuando encontramos nuevas fórmulas, por ejemplo cosas humildes que estamos haciendo, como lo de los posavasos, que ves una exposición en los bares con los amigos y te vas haciendo una colección. Me refiero a que necesariamente lo más importante no son las cosas más grandes que ponemos.

En Getxophoto hay fotos que tienen cinco metros pero también hay fotos que son pequeñas y para nosotros son todas igual de importantes, les ponemos el mismo cariño. Intentamos adecuar en la medida de lo posible cada formato expositivo al trabajo que tenemos entre manos, bien jugando con el tipo de formato que utilizamos o bien con la ubicación en la que lo ponemos. Jugamos con esas variables.

El año pasado sorprendisteis con una nueva actividad, ‘Camas’, que consistía en emitir un largometraje en un edificio antiguo muy particular con el público acomodado en camas. ¿Vuestra intención es ampliar el festival más allá de la fotografía?

A nosotros nos gusta la fotografía, pero no nos gusta sólo la fotografía. Nos encanta la música, yo soy lector y le dedico más tiempo a la literatura que a la fotografía. En el equipo hay gente de todo tipo. Pero sí es verdad que a veces la fotografía da lo que da y funciona para unas cosas, pero igual para otras se queda corta.

Como festival llevamos tres o cuatro años planteándonos cambiar el nombre, pero al final no lo hacemos. Si bien siempre hemos metido proyecciones editadas, musicalizadas, el año pasado empezamos con lo de ‘Camas’. Queríamos programar cine pero de una manera diferente, no se trata de hacer un ciclo de cine en el aula de cultura del pueblo sobre el tiempo, queríamos hacerlo de otra manera.

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© Juan Gómez

Empezamos con ‘Camas’ en Punta Begoña, que es otra manera de ver una película, con un amigo, en una cama, se crea un ambiente. Y este año repetimos con una película que tiene que ver mucho con la exposición que va a haber allí y con la temática del festival.

Sí hay una fórmula que vamos repitiendo: arriesgamos con una actividad y si no funciona, la descartamos; y si nos quedamos muy satisfechos, la repetimos durante cierto tiempo hasta que nos vayamos cansando. Este año que me ha tocado a mí comisariar y siguiendo la estela de Christian, vamos a meter dos performances. También hay trabajos que son dibujos, que no son fotografías… La base es la fotografía, pero luego hay que salpimentar un poco, darle a la gente lo que le gusta, toquecitos para que le llegue a más gente.

Resulta llamativa la cantidad de festivales y eventos en torno a la fotografía que han surgido en los últimos años en Euskadi: Sestao, Durango, Elorrio, Barakaldo, Vitoria…

Parece que hay mucho para la gente que estamos en este circuito, pero sigue siendo un circuito muy pequeño. Hay muchas iniciativas y eso está muy bien porque indica que hay interés, que se está generando un público en torno a la fotografía.

¿Pero hay sitio para todos?

Me encantaría. Hay fiestas en todos los pueblos, ¿no? Sería maravilloso que hubiese festivales en todos los pueblos. En Francia, sin ir más lejos, hay como cien festivales de fotografía, y no uno, sino muchos con mucho nivel. Sí que creo que si te dedicas a la cultura, es interesante intentar que cada uno aporte algo nuevo, que cada uno aporte su punto de vista, su iniciativa, porque repetir fórmulas no creo que sea bueno.

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© Juan Gómez

Este año, décima edición y aparte de director, ejerces de comisario. ¿Mucha responsabilidad?

No lo he pensado mucho, porque si piensas mucho las cosas al final no las haces. Pero también es verdad que como todos estos años he estado trabajando tan mano a mano con los comisarios, para mí no ha sido difícil en ese sentido, aunque me han quedado muchas inseguridades a la hora de elegir los trabajos.
Se supone que mis comisarios anteriores me han ayudado, porque ellos me lanzaron. Fue todo una idea de Christian. A mí ni se me había pasado por la cabeza ni tenía muchas ganas, pero Christian insistió y me convenció. Ellos iban a ser mis asesores, me iban a ofrecer trabajos. Y es verdad que hemos hecho alguna reunión, pero luego todos tienen sus agendas. Christian sí ha estado más encima.

Pero bueno, tengo que asumir la responsabilidad de lo que guste y lo que no guste porque firmo yo, pero yo estoy contento. Sí me gusta reseñar que lo hago por primera y última vez, porque me parece un poco excesivo y prefiero ser un comisario de perfil bajo. No hacerlo muy evidente porque yo no me considero comisario ni quiero hacer carrera de comisario. Sí es verdad que he hecho cosas en Perú, he hecho algunas exposiciones, pero sin más.

Y tratándose de la décima edición, el tema que habéis elegido este año es el ‘Tiempo’.

Sí, el tema es superobvio, ahí no somos nada originales. Pero para mí es el temazo de la fotografía: el tiempo. Me pregunto cómo no se nos ocurrió antes, pero nos viene muy bien para estos diez años. Y es el temazo porque cuando hacemos Getxophoto no nos centramos en nosotros. A veces creo que la gente del mundo de la fotografía igual nos mira con un poco de recelo, porque nosotros ponemos la atención sobre todo en la gente que viene al festival, pensamos mucho en la gente que viene a ver las exposiciones. El discurso sobre la fotografía, lo que yo pienso de… Eso es importante, pero yo me pongo mucho en el lugar de la gente que viene y lo que creo que puede interesar. Y no quiere decir ponerlo fácil, sino ver el interés en la gente.

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© Juan Gómez

De hecho, esa característica de Getxophoto del uso del espacio público direcciona mucho el festival, porque es muy diferente que alguien acuda ex profeso a una exposición, que encontrarte con ella cuando vas por la calle…

Eso es. Lo que pones dentro, lo que pones en la calle, lo pensamos mucho. Hay cosas que son para sala evidentemente. Ahora con el trabajo de Manabu Yamanaka vamos a hacerlo. Ese trabajo en la calle obviamente no tiene sentido porque se va a convertir en un espectáculo, pero en sala sí lo tiene porque es un espacio mucho más reflexivo, entras y ves el trabajo de otra manera. No se trata de ocultar, sino de ver qué tiene sentido en cada espacio, es muy importante eso.

No es una ciencia exacta y a veces sí nos hemos equivocado. El año pasado pusimos un trabajo de Óscar Monzón en un colegio, y sí nos llegó alguna queja porque aparecía un consolador. Pues fuimos un poco osados. ¿Merece la pena? Para mí lo más importante es la coherencia del programa y que el trabajo encaje en el entorno, no se trata de poner por poner, ni provocar para un titular.

Siempre intentamos que el espacio tenga un eco, que aporte algo a lo que estamos poniendo. Hay cosas que son muy obvias, por ejemplo este trabajo que muestra una fotografía en el metro lo hemos puesto en el metro, un trabajo sobre la reconstrucción de Berlín vamos a ponerlo en Punta Begoña que es un edificio que está reconstruyéndose… Pero son cosas que hay que pensarlas un poquito. No queremos que sea un jeroglífico, queremos que se entienda bien, pero si te fijas siempre hay algo ahí que late en la imagen.

Este año, a diferencia de otras ediciones, las actividades programadas en el festival las diversificáis durante todo el mes.

Sí, es otra de las cosas que hemos ido aprendiendo con el tiempo. Antes lo concentrábamos todo en la semana de apertura, pero nos hemos dado cuenta que no podíamos cuidar todo bien.

Y echando la mirada atrás, ¿qué cambiaríais?

Alguna vez hemos hecho el ejercicio de preguntarnos qué haríamos si no tuviésemos ninguna limitación presupuestaria. Obviamente, subiríamos los sueldos a toda la gente, fundamental, dignificar el trabajo. Y luego cuidaríamos un poco más las producciones, intentaríamos hacer algunas cosas que siempre querríamos hacer y que no hacemos porque no nos llega el dinero, pero realmente no son muchas cosas. Nos damos cuenta de que haríamos un festival muy muy parecido al que estamos haciendo, porque creemos que los pilares sobre los que se apoya que citábamos antes son los que para nosotros hacen que sea interesante.

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© Joana E. Sendra.

Otra idea importante ha sido la dimensión del festival. Siempre hemos intentado hacer un festival en el que haya unos veinte autores, no más. Hay que dar algo que la gente pueda digerir, hay que hacer algo que tenga una dimensión humana y en la cual podamos tratar con nuestros invitados. No nos interesa un festival en el que haya mil invitados, eso igual interesa en Bilbao, interesa en Madrid, pero en una ciudad como en la que estamos nosotros, no. Intentamos más contar una buena historia con fondo, que a la gente le afecte, que le interese. Siempre estamos buscando dónde surge la emoción, esa chispa.

¿Y el futuro? ¿Qué Getxophoto nos vamos a encontrar en el futuro más cercano?

Realmente vamos año a año, no somos nada prácticos, no hacemos planes trienales ni esas cosas, pero ahora nos toca. Cuando acabe esta edición nos toca parar un poco y reflexionar. Sí es verdad que estamos hablando con una persona para el próximo comisariado. A veces decimos que vamos a dar un giro radical, porque como festival es interesante. Estamos un poco en ese debate, a ver qué hacer…

Parece que tenéis que estar siempre innovando, inventando cosas nuevas, ¿no?

Sí, para mí es un agobio cuando la gente te pregunta, “¿y este año qué novedad hay?” ¡Invéntate tú algo! (ríe). La novedad es la programación, hay cosas nuevas, trabajos nuevos… Pero sí es cierto que hay algo ahí, tenemos como un run-run de que algo vamos a cambiar, algo un poco drástico, como un giro fuerte. Que luego al final igual se queda en nada, pero sí hay como la necesidad de un giro, quizás de una propuesta más radical en el sentido de espacios… no sé… Hay algo ahí, pero tenemos que hablarlo con la nueva persona que llevará el comisariado del festival. Todavía estamos ahí, negociando.

Puedes consultar todas las actividades de Getxofoto en su web oficial.