Luis Cobelo, fotógrafo documental nacido en Venezuela y afincado hasta hace poco en España, presenta en estos meses su primer fotolíbro. ‘Zurumbático’ está inspirado en ‘Cien años de soledad’ de García Márquez, pero sobre todo es un canto a la vida. Repasamos con el autor su visión de la fotografía como compromiso vital.
Leer su biografía no da idea de quien es Luis Cobelo (Venezuela, 1970). Pese a estudiar Filosofía, acaba enredado en el mundo del fotoperiodismo hasta dar el salto a un tipo de fotografía más personal, sin salir del documentalismo clásico. Gracias a ello, ha publicado en revistas de todo el mundo (El País Semanal, Rolling Stone, National Geographic, Vice, Vogue…), ha participado en festivales de Venezuela, España, Italia o México, y ha expuesto también su trabajo en Ecuador, Alemania, Francia o Argentina. Incluso ha ganado algunos premios de cierto renombre, como el Hasselblad Latinamerican Photographer en la categoría documental en 2012. También ha sido el editor de LAT Photo Magazine, una revista dedicada a valorar como se merece la fotografía documental latinoamericana.
Hasta aquí un perfil no diferente al de otros triunfadores de su generación. La diferencia tal vez está en su forma de hablar, de contestar a las preguntas con una contextualización previa, de mostrar sus fortalezas y debilidades igual que enseña los tatuajes de sus brazos. De su manera de vivir la fotografía, como una medicina, un juego, un hilo conductor.
Luis es más bien alto, delgado. Con una cresta libre que le da un aire de pájaro exótico, que no quieres ser enjaulado, viajero, pero gusta de volver a las ramas que conoce. Un pájaro loco, ‘Zurumbático’, que conserva la capacidad de la sorpresa, como aquel coronel Aureliano Buendía cuando vio por primera vez el hielo.
Sobre locuras, dolores, ausencias, fotografías, bailes, partos e ilusiones, hablamos por Skype con Cobelo, durante su estancia en Italia este mes de julio, con motivo de la exposición de su último proyecto en el Festival de Fotografía de Cortona.
Esto de la fotografía te viene por antecedente familiar, ¿no?
Pues como al noventa por ciento de los fotógrafos. Mi padre era aficionado a la fotografía. Fue migrante español de Galicia a Venezuela y fue aficionado a las cámaras. Hace poco descubrí que usaba diferentes formatos al ver de nuevo las imágenes de los álbumes. Le gustaba salir en las fotos, era un vanidoso de cuidado. Tuvo cámaras de 8 mm, de 16 mm, de vídeo…
De adolescente empecé a preguntar por el uso de la cámara y hacer fotos de las reuniones familiares. Cuando fui a la universidad a estudiar Filosofía, tuve que buscarme la vida para poderme mantener y encontré trabajo en un periódico de la universidad. Pero sí, todo vino por papá.

© Luis Cobelo
Cuando comienzas a trabajar en un periódico, ¿te planteas algo respecto a tu labor? ¿Te planteas la responsabilidad que conlleva ser fotógrafo de prensa?
Bueno, junto a Filosofía, también estudiaba Periodismo en la universidad. Pero académicamente el periodismo me decepcionó mucho, por lo que seguí estudiando sólo Filosofía. Entonces empiezo a trabajar en prensa, regresando de un viaje a España.
Lo primero que hice fue los sociales: las fiestas, las bodas de la ciudad donde trabajaba. Eso era muy importante porque es una ciudad muy pequeña. En aquella época, me parecía banal y ridículo. Bueno y todavía me lo parece. Era una cosa que tenía que ver con los dueños del periódico, no conmigo.
Yo quería buscar otras pautas, y allí en Venezuela, donde te lanzan es en Sucesos, la crónica roja: asesinatos, muertes… Y estuve tres años. Tres años viendo muertos de todo tipo: ahorcados, mutilados, niños… Cosas muy terribles de la violencia cotidiana de un país caribeño.
Sobre la responsabilidad que me preguntabas, son los dueños de los medios los que deciden qué es lo que tenemos que consumir. Pero los medios tienen que aprender que, si no le das esa carnaza al público, se acostumbran a no tenerlo. Aunque en Venezuela la gente lee el periódico por el final, que es donde están los sucesos.
¿Qué te aportó ese tipo de fotografía?
Aprendí muchísimo a comunicarme con la gente. Es una fuente (sección), la de Sucesos, que aporta mucha garra, mucha impertinencia, mucha antipatía e insensibilidad en cierto modo. Puedes llegar a una escena de crimen y ves a los familiares por un lado llorando, en el otro a la policía preguntando… Yo me sentía un poco carroñero, ave que llega a ver qué logra y a ver si así complacía a los jefes. No era a mí a quien complacía. Después de tres años haciendo eso, me estaba volviendo loco. Tenía pesadillas con muertos y morgues gigantes. Pensaba que la gente estaba dormida, en lugar de estar muerta. Me resultaba muy chocante. Y el mundo alrededor de eso era muy sórdido. Ahora me sorprende ese “yo” de ese momento.
Soy una persona sensible, especialmente hacia ciertos temas. Y aquello me endureció muchísimo laboralmente. En los periódicos, cuando llega alguien nuevo se dice: “mételo en sucesos” que ahí es donde aprendes fotoperiodismo. Pero ahora mismo no estoy de acuerdo con eso. Me parece nefasto. Así me di cuenta de que a mí el fotoperiodismo no me interesa.
¿A qué te refieres exactamente? Porque tu trabajo es fotoperiodistico.
No me interesa tal y cómo se lo tengo que vender a mis jefes. Como fotoperiodista sentí que yo tenía un chaleco antibalas, que no me iba a pasar nada. Pero en toda esa época enfermé e incluso tuve problemas familiares por no dormir. Porque yo servía para eso y no podían poner a otra persona. Sentía que era mi responsabilidad. Y yo complacía al medio y al mundo entero digamos, les daba lo que querían ver.
Respecto al fotopoeriodismo clásico, creo que están sucediendo cosas, están apareciendo algunos toques más personales, pero quizá los medios son los que no se arriesgan a que el autor sea más personal. Sin embargo, cuando el fotoperiodista va a un lugar, es muy difícil reinterpretar lo que está sucediendo. Si te apartas de la línea frontal, tal vez encuentres unas historias más ricas y más interesantes que a mí me gustaría ver, pero el público en general, lo que quiere ver es esa línea frontal, y las agencias y el periódico… Cuando te alejas del núcleo del conflicto, es cuando quizá se pueda encontrar una verdadera esencia de cambio en el fotoperiodista, pero creo que es muy difícil de conseguir, o simplemente es que los dogmas no permiten cambios.
¿Cuándo rompes con los sucesos?
Vengo a España y empiezo a vivir aquí. Trabajé de camarero o cajero en un supermercado. Y hacía fotos para amigos: uno que era cantante, otro pianista… Amigos venezolanos que estaban en Madrid. Y un día un director de arte de una revista me contacta por unas fotos que le hice a un arquitecto, a Sean Mackaoui, que es amigo. La foto salió publicada en la Neo 2 y la ve el editor de La Luna, el de El Mundo, el de Vanidad… Ven mi trabajo y empiezan a llamarme. En el 2001, pasado un més de caer las Torres Gemelas, acudí allí y me metí en las casas de algunas víctimas, fotografiando las habitaciones tal y como las dejaron cuando salieron de casa por última vez. Ese reportaje lo publicó el País semanal. Y así empecé mi carrera de freelance que dura hasta la fecha. Este tema de las ausencias lo he repetido en otras ocasiones, en Venezuela, tras el 11M en Madrid… Empecé a apostar por mis ideas. Sigo haciendo fotos para prensa, pero son mis ideas. Sigues complaciendo al editor, él decide, pero voy haciendo mi obra.

© Luis Cobelo
¿Y quién es ese Luis Cobelo fotógrafo?
Un Luis que no espera a que le encarguen las cosas. Propongo cosas a los editores e invierto mi dinero. Acepto encargos, claro. Pero también trato de cumplir mis ideas, y así he recorrido todo el mundo. Me doy cuenta de que es posible mezclar ideas propias con encargos, venderlos y tener una exposición masiva como en un periódico o una revista con tus proyectos. Son otro tipo de ventana para llegar al público.
¿Quién soy yo como fotógrafo? Prefiero que sea la gente la que lo diga. Puedo hacer documental clásico, documental ficción. Pero, básicamente, es una manipulación mía de cómo veo yo un evento real. No cuento ninguna mentira, ni muestro nada que no sea real. Muestro realidades de la manera en la que yo las veo.

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¿Y qué temas te interesan?
Temas sociales. El proyecto de ausencias que antes mencioné en las Torres Gemelas, el 11M… Hice uno de madres que habían perdido a sus hijos por la violencia anárquica y aleatoria venezolana… Me interesan los temas en los que puedes cambiar algo. Antés pensaba que iba a cambiar el mundo, pero ya se me quitó esa idea para siempre. Ahora defiendo el cambio de los micromundos, a tu alrededor. Si cambias algo de un sitio al que vas, y cambias a esa persona, ya es suficiente. Cambiar el mundo es algo demasiado soberbio y pensar de esa manera me parece estéril. Está demostrado que con los eventos del mundo, es muy difícil que una foto cambie todo. La foto sirve para la historia, pero el mundo está desatadamente fatal. Con mis reportajes he cambiado pequeños mundos como esas madres, gente a la que fotografié en Colombia… Además, yo mantengo comunicación con los que fotografío. No desaparezco.
También te acercas a temas que no forman parte de tu mundo, incluso que te disgustan. Has hecho series sobre armas en Estados Unidos, misses gais en Venezuela o vírgenes en México. ¿Qué intereses te mueven a la hora de enfocar un tema?
Personales, totalmente. Soy curioso por naturaleza. Me gusta saber lo que está pasando. Y conocer implica sufrimiento. El no saber supone felicidad. Yo elegí saber. Y el mundo te golpea. Aunque a veces te encuentras historias agradables dentro de una tragedia. Y sí, muchas veces me acerco a temas que no me gustan como persona.
Lo de las armas que hice en los EE. UU. cuando a mí no me gustan las armas, que en mi país suponen tantas muertes… Yo tenía mucho miedo al escuchar los disparos, hasta que me acostumbré. Y veía cómo para esas personas era natural llevar armas. Yo siempre les decía que no me gustan, pero que entendía que a ellos sí. Trato de no juzgar. No me acerco a una historia sin conocer lo que piensa la otra persona. Puedo pensar diferente, pero es muy rico saber que podemos hablar. Lo mismo cuando hablamos de religiones. Cuando hice lo de las Torres Gemelas, me encontré con gente que odiaba a los árabes con vehemencia, por ejemplo. Eso no me impedía hablar con ellos.
¿Cómo ha evolucionado tu manera de contar las cosas? ¿Qué decisiones has tomado para enseñar ese mundo?
Totalmente personales y ligadas a lo que estamos acostumbrados a ver. Somos un cúmulo de experiencias de otros y nos nutrimos de la fotografía o del arte de otras personas. Ser algo nuevo, único y absolutamente novedoso es muy difícil. Coges de otros y luego sueltas.
A mí me gusta juntar retrato y situación. Me gusta la gente, la gente que mira a cámara y la que no mira a cámara. Siempre en esa idea de retrato, situación, lugar, naturaleza. Dípticos, trípticos… A veces te sabe a poco y quieres meterlo todo en una sola imagen. Ese esquema es el que sigo. Me gusta conectar los lugares, los espacios con los retratados. En el caso de las ausencias, siempre han sido espacios que pertenecieron al que ya no está, conectado con la madre, la raíz de todo. O el caso de las misses, son unos retratos de ellas y luego el evento en sí. Y si hago un seguimiento a las candidatas, también reflejo el entorno. Es algo que hacen muchísimos fotógrafos.

© Luis Cobelo
El año pasado hice un reportaje de Miss Gordita. Y me fui una semana antes. Quería hacerles fotos, pero no sabía cómo. Al final las fotografié en sus habitaciones, mostrando su cuerpo más allá de la ropa. Quería que ellas se sintieran bien con su imagen, quería que mostraran que estaban contentas con su cuerpo. Y luego hice fotos del certamen. E intentas contar lo que pasa y que ya no se repite. Y tratas de mostrar un poco lo que sucede alrededor de este evento. El retrato me obliga a saber a quién fotografío, saber su nombre, saber por qué está ahí, para luego mezclarlo con lo que pasa alrededor.
Trabajas y publicas en muchos países de todo el mundo. ¿Hay diferencias sustanciales en las formas de trabajar de un país a otro o está ya todo tan globalizado que no las hay?
La verdad es que he publicado en revistas de Asia, Latinoamérica, Europa, Estados Unidos… En Latinoamérica, las revistas te agarran las cosas gratis. Me da mucha ternura cuando te piden una fotografía y dicen que te ponen los créditos, como si fuera un premio. En Europa no te dicen eso, pero también piden muchas cosas gratis. Y tú evalúas lo que quieres comunicar. Si todo fuera gratis, no te dedicarías a la fotografía. Afortunadamente, durante toda mi carrera fotográfica he ganado dinero con mis fotos, y me he mantenido con ella. Pero ahora son tiempos difíciles y diferentes. Pero es el fotógrafo el que tiene que tener claro que debe que ser más respetuoso consigo mismo. Y es difícil, porque si tú no aceptas una cosa, habrá cinco que lo van a aceptar.
Hay que tener un plan para ganar dinero, porque si no, ¿para qué te dedicas a la fotografía? Mira, cuando doy los talleres, de diez personas que tengo en un taller, uno es abogado, el otro doctor, otro que si psicólogo. Todos tienen profesiones. Y se pueden “dedicar” a la fotografía porque tienen otras formas de ganarse la vida. Pero yo, que siempre fui fotógrafo, no voy a ser ni abogado, ni ingeniero. Por lo que es para mí no es una afición. Como “afición” es fácil, pero no es una profesión sencilla para ganarse la vida. Y normalmente hay que hacer cosas que no te gustan. Aunque yo ahora tengo decidido, más que nunca, que voy a hacer sólo aquello que me guste y que me nutra como ser humano.

© Luis Cobelo
Y haciendo lo que te gusta, haces ‘Zurumbático’. ¿Qué es?
Es una locura. Es una nueva cosa en mí. Un cambio como fotógrafo, como persona. Sucedió en una época convulsa en mi vida. Lo comento en talleres, que hay quien cree que uno es fotógrafo y luego vuelve a su vida. No. Yo, como fotógrafo, hago mi vida. Soy fotógrafo y Luis a la vez.
‘Zurumbático’ nace en el 2007, cuando fui por primera vez al lugar donde nació García Márquez, con la idea de fotografiar a los arquetipos de las mujeres de ‘Cien años de soledad’. Las encontré y lo publiqué en algunas revistas. Todavía se siguen publicando pues las tengo en una agencia. Es un libro que a mí me gusta mucho. Refleja qué es Latinoamérica, la raíz, y sobre todo el Caribe. Yo nací en un lugar que se llama Acarigua, que se parece mucho a Aracataca, el lugar donde nació García Márquez, y donde se inspira para crear Macondo.
He crecido creyendo que lo sobrenatural es normal. Que si la Virgen un día le habló a fulano, a mí no me extraña. O que si alguien vio a su mamá fallecida caminando por su casa, yo le preguntaría “¿qué le dijo la señora?”. Yo no creo ni lo dejo de creer.
‘Zurumbático’ empieza ahí. Y a finales del 2015, previendo que se cumplirían los 50 años de la edición, empecé a pensar cómo volver. Porque yo me anticipo en ese tipo de cosas para podérselas vender a los medios con tiempo suficiente. Pensando en eso, volví a leer el libro. Pero esta vez comencé a subrayar cosas más particulares. En recrear situaciones específicas del libro. Pensé en hacer producción, en montar escenarios… Y lo dejé reposar. A los tres meses volví y empecé a destacar todas esas imágenes.
En septiembre del año pasado volví a hacer esas fotos. Y no hice nada de lo que tenía pensado, porque no me hizo falta hacer ningún ‘stage’. Me encontré con las imágenes. Busqué, pregunté y encontraba. O encontraba sin preguntar. Por ejemplo, pregunto: ¿Hay alguien en este pueblo que fue castigado por la ira de Dios? Y enseguida me llegaba alguien que me contesta sí. Y yo pedía conocerlo y fotografiarlo. Pasaron muchas cosas. En una ocasión, tuve una bajada de tensión. Me quedé ciego por unos segundos. Pasé mucho calor. Hubo una inundación gigantesca. Pasó Matthew y el pueblo era un río, con animales muertos por todos lados. Cambió mucho mi percepción de todo.

© Luis Cobelo
Fui en un momento en el que estaba en una crisis personal y realicé todo este trabajo en un estado muy “zurumbático”. Quiere decir que estás atontado, enigmático, melancólico, sombrío, medio borracho, medio loco, de mal temperamento, una sensación de trance. Yo pasé por todos esos estados estando allí. Sin saberlo. Pero siempre estuve muy focalizado en las imágenes, y me encontraba con todo lo que buscaba. Algunas veces de más.
Como el día que me encontré una mariposa amarilla que me revoloteaba. Y la agarré con mis manos, la guardé y logré hacer una historia con eso que tiene mucho que ver con el amor, el mío. Fue como que el libro me permitió encontrarme, no a mí mismo, pero sí con el proceso, con el quehacer fotográfico, más ligado al arte que a los medios. Es más filosófico.
Y bueno, ‘Cien años de soledad’ es una obra literaria. Gracias a esos escritores tenemos la inspiración. Y sobre todo la conexión con Latinoamérica. Es que eso del realismo mágico es una pendejada. Se lo decían a Rulfo, Arturo Uslar Pietri, Vargas Llosa… Es algo normal que te digan que una persona cuente que la Virgen lo salvó porque su madre rezó por él. Y en Europa, hoy a veces eso no se entiende.
‘Zurmbático’ es un túnel de sensaciones en el que entro y salgo. Como fotógrafo, cambié el formato. Hice muy pocas horizontales. Trabajar en vertical no fue una decisión, fue algo que simplemente sentía. Cuando regresé de Colombia, seguía teniendo mi crisis personal. Y encima, mi madre enfermó aún más. Me dieron fecha para su muerte. Eso es algo muy jodido. Cuidé a mi madre, yo sólo con ella. Y mientras, edité el material. Nunca lo había visto en pantalla. También usé una cámara diferente a la que solía usar. Y me cambió mucho.

© Luis Cobelo
Edité el trabajo cuidando a mi mamá, y me encontré con unas fotos que no eran alegres, ni tampoco tristes. Pero hay fotos que no te dejan indiferente. Porque, fuera del lema del libro, ‘Cien años de Soledad’, hay mucho de mí. Y al mes y poco, mi madre muere. Y sigo teniendo a ‘Zurumbático’.
Sin ‘Zurumbático’ no sé qué hubiera pasado, Roberto. ‘Zurumbático’ me mantuvo a flote. Y tras esa muerte pasaron otras cosas alrededor que eran como pinchazos. Y no me pasaba nada que no le haya pasado a otras personas, pero estuve hecho mierda totalmente. Estaba en un foso. Muy jodido. Estaba tratando de mantenerme para no abandonarlo todo.
Pero pasó el tiempo, y ha salido el libro, como si de un parto se tratara. Y ha sido una liberación. Ha sido… Siento felicidad, tranquilidad y alivio. Y ahora me considero más artista. Nunca me había considerado de esta manera, pero ahora sí.
¿Quiénes han sido tus comadronas? ¿Quién te ha ayudado en el parto?
Tuve un asistente en Colombia, Junior, que me ayudó y me guio mucho – sobre todo cuando me quedé ciego–. Tono Arias, que ha sido el editor del libro, y que ha hecho de catalizador importante. Él contaba con 300 fotos, ya editadas por mí. Y en un día tenía las fotos seleccionadas. No leyó el libro para la edición. No es latinoamericano, es un gallego de pura cepa. Él es un árbol. Él vio algo que yo no había podido ver. El libro es 90 % edición de Tono. Y el diseño ha sido de Jaime Narváez, un gran amigo muy querido y conectado. Y luego algunos amigos y amigas que me han estimulado. He aguantado con mucha soledad, pero hubo gente que puso su grano importante y que salen en los agradecimientos.
Después de un parto, uno ya no es lo mismo.
Ahora se presenta mundialmente ‘Zurumbático’ en Cortona (se presentó el 13 de julio), en un festival en la Toscana italiana. La directora del festival, Arianna Rinaldo, que es amiga, conoce mi fotografía desde hace muchos años. Y es el primer trabajo mío que le toca. Cuando se lo enseñé nos encantó a los dos, porque era la primera vez que lo contaba. Y bueno, esta es la primera exposición de ‘Zurumbático’.
Y sí, soy otro, creo que reformado, creo que mejor persona. Pero eso se verá en la próxima historia. Mi trabajo ha cambiado. Ya estoy pensando en otra historia, difícil, dura, complicada, nada sencillito… De lo fácil no surge nada que me interese. Tengo pensado un viaje largo, muy largo, y solo. Y tengo curiosidad por ver cómo voy a evolucionar fotográficamente. Pero creo que voy a estar más ligado a lo individual. No siendo tan egoísta, que los fotógrafos lo somos. Y más volcado al lenguaje más contemporáneo. Menos complaciente con los medios.
Hasta has hecho una canción.
Una de las cosas que me llama la atención es tanta seriedad alrededor de la fotografía: tanto erudito, tanto académico, tanto señor frustrado. Y hacen falta. Pero, creo que cuanto menos te tomes en serio a ti mismo, mejor te va a ir, no ya como fotógrafo, sino en la vida. No tengo miedo al ridículo, me río de mí mismo. Los fotógrafos nos ponemos muy serios. Sal a la calle, salta, canta, disfruta. Y de ahí nace el vídeo. Hubo mucho dolor, pero hay que disfrutar. Soy fotógrafo, pero puedo cantar, hacer una canción, ¿no?

© Daria Addabbo