Mariela Sancari, la autora de ‘Moisés’, acaba de publicar su nuevo libro ‘Mr. & Dr.’ junto a Adolfo Córdova, además de participar en Folio, las jornadas en torno al fotolibro que organiza el Centro de la Imagen de México. Una entrevista de Roberto Villalón.
Mariela Sancari acaba de pasar por Madrid a presentar ‘Mr. & Dr.’ fotolibro del que es coautora junto a Adolfo Córdova. Todos la conocemos por su ‘Moisés’, un trabajo y un libro que acaparó la atención de las listas de los mejores fotolibros del año que suelen salir por estas fechas, hace ya dos años.
Pero Mariela también está implicada en FOLIO, un programa del Centro de la Imagen en torno al fotolibro que se ha celebrado la semana pasada en México y que ha contado con varias actividades como exposiciones, talleres o conferencias.
Estas jornadas pretenden generar actividades que den visibilidad a C.Folio, la colección de fotolibros de la biblioteca que, bajo la batuta de Sancari, está creando el Centro de la Imagen.
Una vez más tenemos en frente una mujer orquesta, condición habitual en la gente de su generación. Ha sido galardonada con varios premios, como Premio VI Bienal Nacional de Artes Visuales Yucatan en 2013 y o el Premio Descubrimientos PHotoEspaña en 2014, ha participado en muchísimas exposiciones, colectivas o individuales…
Mariela Sancari (Buenos Aires, 1976) es delgada, friolera, locuaz, divertida. De sonrisa fácil, de trato fácil. Su aspecto me recuerda al de esas monjas que han estado de misiones y saben lo que vale un peine, que tienen formación, son reivindicativas y tocan la guitarra. Pero parece que la llamada que recibió no fue divina, su vocación acabó siendo fotográfica.
Un café en un bar hípster de Lavapiés (culpa mía), en la primera mañana de verdadero otoño (europeo) del año, nos sirve para saber de dónde viene, y a dónde lleva al pueblo elegido del fotolibro, la autora de ‘Moisés’, en estos tiempos en el que el maná se llama brunch y junto al café no te ponen ni azúcar de caña, sino estevia.
¿Cómo empiezas en esto de la fotografía?
Comencé en una escuela muy chiquita de México que se llama Nacho López.
¿Desde qué año vives en México?
Llegué a México con 20 o 21 años. Terminamos la preparatoria como le decimos en Argentina; el instituto acá. Y nos fuimos a viajar. En aquella época aún no había pasado la crisis terrible del 2001, y era relativamente común que ahorraras en el instituto y después te tomaras un año sabático antes de ir a la universidad. Y vinimos desde Buenos Aires por tierra, haciendo dedo. Nos tomó como un año y medio. Y nunca regresamos.
Hice ese viaje con mi hermana gemela y otros dos amigos. Ellos se regresaron, pero nosotras nos fuimos quedando, quedando, y cuando nos dimos cuenta, llevamos años viviendo allí. Es algo que le pasa a muchos extranjeros. Sé que suena como cursi, pero hay algo que te atrapa.
Y ya estudié ahí. Hice muchas cosas diferentes antes de empezar con la fotografía. Trabajé haciendo traducciones, de acupunturista… Tengo muchas vidas, je, je. Hice mil cosas, hasta que con unos 27 años me puse a estudiar foto. Y enseguida comencé a trabajar asistiendo a fotógrafos, de todo tipo.

© Mariela Sancari
Luego entré en un periódico, en El Reforma, un periódico grande. El primer año estuve en Política y Negocios. Y después, otros cinco años, en suplementos, donde hacía moda, viajes y todo tipo de cosas. En 2011 renuncié porque el tiempo que estuve en el periódico venía trabajando tímidamente proyectos personales, pero, no sé aquí, pero en México, en el gremio, si eres fotoperiodista, no haces proyectos personales. Y yo odiaba eso.
¿Cómo fue tu formación para tener inquietud por los proyectos personales?
En ese momento, sólo había estudiado en escuelas pequeñas y algunos talleres. Fue a partir de entonces, de mi renuncia, cuando me meto en el Centro de la Imagen, al seminario de Fotografía Contemporánea, que está orientado a foto de autor. En ese momento todavía lo llevaba Ana Casas, que tiene un trabajo autorreferencial, que es lo que yo hago. Pero yo lo hago como reacción a no encontrar ningún espacio, ni ningún interlocutor en el mundo editorial.
Mis compañeros se burlaban de mí, porque de día era fotoperiodista y de noche me hacía retratos. Era un poco tensa la relación. Apliqué al Centro de la Imagen y decidí dejar el fotoperiodismo y no volver a trabajar en un periódico.
¿Por qué exatamente decidiste no volver?
Por muchas cosas. Aprendí mucho y me lo pasé padre. Pero estuve seis años y me quemé un poco la cabeza. Tuve suficiente dosis. Y, estoy generalizando, pero en prensa tienen una forma de pensar muy cerrada. Muchos fotoperiodistas son los que generan esta distancia entre el artista y el fotógrafo, con la que no estoy para nada de acuerdo. No me sentía nada a gusto en ese contexto y con gente que me obligaba a pensarme a mí misma de una manera que no quería, y limitarme, y no atreverme a hacer cosas porque me diera la gana, porque sí, y a cumplir ciertos parámetros de lo que se supone que es un fotoperiodista.
Pero la experiencia fue buena, y aprendí muchísimo. Todo lo que aprendí me ha servido para después. Por ejemplo, cuando hice ‘Moisés’, donde tenía que fotografiar a gente en la calle, como completos desconocidos, el hecho de trabajar en un periódico me sirvió un montón, porque no tenía miedo, y lo he hecho mil veces.
Veo amigos que nunca han tenido ese colmillo de tener que trabajar así, en el que todos los días tienes que traer fotos y no puedes ir al editor a decirle “hoy no me inspiré”. Y tienes que resolver a fuerza. Y ahora me enfrento a cosas que no me dan miedo.

© Mariela Sancari
Pero el cambio fue bastante drástico. Durante un tiempito hice editoriales de viajes para revistas, pero, ahora, ni eso hago. Estoy enfocada a mi trabajo personal, dentro de lo que puedo. Obviamente tengo que pagar la renta, problema que tenemos todos los artistas. Pero más o menos voy sobreviviendo con mi actividad artística.
¿Qué supone estudiar fotografía en una escuela como Centro de la Imagen cuando uno ya ha sido profesional? ¿Te decepciona, te sorprende?
En el Centro de la Imagen, con la tutoría de Ana Casas y Alejandro Catellanos, siento que caí en blandito. Fue justo lo que yo necesitaba. Era lo que durante mucho tiempo había buscado en talleres o con otros profesores y nunca había encontrado. Siento como que me había estado preparando para llegar al Centro de la Imagen y superaprovechar lo que ellos me dieron. Para mí supuso cambiar mi práctica fotográfica de un día para otro. Entonces yo sabía dónde me metía. E hice muy buen clic con Ana. Y siento que ese año tuve herramientas para articular lo que durante mucho tiempo yo había querido decir.
Tras teminar esos estudios, ¿qué pasa?
Ana es como una maestra muy muy intensa. Y cuando terminas sientes que estás sola en el mundo, y te dices: y ahora qué voy a hacer. Es que ella es una maestra muy entregada. Y después decidí que iba a hacerme mi propio caminito. Tratar de capitalizar las experiencias que había vivido ese año. Apliqué a una residencia que daba el gobierno mexicano para ir a Buenos Aires. Y me fui a hacer el proyecto de ‘Moisés’.
Sentí que con el seminario abrí la puertita de lo autobiográfico como forma de trabajar. Y sentí cómo me metía en el agujero de ‘Alicia en el país de las maravillas’ y la profundidad puede ser enorme. Hay para explorar y trabajar muchísimo.
Durante el seminario, por ejemplo, empecé un proyecto que se llama ‘El caballo de dos cabezas’, que son autorretratos con mi hermana gemela. Y de hecho, estoy trabajando en el libro de esa serie. Pero aquello fue apenas un inicio. Por eso luego profundicé con ‘Moisés’.
Ahora estoy haciendo cosas un poco distintas. No me interesa tanto lo autorreferencial como contenido, sino como forma de pensamiento. Intentar entender la representación, más que lo que contiene la autorrepresentación. Esa serie con mi hermana la estoy abordando ahora más por ese lado.

© Mariel Sancari
Haces ‘Moisés’ que es como tu primer trabajo en la calle, si consideramos el de tu hermana un boceto. Y de golpe el proyecto «explota». ¿Cómo reaccionas ante el éxito internacional? ¿Dónde te coloca ese libro?
Es muy loco. Porque una de las cosas que yo había aprendido es que los trabajos personales y autobiográficos no son del todo bien recibidos. Mucha gente dice que «a mí qué me importa tu vida», «por qué necesito ver a tu madre o tu historia». Yo estaba preparada para que no hubiera un público para mi proyecto. Por eso, sinceramente, me asombró lo que pasó.
A mí no me gusta pensar que los trabajos autorreferenciales que funcionan son los que convierten los temas en universales. Yo creo que es porque están planteados de una manera que activan algo en el espectador. Si fuera universal, tratar que todo el mundo lo entienda, no me interesaría.
Pero con ‘Moisés’ hubo algo que resonó en un montón de gente diferente. Fue una gran gran sorpresa. Hacerlo fue muy traumático. Durante aquella residencia, todos los días deseaba no tener que salir a hacer las fotos. Fue un proceso un poco tortuoso. No entendía por qué me había autoimpuesto esa obligación de enfrentarme al recuerdo de mi padre de esa manera. Desde el principio sabía que era un imposible lo que estaba buscando. Y me costó mucho, mucho hacerlo. Pero después tomé cierta distancia, y vi que había algo que tenía más que ver con una reflexión formal acerca de la imagen, que con el caracter catártico del proceso, lo que me sirvió un montón y me permitió entender por qué necesité vincular una fantasía a una imagen.
También me sorprendió que mi familia lo recibió superbién. La gente te suele decir que «por qué te mentes a revolver el pasado, déjalo ahí». Además, un suicidio es un tema tabú, de vergüenza en la familia. Que genera una cierta culpa rara, que lo vuelve imposible de hablar. Y siento que por el poder del arte lo recibieron tan bien, y me apoyan un montón. El arte trabaja de maneras inesperadas incluso para nosotros mismos.
Hay una idea que engancha mucho con ‘Moisés’, la de intentar representar la muerte, que es una tradición enorme en la fotografía. Y representar algo que no existe tiene algo que los atrae.
No sólo tuvo éxito el trabajo en sí, también después el libro. ¿Cómo fue el proceso de llevar ‘Moisés’ a ese formato?
Cuando estaba terminando la residencia en Buenos Aires sentía que estaba haciendo todo mal, que era una porquería y que tenía que volver a empezar. Cuando regresé a México, dejé las fotos enfriarse y durante cuatro meses no las toqué. Cuando volví a editar, me di cuenta de que estaba todo allí. Y enseguida vi que era algo que podía funcionar en un libro. Lo que yo pretendía es que el libro fuera una experiencia relacionada con mi experiencia como autora al hacer las fotos.
La estructura del libro representa esa búsqueda por cómo vas pasando las páginas, y tiene algo de confuso, tortuoso, te pierdes fácil… Intenté amarrar mis emociones a la estructura del libro y esperar que la estructura lo definiera todo. Y me puse a trabajar en eso.
En 2014, un amigo me invitó a un encuentro de fotolibro que hay en Monterey. Y preparé una maqueta con un vídeo en el que mostraba el proceso. Y lo vieron diferentes personas. Me nominaron para Mac Best Book Award, pero no quedé ni finalista. Creí que nadie me lo iba a imprimir, porque era caro de producir, cosa que no había previsto. Luego me contactaron de La Fábrica, como había ganado Descubrimientos, iba a tener una expo. Por eso tenía sentido sacar el libro. La maqueta la tenía muy muy avanzada, sólo hubo que cambiar literalmente una coma para imprimirlo.

‘Dr. & Mr.’ © Arturo Laso
Y tras el éxito, “tienes” que sacar un segundo libro. ¿Cómo lo afrontas?
La verdad, me vale un poco madres, como decimos en México. No salí de los límites del fotopoeriodismo para meterme en otros límites de otra gente. Entiendo perfecto a lo que te refieres, no me hago la ingenua. Me mandan correos preguntado sobre qué estoy haciendo. Hay una expectación. Pero que cada cual se haga con sus cosas. Yo intento ser honesta conmigo misma, honesta con mis procesos. Me considero artista y va para largo. No se trata de mantener la ebullición. Me lo tomo muy en serio y, lo que hago, lo hago bien.
Ahora con ‘Mr. & Dr.’ sé que no va a tener el éxito de ‘Moisés’, que es muy diferente, pero me parece perfecto. No tengo el ansia. Cero. Con ‘Moisés’ me moví muchísimo pero con éste nada. Desde el principio lo tuvimos clarísimo. Y el mundo del fotolibro es muy predatorio, y los libros no tienen que recorrer los mismos caminos.
Este libro es otra cosa. De hecho mucha gente no se ha atrevido a hablar de él. Esto es una bola de nieve, cuando alguien habla bien, lo hacen el resto, y cuando uno no lo saca, los otros no se atreven. Pero me parece bien.
Para mí lo importante de este proyecto era trabajar con mi pareja, y meterme en otro mundo. Desmarcarme de lo que se esperaba de mí y vincularme al mundo de los niños a través de la imagen. Es un experimento que había que hacer. Más que las reseñas, me interesa si a los niños les gusta, lo leen, lo tiran… Si se van a relacionar con eso o no.
¿Qué es este libro?
Es una apropiación del relato de terror de Stevenson llamado ‘El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde’ y platea una relación no figurativa entre texto e imagen, pensando en un público infantil y juvenil. Siento que decir que es para niños es la excusa para encontrar un huequito donde experimentar. En realidad, como parte del proyecto, lo que más me interesa es desafiar la relación entre texto e imagen. Que lo que leas no sea lo que veas. Tanto a Adolfo, que es especialista en literatura infantil, como a mí misma nos interesaba explorar otros aspectos diferentes de lo que se hace en fotografía para niños, que para ellos se trabaja poco y siempre de manera literal.
En el mundo del fotolibro me dicen que es más bien una novela gráfica. Yo sí siento que es un fotolibro, pero podría ser una novela gráfica. En nuestro mundo, que tenga tanto texto ha distanciado a mucha gente.
También nos interesaba la apropiación. Tomó el original y le dio diferentes voces. Una primera parte se convierte en poesía no rimada, luego van las imágenes y finalmente la confesión. Apropiarse un texto tan conocido, editándolo y añadiéndole imágenes, convirtiéndolo en algo nuestro.
El libro se pudo publicar gracias a This Book is True y al arrojo de Cristina de Middel, que se atrevieron a publicar este libro. Me encanta que Cristina tiene valor. Nadie se atreve a publicar un libro así y ella está reloca y dijo: “Lo hacemos”.

‘Dr. & Mr.’ © © Arturo Laso
Durante toda la conversación planea una cosa que a mí me preocupa bastante, cómo los mundos de la fotografía en ocasiones se dan la espalda. ¿Eso tiene solución?
Creo que sí. Ves que la fotografía ha sido la fotografía del arte, pero me parece una estupidez. Son los fotógrafos los que han hecho esa segregación. Una de las cosas que pretendemos con este libro es vincularnos a la fotografía infantil. ¿Por qué no? ¿Por qué la fotografía no puede vivir y convivir con la pintura, la serigrafía, la literatura? Y si lo haces, los fotógrafos enseguida tienen que definir si es o no es. Siento que la imagen se mueve de manera muy libre y somos nosotros los que nos ponemos limitaciones.
No sé cómo será aquí pero en México todavía hay sectores muy reaccionarios, que ponen argumentos ridículos que no tienen el más mínimo sentido. Y siento que es absurdo y reaccionario separar. Si los niños se relacionan con la imagen desde que nacen de manera completamente diferente a como nos relacionábamos nosotros. Lo que no quiere decir que las entiendan, pero es ridículo segregar la imagen del resto de cosas, cuando se usa para todo en la vida cotidiana.
También me viene a la cabeza durante toda la charla que estamos hablando de mundos, además de cerrados, endogámicos. Somos cuatro en cada área. Falta contaminación.
Por eso decidimos presentar el libro en una librería para niños. ¡Fotógrafos, vengan a otros lugares, y no ser siempre los mismos en los mismos sitios! Vas a un par de festivales, y ves a la misma gente. Y México, por más que es una ciudad muy grande, es una comunidad bastante pequeña. Hay que abrir eso un poquito.
Y estás desarrollando un proyecto nuevo allí en México, ¿qué es?
Estamos preparando junto al Centro de la Imagen una cosa llamada Folio. Diseñamos un programa en torno al fotolibro, con varios aspectos. Lo más importante es la nueva colección de fotolibros de la biblioteca del Centro de la Imagen, que es lo que he estado gestionando los últimos meses. He contactado con artistas, fotógrafos y editoriales para pedirles donaciones para la biblioteca. Ésta ya lleva muchos años, pero no tenía una colección de fotolibro renovada y actual.
Todo surgió porque, cuando yo estaba con ‘Moisés’, no tenía muchos libros. Son carísimos para nosotros, y los envíos también son muy caros. Un estudiante tiene muy poco o nulo acceso a fotolibros y no tiene dónde investigar. Después de un tiempo lo logramos hacer. Y ahora hemos diseñado un programa que se llama Encuentro Folio, que va a activar esa nueva colección de la biblioteca.
Se desarrolla entre el 21 y el 25 de noviembre, con un taller internacional con Valentina Abenavoli, la autora de ‘Akina’, y tres charlas magistrales por parte de tres artistas mexicanos, tres exposiciones, con la curaduría de Natasha Christia, Chaco y yo misma, respectivamente. La mía es una selección de libros. También habrá presentaciones y una sección de bookjokey, heredadas de Boni. Es un pequeño festival. Pero lo que nos interesa es darle movimiento a la biblioteca.