Olmo González ha presentado ‘Control’, uno de sus últimos proyectos, en una exposición relámpago de PHotoEspaña. Además, el fotolibro con el mismo nombre ha sido elegido recientemente como finalista en los Encuentros de Arlés. Motivos más que suficientes para que Rubén H. Bermúdez converse con este autor sobre el poder de las imágenes, la abstracción o el feminismo.
Olmo González Moriana dice que se dedica entre otras cosas a la fotografía, que viene del fotoperiodismo, que pasó por la fotografía documental y que siente que está abandonando el mundo del arte. Ahora le gusta verse como investigador. También es profesor en la escuela Blank Paper, hace gestión cultural y comunicación a través de MOB, escribe en su blog y en el de la escuela, y participa de la creación de eventos como Fiebre.
Empezaste como fotoperiodista…
Yo venía de la Universidad y de una escuela de fotografía, estudié las dos cosas a la vez, y lo primero que hice al acabar fue buscar curro. Encontré trabajo en prensa y me puse a trabajar, o sea, yo no venía con una vocación de fotoperiodista pero fue lo que vino. Así que empecé a trabajar en un periódico gratuito, Gente, sin tener mucha idea de nada, gracias a que tuve un jefe, Chema Martínez, que necesitaba gente barata con muchas ganas. Eran siete días a la semana, en cualquier horario, currando muchísimo, con una cámara muy mala. En fin, necesitaban una gran cantidad de fotos y daba igual cómo fueran. Todo esto me vino muy bien y estuve cinco años en ese periódico.
¿Es allí cuando haces haces Ruido Gris?
Sí, sí. Al trabajar en prensa te das cuenta de cómo funciona el uso de las imágenes, de cómo el discurso oficial, que afirma que la imagen es verdad y que el fotoperiodismo cuenta la verdad a través de las imágenes, es totalmente mentira. Así que me dediqué a recopilar imágenes de otros fotógrafos, de otros periódicos. Había imágenes publicitarias, había imágenes con pixelados, con deformaciones, etc. El fanzine resultante es pura ficción, todo manipulación, todo Photoshop. Me pareció interesante ver cómo eso está publicado dentro de un marco en el que se supone que la imagen es la verdad, verdad objetiva además. Básicamente fue un ejercicio que giraba en torno a la idea de que, de todo el periódico, las imágenes eran lo que más manipulaba.
Ese discurso creo que no debe de ser bueno para hacer amigos en el mundo del fotoperiodismo, ¿tuviste algún problema?
Yo tenía suerte porque el periódico no era muy grande. Nunca estaban encima de mí y generalmente nadie se metía en mi trabajo. Igual sí que a veces no me dejaban poner alguna imagen con algún gesto extraño de algún político. Eso no lo podía hacer, querían a los políticos «bien». Casi todos los que trabajábamos en prensa nos dedicábamos básicamente a la promoción de partidos políticos. No había debates, todos íbamos a tiro hecho a hacer el tipo de fotografía que te pide tu editor.
Sí que me acuerdo de un debate, era la época en la que los blogs ya tenían éxito, cuando Javier Arcenillas ganó Fotocam, un premio de la Comunidad de Madrid, con una foto de unos niños de carácter muy amable. Claro, pasó lo típico. Uno de los que no había ganado se percató de que había una mano que no se sabía de dónde salía. Se analizó y resultó que había una monja que había sido borrada de la imagen, había ganado una foto que estaba manipulada y que además era una fotografía que no venía del fotoperiodismo sino de propaganda de una ONG. El debate fue brutal, de los más enconados que he visto dentro del periodismo en Madrid. A Arcenillas prácticamente lo hubrían fusilado si hubieran podido. Yo me puse a defenderlo, aunque apenas lo conozco. Pero me parece que el debate era de un rollo talibán absoluto. Te estoy hablando de hace años y, en la medida que he ido evolucionando en mi trabajo, me doy cuenta que ese talibanismo sigue allí y cada vez más enconado entre gente como yo. Ahora no me relaciono demasiado con fotoperiodistas, excepto con algunos más tolerantes.
Recuerdo otro debate, una crítica que hizo Noelia Pérez que dijo algo así como que «qué triste el debate por todas las partes». Y tenía razón, son debates de mucha testosterona, de marichulos marcando terreno. Un discursos de hombres, por y para hombres.
Dejas ese mundo del fotoperiodismo para hacer eso que llamas fotografía documental…
Yo estaba buscando cosas diferentes porque ya me aburría hacer la misma foto una y otra vez. Antes las redes sociales no tenían tanta presencia, así que miraba fotos de otros fotógrafos, buscaba blogs, y así encontré el blog de Antonio Xobanouva. Este hallazgo tuvo muchísimo que ver con todo lo que vino después. Él trabajaba en El Mundo, y a mí me parecía que tenía un estilo bastante diferente a la foto típica llena de clichés que hacíamos todos, incluido yo. Empecé a seguir su blog de ‘Casa de Campo’, pero en plan groupie. Todos los días entraba a ver si había subido algo nuevo. Era muy fan. Vi que daba un taller y me apunté. Al final recibí dos cuatrimestrales seguidos con él. Coincidió que me quedé en el paro porque en el periódico intentamos montar un comité de empresa y funcinó muy mal.
Aproveché ese año y medio de paro para hacer un proyecto personal de la mano de Xobanouva, se llamaba ‘Mayoría Absoluta‘. En ese momento vivía en Torrejón de Ardoz, y seguí aquello que te dicen en Blank Paper de que no te tienes que ir a Siria para contar algo que puedes hacer en tu barrio. Yo vivía en un pueblo que tenía el alcalde más votado de España, era del Partido Popular, y tenía un discurso xenófobo brutal. Entre otras cosas, impedían el censo a personas de otros países. Empecé a trabajar a ver qué me encontraba en ese pueblo. Me tiré como un año y medio haciendo fotos y el resultado fue ‘Mayoría Absoluta’, que se convierte finalmente en una maqueta.
Es haciendo ese tipo de fotografías, en las que siento que ya no tengo la presión de hacer fotoperiodismo, cuando noto el salto. Recuerdo a una pareja en un polígono a los que les dije cómo se tenían que colocar, para mí fue muy natural esa escenificación. Yo ya eso no lo vendo como fotoperiodismo, claro, porque si lo haces te pueden apuñalar (por la espalda). Así que le quité la etiqueta y lo dejé en fotografía, fotografía documental si quieres. Quizá esa imagen del polígono es la única que escenifiqué, pero yo ya contaba historias con imágenes y eso para mí era un salto brutal.
Yo te conozco cuando haces ‘Supernova’. Hay algo en ese trabajo que me fascina totalmente pero también genera muchos debates en cuanto a la falta de comunicación con el público.
Yo me veo en proceso, no sé muy bien hacia dónde, ni sé definirme de una manera concreta. Claro, me tiran las dos cosas, llegar a un gran publico y que la gente me entienda y afectarles de alguna manera. Y por otro lado, me llena hacer un tipo de fotografía que a la gente no le llega. Ahora mismo estoy trabajando en las dos líneas, porque es verdad que llega un momento en el que se separan, es inevitable. Con ‘Supernova’ sí que lo note. Empecé a hacer fotos más crípticas. Fue un trabajo que hice porque necesitaba expresarme en un momento que era jodido en lo personal y necesitaba sacarlo de alguna manera. No lo hice por la gente. Después naturalice el proceso de mostrarlo, de hacer un libro, de que la gente lo viera. A lo mejor es ése el error, que este trabajo no era para mostrarlo. Al final lo puse en crowdfunding, pero si me pides una explicación, pues igual de cara al publico no la quiero dar. También afecta a mi pareja, no sé, es para mí.
Gustavo Alemán hablaba de ese trabajo en una charla y te defiende de una manera que a mí me gusta mucho. Dice algo así como que quizá hablas de algo importante para ti con la esperanza de que sea importante para alguien más.
Hombre, ha habido gente que sí lo ha entendido y que ha venido a contarme qué veía en el libro y lo ha clavado totalmente. Al final mostrar una fotografía es una forma de comunicación, es inevitable. A mí me cuesta mucho más verbalizar que hacer fotos y mostrarlas. De hecho, para verbalizar este trabajo he necesitado ir a terapia y tener una relación, digamos, como en una burbuja protegida. El libro de fotos es una cosa mucho más explosiva y más irracional.
Te he leído de ‘Control’, el trabajo que estás exponiendo en PhotoEspaña, que es una reacción al imperio visual capitalista de representación. Yo entro en la sala y esto me llega poco pero hay algo en las imágenes que me gusta y mucho. ¿Nos explicas algo?
Dices que no te llega pero que te gusta, ¿qué pasa, que gustarte no es llegar? Cuándo algo te gusta, ¿no te está llegando? A ver, eso mismo se decía de la pintura. Es un debate que las vanguardias ya han superado y no voy a decir nada nuevo. Por traérmelo a la fotografía, sí creo que la fotografía se usa como un arma que favorece al sistema y todo esto. Llevármela a la abstracción es una forma de desarmar la fotografía, de quitarle ese poder y acercarla más a la poesía o a una experiencia que te puede llegar a gustar sin saber por qué y sin necesitar una explicación. Quizá necesitas una explicación porque el sistema te pide una explicación, éste siempre te pide un porqué y una utilidad. Creo que cuando utilizas una cámara sin la utilidad para la que está diseñada generas un conflicto. Dice Vilém Flusser que esto es revolucionario y a mí me parece maravilloso. Es como coger un coche y en lugar de ocupar la calle, yo que sé, poner flores encima y tenerlo como un jardín. Es revolucionario.
El sistema siempre te pide utilidad….
Por ejemplo, cuando escuchas música y bailas, ¿esa música tiene que tener letra? Para mí esta fotografía es como la música electrónica, no tiene un discurso claro, no tiene ninguna letra, pero sí tiene ritmos y estímulos. ¿Por qué no te preguntas si la música electrónica es útil o cumple un papel dentro de la sociedad? No, simplemente la disfrutas. Puede incluso que te llene de alguna manera y te dé motivos para levantarte cada mañana, ¿eso lo cumple la fotografía?
Para mí seguir haciendo fotografías, hecer fotos documentales, seguir dentro del camino del fotoperiodismo –insisto, para mí– es como hacer una fotografía muerta, o que te desanima o que… no sé. A mí no me motiva nada, vaya. Y estas abstracciones, estas formas bonitas, estos colorines y tal, me dan ganas de hacer fotos. Me dan ganas de salir y hacer fotos. A mí esto me parece suficiente. A lo mejor el discurso es lo de menos, a lo mejor no tendría que tener discurso, simplemente dejarte llevar por las formas, ¿para qué hace falta más? ¿Por qué no utilizamos así la fotografía? No nos permitimos leer las imágenes sólo como experiencia estética, siempre necesitamos un porqué.
Citabas antes a Flusser.
Yo he llegado a Flusser después de acabar ‘Control’, pero da la casualidad de que habla de cosas que yo me preguntaba con este trabajo. Lo que más me interesa de su discurso es que, ya en los ochenta, da explicaciones a muchas de las cosas que ahora mismo preocupan, como a nuestra relación con la tecnología, por ejemplo, y lo hace a través de su relación con la imagen, con lo que no puede ser más interesante para alguien que está interesado en la imagen como yo.
Lo que viene a decir a grandes rasgos es que, como humanidad, necesitamos responder al aburrimiento. Todo está en la segunda ley de la termodinámica, que ahora mismo no es contrarrestada y que dice que todo tiende al caos, a un estado de menor energía o calor. Es Flusser el que dice que frente a esa ley surge la materia o la vida o cualquier tipo de ordenamiento, en respuesta a ese tipo de caos. Y dice que surge por azar, sin programación alguna, que todas las cosas que suceden –las formas, la materia, la energía, todo– surge por azar. Es una especie de juego: de las opciones de lo que se espera que ocurra, ocurre algo que no se esperaba que sucediera. Es un juego de la propia existencia. Es este azar el que ha dado pie a que haya universo, a que haya estrellas, planetas, vida, a que estemos aquí. Entonces Flusser dice que el sentido de nuestra existencia es continuamente enfrentarnos a lo esperable, buscar nuevas manera de hacer las cosas y jugar con las cosas que existen.
Para conseguir hacer algo inesperado nos valemos de la tecnológico, en el caso de la imagen para producir nuevas imágenes, para enriquecer el lenguaje de una manera que no se esperaba. Al propio lenguaje hablado le pasa, estamos continuamente renovándolo y cambiando expresiones. La forma de hablar que tenemos nosotros no es la que tenían nuestros padres o abuelos. Pues con la imagen ocurre igual.
Ahora mismo la imagen viene potenciada por el hecho de que si haces la foto con un móvil la puedes compartir. Y esa persona con la que la compartes, de pronto, la coge y se la lleva a su terreno, le pone un texto encima, la modifica con Photoshop o con una aplicación cualquiera. Lo que está haciendo es reconfigurar lo que tú ya has producido, y están produciéndose diálogos a una velocidad y un ritmo que antes, con la cámara analógica, no sucedían porque iba a un paso muchísimo más lento. Y esto según Flusser es lo que nos da sentido como humanidad, como especie. Porque al final tiene mucho sentido que lo que le pasa a nuestro imaginario nos está pasando a nosotros. Si tú ves el imaginario que se utiliza en fotografía publicitaria, que se supone que es lo más vanguardista que hay porque te están tratando de vender algo y tienen que llamar tu atención, si ves el tipo de fotografía que se utiliza, se parece muchísimo a la publicidad que se hacía hace 60 años. E incluso se parece a la pintura y a imaginarios que ya están agotados.
Lo que esta haciendo ahora la gente con internet es reconstruir todo eso, reconfigurarlo, remezclarlo todo. Por eso es muy interesante el discurso postfotográfico, porque todo lo que está ya ahí lo puedes coger y puedes utilizarlo perfectamente. También puedes generar nuevas imágenes, no pasa nada, claro. Todo está en continua remezcla y creo que eso nos vale a nosotros para alimentar, para no dejar morir el imaginario y el lenguaje.
Esto me parece muchísimo más interesante que seguir haciendo fotos con analógica o centrarse mucho en el cacharrito. Flusser da explicación a todo esto. Es un poco complicado y para no dar mucho la vara mejor que lo lean en el post de Blank Paper.
Lo que le pasa al imaginario nos pasa a nosotros. ¿Cómo llevas el debate representación-realidad?
Llegué en su día por libros como Cultura y Simulacro de Jean Baudrillard o Sociedad del Espectáculo de Guy Debord. Son de la época de mayo del 68 y decían algo así como que todo lo que vivimos es un simulacro y que la representación al final es lo que domina todo, que en nuestra mente todo lo que estamos viviendo está dentro de un simulacro, por así decirlo. Hay mucha gente que acaba criticando esta visión porque dice que al final hay algo de realidad, que no es todo blanco y negro y por eso, otra vez, Flusser es superinteresante
Es verdad que la publicidad o el fotoperiodismo genera una visión de las cosas. Por ejemplo, la relación que tenemos con el continente africano, para nosotros es un continente completo, no hay países, no hay distinciones, son todos negros muriéndose de hambre, ese es nuestro imaginario y nuestra relación con ese continente. Nos lo han mostrado así, y ni siquiera nos hemos planteado si están equivocados o si hay más cosas, nos da igual. Han construido nuestra visión de todo. Nosotros tenemos un imaginario asociado a las mujeres, por toda la publicidad que vemos, que tienen que ir de una manera determinada, maquilladas, vestidas dentro de unos códigos establecidos, depiladas, etc., esto es lo que dice Yolanda Domínguez, que la publicidad nos conforma.
Este imaginario hace nuestra visión del mundo y al final vivimos en base a esa visión del mundo, creo que al final no es muy diferente a vivir una ficción y creer que es la realidad. Es como la gente que cree en Dios y dice que ve a la Virgen. Se lo pueden creer porque nuestra cabeza está ficcionando continuamente, estamos recibiendo impulsos, percepciones y las interpretamos en nuestra cabeza.
¿Es posible fotografiar sin ejercer un poder opresor?
Hombre, desde mi punto de vista, hombre blanco, heterosexual, clase media en occidente y tal… puf, creo que no. O sea, no. Por eso me voy a la abstracción, porque mi conciencia no está nada tranquila.
¿Hay salida a esta situación?
Yo creo que a través de la imagen es muy difícil. Hay una tema sobre el que ya he empezado a trabajar, aunque no llega a ser un proyecto. Se trata de coger imágenes de gente con más poder, digamos Mariano Rajoy, reconfigurar imágenes de ese personaje, darles otro sentido y, por ejemplo, reírme. Similar a lo que hace Daniel Mayrit que utiliza imágenes de los más ricos. Eso está muy bien, por ahí va. Que luego tenga un efecto real, pues a lo mejor no. Pero mucho mejor esto que sacar a los pobres de no sé dónde y ponerlos en una galería.
Tengo que preguntarte, ¿la belleza es fascista, Olmo?
Esto viene por un librito que hay, que no recuerdo el nombre, que era una provocación, un pequeño ensayo que viene a decir que los actores de Hollywood, superguapos y guapas, ejercen un poder sobre la población que al final te subyuga y te llevan a su terreno haciendo lo que te dice este discurso. Eso me lo llevo a la imagen, al punto de que cuando tienes una fotografía perfectamente compuesta y maravillosa al lado de otra fotografía que no tiene esa fuerza hay una relación de fuerza y poder. La fotografía ejerce un poder también. Y una fotografía bella o algo bello, maravilloso, armonioso, ejerce un poder que una fotografía mala ejerce de otra manera. Para mí, la belleza claro que es fascismo. Ahora, cuando ejerces la belleza desde el punto de vista poético en un entorno en el que todo es prosa y todo información, quizá es un fascismo muy diferente.
Esto nos puede llevar a eso que llaman imagen pobre.
El concepto de «imagen pobre» viene de gente como Hito Steyerl, que lo define muy bien. Dice que son imágenes que circulan en la red que están muy comprimidas, pixeladas y que son las que utiliza la mayoría de la población, con cualquier dispositivo y que circula con conexiones muy bajas. Llaman imagen pobre a eso, viene un poco por ahí. Es pobre en relación a la imagen enmarcada y enorme de la galería, por ejemplo.
Una de las cosas que me gusta de las relaciones a través de internet es que se generan diálogos que pueden llegar a ser muy ricos, muy enriquecedores, y que se construyen de una manera mucho más horizontal que el clásico yo hago una foto, la pongo en una galería o un libro y tú la recibes. El sistema de comunicación a través de internet, con redes sociales y demás, favorece que cualquiera coja una imagen y se la lleve a su terreno.
Algo que pasa mucho en redes es que se pone en circulación una imagen y, de pronto, la gente se toma la libertad de coger esa imagen y hacer memes, modificarla, ponerle un pie de foto diferente al que se espera. Estás reconfigurando el significado de esa imagen y llevándola a tu espacio. Esto es una toma de poder sobre la imagen, y sobre ese intento de esa imagen de modificar tu imaginario y ejercer un poder sobre ti. Esto se hace con imágenes descargadas, que son pobres, que se pixelan. Es una forma de facilitar la circulación de imágenes, con lo cual se posibilita que cualquiera pueda hacerlo. También se diluye el concepto de autoría. Las posibilidades que se dan son superinteresantes.
Muchas veces lo que hago es recopilar este tipo de imágenes. Son como una constatación de que la gente esta ejerciendo un poder respecto a la imagen que antes no se podía hacer. Antes eran sólo televisión, prensa, publicidad, siempre de arriba a abajo. Ahora puedes responder, puedes hacer circular esa imagen de otra manera y esto me parece maravilloso.
¿Y no se quedarán esas respuestas en un circuito cerrado que se retroalimenta? Después de las elecciones hubo como una sensación de qué ha pasado que creo puede tener relación con esto.
Discursos desde arriba hacia abajo con Podemos y Venezuela o este tipo de cosas han calado y siguen calando. Ya sólo tener una defensa frente a esto me parece un paso bastante importante. ¿Que quizá a corto plazo no se vea como una forma de empoderarse y convencer a otros? Bueno, es que también seguimos recibiendo estímulos de arriba abajo. Esa visión crítica que podemos tener de esa cosa que viene de arriba, el poder rechazarla, defendernos, y ofrecer una respuesta me parece la hostia. Claro, por mucho que tú intentes contrarrestar, no puedes luchar contra la televisión, los medios o la publicidad porque tienen un discurso mucho más contundente que el tuyo y la correlación de fuerzas es demasiado desigual.
A largo plazo ya está pasando con las nuevas generaciones, se comunican a través de Snapchat, de canales de Youtube. Recuerdo que hace años cubrí unas elecciones e iba yo con mucha prisa a la rueda de prensa de Esperanza Aguirre. Una chica más joven que yo me dijo que dónde iba tan corriendo y al hablar con ella entendí que ni sabía quién era Esperanza Aguirre, ni que había habido elecciones ese mismo día. Que esto genera problemas y conflictos es cierto, pero también es verdad que ya hay generaciones que no están pendientes de la tele, y esto ya es un gran paso. Seguramente esa chica está utilizando la imagen de una manera muy diferente a como la utilizamos nosotros. Quizá nosotros estamos viendo el viejo mundo y nos preguntamos por qué sigue ganando el que ya ganaba en el viejo mundo, pero es que el viejo mundo sigue teniendo sus herramientas y sus fuerzas. Yo creo que estamos en un impasse. Igual que hay gente que sigue creyendo en Dios, que siguen yendo a misa, y que te siguen diciendo que bautices a tu hijo.
Tienes una hija, ¿eres un fotógrafo niñera?
Yo soy más niñera que fotógrafo. De hecho hago más trabajo de cuidado que de fotógrafo en la calle.
Llevas una camiseta de Bicharraca, ¿eres feminista, Olmo?
Yo creo que un hombre no puede llamarse feminista, es decir, como hombre te beneficias de muchos privilegios en el patriarcado. Creo que esto te quita legitimidad para llamarte feminista. Mira, es como si dijera que soy negro, pero no lo soy, no puedo.
Como fotógrafo sí me gusta cuestionar el papel que tenemos como hombres. Hay algún sector de las feministas a las que sigo, que se contentan con que te cuestiones como hombre. Es que la mayoría de los tíos no se cuestionan nada.
Cuéntanos cómo ves el panorama económico para los fotógrafos. Tú parece que tienes éxito….
Éxito en visibilidad. Remedios Zafra en su libro Ojos y Capital dice que la visibilidad viene a sustituir el dinero. Pagamos en visibilidad, y recibimos visibilidad en lugar de dinero. Tiene que ver con cómo el capitalismo gana terreno en otros ámbitos a base de precarizar nuestras vidas. Si hay que decir que yo soy un fotógrafo de éxito, es en visibilidad, no económicamente. Yo creo que hay usos de la fotografía con los que se puede ganar algo de dinero como en el fotoperiodismo, la publicidad, las bodas, o ese tipo de cosas. Pero dentro del mundo del arte te llevas la fotografía a un sitio que ni es comercial ni tiene una función muy clara acorde al sistema. Es muy difícil que haya gente con dinero diciendo «venga toma chaval, para ti». Yo vivo porque llevo la comunicación de redes, hago gestión cultural, doy clases, hago alguna boda. Es una mezcla de muchas cosas.
Seguro que nos puedes dar algunas referencias interesantes. Cuéntanos esas cosas que te hayan cambiado la vida.
Flusser por supuesto. Dentro de la fotografía soy muy fan de Julián Barón, que ha tenido una trayectoria y un discurso de la imagen que a mí me ha influido muchísimo como profesor, en lo personal y como artista. Creo que no tiene un reconocimiento acorde a lo que ha aportado. Luego Nieves Limón (y más gente) ha hecho un trabajo brutal con Género y Figura, creo que ha hecho que el debate sobre el papel de la mujer en la fotografía esté mucho más presente. Por ejemplo, que el festival Baffest de Barakaldo sea un festival de mujeres creo que quizá no se hubiera dado sin Género y Figura.
Cambiar la vida, además de lo que he dicho ya, pues Blank Paper. Sin esta escuela y colectivo no sé a qué estaría disparando con la cámara ahora mismo, miedo me da pensarlo. También que me echaran del periódico por sindicalista, me quitaran el carnet de prensa y me dieran la libertad, literalmente. Tener profesores tan malos en la universidad y tan buenos en la escuela de arte San Telmo de Málaga. Y mi pareja y mi hija, claro.