La semana pasada salió en las redes sociales la denuncia de abuso de varias fotógrafas mediante un manifiesto conjunto y consensuado donde se da cuenta de los abusos cometidos por el fotógrafo Christian Rodríguez incluyendo engaño y contrapartidas de tipo sexual (virtual o mediante fotografías).

Se comenta en el escrito el modus operandi del sujeto, que es el típico del acosador sea o no fotógrafo: cierta posición, cierto reconocimiento dentro de la profesión, acceso a las fotógrafas…, sin olvidar una posible apropiación de trabajos y el consiguiente menosprecio sobre la capacidad fotográfica de la mujer acosada. El poder del «hombre importante».

No es la primera vez que pasa: no podemos olvidar el caso de Terry Richardson con las modelos para sus fotografías que, al principio era: «Es que así es Terry…». Así es Christian, o el comisario indio que decía «mover todos los hilos» en visionados a cambio de favores sexuales. Nos importa entre poco y nada «cómo sean» Terry, Christian o el tipo que actúa así. Lo que nos atañe es que ninguno toma una postura profesional ni ética en relación con las mujeres con las que trabajan.

La fotografía es un medio lábil donde firmar un contrato es casi una heroicidad y donde casi todas las cosas se hacen por contraprestación: yo te ayudo en esto y tú me consigues esto otro. Es, en principio, un acuerdo entre iguales o entre complementarios: un fotógrafo necesita una persona como asistente o como modelo y si nadie se presta, no hay foto. También, y más en estos casos, se trabaja con el cuerpo y aunque las representaciones de mujeres desnudas, enteras o en trozos (sí, me refiero a ESE CUADRO que os viene a la cabeza) inundan el mundo del arte, parece que no es suficiente. Y no, no lo es porque detrás de todo esto está el abuso.

No quiero dejar de señalar que hay multitud de excelentes fotógrafas a las que no se les presta atención por su trabajo y lo tienen más difícil para acceder a becas, residencias, etc. El gesto del colectivo La Caja de Pandora y la acción que impulsó el mismo, una denuncia hecha en una residencia al final de la misma como trabajo final contra uno de los promotores por abusos, pone el foco en una situación que no es extraña. El abuso de Rodríguez (perdónenme todos los Rodríguez fotógrafos que sí tienen una actitud ética en la profesión) es otra muestra más.

La debilidad que obra en nuestra contra como mujeres para acceder de modo igualitario a las oportunidades se ve incrementada por estas condiciones de contraprestación, donde no se equiparan los términos profesionales que pone cada parte. Dentro de las actividades a realizar no está especificado el sexo ni la apropiación de trabajo ajeno como si de un equipamiento (cámara, trípode, lentes) se tratara. La esfera privada (y el sexo entra en esa categoría) no tiene necesariamente que mezclarse con lo profesional. ¿Es tan difícil de comprender? Seguro que cualquier oficinista que ficha de 9:00 a 18:30 lo tiene claro.

No hay receta sobre la ética de un profesional. Se supone que deberíamos tenerla tatuada en las meninges porque se trata de esto entre muchas cosas. No se queda en qué foto no sacar en fotoperiodismo de guerra, o cómo no manipular un fichero para que resulte más impactante (cuando hablas de vejaciones, este ejemplo da risa y lástima, lo sé, pero todos los años sale como lo más importante en el mundillo fotográfico… Mirar para ver). La ética es, ante todo, una actitud profesional de respeto frente al otro como un igual, no como un subordinado a la merced del «importante» de turno.

¿Y qué hacemos frente al abuso? No hay contratos, pero se puede decir NO si te ves en esa situación. Amenazar con denunciar y actuar: poner denuncias. Denuncias en comisarías o en otras instancias con regulación sobre abusos y denunciar en redes sociales. Tomar conciencia como mujeres y como profesionales de que, si has sufrido abusos, no vas a ser ni habrás sido la única, y siendo un trago de agraz el reconocer el daño (y revivirlo), ni por un momento culparse y cuanto antes y del modo más efectivo posible -para eso están las redes sociales-, denunciarlo. Por las demás. Por ti.

Alto y claro. Fuerte.

¡Ah! No me olvido de la otra mitad del mundo, los compañeros fotógrafos (hombres). Se necesita también vuestro apoyo y vuestra implicación. No son necesarios grandes gestos: si llega a vuestro conocimiento que una fotógrafa ha sido acosada, ha sufrido abusos, apoyadla. La podéis acompañar a presentar la denuncia (es un mal rato, esa ayuda es muy valorada), o difundir su denuncia en redes sociales. Es una opción individual, pero entra dentro de la actitud de respeto profesional de la que estamos hablando. Vosotros también.

Frente al abuso, denunciadlo.