El caso es que en su día fui un aplicado alumno de biología con cámara de fotos. Fue la naturaleza la que me asestó el aguijón envenenado de la fotografía. Era una herramienta, pura imitación y, ahora, un camino interminable de visión personal. Seguiré rebotando entre horas de espera, de sentimientos del día anterior, de rabia de ver un lugar precioso destrozado por el fuego. Ahora, me confieso, abandonando poco a poco y por aburrimiento los instantes decisivos de Cartier Bresson y quedándome con los entretiempos de Robert Frank. Vaya… ya me estoy metiendo en otro jaleo. Necesitaré un nuevo ensayo para esto.

Es curioso cómo al fotógrafo de naturaleza se le acusa de suertudo. La famosa frase «esa foto también la hago yo», clásicamente acompañada de «si tuviese tu cámara». Lo que algunos de estos acusadores no saben es que muchas de esas imágenes se consiguen compartiendo el mismo instante. Allí están contigo, pero no miran lo mismo. La fotografía de naturaleza tiene mucho de esto. De postales de parajes revisitados y fotografiados hasta la saciedad a miles de kilómetros de casa. Sobra decir que los que se quedan en la base técnica de mis fotografías van por un camino bonito, pero equivocado.

Nada es fortuito en la fotografía de naturaleza. Eso lo defenderé hasta la muerte. Me he preparado y he vivido lo suficiente como para saber que mi subjetividad a la hora de enfrentarme a la fotografía depende de variables que ni siquiera controlo: de mi interior, de mi pasado y de mi presente, de si soy feliz o no justo antes de disparar. Es un camino que hay que ser muy consciente de iniciar, justo en el momento en el que crees saber lo que estás haciendo, para llenar tu vida de dudas sobre hacia dónde te llevará la siguiente fotografía. Pero para nada es fortuito. Es una decisión consciente y buscada por adicción.

Por eso, respeto que alguien se ponga en mi lugar y crea que ha conseguido la misma fotografía que yo. No me preocupa en absoluto porque ni por asomo siente lo que yo siento, eso es mío solamente y, fotografíe o no, confieso que a mí esa sensación me pone. Y no necesito viajes idílicos. He encontrado mis mejores escenarios en el camino que lleva a la casa donde me crié. Os juro que disfruto de este momento
y la mayoría de las veces esto es mejor que lo que sucede después de apretar el botón.

Mark Rothko decía que basta con más emoción, más experiencia vital y menos tecnología. Por eso me encanta la fotografía, porque uno la naturaleza con mi vida, busco la emoción fuera y dentro de mí. Si eso sucede, ya me busco la vida para disparar con placas o pintarlo con boli en mi antebrazo.

La fotografía de naturaleza es algo más que manuales de técnica, de momentos decisivos y viajes irrepetibles. Todo eso está genial para uno mismo, pero es pólvora mojada. No tengo muy claro que realmente le importe a alguien si he madrugado o no, o si he caminado 15 horas para acabar arrastrándome por el fango. Queremos que la emoción del momento quede reflejada en la imagen y no niego que el resultado final de una imagen de naturaleza está determinada en gran medida por todas estas circunstancias vitales que las hacen tan especiales. Pero, ¡ojo con la dinamita emocional con la que cargamos nuestras imágenes de naturaleza! Yo me limito a sacar fotos, pero a quien las contempla puede importarle un comino si he sudado sangre o la cámara se ha disparado sin querer. Son sólo fotografías que cuentan historias. Sólo somos fotógrafos, que no es poco.

Algunos de nosotros creemos que la experiencia vivida impregna nuestras imágenes. Un día elegí estar preparado para cuando eso sucedíeúa. Decidí tener la fotografía como compañera de vida. Esos momentos que puede ser más o menos intensos, más o menos fugaces. Hay pocas cosas que me exciten más de la fotografía que saber que estoy delante de algo que están mirando muchos pero que sólo estoy viendo yo. Esa realidad que es tan personal.

Es llegar al corazón de otra persona consiguiendo que su propia vida se una por un hilo insignificante o por un flash de dolor a cada imagen. Es conectar con otros que nunca han visto lo que tú has visto. Es lograr la emoción o la pena en el mismo instante en que la imagen entra por los ojos o lograr que alguien se emocione tras minutos quieto delante de ella. Es comunicar y contar historias. Es para mí desnudarme dejando salir lo que de otra forma no soy capaz de sugerir. Y hacerlo a través de la naturaleza es una decisión con la que me gusta tontear.