La semana pasada pedimos a nuestros colaboradores que nos recomendaran libros. Y Carmen Dalmau no nos recomendó uno, sino tres. Tres grandes libros para comprender el panorama artístico actual, encabezados por ‘El arte en la era global’ de Anna María Guasch. Más libros para no perdernos con las nuevas tendencias y entender mejor lo que vemos antes de juzgarlo.
El ejercicio de elegir un libro entre tantas opciones posibles es para mí un esfuerzo heroico, porque habiéndome decidido por uno, siempre me asaltan otros que considero imperdonable dejar de mencionar. El título que finalmente traigo a este espacio, pues considero que alguien que se ocupe de la fotografía hoy, no debería ignorar lo que ha sucedido en el mundo del arte, es ‘El arte en la era global’, de Anna María Guasch –Catedrática de Historia del Arte Contemporáneo en la Universidad de Barcelona– y que es continuidad de otro publicado por esta autora en 2000, ‘El arte último del siglo XX’.
Es una convención establecer el transcurso de 25 años para alcanzar cierto distanciamiento que permita comenzar a analizar los hechos y acontecimientos desde una perspectiva histórica. Guasch toma como punto de partida de su ejercicio de recapitulación, porque siempre conviene proceder arrancando de un hecho concreto, la mítica exposición de de Magiciens de la Terre celebrada durante 1989 en el Centro Georges Pompidou, que se recreó/repensó en 2014, convertida ya en una exposición de culto.
Anna María Guasch considera que un instrumento válido para ir estableciendo una cartografía del arte en el siglo XX, y de las casi dos décadas del XXI, es el estudio estratigráfico de las grandes exposiciones con vocación de tesis sobre el estado de la cuestión del Arte, que se van sucediendo en los grandes centros internacionales de arte o en los grandes encuentros de cadencia regular ya sean las ediciones de la documenta de Kassel (1955) o de las bienales de Sidney (1973), ), Sao Paulo (1951), ), La Habana (1984), o la de Venecia (1895).
Magiciens de la Terre se inauguró pocos meses antes de la caída del Muro de Berlín (9 y 10/ 11/1989), punto de inflexión en el mundo que habíamos conocido, el “siglo corto”, e inicio histórico de un siglo regido por nuevas reglas, entre ellas el paso de la historia del arte mundial a la global. El mundo del arte euro-americano, etnocéntrico, se ha convertido en un mundo multicultural, pluricéntrico, polifónico, en el que exilios, nomadismos o diásporas han alterado el significado del espacio y del tiempo.
Magiciens fue desde el ámbito antropológico, cultural y artístico uno de los primeros intentos, aún con todas sus carencias, entre ellas que nunca en esta exposición el arte de occidente fue considerado el arte del “otro”, para desmontar el cómodo paradigma occidental hegemónico y centralizado, ocupándose de los artistas de la periferia y alejándose del centro. Es decir, comenzó a plantearse seriamente que la Historia del Arte en el siglo XXI no podía seguir estando regida por los principios estéticos de la razón kantiana.
El espacio y el tiempo de lo visual ya no logran entenderse bajo el auspicio de un desarrollo lineal y progresivo de la Historia. Así, otro interesante y brillante historiador del Arte, Keith Moxley, en su obra ‘El tiempo de lo visual. La imagen en la historia’, (Sans Soleil Ediciones. Barcelona, 2015) desarrolla el concepto de heterocronía, el tiempo de lo global, frente al tiempo anacrónico, el tiempo de los paradigmas antiguos. La capacidad de la historia es percibir el pasado en el presente.
El libro de Anna María Guasch, que puede funcionar como un manual del arte de los últimos 25 años, se presenta dividido en cuatro partes, a modo de líneas necesarias de reflexión, entendiendo que el arte es un reflejo del mundo que nos rodea y que por tanto intentar analizar el arte actual supone una tentativa de comprensión del mundo. El arte actual debe responder a las necesidades estéticas, éticas, culturales y sociales de la comunidad a la que pertenece. Y ahora, en esta nueva era, se hacen visibles muchas comunidades, con tiempos diferentes, a las que no se puede ignorar si se quiere mapear la realidad del arte contemporáneo.
La Historia del Arte contemporáneo dentro del Arte Global no puede seguir siendo una historia lineal y tiene que intentar atender a las múltiples modernidades.
La primera parte se dedica a los códigos de lo global, en los que los límites y las fronteras son cada vez más líquidos para los artistas contemporáneos que tienden a desplazar el interés del arte reflexivo al performativo, en el que los museos no tienen paredes y las ciudades son laboratorios de ideas.
Hay que cuestionar el síndrome de Marco Polo según el cual ocuparse del “otro” desde la mirada del centro e incorporar el arte periférico a los circuitos internacionales no necesariamente es atender a la diversidad de la interculturalidad y se corre el riesgo de caer en una tribalización.
La segunda parte atiende a las teorías y los discursos de lo global a través del pensamiento de figuras como Derrida y Foucault, ocupándose de teorías periféricas tales como la mirada oriental, el discurso antillano, el tercer espacio y el vivir en los bordes, la subalternidad o la hibridación.
El fin de la modernidad monocultural supuso la emergencia y la consolidación de un discurso que domina las prácticas artísticas contemporáneas, pero también las curatoriales, teóricas e historiográficas: el discurso de la otredad, de la identidad, de la diferencia que intenta dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿Quién tiene autoridad para hablar de la identidad o la autenticidad de un grupo? ¿Cómo chocan y convergen el yo y el otro en los encuentros de la etnografía, los viajes, o las relaciones interétnicas? ¿Qué narrativas pueden explicar la presente gama de movimientos locales?, ¿Cómo integrar lo local en lo global?
Ana María Guasch
La tercera parte, situado ya previamente el lector en los nuevos códigos y teorías, se ocupa de las exposiciones globales antes citadas, especialmente de Magiciens de la Terre, las polémicas surgidas a su alrededor y del efecto Kassel.
La cuarta parte, la más extensa y arriesgada, plantea los giros de lo global. Es también la más interesante para el lector artista visual o artista polivalente. En la era global las historias del arte que cuentan los ismos, los estilos, las tendencias artísticas o las condiciones creativas no sirven para explicar el arte de la era global y lo que se trata es de intentar establecer nuevas narrativas del arte.
Los giros de lo global del arte contemporáneo son para Guasch, el giro geográfico (Carlos Garaicoa), el ecológico (Ursula Biemann), el etnográfico (Hannah Collins), el giro de la traducción (Antoni Muntadas), el giro dialógico (Nuria Guell), el giro de la Memoria y de la Historia (Fernando Sánchez Castillo), el giro documental (Harun Farochi) y el giro cosmopolita (Dayanita Singh).
Junto al turn (el giro), la palabra network es clave para entender cómo los artistas entran en contacto unos con otros, trabajan juntos, participan en las mismas discusiones críticas, y lo hacen en los puntos de transición aún dentro de sus trayectorias decididamente individuales.
Ana María Guasch
No quiero terminar la reseña sin citar otro manual de reciente publicación y ya imprescindible para la enseñanza de las artes en universidades y escuelas, ‘Universidad sin créditos. Haceres y artes: un Manual’, Ediciones asimétricas. Madrid, 2016.
Los autores de este manual –Selina Blasco, Lila Insúa y Alejandro Simón– , desde la experiencia de la Facultad de Bellas Artes de la UCM que fue La Trasera (2010-2014) lo han concebido como una maravillosa herramienta útil para generar y activar nuevas estrategias para interrogarnos sobre el arte y su enseñanza en la era de lo global, algo que la comunidad artística y educativa no debería ignorar.
El libro, como corresponde a un manual que responde a los giros de lo global, es coral, y una de sus voces recogidas, la de Isidoro Valcárcel Medina, se ocupa del Tiempo en esta Universidad sin créditos: «Podría resumirse que la universidad enseña lo asumido, pero se desentiende de lo inesperado… y esta actitud en las Escuelas de Bellas Artes, frustra el riesgo del tiempo futuro».
Y los buenos libros nunca se desentienden de lo inesperado y de la sorpresa que va conectando a unos con otros.