Esta foto se hizo para la portada de un libro. En ella el fotógrafo y la cámara parecen estar mirando idéntico horizonte lejano. Lo que es seguro es que no ven lo mismo porque igual que a los bomberos lo primero que les enseñan es el triángulo del fuego, lo primero que nos enseñan a los fotógrafos es que la cámara no ve como lo hace el ojo humano. Faltaría más. Aquí, mientras el fotógrafo parece meditar sobre lo que percibe, la cámara parece esperar a que su dueño se decida. Mientras el autor se toma su tiempo para reflexionar sin prisa alguna, a la pobre cámara le está cayendo una ración de rayos ultravioleta de esas que hacen historia. En una ocasión la misma cámara tuvo que estar toda la noche a la intemperie sólo porque su propietario se empeñó en hacer una exposición nocturna que durase toda la noche. Y encima era invierno. Si eso se lo haces a tu perro, llega la protectora de animales y te pone una denuncia que se te caen los pantalones. Está claro que hay cámaras a las que deberían hacerle un monumento. ¿No le han puesto a una calle de Leganés el nombre de AC/DC? Pues eso.
