Es normal entrar en muchas exposiciones de fotografía y encontrarte con una serie de personas que tratan de preservar las obras y evitar actos vandálicos. Lo que no es tan normal es encontrarte a Chuck Norris en una de esas exposiciones (sobre todo si resulta que había desparecido en combate hace años). Y aún más inquietante es encontrártelo así, firme como un palo, la mirada desafiante sin pestañear, el torso en tensión y las manos disimuladamente en los bolsillos pero dispuestas a asestarte un golpe mortífero de kárate. Confieso que a mí se me quitaron las ganas de seguir viendo las fotos. Imaginaos que os acercáis a una de esas preciosas imágenes para comprobar el enfoque, la solidez del montaje o la calidad de la copia, y se os echa encima Walker Texas Ranger. Pues ya sabéis: un buen par de puñetazos, las manos esposadas en la espalda y una noche como mínimo en la comisaria. Y si te pones tonto, a Guantánamo, por imbécil. Y digo yo, ¿no podían haber contratado a una empresa de seguridad española?
