Imagino que os acordáis de ese chiste en el que un macarra sube al autobús y el conductor le dice que se agarre bien porque la carretera está llena de curvas y va dando frenazos todo el rato. El colega pasa de agarrarse aunque el conductor le avisa de que al final se va a caer, hasta que en un frenazo brusco sale disparado y se empotra contra la parte delantera del autobús dándose un hostión de campeonato. Entonces el macarra se vuelve al conductor con la cara amoratada y le dice: “me joden los profetas”. Bien, pues yo digo: “me joden los listos”. Resulta que hay quien afirma que la fotografía es toda una y no existen distintas clases, por lo que no tiene sentido hablar de analógica o digital.
Resulta que el fotógrafo que aparece en la imagen tuvo que esperar casi tres minutos para poder realizar la exposición deseada puesto que no podía aumentar la sensibilidad de la película utilizada, como sí se puede hacer cómodamente en una cámara digital. Después de ello, como no sabía lo bien o mal que le había quedado la foto, se fue con una ansiedad de pelotas y lleno de dudas. De hecho, como no podía dormir de lo nervioso que estaba (de esa foto dependía un porfolio entero), tuvo que tomarse media caja de Sumial para poder conciliar el sueño. Y como todo medicamento tiene efectos secundarios, luego se pasó una semana con los dedos entumecidos y teniendo pesadillas horribles.
Además, después de hacer la foto, nuestro protagonista se colgó los veinticinco kilos de equipo fotográfico a la espalda y regresó a su vehículo, al que llegó dos horas y media después de haber realizado la dichosa fotografía. Debido al peso, la espalda le dolió durante todo el viaje de vuelta y tuvo que acudir varias veces a un fisio para calmar las molestias. Así que pagó el relajante, las pesadillas, los dolores de espalda y las sesiones de fisioterapia. Sin contar con lo que le cobró el laboratorio por el revelado y el escaneado de la foto. Y alguno seguirá diciendo que toda la fotografía es igual. Y habrá personas que pregunten por qué este fotógrafo no cambia de equipo y se pilla una cámara digital más cómoda y ligera. Pues sencillamente porque no quiere que luego la gente le señale por la calle y diga: “Mira, este es el pringao que defendía a muerte la fotografía analógica”. Por eso, y más cosas, me joden los listos. ¿Ha quedado claro? ¡Pues hala, a darse un aire!