No tengo canción para septiembre. De tenerla sería triste, tal vez, o tal vez fuese emocionante, emocionada ante la presencia de algo absolutamente nuevo: un año por estrenar.
Porque el año empieza ahora, nadie podría convencerme de lo contrario; septiembre es más dulce pero también más potente que enero, y bastante más seductor. Como el amor en ‘September song’: strong as a lion, soft as the cotton.
Pensaba el otro día en ‘Le roi des aulnes’ [1], el ogro que se comía a los niños como último acto de amor. Tournier, como todo buen escritor, se permitió imaginar con su don literario los aspectos más sublimes y más negros del comportamiento humano, apartándoles en ocasiones de la ética y estética imperantes en la sociedad de su época; evocar posibilidades extremas y extremadamente chocantes, sacudir el bien pensar planteando preguntas ineludibles y obligar a la reflexión acerca del porqué de nuestros actos. La novela, magníficamente escrita, ‘bizarra’ y perturbadora, releva así de un acto provocador.
[Por si alguien no lo sabe, Michel Tournier fue uno de los tres fundadores de las RIP de Arles. En los primeros años del festival, se le podía ver pasear por las calles de la pequeña ciudad romana con sus compañeros de aventura, Lucien Clergue y Jean Maurice Rouquette [2]; a ellos y a algunos más –Ronis, Doisneau, Lartigue, Álvarez Bravo…–. Tuve la suerte de ver a algunos de ellos; no es ninguna ganga pensar que han pasado tantos años –cerca de cuarenta– pero también me llena de una dulce nostalgia. Septiembre, ya se sabe.]
Y todo esto me hizo pensar en ¿qué hacemos con la fotografía, con el arte en general, si no es crear, imaginar, explorar, chocar, herir, perturbar, interrogar? Y si no lo hacemos todavía, ¿por qué no decidir liberarnos de lo que sabemos e indagar entre los bosques desconocidos, o simplemente ignorados hasta ahora? Septiembre, este hermoso mes decadente, encierra también todas las promesas de un año naciente para dedicarle a la búsqueda de lo que somos y tal vez nunca nos atrevimos a mostrar. Un año, un curso, como el del río que pasa y veremos pasar, siempre con otras aguas, potencialmente capaces de inspirarnos la osadía de la autenticidad.
No nos va a hacer falta ninguna estridencia, ningún grito. Cualquier silencio puede significar un aullido y hay sutilezas que pueden revolcarnos el corazón. Lo realmente innovador puede encontrarse en un clasicismo bien empleado o en la escondida lógica del caos, no todos somos reyes de los alisos. Aportemos al patchwork del mundo algún trozo inesperado, inaudito. No es cierto que esté todo dicho. Decía bien, Lavoisier, que «rien ne se perd, rien ne se crée, tout se transforme» [3]. Todos los días nacemos al mundo, cargados de memoria, experiencia y conocimiento, pero la mente abierta a lo nuevo, inexperimentado aún el futuro, dispuestos a re-escribirnos. ¿Dispuestos a re-escribirnos? Este es el reto.
Emprender algo nuevo[4].
Ver algo por primera vez. Alejarse de las tendencias y de los caminos hechos nos obliga a mirarnos y a salir al campo un poco más desnudos. El aire fresco está aquí para llevarnos. Por fin es septiembre.

© Jing Huang