María es una chica esquisita –me gusta el portugués que encierra en una misma palabra las dos acepciones: extraña y deliciosa–.
Nos hemos acostumbrado, como sin quererlo, casi sin quererlo, a ver sus manos pequeñas –dedos cortos, uñas cortas, estética infantil– tocar lo más anodino de las calles; robar, intercambiar cosas igual de anodinas, o rozar partes de nuestros cuerpos sin que siquiera lo sintiéramos. María es rara y actúa como lo hacen los niños tímidos, a hurtadillas cariñosas, a golpe de súbitas y telescópicas audacias pronto guardadas otra vez en su secretísimo placard.
¿Qué es lo que quiere esta niña imprudente en sus medidos gestos, qué nos quiere enseñar esta Alicia perdida entre los accidentes de la ciudad? Siempre me han interpelado sus acciones furtivas y valientes y a menudo he pensado en la osadía de los muy vergonzosos, o de los insatisfechos. He llegado a pensar en que María quiere remendar el mundo en el que vive, hacerlo un poco menos áspero para, justamente, poder vivir en él. Su cabeza pulcra, su pelo retenido, su estricta vestimenta también hablan de ella: modestia, discreción e ideas clarísimas.
No ha elegido lo más fácil, no, pero se empeña con la testarudez, otra vez pueril, es decir con toda la pureza de los infantes, con toda su fuerza novata, su inamovible fe en la posible bondad –bondad al fin y al cabo– de la existencia.
Tengo entre mis manos este libro pequeño y último que me ha regalado. Se llama ‘Claustre’ y creo que no es ningún azar lo que haya guiado sus pasos hacia esa palabra: cerrada, casi muda. En ese espacio medio derrumbado, María ha buscado los tesoros aún vivos y se los ha regalado a hombres y mujeres anónimos, ligándolos para siempre al yeso y a la piedra de las paredes centenarias. Ha realizado una liturgia [1], no tan pagana como podría parecer, ha re-ligado lo humano con su ascendencia, con parte de su historia, que es la universal.
“Todas las piezas están realizadas con un fragmento de yeso de la pared del claustro de La Seu Vella en mi mano izquierda”. Cuando me imagino su mano sosteniendo ese fragmento de tiempo, re-escribiendo en un espacio pequeño la historia también pequeña que construye la gran Historia, siento muy adentro de mí la sensación de lo eterno, de lo que pasa a través de los siglos permaneciendo inmutable, de la solidez de la creencia. La veo luego pintarrajear de líquido lechoso los lienzos de su vida –tela, muro, foto… qué importa–, preservando con voluntaria torpeza fragmentos de cuerpos que significan vida, incidentes, momentos aleatorios, enigmas indescifrables de los seres, contenedores radiantes o banales de lo que llamamos vida, a veces muerte.

© María Sánchez
Aunque la muerte no me parece tan presente en esas performances diminutas formando círculos pequeños de sus andares entre nosotros. Es más, creo sinceramente que María nos quiere rescatar de una cierta muerte en vida que nos corroe. Tal vez, con sus caminatas urbanas, esté pensando en inventar una nueva cartografía de los sentidos y me recuerda de manera fulgurante a un Robert Walser de aquí, haciendo el trabajo sencillo y complejo de engarzar hermosas cuentas en un collar de invisible hilo.
María tiene pasión por las manos, las suyas y las de todos. María quiere tocar y siento hasta en mi alma la presión de su dedo menudo intentando comunicar, encontrar, establecer el contacto que nos salve. Que nos salve, ¿de qué? Posiblemente de lo que nos acecha y no vemos: de la indiferencia de una sociedad incomunicada en medio de tanta comunicación, de la pobreza de nuestra vida interior, de la rutina que nos desgasta, del no man’s land del que parecemos no poder, ni a veces querer, salir y nos muestra del dedo, de su dedo no acusador sino clemente.
María Sánchez es una chica rara a la que hay que mimar: no abundan los seres bienveillants[2] en el mundo, es una especie en vía de extinción que conviene preservar.
[1] Del latín liturgĭa, que a su vez proviene de un vocablo griego que significa “servicio público”, la liturgia es el orden y forma con que se realizan las ceremonias de culto en una religión.