Ciuco Gutiérrez es un fotógrafo de los que ha abierto camino en España, buscando lenguajes propios o siendo avancadilla de los fotógrafos que entran en el mercado del arte. Sus fotógrafías han evolucionado a lo largo de su carrera, pero el color, la cultura pop, la reivindicación de lo kitch unas veces y de lo onírico en otras son muy reconocibles. Además ha sido profesor de varias generaciones de estudiantes en Efti, para los que ha sido una fuente de inspiración. Desde el 1 al 27 junio expone, en la galería My Name’s Lolita Art, su nuevo trabajo ‘Pinturas escogidas’, dentro de la programación Off de PHotoEspaña, una buena excusa para la entrevista de Agustín Roba.
Caminando al estudio de Ciuco Gutiérrez, la imaginación me lleva a pensar que voy a entrar en La fábrica de chocolate Willy Wonka. Al abrir me recibe Lola, su perrita. Bajamos al estudio y la conversación fluye tan bien que, cuando termina, me doy cuenta de que no he podido observar los millones de objetos que parecen rodearlo.
Ciuco ha sido mi profesor y he de decir, de una de las mejores clases que he recibido nunca. Ya llego con admiración y también sabiendo que es una persona que ha roto moldes. Para mi es el Almodovar de la fotografía y quizás el fotógrafo que mejor representa una época de España.
Repasando tu trabajo, como artista y docente, destacan la pasión y las emociones. ¿Cómo llegas a esas emociones y cómo se reflejan en las imágenes?
Yo considero que la pasión es nuestro motor. Un motor muy fuerte que te hace moverte y mover el mundo para conseguir tus objetivos. Como cuando te enamoras de una manera apasionada y haces todo lo posible para conquistar a la pareja. Hablo desde la distancia que me da la edad. Porque cuando tenía treinta años, no sabes cuántas personas de mi entorno se autoproclamaban artistas o fotógrafos y hablaban de hacer esto y lo otro. Y luego, generalmente, los que hablaban mucho no han hecho nada y los que callábamos, alimentábamos nuestra pasión y hemos seguido.

© Ciuco Gutiérrez
Yo creo que cuando conectas con esos lugares tan personales, con esas emociones tan fuertes, que te hacen vivir, nunca debes negarlos ni renunciar a ellos. Sé que antes o después en tu vida vas a mirar atrás, con setenta u ochenta años, y vas a decir: «¡Pero qué gilipollas fui!» o «¿Por qué no fui detrás de esa mujer, o de ese tío?”. Te vas a hacer preguntas sobre las grandes idioteces que has podido cometer en la vida.
¿Cómo llegas al medio fotografico?
Para mí, el descubrimiento de la fotografía fue un shock que cambió mi percepción de la vida y de las cosas. Me lo ha dado todo, y como me ha hecho sentirme vivo, quiero contagiar a la gente de eso. Pertenezco a una generación en la que hemos ganado dinero con la fotografía, pero no es tanto lo económico, sino cómo me ha centrado en la vida y he canalizado a través de ella muchos conflictos y emociones. Me ha llevado por muchos caminos… No voy a decir al de la felicidad, porque parece un poco de idiota, pero sí a unos lugares muy chulos, y desde ahí hablo.
¿Qué ha influido en tu trabajo?
Yo soy de Cantabria donde llueve mucho, las relaciones son muy particulares y la gente es bastante rara. Yo debía ser un tío muy neurótico, pero desde hace años me voy dando cuenta de que en gran parte se debe a mis circunstancias familiares. Éramos cuatro y yo era el mayor con tres hermanas pequeñas, aunque diez años después llegamos a ser cinco.
Nací en el 56, por tanto, viví la muerte de Franco cuando iba a cumplir 19 años y fui consciente de lo que era la dictadura. En aquel momento los padres, sobre todo mi padre, no podían soportar que su hijo jugara con cosas de niñas, por lo que no podía jugar con mis hermanas y pasaba mucho tiempo sólo en mi habitación.
Creo que eso era una defensa para proteger a su hijo, porque desconocían los mecanismos de cómo se podía llegar a ser gay. En esa época, un homosexual estaba perseguido, la policía les pegaba cada dos por tres, los metían en la cárcel y no le daban trabajo. Ellos tenían la idea de que si permitían que jugases con juguetes de niñas podías llegar a ser afeminado y convertirte en maricón y que ellos serían responsables. Ahora, dicho así, parece que mi padre era un salvaje, pero la verdad es que toda la sociedad era así. Por ejemplo, en esa época, yo si tenía la consciencia de lo que era un maricón pero no supe lo que era una lesbiana hasta la democracia.

© Ciuco Gutiérrez
Yo creo que eso configuró un mundo de soledad, un mundo de introspección, donde jugaba con mis juguetes y generaba muchas imágenes. Hacía construcciones, y a menudo me tiraba al suelo y las miraba desde abajo y desde distintos ángulos, así que establecía un juego muy voyeur.
En el instituto tenía una asignatura, Historia del Arte, que me fascinó y empecé a coleccionar cuadros. Tenía folios blancos y recortaba los cuadros de los libros y los pegaba. Y así fue como construí la mirada. Ya te digo que entonces eran todos juegos de un tío muy neurótico, un coleccionista que acumulaba y que estaba solo. Básicamente estaba solo.
¿La neurosis no es algo que desaparece, es algo que has alimentando estos años?
Yo creo que la neurosis puede convertirse en una patología si no la canalizas. Lo que te permite la fotografía es hacer una proyección muy fuerte de ti y de las imágenes que habitan tu imaginación, lo que te permite canalizar la neurosis. Yo creo que no hay ningún aficionado o profesional de las fotos que no tenga ese Código Neurótico. Por un lado, necesitamos acumular y por otro soltar.
¿Cuando hablas de fotógrafos, imagino que se amplía a artistas?
Lo que tiene la fotografía, respecto a otras actividades artísticas, es que otras disciplinas como la pintura y la música requieren un entrenamiento muy fuerte para poder sacar algo que tenga valor; sin embargo, en fotografía hay gente que sólo ha hecho fotos con el móvil que de repente tiene cosas. Si una persona totalmente inexperta hace 100 fotos en un día, es probable que haya dos, tres o cinco, que tengan un punto. El feedback es muy rápido.
Otra cosa que me ha intrigado leyendo sobre ti es cómo te alejas de la moda de entonces que era el blanco y negro, exponiéndote al fracaso.
Al principio los temas de mi fotografía giraban en torno a la soledad. Recuerdo que había algo que me fascinó: la fotografía con imaginación. Un día de primavera del 83 estaba durmiendo y empecé a soñar como un pase de diapositivas y salían imágenes, que se repetían como en un «loop». Me desperté sobresaltado y me puse a dibujarlo todo. Al día siguiente las hice y cuando las saqué del laboratorio fue una pasada. Ya que nunca había hecho fotos «pensadas y hechas», solo «encontradas».
Recuerdo que la revista que más me gustaba cuando tenía 27 años era el Photo francés. Me enteré de que habían hecho un número español en una delegación en España y que me presenté muy contento en la redacción con mis fotos y les dije: «Soy fotógrafo y hago esto». Pusieron las imágenes en una pantalla y se quedaron todos mirando. Llamaron al director, y al llegar el director dice «¿Esto lo has hecho tú, tío? Es lo más moderno de Europa en estos momentos, eres la hostia». Y eso a mí me dio un impulso muy fuerte. También saqué la espita de cómo funciona esto, que es creer en tus sueños. De alguna manera es creer.
Publicaron un porfolio en la revista y me empezaron a llamar galerías. Porque efectivamente, lo que dices tú, era muy notorio que trabajase en un color tan bruto, tan macarra y que trabajara con objetos y no apareciesen personas. Y «la pandilla de fotógrafos» más o menos me definió como «entre una mierda y una puta mierda».
Creo que todavía a día de hoy los fotógrafos de mi generación no entienden ese éxito, o que por ejemplo sea hoy el director del máster de EFTI.

© Ciuco Gutiérrez
¿Y eso a ti te preocupa?
En absoluto. Yo sabía que estaba acertado por lo que digo a los alumnos: cuando conectas contigo mismo, ahí no hay errores. Ahí hay una verdad. Es tu verdad desde luego. Y esa verdad es cuestionable por otros. Yo no quiero agradar a todo el mundo. Yo lo que quiero es conectar con lugares que tengan fuerza.
A raíz de eso, monté un estudio, me compré una cámara de medio formato, y cada vez iba en el metro se me ocurría una imagen. A veces al llegar a casa la dibujaba y al día siguiente ya estaba buscando cosas para producirla.
A partir de eso, iba canalizando y empecé a construir. Es verdad que tuve suerte. Con esas fotos hice postales que se hicieron muy conocidas y se vendieron muy bien, como por ejemplo la de la bandera. Gracias a las postales empecé a ganar dinero y empezaron a llamarme las galerías. Así fue saliendo.
Hablas de que para ti es muy importante conectar con ese mundo interior. ¿A qué expones a los alumnos para que puedan alcanzarlo?
El máster es conocido internacionalmente por su carácter emocional. De hecho, en el ICP de Nueva York hay profesores que le han dicho a exalumnos nuestros que no les pueden aportar nada a nivel emocional, solo formal, porque vienen muy «cargados» del máster. Los alumnos nos soléis juzgar porque decís que somos muy blandos, pero creo que es lo que lo que nosotros tenemos que hacer es «llevar al toro», si acaso darle alguna sugerencia. Creo que es mucho más cómoda aquella enseñanza en la que llega un profesor y te dice: «Tú eres una puta mierda, no tienes ni puta idea y yo te voy a enseñar cómo se hacen las cosas». Nosotros no hacemos eso. Intentamos hacer que tú creas en ti mismo. Intentamos hacer que vaya fluyendo.

© Ciuco Gutiérrez
Establecemos por ejemplo esos espacios de intimidad que no se puede dar en una tutoría de grupo. En la tutoría de grupo aporta muchas cosas, por ejemplo, ver cómo se juzga el trabajo de otros. Pero los espacios de los visionados son espacios de intimidad, en los que se dedica media hora a cada alumno, lo que nos permite conocerle. En esos espacios intentamos dejar las cosas abiertas para que el alumno se suelte.
Y luego ya he ido fichando a gente, como Javier Vallhonrat que vino y nos dijo que quería formar parte de nuestro máster. Yo por mi parte voy buscando gente. Por ejemplo, conocí a María Santoyo por casualidad en la sala de espera de una televisión. Empezamos a hablar y a los diez minutos supe que quería que estuviese con nosotros. Buscamos gente apasionada, abierta. Me molestan mucho los profesores rígidos y dogmáticos, e intento evitar ese tipo de actitudes en el profesorado.
Queremos transmitir al alumno la responsabilidad que tienen ellos mismos sobre su propio aprendizaje. El alumno no está tan tutelado, intentamos que fluya su creatividad y que no cambien su esencia. Creo que al final esto se agradece porque hay un alto de satisfacción y de conexión con los alumnos. Creo que al lograr equilibrar todas tus partes: La intelectual, la emocional y la psicológica, logras un trabajo muy notorio. Creo que EFTI se distingue en que fomenta mucho la identidad independientemente de las modas.
En la adolescencia se suele excluir al que es diferente de «la pandilla», cuando en realidad es el más fuerte porque es el único con criterio propio. Y luego están «los popes de la fotografía», que suelen ser, desde mi punto de vista, unos mediocres acomplejados que de repente alzan la mirada y dicen «yo soy aquel». Y de eso no digo nombres, pero tengo algunos.
¿Entonces el alumnado más joven es más vulnerable?
No, el ambiente fotográfico siempre ha tenido muchos dogmas, que los marca una serie de gente y por eso yo era vilipendiado.
Yo siempre recordaré una exposición que hice, la de Sueños en el 94. Había muchísima gente en la inauguración y Alberto García-Alix se puso delante de mí y me dijo «Tú, sabiendo hacer fotos, ¿cómo haces estas mierdas?». Yo le dije: «Me has quitado la palabra de la boca». Él respondió: «¿Así que a tí también te parecen una mierda?». Y respondí: «No. Yo lo que no sé es como haces mierdas que parecen hechas por tu abuelo». Y se quedó cortado.
Yo partía de unos mimbres que no existían en España, generaba, era lo que se conoce como «origin». Mi trabajo era el origen de algo y ellos eran continuidad de algo que ya estaba muy testado. Generar algo nuevo siempre es más difícil.
Ahora entre los jóvenes hay mucha más apertura y hay gente con mucha personalidad que está haciendo cosas muy potentes y empiezan a ser reconocidos. Está cambiando, pero en mi generación, o te parecías a alguien, o te cepillabas a alguien, o no valías para nada porque no conectabas con la historia de la fotografía.
En esa época conocí a dos fotógrafos. Uno, al que ayudé mucho, al publicar su trabajo en una revista en la que yo era editor gráfico, y luego le encontré la primera galería para exponer, que fue Chema Madoz. También conocí a Javier Valhonrat, y me dijo «Tenía ganas de conocerte porque tus fotos son de lo más que hay ahora en España, me gustas mucho. Has venido a dar patadas a la fotografía en España y esto es un aire fresco buenísimo». Chema Madoz también me dijo que había comprado postales mías.
Había muchos prejuicios sobre mi fotografía, sobre mí y sobre la técnica que utilizaba. Un día Chema Madoz me sorprendió al decirme que todo el mundo creía que yo era el hijo de un multimillonario mejicano, y que hacía todas las fotos con el ordenador. Y entonces, como ambos trabajábamos con objetos conectamos muy rápido desde el principio y nos hicimos muy amigos. Y ya con esos dos nombres, ya me vale como apoyo. O sea, en general todos me vilipendiaban, menos dos.

© Ciuco Gutiérrez
Hablemos de ‘Woman to Woman’, la exposición que comisariaste hace un par de años ¿Cómo surgió?
El tema de la mujer me ha acompañado mucho y luego y descubro esa relación con la mujer. Porque yo me he dejado llevar mucho por mis emociones.
Y luego a través de las alumnas yo descubro varias cosas. Primero descubro el tormento que llevan en general por el hecho de ser mujer. Por el hecho de ser mujer ya tienes un objetivo en la vida que es estar buena, ser guapa, atractiva, etc. Y eres juzgada por todas las mujeres. Es como si los tíos estuviéramos todo el día hablando de pollas y desde un tamaño para abajo a esos eso no hay que hablarles. Hay que reírse de ellos todo el rato. Nosotros no exhibimos nuestros atributos.
La mujer esta machacada: la gordura, los abusos sexuales… Como profesor descubrí algo que me fascinaba, la libertad con la que hablaban de las emociones, de su dolor, y eso se veía reflejado en su trabajo. Tienen mucho más trabajada la expresión emocional. Conecté mucho con ese otro espíritu que de verdad es muy difícil de ver en hombres heteros. En gais si se ve tan bien no como muestran la vulnerabilidad en un momento dado.
¿Como eliges a las artistas para la exposición?

© Ciuco Gutiérrez
Trabajé básicamente con ex alumnas e intente mostrar las diferentes emociones que surgen por el mero hecho de serlo en la sociedad actual.
Inauguras exposición, ‘Pinturas escogidas’. ¿Es un cambio de registro?
Bueno, yo recuerdo cuando hice las fotos esas del 83 que se les enseñé a un amigo un pintor que se llama Pablo Sycet de Gibraleón que vive en Madrid. Y Pablo, que es mayor que yo, ya tenía una trayectoria. Me dijo una cosa que no entendí en su momento. Me dijo: “Joder qué suerte tienes”. Tus primeras fotos un poco notorias y ya tienes un lenguaje. Y como yo no venía del arte, digamos que venía desde con otra formación, pues no entendía muy bien lo del lenguaje.
Ese mecanismo de relación de objeto-color, a veces de relaciones imposibles, también de ensoñaciones, han formado un lenguaje, que es por el que se me conoce.
A veces salgo con la perra y saco la cámara una vez al mes o así. He retomado el hacer las fotos por la calle. Empecé a ver que hay una serie de cosas que coinciden con fotos que hago. Son fotos que tiene unas connotaciones son muy planas, yo fotografío muy plano.
Por eso los fotógrafos siempre se metían conmigo, porque yo hago las fotos muy planas, casi como si hubiera dos dimensiones un poco como la pintura. De hecho, algunos me acusaban de ser pintor y no fotógrafo porque el fotógrafo tiene que dar volumen a las cosas. Yo no he dado mucho volumen. Y como siempre se me ha acusado de ser pintor. Luego enlazó con la parte que estoy ya trabajando el tema de la mujer desde la pintura estoy mirando hacia la pintura pues de repente hace tres meses estoy aquí por la tarde revisando fotos en el ordenador. Y pensé con esto voy a hacer una exposición. Es un ensayo humilde sobre la relación entre la fotografía y la pintura.

© Ciuco Gutiérrez