Estos días se expone en Madrid ‘1+1’, el trabajo por el que David Salcedo ha ganado el Nuevo Talento Fnac, una oportunidad para conocer su visión de la fotografía.
David Salcedo es uno de esos fotógrafos tierra: humilde, afable, enamorado de lo que hace, sin pretensiones. Una de esas personas que, aunque la fotografía se ha convertido en su vida, sabe ponerla en su lugar. Y sabe vivirla y colocarla al servicio del mundo que lo rodea. Juega con ella, la usa para entender su entorno y para comunicarse con él. Y para entenderse a sí mismo.
David Salcedo (Caravaca de la Cruz,1981) aunque desde muy joven vive en Cataluña, sigue muy ligado a sus raíces murcianas. Estudió fotografía en el Institut d’ Estudis Fotogràfics de Catalunya (IEFC) especializándose en fotografía de viajes, de autor y zonas socialmente conflictivas. Forma parte del colectivo Calle 35 y es miembro fundador de la plataforma Territorios Libres con la que edita ‘Pasaporte’, un fotolibro en el que se pide al comprador que complete la obra.
Hasta finales de mes se puede ver en Madrid el trabajo por el que ha ganado el Premio Nuevo Talento Fnac de fotografía, ‘1+1’, un conjunto de rimas o greguerías fotográficas en blanco y negro. Partiendo de dos fotos verticales compone una nueva imagen con la que pretende crear un nuevo significado. La exposición es itinerante y acudirá próximamente a Bilbao, Valencia y Sevilla.

‘1+1’ @ David Salcedo
David es de esos tímidos que se embalan cuando hablan. Resuelto, de risa fácil. Gente sencilla, que no simple, con la que da gusto hablar, sea o no de fotografía. Y eso hacemos.
¿Cómo te inicias en esto de las fotos?
Mis primeros recuerdos de la infancia son de luz. Me acuerdo de los vasos de cristal verde, vasos llenos de colacao en casa de mi abuela. Y de los veranos en los que me llevaba a la iglesia y recuerdo la luz que entraba por las vidrieras. A los quince quería una cámara fotográfica, pero como no era buen estudiante, no me la compraron. Soy de los que tuvo que hacer la objeción de conciencia y ya a la vuelta estudié fotografía. Estudié en el IECF de Cataluña. Cuando acabé de estudiar empecé a destruir todo lo que había aprendido. En el aspecto artístico, he sido autodidacta. Hasta el año pasado, no hice mi primer taller de este tipo, uno con David Jiménez.
¿Tenías conciencia desde el principio de que la fotografía era un lenguaje a desarrollar por encima de la técnica?
Siempre me gustó el mundo del arte, y me daba cuenta de cómo Picasso pasó de lo más clásico a lo más vanguardista. Si alguien como él empezó por ahí, será que primero habrá que controlar lo básico. Si yo no controlo lo clásico, no puedo empezar a destrozar el lenguaje o hacer un lenguaje propio. Pensaba así, y sigo pensando así.
¿Cómo te ganabas la vida?
Hasta el año pasado he sido camarero en la Costa Brava. Era un matadero. Trabajaba en hotel de Lloret de Mar repartiendo mil desayunos por la mañana, mil comidas al medio día, y por la noche, mil cenas. Eso me ha reventado los brazos, hasta que ya este verano no he podido trabajar por cuestiones de salud.
Los inviernos era libre y me podía dedicar a hacer mis cosas. Pero como durante seis meses no había podído hacer fotos, volver a arrancar era un caos personal; estaba machacado físicamente y me costaba un mes ponerme al día, ver qué exposiciones había, situarme…
¿Cómo te ponías al día?
Fundamentalmente por internet.

‘Rendicion’. © David Salcedo
¿Vivías la fotografía en soledad o estabas en algún club o asociación?
Cuando estudié en el IEFC, hice muy buena amistad con Mingo Venero, Alicia Martínez y Rafa Badía, al que tuve como profesor. Era gente a la que yo podía ir enseñando cosas. Pero no estube en ninguna asociación hasta que en 2012 entré en Calle 35, que es un colectivo de fotografía callejera.
¿Cuál ha sido tu evolución en los últimos años?
Los primeros años se basaron en aprender la técnica sin saber muy bien lo que hacía. Empiezo a ser consciente en 2008 de lo que se puede llegar a hacer con la foto. Todo empezó con un par de asignaturas que tuve con Pep Mata y con Rafa Badía. Hasta entonces era capaz de hacer fotos bien compuestas, controlando la luz, pero no había nada, estaban vacías.
¿Y qué decisiones tomas?
Intentas copiar, pero de forma muy racional, con la cabeza. Me inspiraba en Mark Rothko o en Bernard Plossu. Era decisiones muy cerebrales. Conforme me voy dando cuenta de que eso no me lleva a ningún lado, voy dejándome ir más a la hora del disparo y de la edición. Ambos momentos son para mí igual de importantes, aunque disfruto más el disparo.
¿Cuál es primer trabajo en el que empiezas a ser tú?
Con ‘En el parque’, un trabajo que empieza a ser de imitación, pero se me da la posibilidad de exponerlo y el trabajo empieza a salir en medios… Y me doy cuenta de que el trabajo está centrado en un parque infantil, en uno en el que yo me rompí la nariz por siete sitios. Y veo que tiene más que ver conmigo de lo que creía.
¿En qué momento empiezas a hacer foto de calle?
Cuando me doy cuenta de que necesito más la foto, de que necesito el disparo. Es cuando empiezo a llevar una cámara en todos los momentos de mi vida. No veo la tele y no aguanto en casa. Pero no me gusta el termino calle.
Cuando Plossu llega a Almería y se da de alta en la Seguridad Social le preguntan lo que hace, y cuando cuenta que hace fotos de paisajes le dicen: “Usted es fotógrafo al aire libre”. Pues eso soy yo, hago fotografía callejera, soy fotógrafo al aire libre. Tiene que ver mucho con la cámara. Soy una persona bastante tímida, sobre todo cuando tengo una cámara. Cuando sales con una réflex, siempre acabas amenazando a la gente. Pero cuando me compré esta camarita que me acompaña desde hace cinco años, mi fotografía cambia, ya no me cuesta tanto sacar la cámara.

Sámorra amorra. © David Salcedo
¿Tu técnica es más de disparar robando momentos?
Depende de la situación. Muchas veces disparo, y otras sé que no es momento. Ves un grafiti con un corazón y es ahí y ahora. Pero es un proceso tranquilo, esta cámara no es rápida, yo no soy rápido disparando. Reconozco, veo las cosas, me emocionan y disparo una o dos fotos. Me encanta bailar alrededor de lo que pasa, buscando la imagen. Hay un componente de ‘roneo’ con la imagen, una seducción de la imagen.
¿Cómo llega ‘1+1’?
A mí me gusta editar. Muchos de los amigos que tengo en el mundo de la foto, en Calle 35, en Territorios Libres… me han dicho: mírame esto. Y empiezas a manejar, a mover, a cambiar historias, a decir cosas contrarias, desdecirlas, dar a entender. Y todo pasa porque a mí me gusta mucho editar y juntar dos imágenes y ver qué pasa con ellas. Y conforme empiezo a editar empieza a llegar ‘1+1’.
¿Por qué fotos verticales? ¿Es premeditado?
Una de las primeras cosas que hice, tras estar unos años en silencio buscándome a mí mismo, fue con Cienojos, un organización que había en Murcia que llevaba Mónica Lozano con Mateo Pedreño y Pepe Incha. Había una convocatoria para proyectarla en el Museo de Bellas Artes de Murcia. Y yo me presenté para pasar una semanita haciendo lo que me gusta, fotos y Murcia. Y Mónica vio que todas mis fotos eran horizontales. Fue cuando me marqué el reto de hacer fotos verticales. Hay que tener pequeños retos para pasártelo bien. Si llegas a ganarte la vida con la foto, estupendo, pero mientras te diviertes.

‘1+1’ © David Salcedo
Decides hacer fotos verticales, pero un día las juntas. ¿Fue casual, tuviste una epifanía?
Pues un día junté la foto del pajarito en la que sale mi abuela y me gustó. Y en otra ocasión, al ver dos fotos vi que casaban y eso me ha llevado a juntar fotos durante dos años.
Al casar imágenes, hay fotos que se convierten en una y otras son claramente imágenes diferentes que has juntado.
¿Cuáles son las pautas para juntar las imágenes?
Yo traspaso mis propios mis límites. Tengo que hacer pruebas, cuando mi cabeza y mi corazón me mandan juntar dos imágenes, lo hago. Tengo un montón de combinaciones, pero luego tomo decisiones sobre qué me quiero quedar. Ahora he tomado la decisión de buscar las imágenes que se conviertan en una. Cuando, como dijo Rafa Badía, uno más uno son tres.
En este trabajo juegas, pero se te ve bastante clásico como fotógrafo.
Este trabajo sí es clásico, pero tengo trabajos más modernos, aunque yo consumo todo tipo de fotografía.
¿A qué llamas moderno?
Ja, ja. Más tendente a la abstracción. ‘1+1’ es clásico, ‘S’amorra amorra’ trata a los bañistas como si fuesen pájaros o animales en peligro de extinción, bebiendo del nuevo documentalismo. Pero lo mismo me gusta ver Ansel Adams, o los primeros trabajos de Ricardo Cases. Y a veces te vas por un palo y otras por otro, y me lo permito.
Decías que hasta este verano no hiciste el taller con David Jiménez. ‘1+1’ es anterior y es innegable su influencia.
Hace años me habló de su trabajo un compañero que lo conoció en el festival de Albarracín. Yo no descubrí el secreto de ‘Infinito’ hasta el invierno pasado. ¡Y lo tuve que preguntar! Me encanta el juego en los trabajos. La fotografía tiene que tener algo de misterio, que no te lo den todo mascado. Como la buena literatura, te tiene que dejar con interrogantes dentro, que te ayuden a buscarte a ti mismo.
¿Qué querías transmitir?
Quería salir de la idea de trabajo conceptual en el que todas las fotografías giran alrededor de una idea. Quería que cada fotografía funcione por sí misma, y que cada una tenga algo que contar. Que no se tratara de engañar al ojo.

‘Terra’ © David Salcedo
Al hilo de eso, ¿cuál es tu postura sobre la tendencia de la fotografía que se centra en la imagen, en la fotografía preocupada de sí misma?
No creo que haya un exceso. Cada uno tiene que trabajar de la forma que le parezca más oportuna. Cada artista o creador lo primero que tiene que sentir es que está cómodo con él mismo. Yo lo único que les pido, cuando voy a disfrutar de una exposición, es que sean honestos consigo mismos. Y hemos de entender que la forma es muy importante, pero también lo que pasa dentro de la forma.
Respecto a tu trabajo, veo que te sientes muy libre como autor y cada proyecto lo haces de una manera.
No, cada proyecto es como al proyecto le da la gana. Cuando hice ‘Rendición’, yo estaba muy empapado de Humberto Rivas. Y cuando fui a Belchite sentí que no puedes hacer paisajes al uso. No hice fotos hasta que descubrí qué estaba pidiendo el paisaje.

‘Bar Bar’ © David Salcedo
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Tengo un proyecto basado en el archivo personal. Otro que se llama ‘Bar Bar’, un proyecto en un espacio pequeño como el bar de pueblo. También tengo otro proyecto llamado ‘Terra’ basado en mi relación con Cataluña. Para mí la patria es el cuadrado mágico que supone el visor de una cámara, es mi espacio de libertad. No concibo el territorio con fronteras que lo delimitan. He vivido 30 años allí, pero no tengo los sentimientos que otros amigos tienen hacia esta tierra. Y este un proyecto que me ayuda a conocerlo. Me estoy dedicando a recorrerla para recoger el feed back .
¿Cuándo haces un trabajo, sabes en qué formato lo vas a enseñar?
Lo voy viendo poco a poco. Hay trabajos que van a ser libros, o exposición o incluso instalación. Pero ‘1+1’ no va a ser fotolibro, por ejemplo.
Pues en ocasiones parece que si no tienes fotolibro no existes.
Cuando vas a una exposición, te deja una sensación especial. Es como beber un vino, te deja un regusto. Pero la sensación desaparece al cabo de unos días. El fotolibro lo tienes en tu casa y te permite regresar a esas sensaciones, se establece un diálogo más largo en el tiempo. Pero no hay necesidad de correr para hacer un libro. Veo libros que me gustan, otros a los que les sobran imágenes, otros son más ejercicios de diseño. Habría que hablar de los foto-diseño-libros.
Para sacar ‘Los Americanos’, con 83 imágenes, Robert Frank tardó cuatro años, André Kertész, en el de las Polaroids tiene muy pocas imágenes y es una maravilla. Antes de hacer un libro, lee bien lo que te pide el proyecto y haz algo coherente con él.
¿Qué es Territorios Libres?
Es una necesidad que nos surge a Mingo y a mí, que somos compañeros en Calle 35, porque nos gustan más tipos de fotografía que la callejera y trabajos alrededor nuestro que no están teniendo visibilidad. Es una plataforma, porque no sabemos muy bien qué es. Se trata de hacer cosas pero de la forma en la que nos gustaría ser tratados nosotros mismos. Por ejemplo, salió la posibilidad de hacer un visionado en el fórum fotográfico del Can Baste en ‘Bar Barcelona y teníamos claro que lo íbamos a hacer para alumnos de las escuelas de Barcelona, de manera que no tuvieran que pagar nada. Y que las imágenes se las imprimiríamos nosotros gratis. Que no tuvieran que pagar una cuota y 200 euros para que te vean. No ganaremos dinero, pero nos gusta tratar bien a la gente .
También hacemos proyecciones de verano en una plaza de Barcelona, y enseñar trabajos como David Romero Loma, Vari Carames u Óscar Monzón y todos los miércoles durante un mes están los vecinos pidiéndote que bajes la música desde sus terrazas… Eso mola un montón.
¿Y ‘Pasaporte’?
Es un juego en el cual Mingo, Pablo Pérez y yo queríamos que un fotolibro se convirtiera en otra cosa, que no fuera algo que se queda en una estantería o un objeto en el que yo lanzo una idea y tú te la comes. Pero es una idea en la que hacemos partícipe y autor al que lo compra, la idea que te lanzo, la tienes que hacer tuya y devolverla. Es un espacio de diálogo que busca al aficionado, a gente que está estudiando o gente más profesionalizada.
El pasaporte es darte paso al ‘territorio libre’ que es el visor de la cámara. Es un salvoconducto a la libertad fotográfica.
¿Cuáles son tus influencias al margen de la fotografía?
Intento beber de muchas cosas sin prejuicios, pintura, literatura, cine. Todo te deja un poso. Desde ‘El perro semihundido’ de Goya, a Truman Capote con ‘A sangre Fría’ u ‘Otras voces, otros ámbitos’, o Saramago. Me gusta mucho el cine y disfruto mucho con Pedro Almodovar, que es un gran narrador que bebe de la fotografía, Medem… ¡Amanece que no es poco! Pero claro, mis referencias son muy fotográficas. Y sobre todo la gente que tengo a mi alrededor. Sin Mingo Venero o Rafa Badía, mi fotografía no hubiera evolucionado.
¿Qué le recomiendas al aficionado que quiere llegar a más?
Desde el momento que quiere ir más allá, va por buen camino. Cuando tienes esa inquietud es cuando puedes mejorar, tarde un año o diez. ¡Aquí quien resiste, gana!

‘1994’ © David Salcedo