La historiadora del arte Carmen Dalmau publicó a principios de verano el ensayo ‘Elogio de la mirada’, de Ediciones Clavoardiendo, en el que coloca a la fotografía “en el lugar que se merece”. La excusa nos sirve para hablar del libro, que ya está agotando su primera edición, de pensamiento crítico, de formación y escuelas, de machismo en la fotografía, de fotolibros o de los nuevos aires que soplan en fotografía. El 10 de octubre se presenta la segunda edición con Alberto García-Alix, en la librería Alberti de Madrid.

Carmen Dalmau Bejarano (Madrid, 1960), licenciada en Historia del Arte e Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid, es comisaria independiente de exposiciones, crítica de arte y formadora. 

Ha sido directora de la celebrada Galería Cero, especializada en fotografía actual. Actualmente es profesora de Historia del Arte y Estética en el Máster de fotografía Efti, escuela en la que durante años la hemos conocido varias generaciones de alumnos y alumnas.

También es vicepresidenta de la Plataforma Centro de Fotografía e Imagen y socia de ANEF (Asociación Nacional para la Enseñanza de la Fotografía). Y ha colaborado con un sinfín de actividades relacionadas con la fotografía como festivales, concursos, plataformas con muy distintos objetivos, etc.

Sin olvidar que tiene su propio blog antevuestrosojos y es colaboradora de Clavoardiendo. Y, por si fuera poco, ahora publica un ensayo, ‘Elogio de la mirada’, con Ediciones Clavoardiendo, del que ya hace cola en imprenta su segunda edición, porque la primera se nos está acabando.

Para resumir, ella es “La Dalmau”, como decimos de las grandes damas del teatro. Porque es, y los que la conocéis me daréis la razón, la gran dama de la fotografía española. Es que a mí me sigue dando respeto. 

Yo también disfruté de sus clases en Efti, y no olvido aquella visita a El Prado donde me voló la cabeza con su explicación “no oficial” de ‘El Jardín de las Delicias’ de El Bosco.

Gracias a que se ha convertido en una de las firmas pilares de Clavoardiendo, ahora es también amiga. Y no sabéis la suerte que tenemos, los que la frecuentamos, de tenerla cerca. Porque a su lado aprendes todo el rato. Sabe como la que más, pero tiene el don de no hacerte sentir tonto. Y, bajo esa capa de elegancia de la que no se puede desprender, hay un finísimo sentido del humor.

Es que, como diría Pollobarba, “Carmen, Dios”. Es Atenea con cabello blanco entre los mortales. Es de esas personas a las que muchos tenemos mucho que agradecer porque lleva años trabajando por crear espacios en los que podamos crecer.

¿Defectos? Dicen sus hijos que hay que temer su ira divina. Sólo puedo decir que creo que no saben lo que de verdad es una madre enfadada. No han visto a la mía, desde luego. ¡Ah! Y le gustan los negronis, pero bien hechos. En eso es intransigente.

Pues si queréis conocer en persona a La Dalmau, el 8 de octubre presenta la nueva edición de ‘Elogio de la mirada’ en el Baffest de Barakaldo. Y el 10 del mismo mes, acompañada de Alberto García-Alix, en la librería Alberti de Madrid. Ya en noviembre estará en el SCAN y en Emovita. Mientras, podéis leer esta entrevista.

¿Quién es Carmen Dalmau? ¿A qué se dedica? Porque lo eres todo: historiadora del arte, comisaria, profesora, divulgadora, crítica, jurado, visionadora… Lo que haga falta, vamos.

Ja, ja. Efectivamente, hago lo que haga falta.

¿Pero cómo llegas a este mundo fotográfico?

Llego al empezar a dar clase en una escuela de fotografía sobre historia del arte y su relación con la fotografía y es cuando empiezo a interesarme por la historia de la fotografía. Y más que por la historia, por lo que significaba la fotografía como medio de expresión artística. 

Me pareció un medio de expresión del presente muy actual en relación con la creación artística.

¿Por qué?

La pintura ya había dado lo que tenía que dar hasta las vanguardias y la imagen fotográfica estaba empezando a explicar el mundo y la realidad. Y a hacerlo de una manera más contemporánea.

Y te empiezas a relacionar tanto con fotógrafos y fotógrafas que empiezan como con consagrados y consagradas. Y eso te engancha.

Es que la fotografía tiene como cualidad el pensamiento filosófico, una capacidad de pensar en imágenes, que puede ser equiparable a la que puede tener la pintura o la escultura.

Y esto ya me lleva a hablar de tu ensayo. Si lo he entendido bien, nos cuentas que hemos “defendido” la fotografía creándole unas barreras que en el fondo la encerraban, separándola del resto del mundo del arte. Pero en tu libro nos cuentas que la mirada fotográfica no es más que una prolongación de la que ya se llevaba practicando desde hace siglos, ¿no?

Compartimentar la fotografía y la propia historia de la fotografía le hizo un flaco favor porque la aisló del resto de la historia de las imágenes cuando se debe contemplar como un continuo en la mirada. Si la fotografía es hoy reflexión y pensamiento sobre el mundo que la rodea es porque sus creadores están dentro de ese continuo flujo de la historia de las imágenes que viene de antiguo.

Mientras leía el ensayo no me dejaba de preguntar por cuál es la finalidad del ensayo. ¿Qué pretendías cuando lo escribías?

Colocar a la fotografía en el puesto de honor que merece.

Pero parece un demérito decir que la fotografía no ha inventado nada. 

Tradicionalmente, aunque ahora afortunadamente esté empezando a cambiar, la fotografía era solo la técnica. Y cuando te hablaban de su historia, te contaban la evolución de la técnica, de los instrumentos… Y cuando se juntan dos fotógrafos, más ellos que ellas, se cuentan qué cámara usan. Están muy vinculados a lo técnico, como si fuese solo la cámara la que creara la imagen. 

Por eso, mi intención es decir que la técnica es importante, porque condiciona la imagen, igual que si pintas al fresco o al óleo, pero que no es lo más importante. La técnica, la que sea, te permite estructurar la realidad, pero si no tienes una mirada propia no te permitirá descubrir otras caras de la realidad, que es de lo que se trata.

«La técnica no marca la esencia de la fotografía».

Una de las cosas que me gustan del libro es que superas ciertos debates, como la “muerte” de la fotografía y la era postfotográfica, que surgen de precisamente de esa visión desgajada de una tradición y supeditada a la técnica.

Claro. ¡Qué más da que muera! Si sigue habiendo producción de imágenes… Evidentemente, el romanticismo de generar una imagen analógica en laboratorio, de hacerla uno mismo, es importante en el trabajo de determinados fotógrafos y fotógrafas, pero no en el de otros. No es lo que marca la esencia de la fotografía.

Nos vienes a decir que si nos salimos de los sistemas binarios de clasificación, (digital, analógico, por ejemplo) es posible la hibridación porque se difuminan los límites que generan esos supuestos problemas. Que al final estamos hablando de una forma de ver y contar el mundo, usemos cámaras, ordenadores o usemos lo que usemos, entiendo.

Incluso sin ni siquiera usar cámaras. A veces hablamos de fotografías mentales. Si tú no tienes la idea, da igual la técnica. Si no tienes la mirada… La técnica es simplemente la forma en la que vas a canalizar esa mirada o esa idea.

Por eso la idea de postfografía es una reflexión antigua. Es muy recurrente el anuncio de la muerte del arte, como ya predijo Arthur C. Danto. Y no ha muerto nada. Simplemente se renace de las cenizas, como el ave Fénix y La Fenice en Venecia. La fotografía no ha muerto, simplemente se usan nuevas técnicas.

Al igual que a la pintura ya use acrílicos, tierras o acuarelas la seguimos clasificando como pintura, a la fotografía sea escritura de la luz o creación digital la podemos seguir llamando fotografía.  

Una cosa que me gusta mucho ‘Elogio de la mirada’ y que me parece además muy de actualidad es que la fotografía no puede dejar de tener como referencia toda la educación que tenemos a la hora de hacer y leer imágenes. Y eso nos lleva a hacer imágenes que son como las que ya existen. Parece que si no representamos ciertas cosas o situaciones con formas reconocibles basadas en la tradición, no las entendemos. Aun desconociendo la referencia original.

Es como todo. Si no conoces tu propia historia, nunca podrás avanzar. Si no conoces la historia del arte no podrás avanzar en la historia de las imágenes. Y podrás incluso copiar aun no teniendo un conocimiento intelectual de esas imágenes, porque que nos las conozcas de forma consciente y crítica, no significa que no te hayan impregnado.

Eso me recuerda al ‘Diablo viste de Prada’ y la escena del azul cerúleo. En ella el personaje interpretado por Meryl Streep explica que incluso la ropa más alejada de la moda puede ser resultado de la decisión de un diseñador de alta costura, aunque quien la lleva, no lo sepa. Ya, lo sé, no es una referencia muy culta, ja, ja.

Hay que ser consciente del peso de la tradición artística. Y los fotógrafos, hasta ahora, al menos muchos de ellos, no eran plenamente conscientes. Porque además les habían hecho no serlo a lo largo de todo el siglo XX, generando una historia propia para la fotografía. O creyendo que le hacían un favor a la fotografía, cuando en realidad estaban cavando su propia tumba, porque alejarte, por poner un ejemplo,  de cómo la historia del arte ha expresado el dolor con ‘La piedad’ de Miguel Ángel es tener que volver a recorrer el camino.

Ha sido un grave error, aunque bien orquestado por parte del MoMA y de los conservadores y comisarios de la fotografía desde el siglo XX. Si quieres dar importancia a lo que haces, lo tienes que diferenciar del resto de departamentos del museo. Y para ello tienes que generar cualidades y características propias que lo separen del resto de las artes; en esa tradición que dividió artes menores de artes mayores, arte frente a artesanía, etc., en esa tradición, la fotografía salió perdiendo si la comparamos con otras formas de expresión como la pintura, la música  o la escultura.

«La fotografía es siempre mentira».

También anulas el debate en el fotoperiodismo, con la fotografía entendida como archivo o documento, apuntando que es tan perversa o tan engañosa como cualquier otra imagen obtenida con otra técnica, pues no deja de resultar de una visión particular de quién la genera y de una lectura de quién la decodifica, sumando el contexto en el que se interpreta. Vamos, que te cargas eso de la fotografía como verdad.

Si es verdad o es mentira es en función de quién la mira. Es más, siempre es mentira.

Por eso en periodismo hablamos de veracidad, no de verdad.

O las fotos son verdad, pero no son la realidad.

Ya se acerca la segunda edición. Yo estoy convencido de que este va a ser un libro de largo recorrido y de que veremos sus consecuencias con el tiempo. Pero, ¿cuáles son tus sensaciones respecto al libro que has escrito?

Al principio sólo quería terminarlo y que saliera.

Pero ahora que le hemos visto los ojitos al niño… 

Ahora, creo que, en nuestro país frente a otros, la tradición del ensayo está bastante abandonada. Y sobre fotografía, aún más. Hay pocos autores o autoras que hagan ensayo fotográfico. Tenemos a  los clásicos, la tríada Sontag, Barthes, Benjamin a la  que podemos agregar a Flusser y a Berger. En España, en la actualidad, contamos con Fontcuberta y poco más. Me gusta pensar que el ensayo quizás contribuya a generar una inquietud.

Me ha venido bien hacer este ensayo. He puesto sobre papel reflexiones que llevo en la cabeza desde hace mucho tiempo. Incluso me ha servido para ponerme a prueba.  Cuando comencé a relacionarme con la fotografía también pensaba que la fotografía había permitido a la pintura respirar aliviada por tener que ser referente de lo visible. Pero empecé a darme cuenta de que no necesariamente tenía que ser así. Que la pintura tuvo su propia evolución y la llegada de la abstracción no responde necesariamente a la aparición de la fotografía.

Y de la misma manera, la fotografía como imagen tiende ahora la hibridación, a la imagen expandida, pero no es causa-efecto de la aparición de la fotografía digital sino que está dentro del motor de la propia imagen y de sus creadores.

¿Y qué te gustaría que pasara con ‘Elogio de la mirada’?

Que lo lea mucha gente, je, je. Que sirva para interrogarse sobre cuál es el valor de la imagen fotográfica realmente, ya hagan fotos con móviles o con la mejor cámara del mercado. Me gustaría que quienes lo lean sean conscientes de que las cámaras en sí mismas importan y condicionan la imagen, pero que sólo con eso no harás nunca una buena foto.

Pero ni siquiera un fotorreportero. El mes pasado coincidí con Pilar Aymerich. Fotógrafa de calle, fotorreportera, retratista… Pero cuando te cuenta sus imágenes ves que están muy logradas porque su formación teatral aportó una preocupación por la escenografía. No es tanto por la cámara, a la que da importancia, sino que se percibe una constante que prima el factor espacial aprendido a través del teatro, el cómo entra la luz en una escena. Y gracias a ello ha llegado a ser la mirada de  Pilar Aymerich.

Llevas décadas involucrada en la formación. Has compartido aulas y escuela con fotógrafos y fotógrafos con largas carreras y a otros los has visto empezar e incluso desarrollarse. ¿Ha cambiado mucho cómo se acerca la gente a la fotografía?

Hay quienes ahora entienden la fotografía de forma diferente, como vehículo de expresión. Pero hay quienes siguen aproximándose a la fotografía porque desean hacer un registro de la realidad. Esto ha cambiado, pero no demasiado. Sigue siendo todo un tanto conservador. Afortunadamente, la gente va cambiando su forma de entender la fotografía.

«La enseñanza de la fotografía desde lo público ha estado siempre desatendida».

Estas en ANEF, Asociación Nacional de la Enseñanza de Fotografía. Hasta ahora se ha enseñado fotografía en la que cada uno ha hecho lo que ha podido como ha podido, casi sin titulaciones regladas. ¿Hay posibilidades de que esto mejore?

En España hay una realidad, la enseñanza de la fotografía desde lo público ha estado siempre desatendida, y así encontraron su nicho las escuelas privadas, dada la escasez de recursos en la pública. Poco a poco, los departamentos en las facultades de Bellas Artes fueron incorporando la fotografía como formación técnica: la enseñanza del laboratorio, revelado… Con mayor o menos acierto, pero técnica. Luego se incorporaron las escuelas de Arte, las antiguas escuelas de artes y oficios en las que la fotografía también estaba infrarrepresentada.

En el Reino Unido y otros países de nuestro entorno cultural no pasaba lo mismo. En España había un gran vacío, pero soy optimista. Por ejemplo, en la Facultad de Bellas Artes de la Complutense se está haciendo un gran trabajo para lograr que exista un grado público. Pero nos encontramos con problemas de presupuesto y de concienciación. Depende de quién sea el decano en qué facultad, de qué profesores hayan sido contratados y de las políticas universitarias, que en este país también están muy anquilosadas.

¿Y la asociación va a poder ayudarnos a tener una formación mejor en este país?

Ese es el intento. Unir a las escuelas privadas, a universidades, talleres socioculturales, centros de Formación Profesional… Hay profesores y profesoras de escuelas grandes y pequeñas. Y generar un intercambio de métodos, experiencias… La asociación lleva poco tiempo y es muy humilde, pero sí ha generado una conciencia en la necesidad de logar un grado o de elaborar un Libro Blanco.

También es cierto que en este país no hay costumbre de asociaciones. El asociacionismo nos parece algo extraño. Además, no son las escuelas las asociadas a ANEF, somos los profesores y las profesoras, unidos por los mismos intereses, al margen de si ejerces en lo público o en lo privado.

¿Qué cambiarías tú en cómo se enseña fotografía?

Pues mira, los recientes talleres de la fotógrafa Elisa Miralles sirven de ejemplo de una manera muy actual de cómo hay que enseñar fotografía. La técnica está y hay que controlarla, pero luego conjugan diferentes disciplinas como la danza, la música, el pensamiento estético y la filosofía, la narración, la historia del arte… Diversos enfoques que confluyen en laboratorios, alejándose de la forma tradicional y convencional de las escuelas que focalizan sus programas en los géneros, en la luz, el retrato, el bodegón, el paisaje, etc.

«Con Galería Cero logramos reconocimiento internacional».

Otra de tus actividades en torno a la fotografía que has desarrollado en los últimos años es la labor de comisaria. Y, sobre todo, destacaría tu papel al frente de la desaparecida Galería Cero. Este es un país con muy pocas galerías especializadas en fotografía, y la mayoría son bastante conservadoras. Pero desde Galería Cero, nos ayudaste a entender que la fotografía iba más allá de lo que muchos pensábamos. ¿Qué era Galería Cero para ti?

La mayoría de las galerías, tú lo has dicho, apuestan por valores seguros porque es muy difícil mantener una galería. Pero en este caso yo jugaba con ventaja al tener el respaldo de una escuela que ofrece un máster de fotografía contemporánea, por lo cual la galería venía, en parte, a ser el laboratorio y puesta en práctica de ese máster. Jugando con esos mimbres, trataba de ser una galería que se ocupara de los nuevos fotógrafos y fotógrafas, no necesariamente de la cantera de la escuela, y de las nuevas formas de expresar el lenguaje fotográfico. Aposté por eso, con todas las satisfacciones que me dio.

Pero por ahí pasaron gente como María Sánchez, Laura San Segundo, Rubén H. Bermúdez, Daniel Mayrit, Julio Galeote, Pachi Santiago, Martín Bollati, Veronika Marquez, Elena Almagro, Shinji Nagabe, Alessia Rollo, Laura Voskian, Toni Amengual, Bruno Arbesú, Carol Caicedo, Laura C. Vela, Miguel Ángel Rego, Emilio Pemjean… Yo echo de menos Galería Cero.

Habíamos logrado reconocimiento internacional. Estábamos haciendo un trabajo interesante y necesario. Y muy poca gente apuesta por fotógrafos y fotógrafas que empiezan. 

Uno de los principios de la Galería es que los fotógrafos tuvieran total libertad para  llevar sus proyecto a la sala. Evitando las exposiciones como desfile de piezas aisladas y enmarcadas.  Eliminamos marcos y dimos posibilidad de romper fronteras y experimentar con distintos formatos. 

Una primera exposición individual en Madrid supone muchísimo en la trayectoria de un artista, y fue la manera de ayudar a mucha gente. Y estoy muy contenta porque Galería Cero les sirvió de plataforma.

«Vamos a comenzar a construir un Centro Nacional virtual».

Pues desde aquí hago un llamamiento para que alguien cuente contigo para una nueva galería como aquella. Esto me lleva a otra necesidad que tenemos en el país, y en la que tú colaboras: el Centro Nacional de Fotografía ¡e Imagen! Porque, como ya pasaba en Galería Cero, entiendes la fotografía de manera extensa. ¿Cómo está la situación de ese proyecto?

Toda propuesta de esta naturaleza atraviesa por fases de optimismo y de desesperanza. En el presente somos muy optimistas porque, el 6 de septiembre, la Plataforma por el CNFI va a firmar un convenio con el Ayuntamiento de Soria para empezar a movilizar unas jornadas que impliquen a los sorianos y sorianas y se va a presentar el centro a la ciudad. Serán unas jornadas que están previstas para celebrarse en noviembre de este año.

Vamos a comenzar a construir un centro virtual. El Ministerio de Cultura está en sintonía con el Ayuntamiento y la Plataforma, que va a intervenir como asesora de estas jornadas y en la presentación. Soria ha comprado un edificio anexo al del Banco de España para ampliar el centro. Es verdad que hay que empezar a construir ya. Ahora soplan vientos favorables para el futuro Centro.

¿Centro virtual? A mí no me suena mal. Estamos en el 2022 y que la estructura ya nazca con este soporte parece buena idea. ¿Se puede decir que en breve tendremos un Centro Nacional, aunque sea digital?

Sí. Aunque sea virtual, sí. De hecho, ya está hecho el borrador del proyecto que se presentará en Soria. Hay partidas de los fondos europeos para poderlo hacer y la idea es que sea un centro virtual que conecte archivos de otros centros del Estado. Si Soria es descentralización, tampoco queremos que Soria centralice, sino que sirva de nodo de unión de otros archivos.

Desde que surgió esta propuesta de centro nacional se apostó por esta idea de multisedes, ¿no?

Sí. Conectar los centros que ya existen y sus archivos. Materialmente es imposible concentrar todos los archivos en Soria, pero sí es posible hacer un canal de comunicación que se pueda consultar desde un centro virtual.

Entiendo que estamos en una fase muy inicial y que no podemos pedir demasiado a este centro, pero, además de servir como elemento para conservar el patrimonio ya existente, ¿tenemos ya alguna capacidad de mirar hacia el futuro?

En la propuesta presentada al Ministerio de Cultura, uno de los puntos atiende a la proyección internacional de los y las artistas españoles, para que mediante ayudas o exposiciones se den a conocer a los artistas españoles fuera de nuestras fronteras. Ahora solo se los conoce a título individual. Que haya ayudas para la promoción exterior, que haya exposiciones de nuevos fotógrafos, laboratorios, talleres… En nuestra propuesta está.

«Ahora los fotógrafos son más conscientes de que la fotografía es un modo de mirar».

Tengo la sensación de que, gracias a los cambios sociales y tecnológicos, podemos descubrir que hay buenos y buenas fotógrafas en cualquier lugar del mundo. Y este centro puede ayudar a que se conozcan a nuestros y nuestras autoras. Pero, ¿en qué momento está la fotografía española?

Yo creo que está en un buen momento, porque hay generaciones de fotógrafos de cuarenta o cincuenta años de edad y más jóvenes que son conscientes de que la fotografía es un modo de mirar, una idea, una forma de  pensar el mundo. Y además han visto mucha fotografía. Y han procurado formarse en el extranjero, visitar exposiciones fuera. Son fotógrafos y fotógrafas que están en paridad con los  fotógrafos formados en otros países de  Europa, siendo europocéntica, pues hay otros focos interesantes de fotografía en otros continentes. El problema es la escasez de ayudas.

En estos años has visto renacer el fenómeno del fotolibro, como una visión más actual de este formato…

Bueno, no estoy tan de acuerdo con eso. Siempre que ha habido fotografía, ha habido fotolibro. Desde el principio. Mira la colección ‘Palabra e Imagen’ de Tusquets en los años 60. Lo que pasa con el resurgir del fotolibro es que las nuevas generaciones han redescubierto un formato que ya existía.

El fotolibro, o el término fotolibro, actualiza los libros de fotografía. Es cierto que supone una manera más dinámica de utilizar la fotografía, más atenta a la narrativa. 

A los fotógrafos españoles, si no editan su fotolibro, parece que les falta algo. Es una buena carta de visita. Y se autogestiona. Bueno, parece que se autogestiona. Hace falta mucha gente que colabore en un fotolibro y cuanto mejores sean los que colaboren en el proceso, mucho mejor. Pero es una buena carta de presentacion, muy portátil. Y una buena manera de generar una expresión individual muy potente.

«Las mujeres vamos ocupando un espacio que sigue dominado por hombres».

¿Qué presencia tiene la voz de “las fotógrafas” actualmente? Yo sé que tienes una especial preocupación por poner en valor el trabajo de nuestras compañeras. Pero, además, personalmente creo que tenemos una generación de fotógrafas muy, muy buenas. Con muchas cosas que decir. E incluso, por haber sido ninguneadas, más libres. 

Las hay más libres y otras que siguen teniendo una mirada patriarcal. Es verdad que hay una nueva generación de fotógrafas muy potente, muy dinámica y con muchas cosas que decir.

Cuando entré en la escuela Efti, lo que más me llamó la atención fue la cantidad de testosterona que había. Y comencé a preocuparme por qué estaba sucediendo. Habiendo casi más alumnas que alumnos, se atendía más al trabajo de ellos, cuando en muchas ocasiones el de ellas era más interesante. Ahora ya no pasa como hace veinte años. Pero acabamos de tener una polémica reciente con varios festivales que no programan fotógrafas. Es que sigue dominando una mayoría de hombres en el panorama de la fotografía.

Pero pasa igual en el campo del comisariado o de la crítica. Las mujeres vamos ocupando un espacio que sigue dominado por hombres. El caso de Teruel es evidente.

Tal y como apunta tu ensayo, tenemos una tradición en las imágenes, una mirada masculina, colonialista, incluso clasista, que tenemos que deconstruir.

Incluso estas nuevas fotógrafas tienen un trabajo tan interesante, precisamente, porque son conscientes de que tienen que deconstruir su mirada. E igual los trabajos de las nuevas generaciones. Estoy pensando en los de Rubén H. Bermúdez o de Gloria Oyarzabal. Ambos, de maneras completamente distintas y desde puntos opuestos, están deconstruyendo esa imagen heredada. Y ahí está lo interesante.

En el Centro ese es un punto importante. La incidencia de la educación y la promoción de la mirada fotográfica. Que sea decolonial, feminista, ecológica, transversal… Eso también está dentro de la propuesta del Centro.

Hemos hablado de la polémica de algunos festivales que no programan mujeres. ¿Tú que le pedirías a los promocionan la fotografía con becas, escuelas, festivales, concursos, etc.? ¿Qué no podemos perder como objetivo?

Que somos un medio de expresión en libertad que necesita y quiere contar cosas. Y que tenemos que desplegar el pensamiento crítico. Si no eres consciente de ello y de que tienes que revisar tu propia manera de pensar, jamás avanzarás. Y seguirás anclado en los parámetros iniciales, en los esquemas conceptuales, en los arboles plantados en la cabeza con los que te han enseñado a mirar: una mirada masculina, europea, vertical…

Y con todo lo que tú haces en el mundo de la fotografía, que hasta protagonizas fotonovelas…

Y salgo en una película, ja, ja. (‘Petra’, de Jaime Rosales).

Hasta eso. ¡Y no haces fotos!

No.

¿Por qué?

Porque que conozco muchos fotógrafo y fotógrafas y por eso sé que hay gente capaz de hacerlas mucho mejor que yo, ja, ja. Lo mío es la palabra o la idea, ja, ja.