Gustavo Alemán es uno de los nombres propios del fotolibro español. Autor, editor en Fuego Books, formador y miembro del colectivo Underphoto, es un agitador del mundo de la fotografía. Todo ello desde la región de Murcia. Ros Boisier lo entrevista y repasan la situación del libro de fotografía y su relación con el lector.
Al descubrir la fotografía, Gustavo Alemán (Murcia, 1977) da un vuelco a su vida para dedicarse de lleno al mundo de la imagen. Desde entonces su actividad fotográfica no ha cesado desarrollando proyectos como autor, gestor, galerista y editor. En 2009 funda en Murcia junto a su hermana Ángela, Gatos de Marte, una galería de arte donde comisaría exposiciones colectivas de fotografía hasta 2012. Ese mismo año participa en la creación de Photobook Club Murcia, que celebra ya su sexta temporada. Como autor publica ‘(No) soy de aquí‘ (2013), con motivo de su exposición en La Kursala. En la actualidad codirige junto a Ángela Alemán Fuego Books, un sello editorial independiente que se alimenta con «libros que queman«.
‘(No) soy de aquí’ (2013) es tu primer, y único hasta el momento, libro como autor, ¿qué encontraste en esta experiencia editorial que te impulsó a fundar Fuego Books y a «apaciguar» tu faceta de autor?
El desarrollo de ‘(No) soy de aquí’ fue una experiencia absolutamente sorprendente. Colmó con mucho mis expectativas como autor, que en realidad eran muy modestas. Desde que comencé a estudiar fotografía, me autoconvencí de que en realidad no tenía gran cosa que contar y que el talento era algo que no iba conmigo. Con el tiempo vi que esas cosas eran sólo parte del arsenal de excusas con el que intentamos convencernos para no hacer nada.

‘(No) soy de aquí’ © Gustavo Alemán
A mí ya me interesaba el soporte libro, tenía mi propia biblioteca e incluso en Gatos de Marte, una pequeña galería que dirigí junto a mi hermana en Murcia entre los años 2009 y 2012, tuvimos una pequeña selección de fotolibros a la venta. Tenía una espina clavada por no haber desarrollado nunca un proyecto fotográfico propio y de repente me encontré con que ‘(No) soy de aquí’ adquiría un éxito inesperado y me permitía exponer y editar mi propio libro al ser seleccionado por el comisario Jesús Micó para ser parte de la programación de la sala Kursala de la Universidad de Cádiz en 2013.
Fue un trabajo que circuló bastante y a ello contribuyó, sin duda, que pudiera ser relacionado con la crisis económica de ese momento y el interés que empezaba a despertar el fotolibro gracias a la publicación de ‘The Afronauts’ de Cristina de Middel, ‘Paloma al aire’ de Ricardo Cases y artículos como ‘El hechizo del fotolibro’ de Joan Fontcuberta en El País. Pronto entendí, no obstante, que difícilmente iba a repetir una experiencia similar con otros trabajos fotográficos míos. Pero el virus del fotolibro ya estaba en mí: un mundo fascinante, del que me faltaba todo por aprender y llegar a formar parte, siquiera anecdóticamente, de esa historia. Poder colaborar con otros autores en el proceso de materialización de un libro me parecía algo irresistible. Así que, como con casi todo lo que hago, me lancé a ello con mucho más corazón que cabeza.
‘Country Fictions’ (2014) de Juan Aballe y ‘Up Around The Bend ‘(2015) de Christian Lagata son los primeros libros publicados por Fuego Books. Ambos están muy relacionados con el territorio como espacio de investigación fotográfica, al igual que ‘(No) soy de aquí’. ¿Cómo ha sido tu experiencia primero como autor y como editor después, a la hora de crear relatos sobre identidades locales y paisajes comunes? ¿Cómo contribuyen a la memoria e identidad del territorio fotografiado este tipo de proyectos?
Tanto ‘Country Fictions’ como ‘Up Around The Bend’ se nutren de códigos y referentes de la fotografía de paisaje para hablar de cosas diferentes al territorio, aunque profundamente influenciadas por él. Creo que tanto el trabajo de Juan Aballe como el de Christian Lagata se pueden enmarcar en esa categoría de proyectos que miran al exterior para hablarnos del mundo interior propio de sus autores. Transitan ambos por territorios reales pero la intención al enfrentarse a ellos fotográficamente no se limita a documentarlos. Creo que parten del referente real para transformarlo en símbolos y metáforas de sus auténticas intenciones.

‘Country Fictions’ de Juan Aballe
Lo que me atrajo de ambos proyectos fue la complicada relación que tienen con la nostalgia. Son proyectos aparentemente nostálgicos y a la vez se rebelan ante ese sentimiento que muchas veces nos hace ver nuestro pasado y nuestros orígenes de una manera romántica y muy poco crítica. Un vistazo superficial puede hacer ver ambos trabajos como traslaciones de una cierta fotografía americana, con su iconografía y su tradición, al territorio de nuestro país. Hay ecos de John Gossage, de Robert Adams, de Alec Soth, por supuesto. Pero me parece que además ambas publicaciones funcionan como trabajos que analizan el paisaje y el territorio como escenario donde nacen y mueren nuestros sueños y aspiraciones.
En las publicaciones de Fuego existe además un interés personal por nuestra cambiante relación con la naturaleza, sobre todo por lo que eso dice de nosotros como individuos y como sociedad. Creo que ningún fotolibro puede dar respuestas claras sobre todo este asunto, pero si pueden ayudarnos a extraer nuestras propias conclusiones personales.
Después de un año de pausa, durante 2017 Fuego Books publica tres libros muy distintos: ‘Ser de La Cala’ de Gerard Boyer, ‘Survivalists’ de Léa Habourdin y el libro colectivo ‘A Place Both Wonderful and Strange’. Propuestas que oscilan entre lo lúdico y lo misterioso, tanto conceptual como formalmente. En el caso de ‘Ser de La Cala’ de Gerard Boyer, posee una puesta en página dinámica, fragmentaria y difusa (a veces incómoda), quizás una referencia clara a lo maleable de los recuerdos del autor sobre su propia infancia. Cuando se trabaja en una secuencia tan fraccionaria, ¿cómo esperas que el lector se vincule con el relato? ¿Qué pistas ofrece la propuesta para que ese vínculo sea satisfactorio?
En Fuego Books, mi papel se reparte tanto como editor como publicador. El matiz es importante: no es lo mismo estar involucrado en todas las fases de creación de un libro que contribuir solo económicamente a su publicación. En el caso de ‘Ser de La Cala’ de Gerard Boyer, las decisiones sobre la conceptualización del libro ya estaban tomadas por él y el equipo de lujo que forman Román Yñán e Ignasi López. Yo ya conocía el proyecto y lo había visto crecer desde lejos y cuando vi su forma final me pareció muy necesario apoyarlo como sello editorial.

‘Ser de La Cala’ de Gerard Boyer
Creo que las decisiones formales de ‘Ser de La Cala’, que en un primer momento pueden desorientar e incluso repeler, están relacionadas de una manera muy estrecha con los temas del libro. Incluso con las mismas fotografías. Una disposición convencional de las imágenes, en un formato clásico, hubiera funcionado como un ejercicio de recreación nostálgica, de comparación entre el pasado y el presente. El libro va más allá y con su narrativa fragmentaria, y su disposición no lineal, habla de una manera menos edulcorada de la formación de los propios recuerdos y de la relación con nuestra historia pasada.
El concepto de «cajas de memoria», de cómo nuestros recuerdos van cambiando en un juego constante entre el pasado y el presente, es el que manejaron Gerard, Román e Ignasi. La memoria no como un disco duro inalterable sino como algo sujeto a constante revisión. Ahí es donde intenta apuntar la estructura del libro. La idea no era reemplazar el álbum familiar que todos tenemos en casa, sino, con elementos familiares (fotos antiguas, fotos recientes de los lugares del pasado), crear una estructura en la que podernos ver reflejados y pensar, cada uno a su modo, sobre nuestras vivencias pasadas y el eco que tienen en nuestro presente.
Por otra parte, en ‘Survivalists’ de Léa Habourdin habéis planteado una ruta de viaje por capítulos: ordenada, pausada y legible, el texto, por su parte, llena de sentido la propuesta. Sin embargo, en su página web, la autora plantea otra lectura: un mosaico en el que se entremezclan los distintos registros del proyecto. ¿A qué se debe la decisión de segmentar en capítulos?, ¿qué gana y qué pierde un proyecto cuando se divide en capítulos?n Cuéntanos cómo ha influido esto en ‘Survivalists’.
Aunque el proceso de trabajo con Léa Habourdin fue bastante extenso, la estructura final del libro es muy similar a la que ella planteaba en su primera maqueta. La división en capítulos ya estaba presente ahí y desde el principio nos pareció que era una manera bastante interesante de abordar, a la manera sutil de Léa –cuyo trabajo funciona mejor como una serie de sugerencias que el espectador termina por cerrar- los complejos temas del libro. Los capítulos muestran, muy resumidamente, la idea de progresión en nuestra relación con la naturaleza. De una observación casi pasiva, pasamos a intentar en vano reducir la inmensidad inabarcable de los paisajes a una lista diminuta de preocupaciones para acabar inmersos en un cierto caos en el que, en definitiva, por muchas estrategias que sigamos, aún somos parte de ese mundo natural de una manera progresivamente extraña.

‘Survivalists’ de Léa Habourdin
Léa cambia mucho la edición de sus trabajos dependiendo de si los muestra en soporte pantalla, pared o papel, algo que obedece a una estrategia muy inteligente. En su web, presenta una visión panorámica del trabajo, un tráiler de lo que puede ser un desarrollo más completo del proyecto en soporte el libro o en una exposición.
‘A Place Both Wonderful and Strange’ está inspirado en ‘Twin Peaks’, la serie televisiva de David Lynch, un homenaje a ese mundo cinematográfico de múltiples enigmas y acertijos. Para la construcción del libro buscaste trabajos que aludieran a este difuso universo por medio de una convocatoria internacional. Finalmente, la publicación reúne las propuestas de doce autores. ¿Qué es lo más lynchiano de ‘A Place Both Wonderful and Strange’?, ¿Cuáles fueron los límites editoriales que te planteaste al construir un libro colectivo?, ¿cuánto de los autores hay en este libro? Y, ¿quién es el autor de este libro?
Los bosques, los enigmas, los dobles, las referencias visuales a Lynch, el deseo de desorientar, un cierto humor malvado. Todo eso es lynchiano, por supuesto. Pero lo más lynchiano de ‘A Place Both Wonderful and Strange’ es su propia existencia. Desde mi adolescencia siento devoción por la serie y desde hace años me persigue un deseo difuso de hacer algo fotográfico con esa pasión. El paso clave fue el idear el libro como una antología que reuniera a fotógrafos con miradas muy diferentes.
Mi pasión por Twin Peaks y mi dedicación como editor congeniaron para crear un libro homenaje a Lynch y a Twin Peaks. El resultado final no debía ser similar a un disco de versiones, a un karaoke fotográfico de imágenes icónicas o a un producto oportunista. El reto era que la publicación mantuviese la personalidad de cada autor y que ésta no se diluyese, que cada contribución individual estuviera al servicio de la idea global del libro. Que esta experiencia acabe materializada en un libro que involucra a tantas personas de diferentes partes del mundo, en una producción tan complicada y, que con todos sus defectos, se asemeje a lo que inicialmente imaginé -y que no nos hayamos extraviado por el camino-, es para mí un hecho misterioso y milagroso que supera a todos los elementos lynchianos del propio libro.
He de agradecer, pues, la enorme generosidad que han tenido todos los autores con el proyecto. El modo de trabajar con cada uno de ellos fue diferente y siempre estuvieron abiertos a sugerencias, por extravagantes que éstas fueran. Creo en definitiva, que este proceso colaborativo nos hace a todos autores del libro.

‘A Place Both Wonderful and Strange’
Encontramos publicaciones donde el trabajo fotográfico no está al mismo nivel que la producción editorial. Hay libros que tienen un buen diseño, una buena elección de papel, un gran trabajo conceptual pero su contenido fotográfico es vacuo e inmaduro. ¿Crees que la urgencia por publicar y la aparente facilidad que las nuevas tecnologías digitales propician están contribuyendo a esto?
Puede ocurrir lo que comentas. Hacer libros es tan complicado y costoso que todas las personas que se embarcan en ello me parecen pequeños héroes y heroínas. Una persona que empieza hoy en la fotografía puede sentir un poco de presión por hacer un fotolibro, por entender su obra desde este soporte. Si en las escuelas les imponen plazos restringidos y si además, en sus redes sociales sólo ven a autores que publican libros que parecen historias de éxito, los fotógrafos que se están formando, llegan a pensar que no hay tiempo que perder: que la vía son los libros y el camino es la prisa. Así, seguro que hay libros que se publican con trabajos inmaduros o por motivos equivocados. En mi experiencia como editor eso no ha sucedido, prefiero pensar que la gente publica porque ama los libros y tienen algo que decir. Otra cosa es que luego su mensaje llegue a alguien.
Es relativamente sencillo -si tienes el dinero necesario- el lanzar un libro al mundo. Mediante el barullo en las redes es posible, incluso, que seas la estrella de la semana. Los libros aspiran a algo más que la inmediatez o la efervescencia de la promoción en redes. Lo que de veras me apena es que no se hable nunca de ese puñado de excelentes libros que cada año se publican en nuestro país. Títulos como ‘No había pecado entonces’ de Sergio Aritmendiz, ‘Río’ de Andrés Medina o ‘Cabestro’ de Carol Caicedo han recibido mucha menos atención de la que merecían.
Necesitamos que haya más conversación en torno a los libros de fotografía. Si los productores y lectores son pocos, las personas capaces de generar opinión y de contribuir a que el público crezca son escasísimos. Es fundamental que surjan voces con este propósito.

‘A Place Both Wonderful and Strange’
Quisiera saber qué supone para ti el desarrollo de la labor de editor y cómo ves el panorama actual de la producción editorial de fotolibros.
La labor de editor de libros de fotografía es complicada e ingrata. Supone lidiar con productos editoriales prácticamente de lujo dirigidos a un público que, hoy por hoy, no existe. Empresarialmente no tiene demasiado sentido y difícilmente resulta sostenible. Este negro panorama solo puede ser contrarrestado con la creencia de que los libros que editamos son importantes para nosotros, para los autores y para lectores que los compran. Que el amor y el esfuerzo que les ponemos están presentes en el resultado final y que, si logramos remar en la misma dirección, haremos un poco más grande este mundo nuestro. Ilusionando a personas que no saben aún que estos son los libros de su vida.
El aficionado a la fotografía que lleva a sus hijos al museo, la lectora empedernida de novelas, el diseñador fascinado por las posibilidades de las publicaciones en papel, la cinéfila deslumbrada por las imágenes en pantalla: no saben que existimos, nadie les ha explicado lo que hacemos.
La estrategia no puede ser sólo resistir o editar para nuestros familiares y amigos. Sino más bien, propiciar un clima donde quepan nuestras publicaciones, que no se vean como un producto para fotógrafos o como libros que más que hacernos deleitar o reflexionar, son un enigma indescifrable que requiere de mucho esfuerzo y conocimientos previos para ser entendido. Los libros que hacemos pueden hablar de muchas clases de historias que interesen a muchas clases de personas. Hagamos esos libros. Busquemos a ese público.