El fotógrafo madrileño Javier Mantrana se ha convertido en poco tiempo en uno de los referentes del retrato en España. Por sus manos han pasado gran parte de los actores y actrices más populares del panorama nacional, pero también mucho de los que todavía no hemos oido hablar. Además es el autor de ‘Tierra’, un proyecto que reflexiona sobre la finitud de la vida y que ha sufrido varias veces el pirateo en redes. Sobre todo ello charla con Roberto Villalón.

Quedamos hace ya unos meses. Seguía su trabajo en redes y me gustaban mucho sus fotos del mundo del teatro. Pero me tenía muy intrigado su serie ‘Tierra’, que mostraba casi a diario en sus redes. Gente conocida y anónima con una expresión inquietante, sucios, derrotados, pero trasmitiendo una gran belleza.

Unos días antes de la entrevista me atreví a posar para esa serie, casi desnudo, embadurnado de café y pensando en mi propia muerte. Siempre es interesante ver cómo trabajan los compañeros.

Y ya quedamos otro día para esta conversación. En la terraza de su casa. Y hablamos de tomar decisiones en la vida, de arriesgar con la fotografía, de ser conscientes de las dificultades, de las cosas buenas y malas que trae este oficio…

No podíamos imaginar todo lo que ha pasado estos meses. Coronavirus no era un palabra en nuestro diccionario. Pero, quién se lo iba a decir, Javier Mantrana Del Valle (Madrid, 1971) iba a tener que reflexionar una vez más sobre la vida y la muerte, tras tener que ser ingresado y estar grave, víctima del Covid-19.

Javier es grande y tierno, pero se le vuelven los ojos pequeñitos cada vez que sonríe. Habla pausado y la conversación se convierte en una especie de clase de ‘mindfulness’ impartida por este monje budista de Chamberí. Ha vivido ya alguna reencarnación y tal vez por eso parece hablar como un cura que hubiera colgado la sotana. Como quien ha sentido la llamada más de una vez. La fotografía es luz, no hay duda.

¿Cuándo caes en el vicio de la fotografía?

Era mi afición de adolescente. Me regalaron una Polaroid por mi comunión y mi padre tenía también una Canon y una Yashica que le quitaba siempre que podía. Aprendí a manejarlas de manera autodidacta con una enciclopedia de fotografía práctica pero nunca tenía dinero para comprar cartuchos ni revelar los carretes. Y bueno, la afición se fue diluyendo hasta que llegué a la facultad.

¿Y luego que estudias?

Ciencias Políticas.

Y te alejas de la fotografía.

Es que directamente me enfoco al ámbito comercial y la formación de comerciales. Y así pasaron muchos años y di muchas vueltas y tumbos. Es curioso, porque a pesar de todos lo años que me dediqué a eso, para mí es como un periodo oscuro de negación a mí mismo, a lo que soy, a mi parte creativa. Entras en una dinámica de no ser tú, de hacer cosas que, en fin, las haces por el día a día, por seguir viviendo.

Susana Hornos © Javier Mantrana

¿Pero sigues como aficionado?

No volví a coger una cámara, no tenía nada que contar, pero nunca perdí el contacto con la fotografía. De hecho ‘Tierra’ bebe de una exposición de Avedon que vi en Barcelona en el 2002, ‘In the American West’.

¿Y cómo fue el reencuentro?

En el 2008 me despiden de la escuela de negocios donde trabajaba, en el departamento de marketing. Tenía algo de dinero, el paro y mucho tiempo. Me fui a Nueva York y me compré una cámara digital de aficionado. Me impactó la ciudad y enseguida me contagié de su energía. Me estimuló en todos los sentidos, pero sobretodo me ayudó a volver a mirar. A detenerme, a sentir, a conectar con lo que me rodeaba y a observar. Llevaba años de ceguera. Solo viendo. Descubrí de nuevo la cámara más que como un instrumento para recordar como un instrumento para relatar y para plasmar mi punto de vista. Cuando volví lo primero que hice fue comprarme una cámara mejor, una Canon 50D y ya no pude dejar de hacer fotos. 

Bachir Samb © Javier Mantrana

¿En qué momento te profesionalizas?

No llega de repente un día en el que te levantas y te dices a ti mismo: «Soy fotógrafo».  En mi caso surgío de una forma muy natural. 

Tenía amigos actores que se prestaban a hacer de modelos e incluso me pagaban por ello para echarme una mano. Se fue corriendo la voz y poco a poco fui aumentando y mejorando mi portafolio. Todo el dinero que ganaba lo reinvertía en equipo y aún así me pasé años disparando con flashes a pilas. Empiezas a contactar con empresas que te piden factura. Te haces autónomo y empiezas a malvivir de esto. Un día ves que tu día a día es la fotografía y que llevas un tiempo viviendo de y para ella

¿Cómo ha ido cambiando tu manera de ver la fotografía? ¿Qué miedos tenías al empezar?

Cuando empecé la única opción era ser autodidacta, no tenía un duro para estudiar en una academia de fotografía. Es un camino difícil que no le recomiendo a todo el mundo. Se tropieza constantemente, el camino se hace muchísimo más largo, y corres el riego de no avanzar si no recibes un buen feedback de tu trabajo o si eres demasiado autoindulgente o por el contrario demasiado crítico. Al principio no pensaba en ganarme la vida con la fotografía y y lo único importante para mi era poder expresarme. Hacía lo que me daba la gana y era mucho más libre temática y formalmente.

Cuando trabajas por encargo o un artista te pide que le hagas un book, tienes que ser capaz de adaptar tu punto de vista a lo que se requiere en en ese momento. Formal y estéticamente. No cambia tu manera de ver. Cambia tu manera de ejecutarlo. Al principio lo que más inseguridad me provocaba era el equipo. Que todo funcionara correctamente y que los flashes a pilas no me dejaran tirado. Estaba más preocupado de la parte técnica que de disfrutar del trabajo. Lo pasaba fatal. Ahora lo que más me preocupa es acomodarme y perder la noción de que me hice fotógrafo para poder expresarme.

Ana Millán © Javier Mantrana

¿Por qué retrato?

En primer lugar, hay algo de herencia cultural. Mi padre es un gran dibujante anónimo y siempre he admirado sus retratos especialmente. El retrato ha sido lo primero que me ha conectado con el mundo del arte y lo que más me fascinaba siempre que visitaba el Museo del Prado cuando era niño. 

Pero es verdad que soy una persona extraordinariamente reservada y tímida. Mis primeros retratos fotográficos fueron a personas de mi entorno, a amigos en definitiva con los que me sentía especialmente a gusto. Cuando no sentía que tenía la energía para retratar personas fotografía edificios. Disfruto mucho la fotografía arquitectónica, me puedo pasar horas dialogando con la fachada de un edificio y observando como cambian los volúmenes, las luces y las sombras o los reflejos. 

Pero las personas me fascinan, más por lo que callan que por lo que dicen. Las he observado desde siempre, cuando en el colegio no jugaba al futbol porque me aborrecía, pasaba los recreos observando. El retrato me hace más humano, me permite acercarme mucho más a la mirada de alguien e incluso me permite proyectarme y hablar de mi a través de la mirada del otro. 

Retrato es un término muy amplio. En realidad, hacer muchas cosas alrededor del retrato. Haces retrato editorial, books, series personales… ¿Utilizas diferentes estrategias? ¿Tienen necesidades diferentes? ¿Cómo funciona?

En cada uno de ellos cambian el punto de vista, el tiempo y los medios. Si pierdes la perspectiva de por qué estas retratando, a quien estás retratando y quien te contrata estas perdido. Las series personales están al servicio de mi necesidad de expresarme, de contar algo como artista y de expresar mi punto de vista por encima de lo demás. Es cuando más libre me siento para subordinar todo al discurso.

Cuando retratas a un a un actor o una actriz para un book tienes que ceñirte a unas reglas, unos marcos que son muy difíciles de romper porque la industria es conservadora y porque el director de casting y el representante quieren que las fotos tengan unas determinadas características. Hay una palabra clave que a todos los fotógrafos nos horrorizan, “las fotos tienen que ser neutrales”. Yo me daba cabezazos con esa palabra. Cuando tú retratas a alguien ofreces un punto de vista. Siempre. Y claro, partir de un retrato “neutral” es convertirte en un fotomatón. Y al principio algún representante incluso me ha devuelto las fotos.

Alberto Velasco © Javier Mantrana

¿Y cómo lo has resuelto?

Como te decía adaptando la técnica y los medios a cada situación. En el caso concreto de los books, intento no dramatizar la luz, propongo fondos con texturas y color y si el tiempo me lo permite también propongo hacer fotos en exterior.

¿Se pagan decentemente?

Vivo de ello. Pero hay que ser muy conscientes del momento en el que nos encontramos y para quien trabajas. No cobro lo mismo por hacer un retrato corporativo al Director General de una Empresa que a un actor o una actriz.  Soy muy consciente del enorme esfuerzo que hacen para venir a hacerse un book, muchos trabajan en el sector servicios y en la hostelería y me resulta inconcebible exprimirles. Es cierto que los gastos de un fotógrafo son enormes, pero he ajustado mi precio al máximo para que no les suponga una carga inasumible y yo pueda seguir viviendo de lo que me gusta.

Y también haces retratos editoriales y foto para teatro. ¿Tienes más capacidad para ese tipo de trabajos? ¿Eres más libre?

Suelen ser gente del mundo del teatro, actores, directores, dramaturgos. Y desde el momento que te llaman saben que hay una parte artística, que quieres expresar tu punto de vista respecto a ellos. La mayoría de las veces se dejan. Han visto tu trabajo, saben qué pueden esperar de ti. Ellos vienen con disposición y haces lo que quieres, sabiendo que te pueden decir esto sí o esto no.

‘Tres Hermanas’ © Javier Mantrana

¿Y cuando haces un cartel para teatro?

Eso es totalmente diferente. Ahí estas al servicio de. Estás al servicio de un proyecto en el que están involucradas muchísimas personas: productores, directo, actores y actrices… Al final tú presentas 8, o 9 bocetos. Y van y vienen imágenes. Tú puedes proponer, pero no imponer. Eres un eslabón para expresar un producto comercial.

¿Hay casos en los que puedas proponer con más fuerza? Te lo digo porque me encuentro muchas veces, cuando acudo a ver obras o danza, que propuestas muy visuales y potentes no tienen una fotografía a la altura. No veo audacia.

Hay mucho miedo al riesgo, a aceptar cosas diferentes. 

Pero muchas veces son espectáculos arriesgados.

Pero es que intervienen muchos factores. A los productores el riesgo les gusta lo justo y se si pueden evitarlo lo evitan y sean a los valores fijos. Es una industria pequeña y ya hay profesionales de sobra acreditados que hacen trabajos maravillosos, como pueden ser Manuel Naval o Sergio Parra. Creo que falta algo de audacia y sobra mucha opinión. No suele haber una dirección artística. En un cartel acaba opinando toda la compañía. Incluso cuando el fotógrafo es bueno y existe una buena propuesta creativa, es difícil que se mantenga, y probablemente acabe completamente desvirtuada.

Jorge Roelas © Javier Mantrana

¿Se puede vivir de fotografiar cultura?

La verdad es que los eventos culturales son una parte pequeña de mi producción. No vivo de eso.

¿De qué vives?

De los actores. Mis clientes en su mayoría son actores y actrices que vienen al estudio a hacerse books. También del retrato corporativo y algunos eventos concretos. Pero fundamentalmente trabajo haciendo books.

¿Cuándo son tus referentes para tu trabajo?

Yo tengo mis fotógrafos de cabecera, unos vivos y otros muertos. Cartier Bresson fue uno de los primeros fotógrafos que guiaron mis pasos en muchos aspectos. Ivin Penn me abrió la puerta del blanco y negro. ¡Avedon!, Nadav Kander… Y bueno, empecé queriendo ser Annie Leibovitz, hacer sus mismas fotos.

¿Las de su época de Vanity?

Claro. Pero también me interesa mucho su trabajo personal. ‘Pilgrimage’ es uno de esos trabajos que hablan de ella, un trabajo honesto y sin pretensiones realizado con fotos tomadas con un móvil..

Hace dos años puede ver la exposición de Arlés de su primera época que me encantaban. Luego las otras…

Jaja, Susan Sontang de hecho le metía mucha caña por esas fotos de puesta en escena. Pero reconozco que la Leibovitz farandulera siempre me ha vuelto loco. Ahora bien, hay una foto de una bicicleta ensangrentada en Sarajevo, que es otra Annie, que también me encanta. Y bueno, Peter Lindbergh es un espejo en el que me gustaría reflejarme, por la sencillez y por la dignidad con que retrata a las mujeres. Mientras una no usa luces duras, el otro sí. Uno es de contrastes y la otra no. Pero los dos han dignificado mucho a la mujer. Son mis fotógrafos de cabecera. 

Y en España Valhonrat, Requenco, Txema Yeste o Chesco López.

Jorge Núñez © Javier Mantrana

¿Qué te da ser fotógrafo?

Me permite realizar mi necesidad de expresarme, el canal que he encontrado para contarme y dar mi punto de vista de mi entorno y lo que siento.

¿Cómo combinas lo profesional con lo personal?

Pues la verdad es que empiezo muchos proyectos, pero muchos se quedan por el camino. Me pasa sobre todo con los de arquitectura. Y muchos se quedan en bocetos, miniseries…

Pero sí tienes proyectos con cuerpo, como es el caso de ‘Tierra’.

Sí. Ha sido el primer proyecto compacto y que he sabido desarrollar.

¿Y qué es ‘Tierra’?

Es el resultado de una depresión, una crisis de ansiedad, una crisis existencial que me pegó duro hace unos años. Creo que venía larvando desde que a mi madre le diagnosticaron dos cánceres. Desde entonces a mí se me pone todo patas arriba y la muerte se vuelve una realidad muy presente. Y te das cuenta de que se te escapa el tiempo, no has hecho lo que quería hacer, de que puedes perder a tu madre en cualquier momento… Y esa obsesión fue muy cotidiana y necesité dar salida a esos pensamientos.

‘Tierra’ es la conciencia de la muerte. Una alegoría de ese momento íntimo que pasamos con nosotros mismos y asumimos que no somos inmortales. Y este momento parte de que somos el único animal consciente de su propia muerte. Nadie habla de su propia muerte, y no se nos enseña a hablar de ella. Y es algo que tenemos que descubrir nosotros solos. Todo eso es ‘Tierra’.

Lo curioso es que hablas de ti mediante los retratos de otras personas.

No me atrevo a hacerlo conmigo. 

Los otros te hacen de médium.

Efectivamente. No soy capaz de ponerme en esa situación en la que se ponen lo que pasan por ‘Tierra’.

¿Son mayoría actores porque es tu entorno?

Claro. Cuando empecé este proyecto, había otro tipo de gente. Lo empecé con amigo y familiares porque no creía que otros se dejaran hacer. Y mi entorno ahora es otro. Y hay mucha gente a la que admiro. A veces gente a la que he visto en el teatro o… Siempre tiene que haber alguna conexión. Como contigo, que te conozco de redes.


‘Tierra’ © Javier Mantrana

Precisamente has decidido divulgar este proyecto en redes sociales. ¿Por qué?

La fotografía es como una vomitona, el hecho de sentir algo y compartirlo. Y cuando lo has hecho, te liberas de eso y ya de ser tuyo, pesa menos. Con las redes sociales puedes conectar rápidamente, y compartir de manera inmediata. ‘Tierra’ no lo pensé en una exposición o un libro, sino que necesitaba soltarlo inmediatamente y para ello lo mejor eran las redes. 

¿Y ahora te planteas otros soportes?

Pues hasta que no hablé contigo, no lo había hecho. Hasta ahora es una serie viva. Exponerla significa limitarla y todavía no sé si lo quiero hacer.

Uno de los problemas de lo digital es que muchas veces nos roban el trabajo por el mero hecho de estar en redes. ¿Cómo lo llevas?

Es la única razón que me generó cierta duda. Sobretodo al principio, cuando había pocos retratos y cualquiera podía apropiarse del discurso. Ahora no me preocupa lo más absoluto. Hay mucha gente que conoce mi trabajo y saben que ‘Tierra’ tiene que ver conmigo.

¿Y qué plan tienes para el futuro?

 Aunque ya tengo unos años soy un advenedizo en este mundo. Pero poco a poco he ido acotando mis intereses. Tener tiempo y dinero para poder desarrollar proyectos personales al mismo tiempo que continuar con los books y el retrato artístico.

Álvaro Fontalva © Javier Mantrana