‘Donde doblan los mapas’ es la exposición en la que se repasa la trayectoria de Juan Valbuena en la Sala Canal de Isabel II de Madrid. A través de ella se pueden recorrer los distintos trabajos que ha realizado el fotógrafo madrileño como autor, desde ‘Noray’ hasta el más reciente ‘Dalind’. Pero Valbuena es mucho más. Formador, fundador del colectivo Nophoto y la editorial Phree, es uno de los dinamizadores del panorama fotográfico nacional. Un autor de mirada tranquila y pensamiento activo.

Hay gente más llamativa, más radical, más efectista. Y luego hay otra que, sin apenas levantar la voz, cuando más quieres acordar, han ido construyendo una carrera sólida, interesante, útil, reflexiva… 

Por unas cosas u otras es la cuarta vez que entrevisto a Juan Valbuena (Madrid, 1973). Y espero volverlo a hacer más veces. Porque siempre te aporta algo. Porque habla claro, porque piensa lo que dice, porque, tenga o no respuetas, se ha hecho preguntas interesantes. 

Es de los míos, recortado. Ese aspecto eternamente juvenil, como de cura de campamento, cercano, que toca la guitarra y cuenta historias de las misiones. Ese golpe de melena y esa sonrisilla. Pero no hay que dejarse engañar. Valbuena es mucho. 

Licenciado en Física Teórica, fue fundador del colectivo de Nophoto, que visto ahora, fue una especie de Operación Triunfo fotográfico. Allí aprendieron a ganarse la vida con el oficio, pero también a desarrollarse en diferentes áreas de la fotografía. 

© Roberto Villalón

Juan acabó siendo el de la editorial. Creó Phree donde ha publicado sus propios libros, pero también éxitos como ‘The PIGS’ y ‘La Grieta’ de Spottorno, o ‘Nación Rotonda’. Y los periódicos DÚO, donde intentó revitalizar la relación entre foto y texto en el periodismo patrio. Y desde hace unos años, pieza fundamental en la rama que aún conserva EFTI de fotografía, lugar donde desarrolla su labor como docente.

La exposición que nos sirve de excusa para hablar, ‘Donde doblan los mapas’, comisariada por Sandra Maunac, comienza con una especie de brújula que nos sitúa al Valbuena narrador-viajero, catalizador-testigo, fotógrafo-editor y coleccionista-protagonista. Y va recorriendo, planta por planta, varios de sus proyectos como autor.

‘Dalid’, aún en proceso, las zonas fronterizas entre Algeciras, Tarifa y Gibraltar, un triángulo que se enfrenta a la presión migratoria, la desigualdad económica y fiscal y la relación con Reino Unido. Se asciende a ‘Noray’, su proyecto viajero por el Mediterráneo. Seguimos por ‘Un lugar de la Mancha’, un viaje íntimo por la memoria de su familia. 

‘Salitre’ ocupa la segunda planta y recuerda el proyecto en el que como autor cedió el micrófono a los doce habitantes de un piso patera en el barrio de Lavapiés. ‘Ojos que no ven, corazón que no siente’ transforma la siguiente planta en una hemeroteca sobre la relación de España con Guinea Ecuatorial, la única colonia española en el África subsahariana.

Al llegar a la cúpula, Valbuena nos permite relacionar todos los proyectos mediante un ‘Gabinete de Curiosidades, una instalación que muestra gran parte de los objetos inspiradores y la documentación generada durante la labor de investigación en cada uno de ellos.

A cierta distancia, sin quitarnos las mascarillas, nos refugiamos en la cúpula para tener esta conversación.

‘Noray’ © Juan Valbuena

¿Cómo comienza tu camino fotográfico?

Mi conexión con la fotografía fue a través de mi padre. En mi casa siempre ha habido libros de fotos, cámaras y cuarto oscuro. Siempre he convivido con eso, siempre he hecho fotos.

Fue en el instituto cuando me metí en el laboratorio por primera vez. Y durante la carrera, hice Física Teórica porque me encantaba y me encanta, también hacía fotos. Eran más de viajes. También escalaba mucho, estaba todo el día por ahí y hacía muchas fotos.

Cuando acabé la carrera, empecé a darle clases de física a los bomberos y mientras hice el máster de Efti. 

¿Hace cuánto de aquello?

Pues fue en el 98-99. Entonces era un máster muy distinto al de ahora. Y allí conocí a los fotógrafos que había que conocer. Y me llevé una panorámica de lo que se podía hacer. Entonces comencé el proyecto que luego sería ‘Noray’.

Pero llegaste a trabajar de profesor, ¿no?

Sí. Empecé el proyecto. Y me dieron la beca Fotopres en 2001. Fue cuando incié ‘Noray’. Y tras la beca, estuve tres años de profesor de instituto. En aquella época comenzó Proyecta, que eran unas proyecciones en unos billares que había en Gran Vía. Y ya de ahí surgió Nophoto. 

Una vez me contaste que fue definitivo un encuentro con Antoine D’Agata.

Mostrando el resultado de la beca Fotopres, estaba presente D’Agata. Él tenía una beca residencia en Marsella. La pedí, me la dieron y coincidía con el inicio del curso. Mi madre me dijo: “Te van a llamar y no vas a poder ir”. Y contesté: “Si me llaman, no seré profe nunca más”. Y hasta hoy.

‘Noray’ © Juan Valbuena

Como decías, os juntáis en esos billares gracias a Proyecta. Y os formáis un grupo de gente que acabáis montando Nophoto. ¿Con qué espíritu nace?

Nace con la idea de tener un espacio propio y recuperar libertad. En los años 2003-2004, el panorama fotográfico es mucho más rígido de lo que es ahora. 

¿En qué sentido?

Sólo se admitían ciertos códigos, ciertos cánones. La foto documental era superrígida. Solo podías ser testigo. Y a nosotros nos gustaban otros caminos. Estábamos viendo cosas fuera muy diferentes.

Y nos unimos para, por un lado, tener trabajos colectivos. Y para defendernos unos a otros. Compartir trabajos, una web, cierta estructura. Y eso duró y dura hasta ahora.

Yo lo dejé hace dos años, pero todo lo que sé, lo he aprendido ahí. A hacer proyectos, a hacer libros, a tratar clientes… 

En esta exposición vemos tu trabajo más personal. Pero, ¿en qué consistía tu trabajo de encargo?

Bastante documentación. A veces con alguna libertad. Y, sobre todo, trabajo con instituciones. Hicimos un proyecto colectivo para Matadero en 2007. Hicimos cosas para Nokia, FGV… Íbamos haciendo encargos.

Y, a parte de hacer clientes “feos”, allá por 2012, más o menos, empezamos proponer proyectos para financiar como ‘Vegaviana’, ‘This is spain’… Y cuando fueron bajando los clientes, fuimos centrándonos en la producción. 

Además, cada uno tenía sus propios clientes. El éxito de Nophoto es que no te pedía cuentas de tus clientes individuales. Había un bonito equilibrio entre lo profesional, lo personal, lo individual, lo colectivo… 

© Roberto Villalón

Dentro del colectivo os fuisteis especializando de alguna manera. Y eso te fue llevando a la edición. Precisamente una de las diferentes caras de ti que se reflejan en esta exposición. ¿Cómo te planteas que esa era otra forma de vivir la fotografía?

Estaba claro que la fotografía también es eso. De hecho, a mí me salvó. En 2007 hice un proyecto para Casa Árabe en el que sólo edité. No hice ninguna foto. Un proyecto que fue el germen de ‘Salitre’. Tuve muchas dudas sobre si ser fotógrafo o no. Pero ser fotógrafo ha cambiado tanto, que me permitió hacer otras cosas. Y me divirtió otras cosas.

La primera cosa que edité de modo consciente fue la revista Ojo de Pez, junto a Matías Costa, por encargo de La Fábrica. Y me gustó. Me fui especializando en eso. Como Paco Gómez empezó con las exposiciones y Edu Nave la producción.

¿Y cuándo montas tu editorial Phree?

En 2012. Propuse hacer una editorial dentro de Nophoto. Y perdí la votación. Pero lo intenté por mi cuenta. Empiezo por mi primer libro, ‘Noray’. Y luego ya fueron libros de gente del colectivo, como ‘Me acuerdo’ de Juan Santos o ‘A la hora en el lugar’ de Eduardo Nave. Y luego ya llegaron otros, como Carlos Spottorno.

Tu primer libro con tu editorial es tu primer libro, ‘Noray’.

Yo había aprendido a editar con los libros de Nophoto. Pero con mi primer autoeditado, le puse nombre a la editorial. 

¿Qué es ‘Noray’?

Es el resumen de más de diez años de viajes por el Mediterráneo, en el que uno intenta ser el fotógrafo que quiere ser. Luego te das cuanta de que no. 

Es un trabajo que me gusta y que lo puedo defender. Pero es un trabajo adolescente. Tiene este punto de confianza ciega en la fotografía, en el azar, en el ojo privilegiado… En cosas que luego discuto. Pero en ese me la jugaba en eso. A que voy a vivir cosas extraordinarias y te las voy a traer y a contar. Es muy protagónico, muy superficial. En el fondo no hay apenas retratos. No hablé con nadie. Con esa actitud del paseante.

‘Salitre’ © Juan Valbuena

De todas formas, ya tiene bastante de lo que tu eres como fotógrafo. El viaje, el recorrido, el mapa.

Sí. Pero no están las personas. Es algo de lo que luego me di cuenta.

¿Así surge ‘Salitre’? Es casi la opción contraria.

Yo tengo muchos trabajos a la vez. Pero sí. ‘Salitre’ es el momento clave en el que es posible que lo mejor que puedo hacer por un proyecto fotográfico es no hacer fotos. Y esta decisión me acompaña. Muchas veces dudo si tengo que hacer fotos, si tengo que documentar o sólo tengo que buscar. Pero sí, lo contrario es ‘Salitre’.

¿Qué es ‘Salitre’?

Es un ejercicio de fotografía compartida. Estoy haciendo un encargo y entro en esa casa. Percibo una situación humana excepcional pero también una situación fotográfica especial. Había un montón de imágenes que ellos tenían.

Los africanos, en general, tienen mucha cultura visual. Usan mucho las imágenes. Las guardan, las mandan, las conservan, las utilizan para comunicar, para un montón de cosas. Y creo que ese material es el que tiene articular esa historia, no las posibles fotos que haga yo.

Les propongo un espacio individual a cada uno, y articulo unos libros de 16 páginas en blanco que les entrego y son ellos los que los llenan con el material que tenían. 

Bien es cierto que para articulas la narrativa y el relato, yo hice un libro número trece, que explica el contexto de una casa patera, algunas entrevistas con ellos, y hay algunas imágenes pero sin caer en el making-of. 

El peor libre de los treces es el mío, Lo tengo clarísimo. Son los suyos los que en realidad cuentan de una manera diferente lo que es la inmigración. 

Eso, en la exposición, la gente lo percibe, porque hemos puesto todos los libros abiertos y la gente los lee. Hay un nivel de interlocución directo, que ningún fotógrafo documental, ni ningún mediador puede aportar. 

A lo mejor, la decisión básica es quitarse del medio. Hacer de catalizador. Generas una reacción química y te quitas. Esa es la estrategia.

Es un proyecto que se cerró en 2014, pero sigue funcionando. Esas personas vinieron a ver la exposición y ya no viven así. Sin tener actualidad, sigue teniendo vigencia.

Yo no trabajo sobre la actualidad. Trabajo sobre lo estructural. Soy lento. Intento que mis trabajos tengan un poso que envejezcan bien. 

©Roberto Villalón

El proyecto que presentas tras este es sobre Guinea Ecuatorial, ‘Ojos que no ven…’

Es un paso más en esta idea de compartir los relatos. En realidad, todos mis libros, excepto ‘Noray’, son colectivos. Este es muy coral. Se trata de reconstruir la historia de un secreto, que es la extraña relación de España y Guinea Ecuatorial. Con la suerte de que, cuando me pongo en 2008 con ello, todavía hay mucha gente que lo ha vivido de primera mano y sigue viva. Muchos colonos, políticos, muchos guineanos que vinieron aquí que vinieron al final de la dictadura. Todavía hay mucho testimonio.

Yo utilizo esos testimonios, también sus álbumes o sus archivos, para rellenar la falta de imágenes oficiales. También hay algunas, recortes de prensa, etc.. Pero es una reconstrucción de una oscuridad.

Nuestra historia con Guinea, con más o menos intención, ha sido ocultada. Y yo he tenido esa obsesión de reconstruirla durante diez años. Y se logró hacer estos periódicos para el 50 aniversario de su independencia.

¿Por qué formato periódico?

Primero, porque me gustaba la idea de hacer un periódico en un país donde no se puede hacer prensa. Y luego, porque es el formato más parecido a internet. Con la idea de divulgar y difundir. Además, con dos ejemplares, pegados en la pared, puedes montar una exposición, como hemos hecho en varios festivales como AfroConciencia, en Guinea. 

Es un proyecto nacido para divulgarlo. Hay una web con mucho contenido, abierto, nuevo, inédito, para todo el mundo. Y ahora se han hecho estas piezas audiovisuales que hay en esta exposición. Quiero que todo el mundo sepa algo de Guinea.

Hubo varios trabajos que surgieron por el 50 aniversario, pero nadie habla de esto. Se siguen cometiendo barbaridades con la aquiescencia de la antigua metrópolis y los gobiernos occidentales. Y hay exiliados aquí, que son españoles.

Esto me lleva a un proyecto que tú también impulsaste, que fue DÚO. Un periódico sin estar ligado al aquí y ahora.

A mí me gusta mucho el periodismo, no lo puedo negar. DÚO es un proyecto que me encanta. Supone hacer lo que no se hace en otros sitios y que se supone que se hacía antes, que es darle tiempo y libertad y confiar en el talento de la gente que trabaja. Eso en los medios, ahora no pasa. 

‘Ojos que ven…’ © Juan Valbuena

¿En qué consiste? ¿Sigue vivo?

Son 48 páginas dedicadas a un solo tema hecho a medias entre un fotógrafo/a y escritor/a. Trabajan un tema en profundidad sin que uno esté al servicio del otro. Son dos formas de abordar un tema, de forma conjunta o en paralelo, sobre un tema que conocen, sin límite de tiempo. Su única limitación es el número de páginas. Es periodismo lento y sale cuando está preparado.

Lo definimos como periódico monotemático de aparición imprevisible. Hace varios años que no sacamos ninguno. El último fue sobre la Ley Mordaza. Estamos preparando uno sombre distintas memorias históricas, pero no sabemos cuándo saldrá.

¿Hubo algún tipo de reacción o interés desde la prensa tradicional hacia DÚO?

Pensaba que sí iba a haber. Pensaba que nuestros amigos periodistas tenían la misma sensación que los fotógrafos, que había falta de tiempo y espacio. Creí que el producto iba a interesar tanto a fotógrafos como escritores. Pero tal vez por las dificultades de distribución o de comunicación, supongo, nos hemos quedado en el lado de los fotolibros. Y no hemos sabido dar el salto a información. Los fotógrafos sí lo valoran, pero no ha hecho esa mella como sí ha hecho 5W por ejemplo.

‘Dalind’ © Juan Valbuena

Tengo la sensación que, tanto como autor que como editor, buscas siempre un tipo de temas que trasciendan lo fotográfico, buscan reflejar la sociedad.

A mí me interesa el mundo real. Me interesa lo que existe. Y me interesa España, por ejemplo. Es un lugar muy complejo e interesante. Muchos de los temas que yo hago tratan de la idea de España. De lo que es, lo que fue, o cómo es en relación con otros. 

En la anterior crisis, con Phree hicimos un montón de libros que hablaban de nuestro país. El boom inmobiliario, que somos una rotonda… Detectamos las características de España.

A mí me interesan esas cosas. Y me interesa hacerlas con tiempo y creando documentos que envejezcan bien. No me interesa la anécdota como concepto fotográfico. Ni el guiño, ni mostrar lo fino que es mi ojo. Me aburro.

En la planta baja tenemos el proyecto que estás realizando ahora. ¿Qué es?

‘Dalind’ es una aproximación a un territorio que tenemos en España, que es el estrecho de Gibraltar. Si EE. UU. tuviera un lugar como ese, habría hecho millones de películas como ellos hacen con su frontera con México. No sólo es una frontera entre dos mares, sino que además hay una colonia británica por medio. 

Es una triple frontera en la que ocurren un montón de cosas. La mayor parte de ellas son muy difíciles de fotografía. Y eso me interesa un montón.

Por eso estoy dando un paso a la oralidad con este proyecto. Por eso hay unos audios que te cuentan historias. Por que es un lugar con magníficos oradores, magníficos mentirosos. Lo mejor, casi casi, es lo que cuentan.

‘Dalind’ © Juan Valbuena

Aquí lo presento en crudo, porque está en proceso. Y creo que va a ser mi primer proyecto con un poco de ficción, para acabar de entender el surrealismo que hay allí. Abordarlo desde la ficción, que es prácticamente indistinguible para ellos. 

Busco lo endémico del lugar. Lo que lo distingue. Yo tardo mucho también en decidir qué no voy a hacer. Decidí que no iba a hacer sensacionalismo. No voy a hacer Callejeros. Que iba a hacerlo con una mirada súper a pie de calle. Buscando las “especies” de la zona.

Hay además otro trabajo que se diferencia un poco de los otros. Es más introspectivo, de buscarte a ti mismo, ‘Un lugar de La Mancha’. 

Ha sido el trabajo de fondo de todos los demás. En el que yo aplicaba todo lo que aprendía en otros lugares. Es el trabajo más desnudo que yo hecho. Es en el que aparece algo parecido a un autorretrato.

En 2006 tengo muy encarrilado ‘Noray’, empiezo ‘Salitre’, Nophoto ya está en marcha. Y soy padre. Y me doy cuenta de que mi referente familiar está vinculado a un solo lugar. Mis dos padres, abuelos, mis bisuabuelos son de ese sitio. Y ya sólo me quedan allí mis dos abuelos y me doy cuenta de que nos estamos desconectando de ese territorio.

‘En un lugar de la Mancha’ © Juan Valbuena

Y me propongo comprender porqué nunca se han movido de allí, aguantan esa generación la Guerra Civil allí, habiéndola perdido. Y es ya la siguiente generación la que tiene la valentía de irse. Es un trabajo sobre la lealtad.

Empiezo a buscar historias y fotos, y también a hacerlas, con la idea de completar el álbum. Tengo la suerte de que mi padre hizo fotos desde los 60 hasta los 80. Y se puede reconstruir muy bien hasta cinco generaciones, desde mis bisabuelos hasta mis hijas. Cinco generaciones fotografiadas todas en el mismo lugar. Un lugar que pisan todos. 

Es un trabajo sobre la lealtad. Sobre la herencia y su peso. Y eso a mí me ha servido para ser como soy. No soy un fotógrafo francés que viaja por el mediterráneo. Vengo de donde vengo, tengo los posicionamientos políticos que tengo, los condicionamientos morales que tengo… Mis virtudes y defectos, que ahora he entendido. 

Y, además, he conseguido el permiso para contarlo. Desde que mi tío abuelo asesinó a los ricos del pueblo en la guerra, como otros pequeños secretos que he descubierto en estos años y me han dejado contarlo.

Ese proyecto habla de tus raíces y de quién eres. Pero una exposición como esta de Canal, en la que repasas tu trayectoria, también te habrá supuesto plantearte quién eres tú como fotógrafo, cómo ha transcurrido tu carrera, en qué has cambiado y en que no. Tras revisitarte, me gustaría saber cómo ha sido tu viaje como fotógrafo.

Para mí el punto clave que marca la evolución es la relación con el otro. No sólo como cuerpo al que le da la luz. Hay un nuevo respeto hacia el otro, su historia y su relato. Sea mi padre o Mamandú. Y quiero contar sus historias, pero si no quieren, no. He bajado la cámara en muchas ocasiones y he guardado muchos secretos a mucha gente.

Esa es mi manera principal de ser fotógrafo: respeto. Ir despacio a los sitios, pasar tiempo con la gente. No resolver. Yo no quiero resolver. Quiero estar, quiero intentar comprender. Y si no hago fotos un día o veinte, tampoco pasa nada.

Me interesa estar en los sitios. Por eso, con todo esto del Covid, estoy frenado. Y ya veremos si lo que yo hacía, se puede seguir haciendo. Tengo dudas. El viaje y el encuentro se ha vuelto una cosa clandestina.

© Roberto Villalón

¿Qué importancia tiene para ti lo formal en fotografía?

Poca. Cada vez menos. Estoy atado a una herramienta de trabajo que es la cámara de formato medio, pero es más porque me hace ir lento. Pero vamos, que como en Guinea Ecuatorial, como no se pueden hacer fotos en el espacio público, la solución ha sido hacer fotos con el móvil. Y en ‘Salitre’, como no tengo tiro, cambio de formato.

Intento pensar en le proyecto y sumarle los recursos que creo que le van a funcionar. Hay quien me dice que escribo mucho y que eso hace que sea peor fotógrafo. Pues quizás. A lo mejor no lo sé hacer bien y me apoyo en el texto. 

Si tengo una predilección en el resultado final. Tengo tendencia a hacer libro. Pero no tengo ese apego en la herramienta procesal. 

¿Podemos decir que eres un claro ejemplo de la generación del fotolibro? 

Claro, claro. Soy uno de los culpables de la burbuja del fotolibro. Y de la generación de la transición entre el analógico y el digital. Soy de esa generación que parecía que íbamos a conseguir salir y tener más presencia en el exterior. Ha habido casos individuales, pero, no sé si se ha conseguido.

¿Te ha aportado la fotografía o te ha decepcionado?

Creía que la fotografía era un lenguaje más suficiente. No se sostiene sola, al menos la mía. Los libros “mudos” no llegan. Yo necesito más relato. La fotografía tiene tanta polisemia y tanto código que muchas veces no es útil. Yo necesito cosas. 

Tengo una lucha continua con los de mi generación, que sigue confiando mucho en el poder del lenguaje fotográfico y se la juegan. Y, para mí, emiten libros y discursos completamente cifrados y cerrados. Yo no los entiendo. Me dejan fuera.

Yo necesito relato, necesito personas.

‘En un lugar de la Mancha’ © Juan Valbuena

Se acercan los 50. Como decías has vivido varias transiciones. Somos de una generación en la que se habla mucho de obra y lenguaje a la que nunca se nos preparó a sobrevivir. ¿Cómo te planteas el futuro? En esta situación, ¿qué tenemos que hacer?

Hay diferentes maneras de vivir como fotógrafo. Una es de las fotos que ya has hecho, del archivo; de las fotos que otros quieren que tú hagas, los encargos; de las fotos que tú quieres hacer, que son las becas y demás; y la cuarta pata es la comunicación de todo eso, la dimensión educativa y cultural. Hasta el año pasado, dos estaban a la baja, y dos al alza. Con lo cual no íbamos mal. 

Estaban a la baja le venta de archivo y la venta de obra. El stock ha invadido todo y tu archivo ya no vale nada. Y los encargos, también. En alza estaban las becas y los “open call”. Ya no hay comisarios que hagan festivales. Y también estaba en alza la dimensión cultural. De esas cuatro sólo se ha mantenido, este año, que son las becas. Y el año que viene, ya veremos. Hay que inventarse la quinta pata.

© Roberto Villalón

¿Cuál es?

No lo sé. Nos tenemos que volver proveedores de algo. Los que sostienen son los que proveen, los que tienen menos presencia y espíritu autoral. Que no sé qué será, si tendremos que proveer de ideas. O de algo físico. Pero la dimensión cultural tendrá que reinventarse.

Todo lo que sea intercambio, público, contacto, gente, está tocado de modo irreversible. Mira el mundo del fotolibro. Cierra La Rueda, desparecen puntos de ventas… Y la formación, también está muy tocada.

¿Nos tenemos que plantear hasta qué punto somos necesarios?

Por supuesto. Es obvio. Esto nos pasa porque somos muy prescindibles. Aunque los maltratemos, nadie está hablando de prescindir de los médicos. La cultura está muy bien y sostiene la felicidad de la gente, pero somos algo superficial.

A mucha gente le gusta lo que hacemos, pero no está dispuesta a pagar por ello. Y hay que competir con el entretenimiento. Pero no veo a los fotógrafos compitiendo con Netflix. Pero bueno, ahí está el reto.