Mar Sáez presenta en Paris Photo su esperado fotolibro ‘Vera y Victoria’, un trabajo sobre la historia de amor de dos personas, una de ellas transexual. Un proyecto documental desde la cercanía y la sinceridad que también se puede disfrutar en La Kursala de Cádiz hasta el 20 de diciembre. Además, es la autora de las fotografías del DÚO especial que se ha editado para el reciente festival de Albarracín. Hablamos con ella sobre sus proyectos y sobre la realidad a la que se enfrenta una fotógrafa «emergente» en la actualidad.

Mar Sáez (Murcia, 1983) estudió Psicología y Comunicación Audivisual y fue periodista en la sección de cultura durante varios años. Hasta que decidió ser fotógrafa. Y comenzó su camino con pasos cortos, pero constantes. Estudiar fotografía, iniciar un proyecto y empezar a marcar pequeñas muescas de pequeños éxitos. Una beca en Lens, participar en una expo en Mad is Mad, ganar un Lux de bronce, otro de oro, otra beca en el festival de Albarracín, otra expo en Fernando Pradilla, otra beca en el Máster PHE… En estos días se presenta su fotolibro ‘Vera y Victoria’ resultado del trabajo que durante años ha realizado sobre la relación de amor de dos chicas, una de ellas transexual. Se trata del nuevo Cuaderno de la Kursala que en estos momentos exhibe este trabajo. Un trabajo que ha posibilitado todos estos éxitos.

Conocí a Mar en la exposición que comisarié para la galeria Mad is Mad de Madrid. El lema de la exposición era ‘Más cerca’ y en ella cinco fotógrafas trataban sobre la intimidad. Cuando vi el trabajo ‘Vera y Victoria’ descubrí un proyecto lleno de sensibilidad, respeto y frescura. Trataba un tema que se prestaba con facilidad a otro tipo de imágenes, más «llamativas». Pero ella buscó un tono basado en la cercanía, en la convivencia, donde la transexualidad se convertía en una anécdota. Era visible, pero no protagonista.

Desde entonces tenemos contacto y he vivido con mucho orgullo cada nuevo pequeño éxito de Mar. Era mi primera experiencia curaturial y eso crea un vínculo. En este tiempo Mar se ha rodeado de fotógrafos con cierta trayectoria y peso. Tiene claro lo que le gusta, es metódica, es perfeccionista y muy muy trabajadora. Tiene un aspecto casi adolescente, como una de esas compañeras de clase que sacaban dieces, a la que le podías pedir los apuntes porque eran perfectos y que además sabías que eran divertidas. Pero Mar, sobre todo, es una persona sensible.

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Libro, expo y ser portagonista del próximo DÚO (una edición especial para Albarracín) son una excusa perfecta para entrevistarla. Un piso compartido en Madrid, paredes de gotelé, un café con leche de soja y unas tostas con jamón son un escenario perfecto para hablar con Mar en una mañana lluviosa.

¿Cómo llegas a la fotografía?

Por mi padre. Siempre le ha encantado la fotografía y desde niña me hacía muchas fotos. Cuando crecí y vi las fotos que me había hecho, empecé a tener curiosidad. Luego en el instituto la tuve como optativa, con laboratorio y tal.

¿Ya eran tiempos del digital?

No. Lo digital vino enseguida, pero no. Yo usaba cámaras de carrete en plan baratillo. La de mi padre aprendí a usarla en esa asignatura. Y bueno, ahí se quedó todo. Estaba en el conservatorio de música. Y luego estudié Psicología y cuando terminé el conservatorio profesional, combiné esa carrera con Comunicación Audiovisual. Mi vida siempre ha sido estar liada, je, je.

¿Tenías contacto con la fotografía cuando estudiabas Comunicación Audiovisual?

No, apenas. Antes de querer ser fotógrafa, quería ser cineasta. Quedábamos los amateur de clase a ver cine el día del espectador, nos juntábamos para hacer cortos… Entonces me dieron una beca Séneca, que es como la Erasmus pero dentro de España. Y así, el último año de carrera me vine a Madrid. Y aquí hice prácticas en un gabinete de cine.

Antes de terminar de estudiar, comencé a echar curriculums. Y para mí sorpresa, me llamaron en un medio de manera inmediata, ¡antes de terminar la carrera! Y allí estuve seis años en la sección de cultura hasta que la delegación de Murcia cerró.

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© Mar Sáez

¿Pero allí escribías?

Lo que pasa es que como sabía hacer fotos, cuando el fotógrafo de plantilla se ponía enfermo, yo lo cubría. Y durante esos años, mi afición por la fotografía fue creciendo. En una ocasión me mandaron de corresponsal a Mauritania, a Chinguetti, con una oenegé. Hice fotos y texto, tanto para el trabajo como para mí. Y me fue cautivando más eso de la fotografía. Publiqué el reportaje para el periódico e hice mi primera exposición individual en 2008 con aquel trabajo, en Murcia. Al cerrar el medio en 2012 fue cuando me propuse a muerte con la foto.

¿Por qué fotógrafa? Desde tu experiencia en prensa ya conocías los sinsabores de la profesión, y si los periodistas están mal, los fotógrafos suelen estar peor. Aún así, insistes en ser fotógrafa.

A ver. Lo primero que tengo que dejar claro es que mis proyectos de autor no me dan un duro. Los hago porque necesito contar historias. A la gente que pueda vivir de un proyecto de autor la admiro, porque yo no puedo. Yo me gano la vida con fotografía comercial: eventos, fotos de familias…

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© Mar Sáez

¿Tenías claro que esto iba a tener que ser así, que tendrías que combinar lo comercial y lo personal?

Sí, tenía muy claro que muy poca gente puede vivir de la fotografía de autor. Si alguien conoce el secreto, por favor, que me lo diga, ja, ja. Tenía clarísimo que debía recurrir a la fotografía comercial, y que lo haría de manera más honesta y con mi propio estilo. Y que por otro lado haría mis fotos de autor, con temas más arriesgados pero haciendo lo que yo quiero.

Y te metes de lleno.

Justo antes de cerrar el medio, yo me había apuntado a un curso de especialización de fotografía contemporánea en CienOjos con Mónica Lozano, en Murcia. Y es cuando descubro que, ostras, esto de la fotografía es mucha tela. Aparte de la técnica hay todo un mundo alrededor y hay saber muchas cosas. Me vino genial ese curso porque aprendí que la fotografía es una casa que hay que construir con muchos pilares diferentes, pero que hay que saber mucho de todo. Y también empecé a trabajar como asistente de Pepa Pérez Valero, de la que aprendía muchísimo. Y paralelamente comienzo con mi proyecto, que se inició como ‘Vera y Gabriel’.

Antes de meternos con Vera, ¿qué pasa con Murcia que hay un movimiento fotográfico brutal?

La verdad es que estoy feliz de ser murciana porque aquello se mueve mucho. Tengo muchos amigos fotógrafos y hay hasta editoriales. Murcia es una potencia. Creo que Mónica Lozano ha tenido mucho que ver para despertarnos a todos las ganas de trabajar e investigar. Nos puso a “currar” a muchos. Y hay mucha gente muy interesante con muy buenos trabajos.

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© Mar Sáez

Cuando decides hacer un proyecto personal, empiezas ‘Vera y Gabriel’.

A mí me gusta la fotografía por contar historias y porque disfruto mucho el trato con las personas. Creo que soy empática y eso hace que la gente esté cómoda en una sesión, soy capaz de crear un clima de confianza. Yo quería hacer un proyecto con personas. El paisaje o la arquitectura me resulta aburrido, pero hacer un proyecto con gente me da la oportunidad a conocer otras formas de vivir. Entiendo a los escritores cuando dicen que se van a un parque y se van a un banco a “espiar” a gente y escuchar lo que dicen e inspirarse. Para mí, hacer fotos a personas es un poco eso, compartir sus vidas.

El otro día en una revista, hablando de ‘Vera y Victoria’, lo titulaban ‘Amor en tercera persona’. Y me encantó porque refleja que el proyecto es de las tres. Se ha generado una amistad entre nosotras, y es un proyecto en el que todas estamos superilusionadas. Sólo por eso ya tiene sentido el trabajo. Mira, Vera puso un estado en Facebook hablando de la salida del libro que me quedé muerta.

¡Ole!

Yo lo ví y ufff… Tengo días de bajón, como todo el mundo. Y con esto del libro, hasta el último momento no sabía si iba a conseguir la financiación. He luchado mucho y he trabajado muchísimo. Pero he tenido días de esos en los que todo sale mal. Y venía Vera a Madrid y me decía: “Tú tranquila que, pase lo que pase, yo me siento muy orgullosa de ti”. Y con eso ya, ya tenía una inyección de energía. Y luego ves que ellas están contentas con el trabajo, y que se ha conseguido visibilidad, que era uno de los objetivos.

¿Cómo comienzas ‘Vera y Gabriel’?

Encuentro una entrevista en el periódico porque Vera es activista. En ese momento yo estaba muy receptiva, muy esponja. Y al leer la entrevista, sentí algo. A los días fue cuando se me ocurrió que ese podía ser mi proyecto. Y ya quedé con ella. Me puso la condición de poder acudir con su pareja. Luego supe que era por que había muchos casos de transfobia y, como no me conocía de nada, no tenía seguro que yo no fuera una loca, ja, ja.

Y apareciste tú.

Y me vieron tan ilusionada y volcada que me dieron un sí inmediato. Yo les enseñé mis trabajos anteriores para que supieran que todo iba en serio.

¿Qué les pediste?

Yo quería hacer un diario íntimo para visibilizar la transexualidad. Me quería centrar en Vera. No estaban ni Victoria, ni Gabriel. Les dije que es un tema que me interesa pero que era aún desconocido para mí y que lo quería investigar, conocer de cerca y visibilizar. Y ella sólo me pidió que no hiciera una visión sensacionalista.

Después Vera me dijo que tenía una amigo trans que estaba interesado en participar. Y me pareció perfecto, y así llego Gabriel. Gabriel aún no había empezado ninguna transición. Así nace ‘Vera y Gabriel’.

¿Y cuándo nace ‘Vera y Victoria’?

Pues estuve haciendo fotos a Vera y a Gabriel durante unos años. Pero Victoria siempre estaba cuando fotografiaba a Vera, porque era su pareja. Y empecé a darme cuenta de que Victoria era igual de importante, y que el amor era un concepto universal con el que podíamos empatizar todos y que estaba por encima de sexos, razas o religiones. El amor es el amor, y después está todo lo demás. Me di cuenta de que era más bonito contar esa historia de amor, donde la sexualidad es un ingrediente más, lo mismo que Vera sea vegetariana o que Victoria sea un terremoto.

¿Cuándo desaparece Gabriel?

No desaparece nunca, lo que pasa es que se convirtió en un proyecto separado. De hecho hace poco lo acompañe en la operación, pues se ha quitado los pechos y lo estuve documentado. Ese proyecto sigue.

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© Mar Sáez

¿Cuándo cierras ‘Vera y Victoria’?

Ya el año pasado me dediqué sobre todo a editar, y apenas produje nada. Con el libro, este proyecto se cierra.

¿Qué decisiones fotográficas has tomado?

Mis referentes a la hora de abordar mi trabajo han estado muy presentes y me han llevado a trabajar en determinada dirección. Gente como Nan Goldin o Larry Clark me gustan mucho. Yo no me he planteado si era clásica o no. Yo, lo único que he querido es hacer un trabajo honesto y como yo quería hacerlo. He convido con ellas para hacer un diario sobre su relación. Pero me he dejado llevar.

Pero es en blanco y negro, con un aspecto de documentalismo clásico.

Pero fue sobre todo por eliminar información. Quería centrarme en ellas. Pero no soy una fotografía en blanco y negro. Lo que saco en DÚO es a color. Era por sintetizar.

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© Mar Sáez

¿Qué ha sido más difícil a la hora de abordar este trabajo?

Pues que las fotos de primer año se fueran a la basura, porque hasta que se generó el clima de confianza tardó un tiempo. Aunque ellas desde un principio me abrieron las puertas, yo estaba un poco cohibida, hasta que conseguimos generar un clima de amistad. Pero al año cambió. De repente la aproximación nos llevó a sentir comodidad total. Por las dos partes.

¿Qué reacciones hay?

Este trabajo genera desde el principio muy buenas críticas. La gente lo ve como una historia valiente, y en circuitos LGTB me dieron las gracias. Y me siento muy orgullosa de haber podido colaborar humildemente en ese sentido. Y fotográficamente me dieron algunos consejos que vinieron muy bien, como bajar el contraste del revelado, para que quedar un trabajo suave.

¿Cómo ha sido la edición del libro?

A la hora de enfrentarnos a la edición no hemos elegido fotos muy evidentes, sino imágenes más ambiguas o misteriosas. Yo no me considero una fotógrafa documental pura y dura. He huido un poco del tono de reportaje o suplemento. Esas fotos las tengo, porque la he hecho, pero nos han interesado otras fotos. Es que el amor es poesía, no es literal.

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© Mar Sáez

El trabajo en cuanto lo enseñas explota. Exposición en Mad is Mad, en la Fernando Pradilla, ganas un Lux, te becan en Albarracín, publicas en OjodePez, ahora desembarcas en la Kurasala, y de ahí el libro…

He tenido mucha suerte. Me siento muy afortunada y muy agradecida a la gente que me ha ayudado. He estado muy bien rodeada, desde los diseñadores, los editores, he recibido muy buenos consejos. Mucha gente a la que admiro me ha ayudado mucho. Sin la ayuda de toda esa gente hubiera sido imposible. Este libro es de todos.

¿Cuáles son los retos a los que te has enfrentado cuando le das forma de fotolibro?

Buscar financiación. No me imaginaba lo caro que puede llegar a ser. Con el diseño, muchísimas reuniones para que quedaran los conceptos claros. Por ejemplo, hay unas hojas de salmón claro que alude a la piel, pero no tenía que verse rosa, por la dualidad de rosa-niña, azul-niño. Y alude a que es muy de piel, muy de cuerpo. Y hay que renunciar a fotos, tomar decisiones… Buscar editorial ha sido una odisea.

Y la has encontrado en Francia.

Sí, en Arlés. Ha sido un año entero de trabajo sin pausa. Desde fuera parece que sólo hay que hacer fotos, pero hay que hacer tantas cosas aparte de fotos.

¿A cuánta gente le debe la vida un libro? ¿Qué deberíamos de saber los que nunca hemos hecho un libro?

Voy a coger los créditos porque un libro es un trabajo comunal. Un fotógrafo necesita la ayuda de editores, traductores para cada edición, preimpresión, la imprenta, la distribución nacional, la distribución internacional, la financiación, colaboradores… Además este libro tiene un texto de Lara Moreno sobre el amor, bellísimo. Se puede hacer una autoedición, pero en mi caso es el resultado de muchísima gente que ha hecho muy bien su trabajo. Estoy muy contenta.

Con este proyecto ganaste la beca de Albarracín. ¿Qué supone eso?

Fuimos cinco becados. Pero el año pasado estaba el premio DÚO Fotógrafo emergente que gané yo. He hecho un proyecto nuevo, que además del multimedia que se ha proyectado en Albarracín, se va a ver en un DÚO, uno de los periódico que edita Phree.

Y te tienes que enfrentar a un proyecto nuevo.

Es un proyecto totalmente diferente, a color. El DÚO se llama ‘Viaje por carretera con desconocidos’, y mi multimedia ‘A los que viajan’. Yo lo había comenzado antes de la beca de Albarracín, pero esa fue la excusa para terminarlo. He viajado durante dos años en coches con desconocidos y es un retrato de distintas personas con las que he compartido un espacio pequeño como es un vehículo.

Y esa gente me ha enseñado muchas cosas. Desde que me mudé a Madrid hace unos años, siempre he tenido sentimientos contradictorios, sobre el lugar del que soy. Murcia, Madrid, o ninguna parte. En estos dos años compartiendo coche con desconocidos he conocido muchísimas historias. Historias que me han hecho darme cuenta de que cosas que uno siente como algo único y personal, muchas veces son sentimientos colectivos. He conocido parejas a distancia, que se han conocido en transportes compartidos, o gente que viaja los fines de semana para ver a sus hijos… Y he hecho retratos a esas personas en momentos en los que estaban un poco ausentes, como de vacío. Personas con sentimientos de espera, de momentos muertos. Esos momentos que ahora no existen en teoría.

¿Qué es lo próximo de Mar?

Pues ponerme al cien por cien con la foto para intentar comer de la fotografía. No aspiro a grandes lujos, pero sí a hacer lo que quiero. Es muy difícil vivir de esto. Pero no me imagino trabajando de otra cosa.

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© Roberto Villalón

  • ‘Vera y Victoria’ de Mar Sáez
  • Texto: Lara Moreno.
  • Editorial: André Frère Éditions. Cuaderno de la Kursala número 57.
  • 2 ediciones: español-inglés y francés-inglés.
  • Diseño: underbau.
  • Edición: Juan Millás, Eduardo Nave y Carlos Luján.
  • Tamaño 165×218 mm (ancho×alto).
  • Precio: 25 euros.