Maria Torres-Solanot es una fotoperiodista de larga trayectoria, bajo el amparo de diferentes medios o como freelance, que ahora ha dado el salto al documental audiovisual. ‘La Dignidad’, su último proyecto, es un trabajo sobre la actual crisis de los refugiados que aspiran a entrar en Europa.
Si algo me ha quedado claro después de conversar con Maria Torres-Solanot, esta documentalista aragonesa, es que hay que tener muchísima autodisciplina. Alimentar la pasión. Aceptar el reto. Cuidar la motivación cuando te comes el mundo y mantenerla cuando el mundo se te come a ti. Formarse continuamente, mejorar. Y no olvidarse de estar ahí en la difusión. Que no quede la sensación de que se ha quedado algo en el tintero.
Maria es fuego, del que gusta tener cerca. Hablar con ella sobre fotografía es acercarse al entusiasmo de una profesional que se dedica a lo que ama, una mujer muy comprometida con su labor periodística. Como fotógrafa en el Heraldo de Aragón, Maria desarrolló la capacidad de abordar la gran diversidad de temáticas que cubre el medio informativo. Tras seis años cubriendo noticias, en 2008 decidió lanzarse a crear sus propios proyectos como freelance. Si bien la línea entre géneros fotográficos es fina, no por ello es imperceptible. Quería escoger sus propios temas, trabajar desde una vinculación mayor, sin fecha de entrega obligada.
Su paso del fotoperiodismo a la fotografía documental comienza acercándose a la realidad de las poblaciones indígenas del Pacífico Sur. Un trabajo que Maria denomina como más antropológico que documental, y que marca el pistoletazo de salida de la práctica profesional que ha ido desarrollando en los últimos años.
Maria Torres-Solanot nos cuenta cómo ha sido el desarrollo de su trabajo, cuál es su motor personal como comunicadora y su vinculación con las temáticas de índole social, y por extensión, con las personas. Su último proyecto trata sobre la actual crisis de los refugiados, un gran paso adelante en la consecución de sus objetivos profesionales y vitales.
¿Cómo fue ese cambio del fotoperiodismo diario a un trabajo documental?
Ese cambio significó ser observadora y partícipe de otras realidades, de otros modos de entender y de estar en el mundo. Durante el proyecto con las comunidades indígenas del Pacífico Sur entré en contacto con una realidad nueva para mí. Comprendí cómo aún existen colectividades que quieren seguir viviendo tal y como lo han hecho de forma ancestral, y que escogen otro modo de estar en este mundo interconectado. Fue una experiencia impactante.
Poco después entré en contacto con realidades vulnerables en Bolivia. Allí conocí “ese otro lado”, las vidas y las encrucijadas sociales de aquellas personas que viven la opresión y la vulneración de sus derechos. Mi paso por Bolivia fue un antes y un después que ha influido en el posicionamiento social y político de mi trabajo.
¿En qué otros lugares has desarrollado tu trabajo?
He trabajado con colectivos vulnerables en Ucrania, Palestina y el Kurdistán Turco. Mi motor es retratar y transmitir la realidad y las emociones de las personas que están en una situación de fragilidad. No me interesan los poderosos, sino las personas que están luchando por sobrevivir. Quiero hablar de opresión, de vulnerabilidad, pero también de emociones y de empatía.
¿Cuál es, para ti, la fortaleza del medio fotográfico para la consecución de tu trabajo?
La fotografía permite mostrar en una sola mirada un momento que emociona y conmociona. Es un lenguaje universal. Me interesa la complementariedad entre la imagen y la palabra, lo que pueden crear juntas. No le presto tanta atención a la composición ni a premisas técnicas de forma; mi compromiso es con el contenido.
Tu último trabajo, ‘La Dignidad’, trata de la crisis de los refugiados. ¿Cómo conociste esta realidad?
Mi primer contacto con la crisis migratoria fue en Budapest en septiembre de 2015. Allí conocí de primera mano la situación en la que vivían las personas que, con la esperanza de tomar un tren para continuar rumbo a Alemania, se encontraban morando la estación y sus alrededores. La indiferencia gubernamental y su firme decisión de no permitirles continuar su camino de forma sencilla me tocó profundamente. Esta experiencia hizo que poco después volviera a Lesbos con la intención de crear una pieza audiovisual y de ahí nace este último trabajo compuesto de una crónica fotográfica y de un documental.
Cuéntanos un poco de esta primera experiencia audiovisual.
‘La Dignidad’ representa cómo Europa, con esa falta de ayuda, con su cerrazón y con sus acuerdos, está haciendo perder la dignidad de las personas que huyen de una situación durísima de guerra, personas que salían de sus casa y veían a sus vecinos muertos en la calle. Realmente es un viaje no elegido, sino de vida o muerte. En él he querido hablar sobre las emociones que transitan las personas durante el éxodo, así como sobre los procesos emocionales a los que se enfrentan al llegar a su destino: una nueva cultura en la que se tienen que integrar.
Su narrativa se construye a través de imágenes de los desembarcos en Lesbos, del campo de refugiados de Moria y de las historias de tres hombres que representan los distintos estadios vitales y emocionales en los que se puede encontrar una persona refugiada.
¿Quiénes son los tres hombres protagonistas?
Adil está en tránsito en Lesbos. Activista sirio dedicado a grabar y subir videos a las redes sobre el conflicto en su país y traductor para los periodistas que cubrían esta crisis, tuvo de huir con su familia. Con la cara tapada por motivos de seguridad cuenta cómo él y su familia son tratados por la mafia turca, las tasas que cobran por los viajes, los abusos, la impunidad.

Osama Abdul Mohsen Testimonio filmado en Getafe en febrero de 2016 © Maria T. Solanot
Osama Abdul Mohsen es refugiado sirio y vive en nuestro país porque la CENAFE (Centro Nacional de Formación de Entrenadores) luchó por traerlo tras el triste suceso en el que Osama y su hijo, al que llevaba en brazos, son atacados por una periodista húngara. Ahora vive en Getafe con dos de sus hijos y ejerce su profesión de entrenador en el club de fútbol de esta ciudad. El resto de su familia aún está en Turquía esperando una improbable reunificación familiar. Él narra la dramática situación que vivía en su ciudad de origen y su dura huida por los Balcanes y Hungría con su hijo.
Kossi Siméon Atchakpa escapó de Togo por una persecución y amenazas de muerte. Allí era periodista trabajando bajo una ley de libertad de prensa altamente restrictiva. Tras el asesinato de su jefe, tuvo que abandonar el país. Simeón es refugiado político en nuestro país. Relata de una forma muy emocional, pero también clara, cómo es el proceso de integración. “Lo que no se ve, es lo que está dentro. La parte emocional que vive un refugiado. Echar de menos tu casa y no poder volver a tu tierra”. Adaptarse, luchar y seguir adelante.
Das mucha importancia a la emoción en tu discurso.
Sí, la importancia de trabajar desde la emoción radica en que nos es común a todas las personas y es, por tanto, capaz de desmontar prejuicios y acercar realidades que de otro modo serían irreconciliables.
¿Dónde se ha mostrado ‘La Dignidad’?
Se ha proyectado en La Casa de las Culturas de Zaragoza, Centros Cívicos de la misma ciudad, Oslo y Bujaraloz. Para mí los visionados del documental son puntos de encuentro en los que se genera un debate siempre muy interesante y en los que también se organizan estrategias de ayuda de forma espontánea. La gente quiere saber y también quiere ayudar.