Marius Ionut Scarlat expone ‘De este a oeste’ en la Universidad de Alcalá. El autor aborda la relación que la distancia y los años alejado han forjado con su familia y con el país que dejó atrás. Conversa sobre este proyecto con David Villalba.
Marius I. Scarlat nació en Rumania en 1993, aunque vive en España desde los once años. Estudió el grado en Comunicación Audiovisual en el Campus de Guadalajara de la UAH y comenzó su carrera como fotógrafo tras estudiar fotografía en una escuela de Madrid. Desde entonces, se ha dedicado a realizar proyectos personales a largo plazo.
Su primera exposición individual se inauguró en el verano de 2018 durante el festival de PHotoEspaña, donde fue uno de los seleccionados en la convocatoria Foro HACER PHE. Desde entonces, su trabajo ha sido reconocido y premiado en varios concursos y premios internacionales como la beca de La Máquina para cursar el Máster en Iluminación Profesional y Creativa, el programa Estudiantes Canon Visa pour l´image o la residencia Artística de Tabacalera Cantera.
Además ha sido preseleccionado para la convocatoria The Emerging Photographer Fund., organizada por Magnum Foundation (2018), el segundo encuentro Convocatoria stArt (Bilbao) y la residencia artística Matera European Photography/Vision from Europe (Italia).
En este trabajo que se expone ahora en Alcalá, Marius I. Scarlat reflexiona sobre su regreso a Rumania. Relata, de una forma cercana, el reencuentro con su familia, su casa y todo aquello que formó parte de su vida cuando aún era un niño. En la actualidad, el pequeño pueblo de Rumania donde residen sus abuelos y tíos, lucha por sobrevivir ante la marcha de jóvenes que han salido hacia occidente en busca de una vida mejor.

‘De este a oeste’ es un proyecto con un tono documental que habla sobre la inmigración de sus padres a España y la experiencia o el nuevo significado que adquiere todo aquello que se ha dejado atrás. Sus imágenes son causa y consecuencia del interés por ese pasado que sigue existiendo en aquellos objetos que todavía decoran lo que fue su hogar, en los miembros de su familia o en propio paisaje que habitan. Al confrontarlos con su cámara aparece una realidad diferente, repleta de todas aquellas emociones y recuerdos que, aparentemente, ya no existían. Supone un reencuentro con su infancia y con la vida que no fue. Ese lugar cómodo y feliz se ha convertido ahora en una realidad mucho más cruda.
¿Cómo te haces fotógrafo?
Justo eso estaba pensando hoy en el tren, y es que hasta hace poco me costaba decir que era fotógrafo. No sé si era por vergüenza pero no me atrevía a decir que lo era. Pero empecé a hacer fotos hace mucho, con nueve años, estando en Rumanía aún. Mi tío me regaló una cámara de carrete y empecé a hacer fotos a mi familia. Luego, en 2004, cuando llegué a España con once años mis padres me regalaron una cámara de vídeo y una de fotos. Cada vez que volvía a Rumanía hacía muchas fotos aunque sin ninguna pretensión. Pero sí con la idea de traerme de alguna manera a mi familia aquí. Me pasaba el año retocando las imágenes y era una forma de pasar tiempo con ellos en la distancia.
Nunca me consideré fotógrafo, ni siquiera estando en un máster. Pero ahora que he terminado y he tomado la decisión es distinto. Asumes una responsabilidad y tienes que seguir adelante con ello porque es un compromiso.
Por lo que cuentas, tu familia siempre ha estado presente en tu recorrido o en tu imaginario fotográfico.
Siempre. De hecho donde mejor trabajo es en Rumanía. Hay un fotógrafo griego, Nikos Economopoulos, que dice que el sólo sabe hacer fotos en Grecia y que por tanto sólo es fotógrafo en Grecia. Que si sale de allí, no sabe ser fotógrafo, no le salen las fotos. Creo que a mí me pasa algo parecido, donde mejor trabajo es en Rumanía. Ahí siempre me he sentido fotógrafo, con quince o con diecisiete años. Pero cuando llegaba aquí, la cámara la dejaba. Hacia muy pocas fotos. Casi todo mi archivo es de Rumania, aquí casi no tengo nada del día a día. Algunas cosas puntuales sí, pero de Rumania tengo mucho material de la vida cotidiana.

¿Cómo fueron esos primeros pasos en fotografía con tu cámara a los 9 años?
Pues ahora que lo dices, creo que tengo algunos carretes incluso sin revelar. Allí hacia fotos a mi familia y al llegar aquí me traje la cámara pero no la usé más. Mi primera cámara aquí ya es digital y cuando iba a Rumanía me la llevaba y trataba de copiar a algunos referentes que tenía ya por aquel entonces.
Se puede decir que eras muy precoz para poder hablar de referente a esas edades.
Desde pequeño me ha interesado mucho el tema de la imagen, de la composición. Creo que había mucho de placer en el encuentro con la fotografía, como una atracción por la imagen que has hecho. Me enganché a componer y a ver fotógrafos. Creo que eso me ha ayudado mucho después, pero ya no sólo a componer sino a ver imágenes.
¿Hay algún símil en aquel momento con este periodo de asentamiento que has tenido ahora tras finalizar tus estudios?
Si, sobretodo en este proyecto ‘De Este a Oeste’. Entiendo que lo he podido desarrollar porque ya tengo un bagaje haciendo fotos en Rumanía. Piensa que la primera parte la hago en 20 días en 2018, pero ya tenia casi doce años de trabajo previo. Conocía los sitios a los que quería ir, tenía claro a quién fotografiar. Es como si me hubiera documentado durante años para este proyecto. Inconscientemente las decisiones estaban tomadas, ahora, lo que he hecho es formalizarlo. Todos estos años me han servido para concluir el proyecto como es hoy, porque ya existía una relación con el lugar y con las personas.
Para mí ha sido un ejercicio tremendo para asentarme. Las fotografías que hacía antes no tienen mucho que ver con lo que hago ahora, pero en ellas veo una diferenciación que me gusta, es como que antes no tenía necesidad, sólo estaba el placer de la imagen. Ahora me veo forzado a cumplir con unos objetivos concretos para cerrar los proyectos.
Antes, para mí, la fotografía tenia otros tiempos y otros ritmos de trabajo. Para mí no había plazos, ni de certámenes, ni de nada que me pudiera distraer de poder respirar la fotografía. Me apetece volver a esa fotografía, porque creo que era mejor fotógrafo antes.

Pero, tal como lo cuentas, parece que sí reservas un espacio en tu metodología de trabajo para esa libertad, ese respirar la fotografía. Aunque después tengas que parar y tomar decisiones que lo acoten y lo redefinan. ¿No crees que esos objetivos que van surgiendo te ayudan a cerrar el proyecto?
Viéndolo así, sí. Mi preocupación viene quizás por el tiempo de trabajo. En ‘De Este a Oeste’ tuve que plantearme una metodología muy fuerte para cumplir con los objetivos que me marqué previamente desde aquí. No disponía de muchos días para hacer fotos. Quería volver con algo que ya tuviera forma porque no sabia cuándo iba a poder ir otra vez. Así que intenté tener una estructura de trabajo previamente marcada.
Me hubiera gustado tener el tiempo para poder asimilar con más calma lo que estaba haciendo en el mismo lugar en el que trabajo. Estaba acostumbrado a pasar largas temporadas allí. Al menos tres meses. Eso me daba la oportunidad de asimilar el trabajo que hacía en el mismo lugar en el que se desarrollaba.
¿Cómo era esa metodología de trabajo?
Tenia claro que quería construir un fotolibro. Tenía en mente tres series, una de paisaje, otra de retratos y otra de bodegones porque pensaba que narrativamente me iba a ayudar a darle sentido al trabajo. Me levantaba sobre las 7 de la mañana y lo primero que hacía era retratos, aunque el clima podía variar un poco mis planes. Si había niebla ese día hacía paisaje pero si estaba soleado me centraba más en los bodegones que son en interior. Trataba de ajustarme al clima porque quería que todo tuviera coherencia estética. Aunque de esto me di cuenta sobre todo en durante la edición.
Lo primero que hice fue situar los paisajes, buscando generar una atmosfera del espacio, de Rumania. Luego iba metiendo los retratos y algunos bodegones sin que se rompiera la cohesión de las imágenes. Esto es algo que me obsesiona mucho, que todo sea visualmente coherente y que las imágenes funcionen una al lado de la otra.

Tengo curiosidad por saber qué estudiaste antes de dedicarte a la fotografía y qué presencia tiene esa formación en tu forma de narrar.
Pues de pequeño me gustaba pintar, pero lo dejé porque no creía que fuese bueno y me frustraba. Luego me interesó el video, mis padres me regalaron una cámara y estuve desde los once años hasta los diecisiete grabando a mi familia insistentemente en Rumanía. De hecho tengo un buen archivo de vídeo. Así que me metí a estudiar comunicación audiovisual en la Universidad de Alcalá, con la idea de seguir profundizando y acercarme al cine. Pero también sentí algo de frustración en eso, quizás porque no le encontraba salida.
Acabé estudiando fotografía porque sentía que me ayudaba a concretar y cubría mejor mis necesidades. Ahora me gustaría volver al video, pero aún no encuentro un equilibrio para manejar los dos ámbitos porque cada lenguaje es muy exigente por si mismo y requiere su tiempo y su energía.
Me preguntabas también por mi forma de narrar y creo que ese bagaje me ha ayudado mucho a conocer ciertos códigos narrativos. Y que, aunque sea de forma inconsciente, ver tanto cine me hace ver mis series como si te adentraras en una película. Primero tiene que funcionar estéticamente para que no te salgas de la historia, primero construyes un contexto o un escenario y luego vas metiendo los personajes para que habiten esos espacios.

Me suena a lo que has contado antes sobre tu metodología, cuando decías que construyes un escenario en base a los paisajes y luego creas unos personajes que lo habitan. Además, esos personajes poseen unas características que tienen mucho que ver con sus objetos y sus espacios personales, definidos por los bodegones.
Si, de hecho, muchas veces estos espacios y estos bodegones cuentan más de la persona que su propio rostro. Me gusta mucho la relación que se establece entre este tipo de imágenes, por ejemplo un retrato con un bodegón. Creo que ayuda mucho a que se desarrolle una historia, sobre todo porque en este caso no son bodegones construidos, sino que son hechos por mi abuela en su casa. Que tiene miles y que cada vez que la visito en Rumania son diferentes. Los monta y los desmonta constantemente. A mi abuela le funciona igual colocar una figura de porcelana a la lado de un peluche que al lado de una hoja. Me llama mucho la atención ese mundo que ella se ha creado y esa necesidad de reconstruir todo el tiempo. No sé si es porque está sola pero parece que le hace sentir cómoda y se relaja con esa actividad.
Lo curioso es que a mí me pasa algo parecido con la fotografía. A través de la fotografía construyes tu propio mundo, donde te sientes bien, a salvo y feliz. Ella lo hace con sus bodegones y yo con la fotografía pero ahí estamos conectados porque lo que ella hace también es una imagen. Mi abuela es un referente para mi trabajo.

Después de tu carrera en comunicación audiovisual, ¿crees que ha sido definitivo para ti estudiar fotografía en diferentes escuelas o hacer talleres para ayudar a definirte?
Sí, cuando empecé el grado quería hacer cine pero vi que no funcionaba para mí porque en ese momento se me hacia grande. Pensaba que había una exigencia de trabajar con equipos enormes, mientras que la fotografía se presentaba más liviana. Me imaginaba, tal vez de forma idílica, yendo con la cámara de un lugar para otro. Así que hice un máster, no tanto para aprender a hacer fotos, porque en un año no se aprende eso. Era más porque me daba seguridad, y sobre todo para ver diferentes estrategias y metodologías de trabajo con la idea de aprender a compórtame como fotógrafo. Pero no para aprender a hacer fotografía, eso creo que se va a prendiendo a lo largo de la vida. Viendo muchos fotógrafos y entendiendo su forma de mirar.
La formación me ha ayudado a actuar como fotógrafo, no a ser fotógrafo, porque fotos ya sabia hacer, aunque no era consciente de ello hasta terminar el máster. Creo que las escuelas vienen bien para aprender a construir proyectos, conocer métodos de trabajo, incluso a hacer contactos, que también es necesario.

Aunque llevas poco tiempo en la fotografía, se puede decir que has tenido un inicio prometedor con diferentes becas y premios. De hecho, una pagina entera de tu cv es de 2018 y algunas líneas de 2019 ¿Tener un año tan bueno en lo artístico te ayuda a situarte como profesional?
Pienso que si, aunque también se convierte en una exigencia. De alguna forma te sientes obligado a seguir con este ritmo de trabajo y presentarte a convocatorias. Que creo que es muy necesario al principio pero ahora necesito otro ritmo de trabajo para no despistarme de hacer fotos. Al final hay que decidir si lo que quiero ser es un fotógrafo que gana concursos o un fotógrafo que se va un año a Rumania a hacer fotos y vuelve con un trabajo más sólido. Estoy ahí, luchando entre estas posibilidades. Pero no quiero que sea el ego el que tome la decisión ni engañarme a mi mismo.
Lo que tengo claro es que necesito descansar la cabeza, porque me doy cuenta de que ya no tengo la misma rapidez para ver fotos. Pienso que el fotógrafo tiene imágenes en la cabeza y la cámara le ayuda a regístralas. Pero el fotógrafo ve fotos en todo momento, fotos que te pinchan. Él sólo decide si se las queda. Y ya no estoy tan ágil con eso.
¿Has desarrollado otros proyectos además de éste?
Si, realmente el primer proyecto que empiezo es ‘Caraca’. Habla sobre una ciudad romana que encontraron en Driebes, un pueblo de Guadalajara y donde trato de hablar de un espacio arqueológico desde la fotografía. Aunque ha evolucionado mucho en estos dos años porque es mi primer proyecto y no sabía como seguirlo al principio. La ciudad está oculta porque está enterrada y de alguna manera encontré conexiones entre el ser fotógrafo y el ser arqueólogo gracias a eso.
Una de esas conexiones es el hecho de que ambos trabajan sobre un espacio con lo ausente. Los dos trabajamos con restos o con huellas, en este caso de una ciudad. En este proyecto trabajé desde el paisaje, antes y después de las excavaciones, y con los objetos que encontraron durante las mismas. Aunque éstos estaban envueltos en plásticos porque no tenia acceso a ellos, pero eso me ayudó a fortalecer el discurso que proponía. Lo invisible, la no imagen y lo que no es accesible para la propia fotografía. Ahora estoy en un momento en el que no sé si cerrar el proyecto aquí o abrirlo a otros lenguajes que me permitan incluir al pueblo de Driebes y de alguna manera trata de aprovechar este descubrimiento. Es un pueblo con apenas trescientos habitantes que intenta sobrevivir y esto le puede ayudar a tener algo más de presencia y de visitas.
He empezado a trabajar en el pueblo, con la arquitectura del lugar y me gustaría hablar con sus habitantes e incluir retratos. Pero ya te digo que aún no sé como va a concluir, es un proyecto que va algo más despacio pero que creo que exige ese ritmo de trabajo y así me lo quiero plantear, con una cocción lenta.

Acabas de llegar de una residencia artística en Matera, Italia. ¿Qué trabajo has planteado allí?
Matera es una ciudad al sur de Italia donde, hasta hace 60 años, sus habitantes vivían en cuevas. Lo hacían en una situación de pobreza y sin ayudas de ningún tipo por parte del gobierno. Compartían espacios con los animales hasta que en los cincuenta se plantea un plan de reubicación y se construye una zona urbana a unos 7 kilómetros de las cuevas para darles otro tipo de vida. Cuando los arquitectos empiezan a trabajar lo hacen con la condición de que se respete el modo de vida de las personas en las cuevas. Trasladando su forma de vivir de las cuevas a la ciudad. Pude hacer fotos en la La Martella, que es como se conoce a la villa que se construyó y en las cuevas que habitaban. He querido trabajar comparando ambos lugares aunque la edición aún está en proceso porque acabo de llegar de allí.
Has dicho que en ‘De Este a Oeste’ aparece el paisaje, el retrato y el bodegón. ¿Hay un género que en el que te sientas más cómodo que en otro?
Me gusta mucho el retrato aunque es lo que más me cuesta hacer, sobretodo antes que era más tímido y enfrentarme con las personas era difícil. Pero me cuesta sobre todo el proceso previo de hacer la foto porque una vez que estoy y veo que la cámara conecta por si misma con la otra persona y esta con la cámara y yo miro por el visor ya pierdo todo tipo de vergüenza. Si la persona funciona dentro de la foto tengo el atrevimiento de decirle que se quede tres horas ahí pero me cuesta el proceso que supone llegar a esa situación. También me atrae mucho el bodegón porque me ayuda a mirar. Por ejemplo, en casa de mi abuela lo veía sin esfuerzo como si el bodegón me dijese que le hiciera la foto. Pero supongo que eso depende del ojo que tiene cada uno.
Sin embargo el paisaje me gusta porque me ayuda a perderme. Pero es que en realidad lo veo todo igual, el bodegón, el retrato y el paisaje. No es cuestión de genero sino de que te entre la imagen y te pida hacer la foto. Igual no está bien lo que digo, pero, para mí, despiertan la misma sensación cuando tomo una foto.
Cuando haces un proyecto, ¿sueles tener la idea bastante atada desde el principio o te dejas llevar? Dime cómo lo enfocas y cómo decides qué vas a hacer.
Cuando se trata de algo como lo de Matera que es un residencia de una semana intento llevar las cosas bien pensadas porque no hay mucho tiempo para dejarte llevar. Procuro investigar mucho antes de ir, en este caso tenia dos focos de atención claros en la ciudad y en las cuevas. Me gusta dejarme llevar, sobre todo cuando voy a Rumania, pero siempre estando preparado y sabiendo a lo que voy. Que pueda construir un espacio en el que pueda trabajar. En Rumania tenia claro que quería hacer fotos en casa de mi abuela, en el cementerio o en el lago. Ya en estos lugares es donde siento que tengo la libertad para moverme pero antes tengo que tomar la decisión de donde situarme. En Italia fue parecido, había poco tiempo y tenia que hacer fotos la pueblo y a las cuevas. Me dejo llevar pero hasta cierto punto.
Volviendo a tu proyecto ‘De Este a Oeste’, ¿Qué dirías que es lo que te mueve a empezarlo?
Bueno, hay fotos que he estado haciendo desde los once años. Pero no me atrevía a formalizarlo por la relación que tenía antes con Rumania y con el hecho de ser rumano. Tenia miedo de mostrar esa parte de mi y ha sido la fotografía la que me ha ayudado a reconectar con mi país y a tener otro tipo de conversación con la condición de ser rumano. Me ha dado el atrevimiento de mostrar lo que realmente soy yo, no sé en que momento me atrevía a dar el paso pero sé que uno de los motivos por lo que lo hice fue por que ya tenia el valor de decir: este soy yo y vengo de este lugar. Antes de este proyecto me costaba decir que era rumano, trataba de ocultarlo. No es que me diera vergüenza decirlo pero no me importaba que me llamaran Mario en vez de Marius o trataba de disimular mi acento. Supongo que quería pertenecer a algo, si era rumano parecía que te quedabas unos pasos fuera. Trataba de ocultarlo y este proyecto me ha ayudado a volver a Rumania, a mantener el contacto con mi familia, a traerlos aquí para mostrarlos en la exposición.
Ahora, estoy en otro proyecto con rumanos que viven en la comunidad de Madrid y me está ayudando a aceptar tanto lo que soy como lo que podía haber sido si me hubiese quedado allí. Supongo que con la edad hay cosas que vas entendiendo mejor. Venir tan pequeño desde Rumania a España me ha ayudado a mirar como miro ahora. Creo que ya he dicho que en España es donde he aprendido sobre fotografía pero es en Rumania donde he aprendido a hacer fotografías.

Si, has dicho antes que tus mejores fotografías las haces en Rumania pero aquí has desarrollado ‘Caraca’, estas con el proyecto que acabas de mencionar de rumanos en la comunidad y recuerdo que estuviste en las residencias de Tabacalera Cantera con ‘La mitad invisible’ y a mí esas fotografías me parecen muy buenas.
Exacto. El proyecto se llamaba ‘La mitad invisible’ y estuve trabajando en un colegio con niños con autismo. Aunque ya en el grado hice un documental, que se llama ‘Un día de agenda’. Estuve trabajando con Iván y su familia durante una semana. Iván tiene autismo y en aquel entonces tenia seis años. Cuando me dieron la beca de Tabacalera pensé en retomar el contacto con la familia. Me llamaba mucho la atención acercarme a la forma de ver del niño, su mirada sobre la realidad. Porque yo creo que eso es un fotógrafo también, la mirada que uno pone sobre la realidad, y las personas con autismo se detienen mucho en momentos que a él le impactan. No puedo dejar de ver una relación con la fotografía en ese tipo de comportamiento.
Lo que hice fue colocar un fondo negro y la cámara en un trípode para ver qué comportamiento tenían en relación a esta. Hasta qué punto eran conscientes de la cámara y registrar ese comportamiento. Porque al no ser conscientes de lo que supone una imagen no tienen ningún tipo de disimulo, no alteran su comportamiento por la presencia de la cámara.
Insisto con ‘De Este a Oeste’. Me has hablado de tu abuela, pero ¿quién más está presente?
Las personas que aparecen en el proyecto son mi familia y algunos vecinos que siempre pasan por casa de mi abuela. Una cosa que me han comentado al ver las fotos o en visionados es que hay una cierta distancia entre la persona que retrato y yo. Esto no es premeditado, pero me han llegado a decir que trato a mi familia como si fuesen objetos. Como si los situase en un mismo plano que por ejemplo un bodegón. Bueno, ya te decía que para mi retrato, paisaje y bodegón es lo mismo. La fotografía de por si es fría pero está el hecho de que me fui pequeño de Rumania y mi relación con ellos ya no es la misma. De alguna manera, se nota la distancia física entre nosotros. Pero me interesa analizar la relación que se ha construido en estos quince años porque somos familia sobre el papel pero no compartimos un día a día ni vida de familia. De hecho, lo que menos me cuesta es hacerles fotos porque lo he hecho siempre y la cámara es habitual entre nosotros.

Yo más que frialdad veo extrañeza en todas tus imágenes.
Si, es algo que me sale natural. De hecho he intentado cambiarlo, acercarme más a los retratados pero no me terminaron de funcionar esas imágenes al verlas. Porque era algo que yo buscaba no algo que surgiera natural. Aunque cuando hago un retrato la persona me tiene que entrar antes por el ojo. Para mí el retrato depende en un cincuenta porciento de la persona que decidas retratar. Aunque me importa el papel que juega la persona en la historia primero ha de ser una imagen que funcione. Si no, no ayuda a construir. Porque el relato me gusta construirlo con imágenes, no me interesa recurrir al texto. Sino que este ha de estar implícito, me interesa cuando la imagen es compacta. Sin que se note lo que quieres contar. Creo que tienen mucho poder cuando te oculta lo que quieres mostrar y tienes que meterte en ella para verla.
Las imágenes muy bien compuestas se agotan rápido. Intento salir de eso y que no todo sea cuestión de composición sino que la imagen se permita el desorden. Creo que ahí está el interés. Me pasa, a veces, cuando estoy viendo un fotolibro y de repente vuelves atrás. Porque igual de primeras ves una imagen y no te das cuenta pero luego vuelves y dices ¡hostia!
Las imágenes que tienen más poder porque son capaces de encerrar bien el mensaje y se necesita volver a ellas. Por ejemplo hay autores, como Alec Soth, que me gusta su método de trabajo y su narrativa pero llega un momento que le coges el truco y se agota. Es muy duro decir esto de alguien como Alec Soth pero me cuesta verle la magia en su último trabajo, parece más forzado o más articulado. Ahora me interesa mucho Bernard Plossu. Tambien Emmet Gowing, Andrés Cepeda o Tillmans pero en eso voy por rachas. Me interesan esos autores que entran suave y no sabes bien porqué. Igual es por el recorrido pero yo sólo llevo dos años y esto es un proceso de aprendizaje. He trabajado tanto para aprender a componer que borrar eso es complicado.
¿Te quieres dedicar profesionalmente a la fotografía y ganarte la vida con ella o tu interés es meramente artístico?
Yo me considero fotógrafo y todo lo que pueda afrontar lo voy a hacer. Disfruto mucho con este aspecto de la fotografía, y creo que nunca me voy a apartar de ese camino de los proyectos personales. Pero luego, quizás a largo plazo me plantee el tema de la docencia y la investigación con un doctorado. A corto plazo estoy ya trabajando como fotógrafo con diferentes encargos y estoy abierto a cualquier desafío.
¿Qué perspectivas tienes ahora?
Pues me gustaría sacarme un doctorado, aunque no tengo claro el tema de investigación. También me interesa mucho ahora el mundo de la moda, creo que es un trabajo que puede convivir bien con el resto de proyectos.
‘De este a oeste’, Marius Ionut Scarlat.
Claustro de Caracciolos de la Universidad de Alcalá