La fotógrafa residente en Málaga Mónica Vázquez Ayala expone en la ciudad andaluza ‘Ausencias’. Comisariada por Almudena Ríos, en ella se muestran más de setenta obras, entre fotografías y fotografías-objeto, que abarcan casi una década de su trayectoria artística. Elena Pedrosa entrevista a su compañera en el colectivo FAMA sobre su trayectoria.

Mónica Vázquez Ayala (Madrid, 1972) estudió fotografía analógica y laboratorio en Barcelona, además de laboratorio de imagen, y otras disciplinas como joyería, diseño de joyas y gemología en Madrid. Mucho ha pasado desde entonces. Ahora podemos descubrir hasta el 13 de diciembre en CAC Málaga-La Coracha la exposición ‘Ausencia’, que recorre su periplo vital-artístico.

En ella encontramos representada la soledad y la vulnerabilidad frente a la unidad y la empatía son las emociones básicas que experimentamos en situación de apego en las relaciones humanas. Superar los procesos de duelo emocional, con todas sus fases, la sensación de abandono, la aceptación del vacío, el reconocimiento a través de la memoria…

La ausencia del hijo, para darse cuenta de la propia relación como padres podría ser la base conceptual que sirve de hilo conductor a esta narrativa intimista en la que Vázquez nos muestra como proceso de catarsis y de aprendizaje. Y lo hace a través de más de setenta obras, entre fotografías y fotografías-objeto, abarcando casi una década de su trayectoria artística.

La autodestrucción, la basura emocional o el positivismo tóxico, son parte de esas sombras cuya consciencia supone el proceso de sanación. En símbolos como la luna en relación con la luz y la sombra, la fecundidad o el instinto, los arquetipos de los cuentos populares, o incluso una colección de retratos familiares, encontramos el camino hacia aquellos lugares cotidianos de la psique donde encontrar la fuerza.

Este discurso emocional, unido a la experimentación estética con la obra-objeto, convierten esta muestra en un lugar donde observar una particular visión de las posibilidades que el medio fotográfico nos ofrece.

© Mónica Vázquez Ayala

En palabras de Amalia García Rubí en el catálogo de la exposición«Ausencia, es por tanto y, antes que nada, la consecución de una andadura vital prolongada en el tiempo, jalonada de sucesos, emociones, reflexiones, caídas y remontadas, no siempre sencillos de sintetizar, ante los cuales Mónica Vázquez Ayala opta desde el inicio por dejar una vía de escape al inconsciente como ámbito eficaz de creación y recreación al tiempo que puente de unión del yo con la realidad.» 

Destacan los organizadores de la muestra “influencias de artistas como Eugène Atget, Robert Capa o Julio Ubiña por su forma de tratar lo cotidiano, Hausmann por la combinación de elementos contradictorios, Man Ray por su fascinación y sus matices surrealistas en algunas ocasiones, o el aspecto poético de Boubat”; a mí sus trabajos me llevaron desde el conceptualismo de Sophie Calle a la honestidad de García Alix, pasando por ese lado kitsch y humanista de Diane Arbus, referencias que no son más que espejos en los que otros nos miramos o miramos al arte. Si en algo destaca Mónica es en su trabajo auténtico y personal.

© Mónica Vázquez Ayala

Además de la fotografía, para ti el arte ha sido una herramienta mediante distintas disciplinas, y eso se nota en tus fotografías-objeto. ¿Cuál fue tu primera inquietud artística y cómo te acercas a la fotografía? 

Cuando era pequeña mi padre me regalaba libros de pintores y pinturas al óleo y me pasaba el día ojeando , observando cómo plasmaban la luz y copiando en lienzos lo que veía. Luego estudié joyería, diseño de joyas y gemología. Fue con veintimuchos cuando descubrí la fotografía en Barcelona.

La fotografía fue un medio para plasmar lo que siempre quise pintar. Salía a la calle con mi cámara analógica prestada y me convertí en una voyeur. De hecho tengo una serie de fotos hechas durante varios años en un festival de rocanrol, con ese título ‘La voyeur’.

Pero creo que ya desde mi infancia me gustaba observar a las personas. De hacer instantáneas en la calle pasé a hacer retratos en casa. Me resultaba más cómodo y podía crear un personaje con lo que tenía a mano y de ahí a crear escenarios pintando fondos sobre cartones.

La plasticidad y la forma de encarar tus trabajos desprende una originalidad fuera de las modas más contemporáneas, pero a la vez se trata de un trabajo fresco y actual. ¿Cómo te sientes y has sentido en el panorama de la fotografía artística en nuestro país? ¿Qué piensas del movimiento en el que se envuelve la trayectoria de la nueva fotografía en la última década? ¿Te sientes representada o representante? 

Me halaga que veas mi trabajo de esa manera. No siento que esté en el panorama, vivo bastante aislada de todo y no me entero mucho. Suelo mirar de lejos todo el tema del arte; hay demasiada información y llega un momento en el que te desensibilizas y te quedas vacía. Pero me gusta lo que veo. Hay artistas que le están dando a la fotografía el lugar que se merece.

En cuanto a sentirme representada, funciono por libre y, para ser representante, ¡me quedan kilómetros por recorrer!

© Mónica Vázquez Ayala

Siendo de Madrid, aunque residente en Málaga, supongo que has tenido ocasión de comparar el movimiento artístico y fotográfico del centro y de la periferia. ¿Cómo crees que influye en tu manera de crear tu hábitat y el lugar de expansión de tu trabajo?

Nací en Madrid por un capricho de mi madre, pero soy de Marbella. Creo que mi crecimiento ha ido en positivo, paso a paso, gracias a mi pueblo, donde al fin y al cabo creas una “familia”, que son tus amigos, que tienen tus mismas inquietudes o profesión y que como un colectivo, nos hemos apoyado mutuamente y esto ha creado la base de mi pequeña trayectoria; quiero decir que, si viviese en la capital donde hay más anonimato, hubiese sido más difícil. O no, quien sabe.

Este último año ha sido para ti una eclosión de acontecimientos, como la participación en MECA Mediterráneo Centro Artístico dentro de PHotoEspaña 2019, o la exposición individual que el CAC Málaga la Coracha dedica a toda tu trayectoria a partir del proyecto ‘Ausencia’. ¿Cómo estás viviendo este momento? ¿Qué otros hitos y logros artísticos te han llevado hasta aquí? 

Ha sido muy buen año para mí y me siento muy afortunada y muy agradecida. Ahora mismo estoy con la «depresión post parto», con el vacío que se suele sentir tras un esfuerzo creativo y el estrés de exponer tu persona a muchos más espectadores de los que estoy acostumbrada.

Pero me siento muy satisfecha porque me he dado cuenta de la capacidad de trabajo que tengo. Quizá estoy un poco preocupada porque no se entienda bien el discurso. 

Al observar las distintas series de tu trabajo expuesto en el CAC, se advierten influencias muy conceptuales y otras más cercanas al relato de experiencia, desde el juego de la identidad a lo Sophie Calle hasta el homenaje a lo cotidiano de García Alix e incluso con guiños a Diane Arbus. ¿Son estos tus referentes o hay otros? 

Conscientemente no tengo influencias, empecé a estudiar tarde a los grandes fotógrafos, supongo que mi inspiración, más que nada, viene de una mezcla de la pintura y el cine.

A veces parto de la idea de crear algo bello y mi subconsciente y las circunstancias del momento crean la obra y en otros casos, cuando comienzo con una idea preestablecida, intento controlar el resultado, pero al final es el inconsciente el que lleva las riendas, por mucho que me empeñe. Salvo la obra en la que retrato a un niño haciendo una mueca, que es un homenaje a Diane Arbus.

© Mónica Vázquez Ayala

El papel autobiográfico de tu obra está presente en tus autorretratos y a través del desnudo. ¿Es el cuerpo una herramienta de trabajo o sólo una metáfora?

Es ambas cosas; para mí es lo más cómodo para trabajar sin depender de horarios, además de que estoy hablando de algo muy intimo y necesito de la soledad para conectar con ese sentimiento. La verdad es que disfruto mucho esos momentos.

La ausencia y el abandono son temas recurrentes en esta muestra expositiva del CAC Málaga. ¿Qué te mueve a hablar sobre el vacío?

Como antes he comentado, trabajo mucho con mi subconsciente y por ende con el colectivo. Los temas que toco son sentimientos muy comunes, lo cual me ha llevado a descubrir patrones familiares que he intentado sanar con el proceso de creación y espero que algún espectador se sienta reflejado.

La fantasía y los cuentos están presentes en algunas de tus series más ficcionalizadas. ¿Qué papel juegan en tu trabajo, son recuerdos de infancia, alegorías sobre estereotipos sociales o una aportación al juego? ¿Te gusta inventar ficciones o es tu forma de representar la realidad? 

Son, como en el ‘Sueño de Rousseau’ y ‘El principito’, partes de mi infancia, o juegos, como en ‘Neptuno’ ‘El Arcángel Miguel’ y algunos retratos, también son personajes que percibo que forman parte del modelo como ‘Caperucita Roja’ o ‘Gengis Kan’.

Hablo de la realidad metafóricamente; por ejemplo la basura en la serie ‘Never Be A Robot’ hablo de la importancia de cómo nos relacionamos con las demás personas, de que cualquier acto importa y que un mal gesto o una palabra es violencia y es maltrato, ya sea a la cajera del súper a tu pareja o a un familiar…

© Mónica Vázquez Ayala

Hay mucho de filosofía o misticismo en tu trabajo y en los textos que los acompañan. En la serie ‘About the moon’ dices: “Soy el espejo universal, cada cual puede verse en mí”. ¿Qué experiencias vitales te llevan a esas reflexiones?

Es parte de un texto maravilloso de Jodorowsky para la carta de la Luna del Tarot de Marsella.

El espejo lo he trabajado desde mis comienzos, hice una serie que se llamaba el ‘El espejo de la panadera’ donde hice retratos a los clientes de una panadería y el discurso era que la panadera veía algo suyo en cada unos de sus clientes.

También hice la serie ‘Hago fotos a sueños rotos, para que el mío no se destruya’. Trabajaba en una cafetería y le preguntaba a los clientes qué querían ser de pequeños. Y por nimiedades, tonterías, cada uno de ellos nunca cumplieron su anhelo, con lo cual aprendí mucho de la fragilidad humana. Y por último, la serie que está en el CAC Málaga La Coracha ‘Sobre la vulnerabilidad’, la obra ‘Yo soy Tú’, aquello en lo que te fijas es lo que tú eres, o lo que ves es lo que tú eres. De hecho el espejo es una manera de ver la vida y de responsabilizarse de tus pensamientos y de tus actos.

© Mónica Vázquez Ayala

La autenticidad, la cercanía y la emoción se desprenden de la parte más autobiográfica de tu trabajo, en la que vemos en repetidas veces la imagen de tu hijo. ¿Cómo influye vuestra relación en tu proceso de creación y por qué lo eliges como protagonista en este momento?

Me di cuenta que había estado tan metida en mí durante años. Cuando creé la obra ‘Ausencia”, en la cual, en principio, iba a plasmar el agujero que mi hijo deja cuando se va, la obra se reveló como todo lo contrario. Y de ahí parte el recorrido por todos los proyectos en los que he estado inmersa. Desde que nació mi hijo me ha enseñado muchísimo sobre la vida y sobre todo sobre mí, me ha ayudado a evolucionar y a cambiar patrones de comportamiento. 

© Mónica Vázquez Ayala

El compromiso social está presente en algunos trabajos como ‘Espacios abandonados’ o ‘Una historia humana de abejas’, en los que, aparte de bucear en los sentimientos más íntimos y comunes del ser humano, también se alude a cuestiones como la basura y la vida de los insectos, entiendo que no es una relación casual. ¿Cómo es la faceta más social de Mónica como persona?

Entiendo que todo es perfecto y que lo que estamos viviendo es un proceso de aprendizaje del humano y que como parte de el proceso está el hacernos conscientes. Los artistas tenemos parte de responsabilidad en la concienciación, en generar pequeños clics que nos acerquen a la verdad y que poco a poco nos hagan cambiar la escala de valores.  

Ante el individualismo del artista, sin embargo tiendes a acercarte a colectivos de creación, como Vilano Estudio o Colectivo FAMA. ¿Crees que es el futuro del arte o es algo coyuntural en esta situación social que vivimos? 

La unión de las personas para un bien común siempre ha sido enriquecedor, cuando un grupo de personas pone sobre la mesa y comparte lo que tiene se crea algo muy poderoso. Vilano Estudio es un colectivo multidisciplinar donde los integrantes somos como una familia y los proyectos realizados y los que estamos preparando, no hubiesen sido posibles sin el aporte de cada uno.

El Colectivo Fama, al cual es un honor que me invitases a formar parte, creo que va por el mismo camino gracias al equipazo formado por grandes profesionales y buena gente.