Hashem el Madani inventó el estudio Shehrazade, el teatro de los sueños y las pasiones encerrado en la sala de un fotógrafo de pueblo. Ferran Quevedo nos arrastra de nuevo a la orilla del mediterráneo a través de los archivos de los Estudios de Oriente.
Cuentan que entre las paredes del estudio se respiraba una atmósfera de libertad y amor imposible y que ante la cámara todo el mundo actuaba, se travestía y tomaba roles de otro yo, que para el visor de Hashem el Madani no existían los prejuicios de una sociedad tan conservadora como secularizada y que consiguió popularizar el retrato y el reportaje para entregárselo al pueblo como un pedazo de tarta, para todos, conservando hasta hoy esa memoria en el salón de todos los hogares de Saida, en la orilla libanesa del mediterráneo y en plena guerra civil.

© Hashem el Madani – Estudio Shehrazade, Saida, Líbano, 1970´s
Según Akram Zaatari, cofundador del Arab Image Foundation, que llegó a conocerle bien, Hashem el Madani tomaba fotografías dentro y fuera del estudio Shehrazade, inaugurado en 1952. Dice que fotografiaba de día y revelaba de noche, que cubría bodas, funerales y manifestaciones de toda índole, la fiesta de la circuncisión y demás ritos de paso. El Madani siempre trabajó con estándares populares como el 35 mm para abaratar los costes, y esa fue una de las razones de su popularidad.
Akram Zaatari no solo reagrupó y estudió la colección Shehrazade, también se interesó por el funcionamiento del estudio y el trato despachado por Madani a los clientes, sin duda buscando encontrar las razones que explicaran por qué esa profesión estaba muriendo.
La relación entre los dos personajes comienza en 1999 cuando Akram visita al maestro en su búsqueda de colecciones para la recién fundada Arab Image Foundation, y se sorprende de los escasos conocimientos técnicos y la austeridad con la que trabaja el fotógrafo. No gastaba demasiado tiempo en iluminar ni componer una escena y prefería captar la naturalidad del personaje en su entorno. Iba y venía sin descanso, a las casas, a la calle, al estudio de nuevo, siete días a la semana.
Akram Zaatari comprende que el objetivo de Madani es fotografiar a todos los ciudadanos de Saida, a todos sin dejarse uno solo. Nada que ver con los estudios que previamente había visitado en Beirut, Trípoli o Cairo, donde el refinamiento era cuidado en cada fase del proceso del retrato, incluyendo los retoques finales hasta el coloreado con anilinas. A partir de ese momento, Akram y El Madani comenzarán un largo viaje de conocimiento mutuo y amistad que cambiará el rumbo de sus vidas para siempre.
El estudio Shehrazade ha pasado a la historia gracias al dedicado esfuerzo invertido durante años en la conservación y la investigación de sus fondos documentales. Ha tomando carácter propio y difusión a nivel internacional, al utilizar el mismo Akram muchas de estas imágenes como piezas (casi vivas) para hilvanar sus historias. Esas narraciones son el eje donde se apoyan las instalaciones que llevan su firma, y que cuentan con miles de visitantes cada año en todo el mundo, habiendo pasado por los grandes museos de Europa y América.
Por desgracia, estas actuaciones carecen completamente de atención en su país, donde la cultura se encuentra en manos de una burguesía rica, decadente y sin ideas que mira y copia de París o Nueva York, hipnotizada por lo moderno y lo foráneo y que rechaza cualquier alusión al recuerdo de la guerra civil y al pasado en general. Relacionan esa imaginaria con fantasmas del pasado, guerra, heridas sin curar y enemigos de otras confesiones. Debido en gran parte a estas razones sectarias y políticas, cualquier iniciativa para la conservación de la obra cultural y patrimonial se diluye rápidamente, salvo en contados proyectos apoyados generalmente con capital extranjero. La conservación de estos archivos, diseminados por todo el territorio libanés, ayudará en un futuro a escribir muchos capítulos de su historia reciente que, por distintas circunstancias, quedaron en blanco.
Milicianos sirios © Hashem el Madani – Estudio Shehrazade, Saida, Líbano, 1970´s. Partes de la instalación de Akram Zaatari (Saida, 1966) presentada por el Tate International Council en 2008
Junto a estos clichés descansan miles de retratos de personas que sucumbieron a una guerra tan larga como difícil de comprender. Hashem el Madani, un modesto fotógrafo del sur del Líbano, pasa más de 50 años fotografiando a todos y cada uno de sus vecinos. Jamás hubiera imaginado que sus retratos darían la vuelta al mundo y que su labor sería finalmente destinada al estudio. Akram Zaatari, en plena simbiosis creativa con su amigo, investiga, estudia, modela, observa el estudio como un teatro donde los personajes actúan de forma espontánea, a veces representando papeles que echan de menos o no tienen en su vida privada.
Tanto el Tate Gallery de Londres como el MOMA de Nueva York o el MACBA de Barcelona exponen periódicamente parte de estos archivos, algunos de ellos adquiridos y depositados en sus colecciones particulares.
© Hashem el Madani – Estudio Shehrazade, Saida, Líbano

Baqari’s wife – © Hashem el Madani – Estudio Shehrazade, Saida, Líbano, 1970´s
Junto a este espacio de libertad, también se encuentran algunas fotos con una trágica historia detrás. Esta bella mujer libanesa, que se retrataba a menudo en el estudio Shehrazade de Saida a espaldas de su familia, pago con su vida fotografiarse así. Su marido irrumpió violentamente en el estudio y rayó todos los clichés conservados de su esposa, asesinándola cuando llegó a casa.