En nuestros días se habla cada vez más de la frontera. Las costuras de las sociedades contemporáneas se hacen evidentes en los límites donde el territorio es ambiguo y cada puntada no termina de definir muy bien eso que llamamos frontera; dichos limites existen en función de dividir el territorio, sin embargo, la frontera habita un lugar físico que se resignifica. Rif, una zona al Norte de África, representa esa costura como territorio; un último espacio divido que intenta definir lo que queda fuera y lo que queda dentro. Esa es la función, definir, sin embargo, en el intento de limitar, la frontera toma grosor y se constituye como un nuevo lugar, un espacio que responde al espíritu de nuestro tiempo.

Felipe Romero Beltrán (Bogotá, 1992) inició su formación en fotografía en Buenos Aires en 2010. Durante su estadía en Argentina ganó una beca en 2014 para estudiar en la universidad de Artes Bezalel, Jerusalén. Luego de residir en Israel por unos años, Felipe decide trasladarse a la ciudad de Madrid, donde actualmente está cursando el Máster Oficial de Fotografía en la Escuela TAI.

“Actualmente desarrollo proyectos que indagan el límite entre la lógica documental y la imagen como espectáculo; una investigación en torno a una cartografía inestable que se debate entre las tensiones del documento y la fotografía como manera del ver contemporáneo. Los proyectos se sitúan en zonas de exploración histórica y social, pero cuya verdadera lógica es el intersticio sin bordes nítidos, el intervalo de paisajes fronterizos. Allí, el vestigio se configura como espacio de tránsito y pasaje, generando lugares de fricción donde el territorio se construye, se desdobla y se repara”.