Diccionario (muy personal) de la creación fotográfica

No quiero sonar tajante pero, hoy en día, no hay muchos fotógrafos que reconozcan querer hacer solamente fotos bonitas, bellas, hermosas. Fotos que agraden a la vista. Quizá porque ya hay demasiadas; quizá porque se pasó de moda; quizá porque nos han convencido de que una fotografía sin “mensaje” es una simple postal; quizá porque en el fondo todo fotógrafo, además de mostrar, también quiere transmitir ideas; quizá porque desde el origen de los tiempos el ser humano ha sentido la imperiosa necesidad de contar historias. Puede que una imagen valga más que mil palabras, pero una imagen con palabras ―con las palabras adecuadas― es una combinación imbatible [1]. Esta afirmación la hace la novelista Janet Malcolm y es difícil no estar de acuerdo con ella.

Parece ser que a Jean Sibelius le preguntaban una y otra vez de qué trataba su música. “Música pura”, respondía. Es probable que ésta (de qué trata una obra artística) y de dónde le viene la inspiración al autor, sean los dos misterios que a todos nos gustaría desentrañar: de dónde surge el arte y a qué hace referencia. Sin embargo, incluso teniendo el concepto al que alude y los referentes de donde proviene, aún es necesario crear la obra. Se necesita mucho más que una idea para realizar una fotografía creativa, relevante, personal, coherente. Hace falta cierto grado de experiencia, algo de imaginación, unas gotas de sentimiento y la suficiente pericia técnica para intentar convertir todo esto en una “obra de arte”.

De todas formas, seamos honestos: en muchas fotografías contemporáneas es difícil averiguar cuál es el “mensaje”, es decir, intuir qué quiere expresar el autor sin leer antes su “manual de instrucciones”. Se habla tanto del concepto, que a veces olvidamos que una fotografía es en primer lugar una experiencia y que, precisamente por ello, no siempre ha de ser un vehículo para el significado. Nos guste más o menos, la idea no lo es todo; no puede serlo a pesar de su importancia. Así pues, a mi me gustaría terminar diciendo que un concepto sugerente y preciso reflejado en una imagen significativa e íntima realizada gracias a una experiencia enriquecedora y emotiva, sería mi definición perfecta de la creación fotográfica. Ideal porque aúna lo ancestral (la experiencia sensible) con lo contemporáneo (el concepto) y lo atemporal (la trascendencia).

 

[1] Janet Malcolm, Cuarenta y un intentos fallidos (ensayos sobre escritores y artista), Debate, Barcelona, 2015.