Hace ya tiempo que numerosos estudiosos del cerebro descubrieron que el mundo exterior que percibimos es solo una versión restringida de nuestro más extenso universo interior. Así, la realización de imágenes no es un proceso unidireccional en el que el entorno que habitamos entra a través de los sentidos, sino que, al mismo tiempo, nuestro rico y complejo cosmos particular determina continuamente aquello que percibimos y que etiquetamos como real, verídico, significativo o trivial. El modo en que dirigimos nuestra atención tiende a crear una realidad subjetiva (la nuestra particular) que favorece la percepción de determinados motivos y hechos frente a la exclusión de otros. Así, al fijarnos en prioridades que han sido previamente seleccionadas, estamos modificando, inconscientemente, la forma en que filtramos la información y, en consecuencia, la manera en que interpretamos esos estímulos visuales.
Cuando hablamos de “mirada personal” o “estilo”, no estamos hablando de otra cosa sino de la manera en cómo depuramos lo percibido a través de la experiencia propia. Así pues, el estilo de un fotógrafo siempre tendrá deudas y será, lógicamente, una proyección de sus paisajes interiores, puesto que la forma de mirar es subjetiva, dependiente de nuestras percepciones y disposiciones internas. Nadie discute que las fotos que hacemos son formas de mirar al mundo que evidencian maneras de ser y percibir y, por tanto, como ha expresado el filósofo y crítico estadounidense Arthur C. Danto, no valen tanto por lo que imitan como por lo que expresan.
“Reconocer un estilo es siempre reconocer la presencia del fotógrafo en la imagen del mundo que ha fijado y que contemplamos”[1]. Al final, nuestros afectos y manías siempre van por delante de los motivos, las luces y los lugares. Poderosas inclinaciones que tienden a repetirse de una imagen a otra porque bebemos de unas influencias que hemos hecho nuestras y están inmersas en nuestro propio inconsciente. La personalidad fotográfica como destilación de un carácter y una vida.

[1]Serge Tisseron, ‘El misterio de la cámara lúcida’, Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 2000, pág. 44.
ILUSTRACIÓN: #calligrappening Passalacqua sobre «Fake Abstract # 5» (2017) de Lino Lago. www.linolago.com + http://www.galeriaalvaroalcazar.com