Guiar es sinónimo de orientar, educar e instruir. Guiar es indicar el camino, dirigir a alguien hacia algún sitio o estado. Conducirlo desde un lugar hasta otro. Sin embargo, en el terreno que nos ocupa, ejercer de guía no significa hacer de porteador. En el caso de la fotografía, el docente no carga a sus espaldas con el alumno esquivando así los baches del camino gracias a su experiencia y sabiduría, evitándole ampollas y agujetas y dejándolo, pues, sano y salvo en el destino elegido. Su papel es más bien de cicerone, consejero, orientador. Le muestra una realidad que el estudiante desconoce, dirigiendo en cierta manera su mirada para descubrirle un universo que él solo podría no terminar conociendo o hacerlo mucho más tarde. Le sugiere, intentando eliminar mucho de lo superfluo, dando así profundidad a aquello que se percibe. Lo ayuda a relacionar ideas y visiones para propiciar el diálogo. Y después de enmarcar, subrayar y señalar puntos de referencia, entonces el profesor se hace transparente para permitir que el alumno camine solo.
No podemos evitar a los estudiantes ciertas experiencias que necesitan vivir por ellos mismos para entender qué significa realmente dedicarse a crear imágenes. Sin vivencias no hay posibilidad de aprender, y sin aprendizaje no puede haber evolución personal. Seguro que habrá que mostrar, dirigir y plantear de nuevo, pero volveremos a “desaparecer” cuando el discípulo tenga que transitar por su cuenta. Un proceso dinámico, flexible, sutil. Algo así, creo yo, debe hacer el docente, y me gustaría pensar que lo intenta además con cariño e implicación.