Hasta el último día de 2017 se podrá ver en el Caixaforum de Madrid la exposición ‘Nueva imagen documental’, que incluye los trabajos becados por la Fotopres 2017 de Arturo R. Castillo y David Rodríguez, Federico Clavarino, Dani Pujalte & Rita Puig-Serra, Nacho Caravia, Alejandro S. Garrido, Carlos García, Nicolás Combarro, Laia Abril, Rubén H. Bermúdez y Anna Bosch Miralpeix. Anna presenta ‘Bubble Beirut’, una serie que tiene también su equivalente en fotolibro sobre la sorprendente élite económica del Líbano, país que desde nuestras pantallas identificamos con la guerra. Repasamos de la mano de Roberto Villalón la trayetoria de la joven fotógrafa catalana.

Anna Bosch Miralpeix (Sant Esteve de Palautordera, 1982) nació a las pocas semanas de morir Naranjito en un pueblo del Vallés Oriental. Estudió bachillerato artístico, y comenzó Historia del Arte, por esta cosa de estudiar una carrera que le diera conocimientos. Pero pronto se da cuenta de que aquello no es para ella y se va unos meses a Londres. Allí se convence de que lo suyo es la fotografía. De casta le venía al galgo, pues su padre, que había estudiado Bellas Artes, era también muy aficionado a la fotografía, e incluso tenía un pequeño laboratorio. Su madre, artesana, la vincula con la creatividad. Pero el verdadero gusanillo de la fotografía le viene de sus ganas de moverse, de viajar, de conocer.

Formó parte del germen del colectivo Ruido Photo, primero, y del Centro de Fotografía y Medios Documentales de Barcelona, después. Ahora, su trabajo sobre las élites (los pijos) del Líbano, ‘Bubble Beirut’, la coloca entre los últimos (probablemente en todos los sentidos) becados con la Fotopres de La Caixa.

La entrevista la hicimos la tarde posterior a la inauguración de la expo de Caixaforum en Madrid, allá por el mes de septiembre. Y no, no es buen día para hacer entrevistas. En las inauguraciones hay vino, y tanto ella como el que escribe somos de socializar copa en mano en los eventos fotográficos. Anna trasmite calma. Parece llevar su propio ritmo. Tiene ese punto en el que parece que te va a recomendar un remedio casero para el dolor de espalda. Una terraza, cuando aún nos parecía imposible que llegara algún día el invierno, es el escenario de esta conversación.

¿Cómo te metes en esto de la foto?

Junto a los antecedentes familiares, la cosa me viene de las ganas de viajar y llevar una cámara. Ya de muy joven me gustaba moverme, conocer. Y siempre que viajaba me llevaba mi cámara. Ya cuando decidí que quería estudiar fotografía, fui al Institut d’Estudis Fotogràfics de Catalunya (IEFC). Estudié cuatro años, pero no llegué a hacer el trabajo final. Tuve la suerte de que antes de terminar los estudios ya estaba trabajando en un periódico local.

‘La fundición’ © Anna Bosch Miralpeix

¿Qué te aportó ese trabajo?

Las ganas de no volver a hacerlo nunca más. No es lo mío. Yo necesito tiempo y el fotoperiodismo me obliga a actuar demasiado rápido. Lo que sí me aportó fue quitarme la vergüenza, el preguntar, pedir, entrar a la gente. Yo soy tímida, me cuesta dar el paso.

¿Cuánto estuviste trabajando en aquel periódico?

Estuve más de un año los fines de semana. Y luego ya me mandaron a otro periódico del Vallés. Allí estaba sola, lo hacía todo yo, todos los días de la semana. Era todo muy precario y me pagaban muy poco.

¿Y cómo lo vivías entonces?

Para mí era un sueño. Yo empecé a estudiar fotografía en parte para trabajar en un periódico. Pero luego me di cuenta de que no quería aquello. Y fue la época en la que montamos Ruido Photo.

¿Cómo se creó Ruido Photo?

Se gestó durante los años en los que estudiaba en el IEFC. Hice un par de viajes en verano de voluntariado y traje mucho material. Y en clase había varios a los que nos gustaba ese tipo de fotografía y admirábamos a Robert Capa y nos empezamos a flipar con la idea de hacer un colectivo. Queríamos cambiar el mundo y todo eso. Y así nace Ruido.

‘Sin norte’ © Anna Bosch Miralpeix

¿Qué generó aquello?

Para mí fue una forma de compartir mi pasión en grupo y las ganas de hacer cosas. Desde muy pequeña he estado en asociaciones y lo de trabajar en grupo, buscar ideas y desarrollarlas siempre me ha gustado. Y Ruido empezó fuerte. Nuestro primer trabajo fue un encargo. Hicimos una expo colectiva sobre el cambio en la ciudad. Cada uno lo enfocó a su manera y tuvimos una exposición bien hecha. Y ésa se convirtió en nuestra marca, el hacer unos temas desde diferentes tipos de vista. Ruido buscaba autogestionarse y no depender de nadie. Por eso nació luego la escuela.

En 2009 se nos encarga un proyecto llamado ‘En el camino’. Un periódico de Salvador nos pide que documentemos el camino que hacen muchos migrantes latinos hacia EE.UU. Aquello generó un cisma que separa escuela y colectivo. Y yo me quedo en la escuela. Pero la formación sólo es una parte de mi vida.

¿Se puede decir que te ganas la vida con la fotografía?

Ufff. Malvivo de la fotografía.

Te lo pregunto porque muchas veces se proyecta una imagen de triunfo, que no se corresponde con la realidad. Para mucha gente, eres una ganadora de la Fotopres, y no saben la precariedad que esconden nuestros trabajos.

Yo me gano la vida con la fotografía, pero no sólo como fotógrafa. También en gestión, comunicación, formación, proyectos sociales… Y esa ha sido la base de mi sueldo durante muchos años.

Pasaste de alumna a profesora en poco tiempo. Montasteis vuestra propia escuela. ¿Qué le faltaba a la formación que tú tuviste?

Nosotros salíamos de una escuela muy técnica. Cuando nace la escuela, nuestros pilares son la iniciación, técnica básica y fotoperiodismo. Pero nos dirigíamos a gente con otro perfil distinto al nuestro. Ahora los alumnos que se apuntan a una escuela pretenden que les den una salida profesional, pero nosotros enseñábamos más un estilo de vida, una forma de vivir la fotografía.

Nuestro perfil de alumno es más bien gente que incluso ya tiene otra profesión, pero que le apasiona la fotografía. Son personas mucho más motivadas. Y ese es el motor de primero Ruido y ahora el CFD (Centro de fotografía y medios documentales), mi actual proyecto. Somos currantes, fotógrafos y tenemos pasión y la queremos transmitir. Y eso está muy vinculado a una serie de actividades que constantemente hacemos: charlas, presentaciones, proyectos sociales, vínculos con otros colectivos…

Y cuando la gente viene y se interesa por todo esto, ves que vale la pena todo el esfuerzo. Ahora en el CFD somos cinco mujeres, en un colectivo autogestionado, con muy poca subvención. Y todo lo que hemos conseguido es a base de currar mucho, crear cursos asequibles, pagar decentemente a los profesores. Estamos trabajando mucho para mantener un espacio abierto donde se transmitan todos nuestros valores. Somos feministas. CFD es la continuación de Ruido, pero con otra estructura.

‘Sin norte’ © Anna Bosch Miralpeix

Como autora, ¿cuál es tu primer proyecto que pudieras definir como personal?

Uno que hice por aquel primer encargo sobre el cambio de la ciudad que nos pidieron a Ruido. Yo lo vinculé a la vía del tren que une Barcelona con Francia, que pasa por el pueblo de donde soy. En 2004 empezaron las obras para construir el AVE y de repente las máquinas y la tierra empezaron a cambiar el paisaje. Esto, que lo vi como una invasión, la intenté plasmar en unas diapositivas.

¿Y cómo evolucionas?

Después de aquello hice un proyecto sobre una fundición de aluminio. Me atrajo la estética del lugar, una nave oscura negra, con dos hornos con lava, fuego vivo y aluminio que luego se convierte en un líquido que se vuelve lingotes. Y todos los trabajadores que estaban allí eran senegaleses. Todos. Con unas condiciones pésimas. Iba todas las semanas y me sentí muy bien con ellos. Ésa es una constante en mis proyectos. Lo que me define en mi forma de trabajar es la relación con la gente.

Después de este proyecto, el líder de este grupo nos invitó a mi primo y a mí, que fue quien me conectó con la fundición, a conocer a su familia. Ni el otro ni este proyecto se han visto en ningún lado. Pero son dos proyectos que a mí me aportaron mucho. Esas ganas de moverme, conocer, contactar con la gente… La relación con la gente mantenida en el tiempo es una de las cosas que me gustan.

Después crucé el charco y estuve trabajando un año entre Los Ángeles y Nueva York, haciendo la continuación de ‘En al camino’. Ruido hizo la parte del viaje y yo documenté la llegada. Estuve buscando historias. En Los Ángeles seguí a dos personas. En Nueva York hice algo parecido, seguí otra historia. La última la publiqué en el New York Times y fue cuando empecé a considerarme profesional.

Y tras aquello tuve una especie de crisis personal. Porque no me sentía cómoda fotografiando miserias. Lo pasé mal. Eran tres historias muy duras, las personas estaban muy deprimidas. Aquello no me estaba sentando bien.

Y me fui a vivir a Tijuana. Comencé haciendo un proyecto en el que yo iba a ser la fotógrafa y acabé dando cámaras para que fueran ellas las que fotografiasen. Ellas, porque era un grupo de mujeres. Accedí a esa colonia por Josefina, que era la mujer que trabajaba en la casa donde yo vivía. Yo quería conocer de dónde venía. Y ella me presentó una líder local que estaba organizando una limpieza de la zona. Fui el día que se juntaron todas y les ofrecí un taller de fotografía.

Me volví a Barcelona, sorteé una cámara réflex que no usaba, y conseguí 1.000 €. Llevé material y durante tres meses hicimos el taller. La experiencia fue brutal. Me convertí en otra amiga más. Las sesiones acabarón siendo de hablar de nuestras cosas. Ellas no tienen tiempo para sí mismas y allí lo tenían. Yo había hecho fotografía participativa, pero este fue el primer proyecto parido por mí. Montamos una exposición, y vino hasta la tele. Fue brutal. Después tuve que volver a Barcelona y al año aproximadamente empecé a viajar a Beirut.

‘Bubble Beirut’ © Anna Bosch Miralpeix

En Beirut te alejas de la miseria y pones tu mirada en las clases más privilegiadas. Pero usando la misma táctica de inmersión.

Todo surgió porque quería hacer un viaje con un amigo y surgió la posibilidad de ir al Líbano. Me encanta el mundo árabe y pensamos en ir a un sitio donde pudiéramos fotografiar algo que luego pudiéramos vender. Llevábamos varias ideas para hacer. Y hicimos el circuito de “periodista freelance” con todos los clichés, campos de refugiados y todo eso.

Y de repente empezamos a ver mucho lujo, grandes coches… Nos llamó mucho la atención. Teníamos un contacto, una persona de origen libanés que vive en Barcelona. Ella nos presentó a Viviane Eddé, que escribe para Mondanité, una revista que recoge los eventos de la clase alta libanesa. La llamamos y nos invitó a acudir a una fiesta. Tuvimos que ir a comprarnos ropa para la fiesta. Y cuando llegamos alucinamos.

¿Por?

Por varias razones. Primero por el destape. Mujeres con unos escotes tremendos, faldas cortas, fumando puros. Además, Beirut está muy occidentalizado y no tiene nada que ver con lo idea preconcebida del Líbano. La primera fiesta a la que fuimos la organizaba una marca de lencería, el motivo del espectáculo era ‘Moulin Rogue’ y las artistas llevaban poca ropa.

Pero además íbamos con la idea de que íbamos a un país en guerra, donde en cualquier momento puede pasar cualquier cosa. Y luego nos vimos inmersos en esta burbuja, donde parecía que a la gente no le importaba nada lo que estaba pasando en su país. Y nos impactó. Y así fuimos conociendo todo tipo de gente que nos presentaba Viviane, banqueros, gente de la cultura, políticos, relaciones públicas de empresas…

‘Bubble Beirut’ © Anna Bosch Miralpeix

¿Y cuándo te dices “aquí tengo un proyecto”?

Vuelvo con estas fotos de fiestas y gustan mucho. Pero no tenía suficientes y tampoco las quería colocar de cualquier manera. Regresé al cabo de un año, volví a quedar con Viviane y empecé a buscar hacer algo más estructurado. Pero es un proyecto que ha ido madurado en función de cada viaje. Si hubiera podido instalarme en Beirut, igual lo hubiera resuelto más rápido. Aunque el alargarse en el tiempo, me favoreció porque va cambiando mi forma de ver. Mi aproximación al principio era más crítica, buscaba la anécdota ridícula. Pero poco a poco voy viendo otras cosas. Y ellos, poco a poco, me han ido abriendo las casas, me han dando su confianza. Y empecé sentir que quién era yo para juzgar a esta gente. Lo que yo puedo hacer es mostrar lo que yo veo. Y lo enseño.

Y a partir de aquí voy estructurando más el proyecto. Y al ganar la beca tengo que hacer una expo y un libro y eso me obliga a darle forma. Lo que cuento es cómo viven una serie de familias con las que yo he contactado y a los que he podido ir viendo cada vez que volvía. En los últimos viajes quise ampliar la cantidad de familias porque hasta entonces sólo había estado en contacto con familias cristianas y eso no representaba la realidad. No sólo son ricos los cristianos, también hay gente con mucho dinero y poder de las demás religiones. Trabajé también con familias musulmanas shiítas, sunnitas y drusas.

Anna Bosch Miralpeix Anna Bochn Miralpeix

¿Ganar la beca supuso cambios en tu proyecto?

Cuando pido la beca ya tengo una idea de cómo quiero terminar el proyecto. Y que necesitaba ampliar la cantidad y variedad de familias. Pedir la beca, escribir el proyecto me ayudó a reflexionar un poco más sobre lo que estaba haciendo. La beca supuso poder hacer el proyecto más rápido, pues si no, no sé cuándo hubiera podido volver. El aporte de dinero fue importante para poder dedicarle tiempo, acabar el proyecto y exponerlo.

Antes has definido vuestra escuela como feminista. ¿Este proyecto es diferente por el hecho de haberlo hecho una mujer?

Cada uno tiene su propia mirada, sea hombre o mujer. Y este trabajo no tiene ninguna intención feminista. También, mi manera de entender el feminismo ha cambiado mucho a lo largo de estos cinco años. Tengo claro qué es el machismo, identificarlo y que no va conmigo. Pero no por eso me he autodefinido como feminista. Pero en el CFD, al ser mujeres y tener compañeras activistas en este campo, me ha permitido acceder a más información, leer más y conocer más sobre ello. No es que tenga una mirada femenina, es que mi actitud en la vida es diferente. El feminismo es una manera de actuar.

‘Bubble Beirut’ © Anna Bosch Miralpeix

La Fotopres ha elegido diez proyectos. Ninguno superáis los cuarenta. ¿Te sientes identificada con la gente de tu generación de fotógrafos? ¿Tenéis elementos en común?

Venimos de entornos muy diferentes, al menos los seleccionados en la beca. No siento que haya un espíritu generacional. De hecho, lo que marca a esta generación en la variedad de miradas, la mezcla de formas. Y eso me gusta y me interesa todo. Si está bien hecho, me gusta todo. Hay ganas de hacer cosas, de buscar calidad.

¿Y cuáles son los fotógrafos que más te gustan?

Me gustan mucho los clásicos. Robert Frank es un referente muy grande. Y ese punto de vista más poético que tiene, me gustaría tenerlo a mí, que a veces soy demasiado cuadriculada en la forma. Me gustaría alocarme un poco. Y de Franfk me encanta que te sorprende y te dejas llevar.

También me gusta mucho Susan Meiselas. Me gusta pensar que nos parecemos bastante a la hora de vincularnos con la historia, tener en cuenta a las personas, sea con el texto, con las fotos, o ayudando a editar. Y devolver siempre, entregándoles las fotos o dar algo a cambio a aquellas personas que participan en los proyectos.

¿Y qué vienen ahora?

Ahora tengo muchas ganas de viajar a países que no sean Líbano y empezar un nuevo proyecto. Por otro lado, alejarme un poco de la gestión y trabajar con la imagen desde otros ángulos… explorar otras maneras de hacer que las que he hecho hasta ahora.

‘Bubble Beirut’ © Anna Bosch Miralpeix