Hace aproximadamente un mes que finalizó la XXX edición de los Encontros da Imagem de Braga. Sobrevivir durante tantos años no es fácil en el mundo cultural en el que nos movemos. El festival se ha reinventado en más de una ocasión y ahora se prepara para un futuro ambicioso. Vitor Nieves entrevista a su actual director, y miembro fundador del festival, Carlos Fontes, para hacer balance de estas tres décadas, hablar sobre la fotografía actual, los cambios vividos, los objetivos que se plantean y los retos a los que se enfrentan estos encuentros. Para conocer mejor este prestigioso festival del país vecino.

Hace unas semanas os hicimos una crónica de la última edición de los Encontros da Imagem (EI), que cumplían 30 ediciones. Pero ahora os traemos esta conversación con Carlos Fontes para conocer mejor la historia, el presente y el futuro de este festival. Nadie mejor que él, pues, además de ser su director desde hace cuatro años, está en él desde sus inicios, ya que es uno de sus fundadores.

Historiador de formación y con una vida dedicada a la enseñanza, lleva su pasión –la fotografía– por delante de todas las cosas. Tiene el mérito de mantener un festival durante 30 años, con épocas buenas y épocas menos buenas, pero siempre con el objetivo de visibilizar la fotografía consolidando espacios alternativos para su promoción, creación y reflexión en aras de un pensamiento crítico.

Desde el asociacionismo y el activismo cultural de los 80 a la profesionalización e internacionalización del evento, Carlos nos desgrana los Encontros da Imagem.

En esta trigésima (30ª) edición hay una cierta vuelta a los orígenes.

De cierta forma sí, más allá del tema de este año, «Génesis», hay una vuelta al origen que pone el acento en aquello que engendró el inicio del festival en 1986. Por un lado la divulgación de la fotografía y la búsqueda de nuevos públicos y de ahí, la ampliación del festival a otras ciudades de la región. Pero por otro está la recuperación del espíritu matriz, retomando 20 años después el proyecto Memórias da Cidade.

Nada de esto es nuevo, ya que en los últimos cuatro años hemos trabajado con ese norte, sin dejar de lado lo que vertebra este festival y que lo marca desde su nacimiento: los Encontros da Imagem son, sobre todo, momentos de encuentros y convivencia entre los diferentes agentes que trabajan o intervienen en la fotografía es algo que ha sido crucial desde el año cero, aunque este año, debido a la pandemia, no haya sido posible.

Además, hemos implementado en los últimos años un cuidado en la experiencia expositiva, es decir, la transformación de la fotografía en instalaciones y la búsqueda de nuevos formatos de presentación al público sobre todo, desde que hace unos años introdujimos en nuestras programaciones a artistas plásticos que también trabajan con fotografía o la usan como soporte final.

Habla de una expansión territorial, la mayor parte de la programación sigue anclada en Braga, pero se fueron sumando otras ciudades como Guimarães, Barcelos, Porto y este año también Avintes (Vila Nova de Gaia). Esto fue, a finales de los 80 y en los 90, una auténtica obsesión de muchos festivales, y a algunos, como la Primavera Fotográfica, les supuso su muerte. Cuando el modelo actual de festivales tiende a concentrar la programación, ustedes hacen lo contrario, ¿a qué se debe?

Nosotros, y yo en particular, tenemos la idea de que la regionalización es un hecho innegable y esta debe pasar por la cultura. Sin ningunear al resto de ciudades y sin perder la raiz fundacional del festival, que es Braga. Así, tenemos 26 exposiciones en Braga y las otras 10 diseminadas en las otras ciudades. Al abarcar otras localidades, el festival sólo puede salir reforzado por ganar otra dimensión y, lo más importante, nuevos públicos.

Además nos permite trabajar en un ámbito más extenso, no sólo local, sino desde una dimensión regional y por ende, regionalizadora. Esto incluso nos facilita la relación con los patrocinadores y amplía las posibilidades de búsqueda de apoyos. Además, estando Porto a 40 minutos, la segunda ciudad del país con una intensa vida cultural y, por consiguiente, una mayor masa crítica, sería impensable no aprovechar esas sinergias aumentando audiencias y visibilidad para que, finalmente quien gane, sea la fotografía.

Apertura de la exposición de Inês Fernandes en el GNRation (Braga) en ediciones anteriores. © Adriano Ferreira Borges.

Usted es uno de los fundadores de este longevo festival. Parece difícil pensar en un proyecto así en la Braga de hace 34 años…

Los EI nacen a mediados de los 80 con una matriz fotográfica pura. Nacen en el seno de una asociación de fotografía y cine aficionado creada en los 70, en la que muchas personas avanzábamos por la senda de lo fotográfico, ávidos de conocimientos. En aquel momento participábamos en los certámenes de los Salones de Fotografía, ganábamos premios y exponíamos algunas de nuestras imágenes en aquel mundo en el que la fotografía iba desde el virtuosismo técnico a la belleza del registro.

Llegados los 80, las personas que estábamos más vinculadas a la fotografía, en particular, Rui Prata (director de los EI durante 23 ediciones) y yo, comenzamos a ver ese mundo salonístico muy limitador y hasta clientelar. 

Tuvimos un primer contacto con el festival de Arlés a partir del cual no dejamos de pensar en un proyecto para Braga. El nuevo proyecto no debería ser limitador como lo era el artesonado fotográfico de la época, debería ir más allá de lo que era, de aquella, la fotografía y es por eso que, intencionadamente, el propio nombre del festival lleva la palabra imagen y no fotografía.

Los festivales de fotografía nacen cuando ésta ni era considerada un arte. La rápida propagación de los festivales a partir de los pioneros como Les rencontres d’Arles han contribuido a la inclusión del medio en el campo de las artes. ¿Cuál es la pertinencia de un festival de fotografía en la actualidad?  

Lo que nos llevó en su día a crear los Encontros da Imagem era mostrar la fotografía en todas sus dimensiones. Claro que en esa altura, y como bien dice, no era considerada una expresión artística, sino que pivotaba en torno al documento y al fotoperiodismo.

Pero desde el inicio pusimos el foco en mostrar algo diferente, las nuevas tendencias y expresiones, así como traer lo que se estaba haciendo fuera del país, primero con una gran influencia de aquello que habíamos visto en Arles y luego en otros festivales, la mayoría de ellos tristemente desaparecidos. Creamos el hábito de exponer fotografía y fuimos adaptando el ojo de nuestro público, siendo conscientes de que estábamos haciendo (y también mostrando) historia de la fotografía.

En este proceso, nosotros como festival también caminamos de la mano con la evolución de la fotografía, desde la ruptura con el salonismo hasta la irrupción y afirmación de la fotografía en el campo de las artes. Llegados los años 20 del siglo XXI, tenemos innumerables artistas que usan la fotografía como principal soporte en su obra. Hoy los festivales tienen sentido en la medida que muestran una selección de lo que se está haciendo cada año, acompañando las nuevas tendencias y exhibiendo lo que se construye en el medio casi en tiempo real.

Acto inaugural en el Largo do Paço en una de la anteriores ediciones. © Adriano Ferreira Borges.

Una de las cosas que más me gusta, por deformación profesional, es bucear por la historia de los festivales. Estudiando los catálogos de los EI vemos diferentes etapas claramente diferenciadas. Con esta perspectiva histórica, ¿cómo las definiría?

Partiendo del origen, en una primera fase nos centramos en educar al público a través de la historia de la fotografía. Humildemente, y por la parte que me toca, creo que cumplimos con creces esa misión. En la primera década parte de la programación eran exposiciones de históricos de la fotografía nacional e internacional. Tanto es así, que los grandes nombres del medio, pasaron por este festival.

En una segunda época el foco se puso en seguir las tendencias que surgían en el mundo, ya en el cambio de paradigma con la fotografía de lleno en el campo de las artes.

En un tercer período, hace unos 7 años, el festival perdió un poco la matriz fotográfica descarrilando hacia la comunicación, el diseño y el grafismo y con un cariz más expositivo.

Y ya en la última época, recuperamos la esencia de la fotografía para dar difusión a trabajos que, usando el soporte fotográfico, son expresiones artísticas que van más allá de lo que popularmente se conoce como fotografía. 

Una vez definidas esas etapas, ¿cuáles fueron los hitos que marcaron el festival?, ¿cuáles los grandes cambios en 30 ediciones?

Desde luego la dimensión de los EI. En un primer momento, antes de consolidar el festival, era un evento muy reducido en el que nos centrábamos, por falta de medios, en la producción nacional. Después de varias diatribas, un gran cambio fue centrar de nuevo el foco en la producción nacional más contemporánea y la descentralización encaminada a la regionalización [descentralización], pensando que la programación es un todo, aún en diferentes localidades.

La creación del premio Discovery Award, supuso el apoyo incondicional a jóvenes desconocidos/as o poco conocidos/as, cambiando la forma de programar que teníamos en años anteriores y visibilizando y potenciando la entrada al circuito de nuevos valores. En otro nivel, el premio Emergentes, dotado de una cuantía económica, nos permitió producir cada año una exposición de un/a autor/a con cierto recorrido internacional poniendo en valor su trabajo en nuestro entorno. Es un orgullo ver como algunos de los nombres que están sonando a nivel internacional, han sido vencedores en los EI, lo que respalda y refuerza nuestro trabajo.

Bajo su dirección, los EI han abierto un espacio notable para proyectos políticos, aquéllos que generan un pensamiento crítico que nos alejan de la alienación.

El festival es ecléctico y programamos todos los géneros fotográficos. Es evidente que el arte debe tener una función y debe ser comprometido. El arte también es política. Intentamos mostrar una antología de lo que se está haciendo cada año y es nuestra responsabilidad acompañar los cambios que se están dando en la fotografía y en la sociedad. No podemos dar la espalda –y es visible en nuestra programación– a temáticas como el feminismo y derechos humanos, el colonialismo y su deconstrucción, la ecología y el cambio climático… ¡el tema Génesis no es casual!

Vamos a lo que menos nos gusta. Una de las críticas que más se repite en los últimos años es que los Encontros da Imagem se vuelcan cada vez más en el extranjero, a medida que se aleja de la fotografía portuguesa, ¿han hecho autocrítica para poner solución a esto?

Si, hemos hecho un esfuerzo para invertir esa tendencia y es notorio en el número de autoras/es de Portugal en la actual edición. En una época, la consolidación del festival pasó por mostrar el trabajo de grandes fotógrafos y fotógrafas internacionales, ya que en Portugal no existía otra vía de entrada para esos trabajos. Hoy el mundo es diferente, y el acceso a la información a través de la red es infinita, por lo que tiene más sentido que mostremos lo que se está haciendo en Portugal.

Además, tenemos actualmente muchísima gente trabajando en fotografía con trabajos de muy alta calidad, debido a la irrupción y rápida evolución de las escuelas de fotografía públicas y privadas que no existían hace 30 años. La calidad de estas escuelas sumado a otros estudios que han incorporado la fotografía entre sus enseñanzas ha favorecido a la aparición de un número considerable de artistas jóvenes. Desde el festival tenemos la responsabilidad de visibilizar todo eso. Este año en particular hemos tenido ese cuidado, aunque no estamos aún en el nivel deseable, podemos decir que el 25% de nuestra programación es nacional, lo que supone 16 fotógrafas/os de Portugal.

¿Qué destacaría de la edición de 2020?

Primero el tema. «Génesis» es la entelequia para albergar trabajos muy potentes. La decisión la tomamos el año pasado, en la secuencia de años anteriores y dando continuidad al tema de 2019 «What Now?». Con la aparición de la pandemia, tomó una dimensión completamente diferente, mucho más fuerte.

Quiero destacar también cómo este año, a pesar de todos los condicionantes de un mundo extraño y completamente nuevo, el festival ha salido adelante casi como en ediciones anteriores, lo que nos enorgullece mucho, porque a pesar de ser un equipo pequeño, trabajamos con determinación y empeño. 

‘Outono Fotográfico 1983-2017’, exposición historiográfica del festival galego en los Encontros da Imagem (Mosteiro de Tibães, 2018) © Vítor Nieves.

La internacionalización es un punto fuerte del festival, no sólo por la programación de autores y autoras extranjeros sino también por las relaciones exteriores que mantienen con organismos e instituciones del ámbito fotográfico, ¿cómo están esas relaciones?

Seguimos manteniendo relaciones institucionales y de cordialidad con diversos festivales europeos y suramericanos. Pero me gustaría destacar la fuerte relación que tenemos con la Asociación Outono Fotográfico, organizadora, entre otras cosas, del festival homónimo y del Premio Galicia de Fotografía Contemporánea, lo que nos permite hacer intercambios que, por la proximidad geográfica, son muy cómodos.

Sin embargo, con algunos festivales u organismos internacionales es complicado, ya que cada uno sigue su propio camino, aunque de vez en cuando establecemos colaboraciones puntuales. En los últimos años estas relaciones se han complicado, ya que, así como en los años 90 había una fluidez de información e intercambio en un plano igualitario, actualmente los festivales se han convertido en empresas y la competencia se ha tornado menos sana. Cada uno cierra filas en torno a su marca. 

Nosotros tenemos una idea diferente. Desde los Encontros da Imagem tenemos el objetivo, como ya dije, de la divulgación de la fotografía y ahora, más en particular, de la fotografía portuguesa. Aún así, estamos abiertos a colaboraciones e intercambios de nuestra gran colección formada a lo largo de 34 años.

La relación con Galiza es natural, desde muy temprano, y según declaraciones de Rui Prata (anterior director de los EI), se generó un triángulo Encontros da Imagem – Fotobienal de Vigo – Outono Fotográfico que llega hasta el día de hoy con los de Ourense. ¿Y las relaciones con el resto de la península?

Como dices, las relaciones galaico-portuguesas son históricas, culturales y lingüísticas… Son innumerables las colaboraciones, tanto con la Fotobienal de Vigo (los pocos años que duró), como con el Outono Fotográfico durante, probablemente, dos décadas.

Tuvimos también una relación muy próxima con la Primavera Fotográfica de Barcelona porque, como en los casos anteriores, los lazos de unión iban más allá de la fotografía, llegando a forjar grandes amistades.

Aún en Catalunya, este año contactaron con nosotros los organizadores de Revela-T, de Vilassar de Dalt (Barcelona) para solicitarnos la cesión de alguna de nuestras exposiciones para su próxima edición, como la de Bryan Schumaat.

Con España, las relaciones son difíciles. Tenemos alguna experiencia puntual con PHotoEspaña, pese a que son un modelo empresarial que dista mucho de nuestros métodos. Aún así, fuimos invitados para hacer lectura crítica de portfolios y también ellos participaron en Braga.

Los festivales de los territorios del Estado Español han dado pequeños pasos para intentar un proyecto conjunto, o al menos, sumar esfuerzos, algo que parece que va lento, pero (espero) seguro. ¿Piensa que sería posible una colaboración con los Encontros da Imagem?, ¿cómo podría establecerse?

El proyecto del que habla, es un proyecto muy interesante, y más cuando son tantos los festivales. Los Encontros da Imagem, como festival histórico y consolidado, podría ser el puente, puesto que nosotros mantenemos un estrecho contacto con el resto de festivales y eventos más recientes y de otra dimensión de este país. 

Estamos abiertos a ese tipo de colaboraciones, y serían bienvenidas, ya que, juntando la experiencia de todos los festivales peninsulares, generaríamos nuevas sinergias para producir interesantes proyectos que unilateralmente serían inabarcables.

Dar vida a las exposiciones que producimos y que quedan en nuestro acervo a través de una itinerancia por otros festivales, es algo que ya hemos experimentado con los festivales gallegos, y que nos ha funcionado en ambas direcciones. Nosotros tenemos ese interés y estoy seguro que sería de interés de los fotógrafos/as, siempre que, en la medida de lo posible, se dé un fee al autor o autora, ya que se ahorra en la producción.

Como ha dicho, la palabra «Imagen» en el nombre del festival, dio una apertura desde la primera edición a obras que no se encuadran (sólo) en la disciplina fotográfica, ¿hasta que punto trabajan para la inclusión de este tipo de proyectos?

Hace años que introdujimos en nuestras programaciones a artistas plásticos que trabajan con soportes fotográficos, algo que ya no es nada nuevo… Me gustaría destacar un nuevo camino que empezamos recientemente.

Este es el tercer año que programamos el Ciclo de Cinema, y podemos decir que con gran éxito. En 2018, con un pequeño ciclo de cinco películas, ganamos un público cinéfilo que incrementó las visitas a las exposiciones y, en sentido inverso, nuestro público fiel a la fotografía, asistió a las proyecciones fílmicas. Además de las proyecciones hacemos un esfuerzo (sobre todo en la filmografía portuguesa) para traer a algunas de las directoras/es o actores y actrices, lo que genera un gran impacto mediático.

En esta edición tenemos dos ciclos que se proyectan en dos espacios diferenciados. Por un lado, seguimos colaborando con el Lucky Star – Cine Clube de Braga, en el que proyectamos un ciclo de cine portugués y películas con una fuerte vinculación a la fotografía, y por otro, conseguimos la colaboración del Theatro Circo, la gran institución bracarense para estos menesteres, donde proyectamos el ciclo bajo la temática «Génesis».

Lectores y lectoras de portfolios en la reunión del jurado del Premio Emergentes 2019. © Adriano Ferreira Borges.

¿Qué futuro le espera a los Encontros da Imagem?

Debo recordar una vez más que los Encontros da Imagem es un festival que se organiza desde una asociación cultural sin ánimo de lucro. Nuestro gran reto pasa por buscar soluciones a ese modelo, ya que el asociacionismo está en claro declive en los últimos años. La historia del asociacionismo está muy relacionada a la historia del propio país, siendo que su punto álgido se materializó en los años en torno a la Revolución [dos Cravos]. 

Los Encontros da Imagem, por su histórico, características y dimensión, ha alcanzado un nivel muy profesional, pero su estructura sigue sin serlo, y debemos repensar todo esto. Con este modelo de organización, se hace difícil posibilitar nuevos modelos de gestión, por lo que siempre dependemos de subsidios que no siempre son estables.

Una asociación está formada por socios/as, que eran los que hace años trabajábamos para el festival. El mundo ha cambiado, y las personas –hoy profesionales– que trabajan deben cobrar, y esto es algo que debe tenerse en cuenta.

Como digo, en los moldes actuales, el festival depende de los subsidios. El futuro del festival está garantizado si, tanto el Estado como el Ayuntamiento de Braga [patrocinadores del festival], entienden que debemos caminar hacia la profesionalización, es decir, la contratación de las personas que dejan la piel para que este festival salga adelante. Esto puede suponer una disminución de la programación, ya que los recursos son finitos. En este caso, nuestro trabajo debería centrarse en la búsqueda de una gran calidad programática en detrimento de la cantidad.

Un cambio que se nos plantea a corto plazo va a ser la Galería dos Encontros, que el Ayuntamiento de Braga, después de tres años de reuniones, obras y dotación de recursos para el espacio, ha cedido a la Asociación. Pero un espacio no es nada si no hay un presupuesto para alimentar el proyecto, y el proyecto va a necesitar, como mínimo, una persona contratada. Eso va a traernos un cambio no sólo estructural (una persona contratada todo el año y no sólo en la época del festival) si no de método, pues el funcionamiento de la galería implica una actividad continua durante el año que va más allá del festival.

Sólo nos queda que invite a los y las lectoras a conocer los Encontros da Imagem…

¡Claro!, estaríamos encantados de recibir a todo el mundo. ¡Para eso organizamos un festival, para tener público!. Nos gustaría que, además de visitar las exposiciones, se tomasen un tiempo para hacer una crítica y hacérnosla llegar. Sólo así vemos lo que se percibe desde fuera y conseguimos mejorar.

Además, como sabe la gente que nos conoce, somos muy cercanos, y pueden contactarnos para poder hacer alguna visita guiada o acompañamientos. Claro que, no podemos visitar las exposiciones sin visitar la ciudad. Muchos de los espacios expositivos están en enclaves históricos y de gran valor, y además en el recorrido entre exposiciones, se visita gran parte de Braga.

Y por último, hacer extensible la invitación a colaborar en el equipo de organización. Somos un equipo pequeño, pero muy familiar y todos los años recibimos voluntariado con experiencias muy enriquecedoras en ambas direcciones.