El festival más importante y consolidado del país vecino, Encontros da Imagem, celebra una edición marcada por la pandemia que obligó a un esfuerzo heroico para mantener la programación expositiva, pero barrió la característica más importante, los encontros (encuentros) que durante una semana abarrotaba Braga de nacionales y extranjeros apasionados de la fotografía.
Los Encontros da Imagem es uno de esos festivales de largo recorrido, de los que nacían en los 80 (la primera edición se celebró en 1986), una década en la que Portugal, como nosotros, despertaba del gran letargo de la dictadura, cuando las cosas se organizaban desde el asociacionismo y desde el activismo cultural.
Y claro, de aquello queda mucho en este festival. Aunque a lo largo de las tres décadas se fue profesionalizando, la metodología de trabajo, las relaciones interpersonales e incluso las praxis de gestión cultural, distan mucho del modelo empresarial que muchos festivales ya abrazan desde hace años.
Antes de hacer un recorrido por las exposiciones que estarán abiertas hasta el 31 de octubre, haré un rápido mapeado festivalero para repasar su estructura.
Los Encontros da Imagem es un festival anual que se celebra en septiembre. Se basa en un programa expositivo repartido en numerosos espacios de Braga y la reciente ampliación a Barcelos, Guimarães, Porto y Vila Nova de Gaia.
La parrilla programática se divide en Artistas Convidados, que son aquellos que la dirección artística invita bajo criterios de selección que tienen que ver, entre otros, con la temática anual del festival (este año «Génesis»).

Los Discovery Awards, que son los proyectos que un jurado independiente e internacional nombrado por el festival selecciona para formar parte del programa de exposiciones.
Y los Emergentes, finalistas y ganador o ganadora del premio homónimo del año anterior que selecciona un jurado internacional mediante lecturas de portfolios (con premio en metálico para el mejor proyecto). A esto aún tenemos que sumar los espacios colaboradores que aportan sus artistas como galerías, centros de arte o escuelas de fotografía, y los intercambios con otros festivales.
Además de las exposiciones, organizan un Ciclo de Cinema que orbita en torno a la temática anual, un Serviço Educativo centrado en niños y niñas y jóvenes, y una reciente incorporación, el Prémio Fotolivro, para el que lanzan una convocatoria con premio en metálico para exponer una selección de las mejores publicaciones recibidas junto a los libros de artistas de la programación, libros de colaboradores, y volúmenes de su propia colección.
Y claro, como no podía ser de otra forma, editan un cuidado catálogo en el que se recoge, a modo de memoria, todo lo acontecido cada año.
Génesis, un nuevo paradigma
Cuando a principios de año en los Encontros da Imagem decidieron cual sería el tema de esta edición, poco imaginaban que sería un año completamente diferente a los anteriores.
Génesis sería la entelequia que aglutinase la programación, proyectos que reflexionarían sobre un nuevo paradigma mundial después de un desgaste excesivo de nuestros recursos, sea desde un punto de vista meramente político, medioambiental, nuevas identidades y formas de estar en el mundo….
La selección les vino al pelo no sólo para hacer una reflexión sobre el nuevo mundo que nos toca vivir en plena pandemia, sino para repensar muchas de las dinámicas de trabajo y hábitos arrastrados de otros tiempos para renovar el modelo de un festival centrado desde hace años en una primera semana cargada de eventos y encuentros, inauguraciones, fiestas y lecturas de portfolios que concentraba a un gran número de fotógrafos/as, comisarios/as, editores/as, galeristas, directores/as de espacios expositivos, agentes de otros festivales y público en general.

La “nueva normalidad” llevó al festival a contener las aglomeraciones eliminando los eventos (inauguraciones, fiestas, entregas de premios…).
Aparentemente, para un/a bracarense, la agitación y bullicio (diurno y nocturno) parejo a la celebración de los Encontros da Imagem, desapareció en este septiembre, y en parte, fue así.
Y digo en parte porque algunas, como las lecturas de portfolios, en las que participé como lector, simplemente pasaron a un plano virtual, más calmado y concentrado en la fotografía.
66 fotógrafos/as, 36 exposiciones en 23 espacios expositivos de 5 ciudades
Comenzamos la ruta por los espacios, plano de la ciudad en mano, siguiendo un orden geográfico, que a veces también coincidirá con la línea programática, siendo que, algunos trabajos de temáticas parecidas, comparten espacio. Y lo haremos así para destacar también las maravillas de Braga, que alberga tesoros propios de la ciudad capitalina que fue, en tiempos en que el noroeste peninsular era sólo uno y el río Minho no marcaba frontera alguna.
Si llegamos en tren, tenemos ya una parada obligatoria en la antigua estación, un edificio multiusos contiguo a la actual, la joya de la corona de la Asociación Encontros da Imagem: su propia galería.
Desde que Carlos Fontes (cofundador y director desde hace cuatro años) cogió las riendas del festival, mantuvo una lucha constante para mantener una programación expositiva durante todos los meses del año, con gran destaque (pero no en exclusividad) para la fotografía portuguesa.

La perseverancia hizo el sueño realidad, y la primera exposición que alberga, ‘Eclipse’, de la lisboeta Catarina Osório de Castro, nos habla desde lo íntimo de verdades eclipsadas que crean enigmas que se nos muestran como cotidianos.
Camino del centro, haremos una parada en el Museu dos Biscainhos. Ojo a los fans del festival, porque nos lo podemos saltar, ya que hace años que no acoge una exposición de los Encontros. El museo es una antigua casa señorial con un imponente jardín, una de las muchas de la antigua aristocracia del pasado dorado bracarense.
Allí, Paul di Felice muestra sus ‘Dichotomies écraniques’ un trabajo en la frontera de lo poético y lo político en el que se apropia de imágenes que extrae de las pantallas que lo rodean (Tv, ordenador…) para poner en diálogo con fotografías de su autoría, en una tentativa de establecer nuevos códigos de análisis en un mundo inundado y bombardeado por la imagen.
A pocos metros llegamos al GNRation, el antiguo cuartel de la GNR (Guardia Nacional Republicana), reconvertido a Centro Cultural. En uno de los amplios patios interiores, en lonas de grandes dimensiones, están las fotografías de Federico Estol, ‘Héroes del brillo’, el proyecto ganador del Emergentes 2019 y que se expone, como de costumbre, en la edición siguiente. Este es de los trabajos que trasciende los límites de lo fotográfico para cavar en algo más importante, lo social.
El autor, en colaboración con los limpiabotas de su ciudad, construyen estas fotografías con el objetivo de crear fanzines que venden en la calle para incrementar sus ingresos y para mejorar sus condiciones de vida y, de paso, su autoestima, en un país en el que los limpiabotas, que Estol reconvierte en héroes del brillo, conforman una de las clases sociales más estigmatizadas.
Al salir debemos cambiar el rumbo por una transversal para ir a la calle peatonal de iglesias y comercio que une la puerta barroca de la antigua muralla y la Av. Central, de grandes cafeterías modernistas. En esa peatonal nos encontramos, como en años anteriores una parte importante de las exposiciones.
La Galeria do Paço, antiguo obispado y actual rectoría de la Universidade do Minho, se ha convertido en el espacio crucial del festival desde que, bajo la dirección de Carlos Fontes, la Universidad es uno de los apoyos económicos del evento, junto con el Estado y el Ayuntamiento de Braga. Dos pisos, escaleras y divisiones laberínticas nos alertan para ir con calma, pues el exceso de imágenes y la falta de pared puede emborracharnos (fotográficamente hablando) y obligarnos a hacer una parada para tomar un café (siempre bien hecho en Portugal).

Aunque en apariencia muy diferentes, conseguimos adivinar la intencionalidad del festival en este espacio, las nueve exposiciones deambulan por una fina línea argumental nucleada desde el antropocentrismo en torno al territorio y la explotación medioambiental, los abusos y el consumo de los recursos del planeta, las migraciones humanas derivadas de eses errores, fronteras y memoria.
Temas aparentemente muy distantes se entremezclan en este edificio a lo largo de los trabajos de Aaron Vicent Elkaim (‘Where the River Runs Through’), Annamaria Belloni (‘Supernatura’), Elsa Leydier (‘Trasatlântica’), Florence Cuschieri (‘Exodus’), Kata Geibl (‘There is nothing new under the sun’), Marianne & Katarzyna Wasowska (‘Waiting for the snow’), Mattia Micheli & Nicolò Panzeri (‘Yes to All’), Robin Hinsch (‘Wahala’) y Touko Hujanen (‘Forest Family’).
Pausa y suma y sigue
Es, sin duda, el momento de un stop para seguir con fuerzas, por lo que paramos para picar algo. La gastronomía portuguesa es, junto con otras cosas de este país, algo que recomiendo encarecidamente por la calidad, el precio y el sabor. A pocos minutos caminando tenemos el Gosto Superior, donde podemos comer la mejor versión vegana de la feijoada (un plato típico parecido al cocido pero con habas negras en vez de garbanzos).
Aunque si nos apetece algo más ligerito y rápido podemos ir al fondo de la plaza de la catedral (Largo da Sé) al Tasco da Tia, una taberna pequeña y con ausencia de lujos atendida por una señora que podría ser la entrañable tía de cualquiera, que sirve el vinho verde (típico de esta región) y los bolinhos de bacalhau (croquetas de patata y bacalao) más baratos del centro bracarense.
A continuación iremos a dos espacios para volver a autores portugueses. El Edifício do Castelo muestra el trabajo de João Ferreira, un documental clásico en blanco y negro hecho en una romería tradicional en São Miguel, una de las islas Azores. Muy cerca está la Casa dos Crivos, uno de los lugares más habituales de la historia del festival. En este espacio se muestra un proyecto que los Encontros da Imagem recupera después de 20 años de pausa: Memórias da Cidade.
Este proyecto, iniciado en los tiempos de Rui Prata (cofundador do los Encontros y actual director del festival Imago Lisboa), consistía en invitar a un fotógrafo/a para trabajar en la ciudad y dejar ese registro para el acervo de los Encontros da Imagem.

Memórias da Cidade se recupera con ciertas actualizaciones, pues será un programa de residencias artísticas para fotógrafos y fotógrafas portuguesas para que trabajen sobre temáticas locales. En esta primera edición después de dos décadas, debido al “arresto domiciliario” que trajo el virus, no se pudo realizar la residencia artística por lo que resolvieron invitar a dos fotoperiodistas locales, los hermanos Hugo y Gonçalo Delgado, para que, desde diferentes perspectivas, documentasen la ciudad confinada.
En una de las plazas más grandes y céntricas de la ciudad está el Museu Nogueira da Silva, con dos salas que muestran lo que son, probablemente, los trabajos más políticos de esta programación, aunque esta condición es algo que viene caracterizando al festival en su última etapa.
Nina Franco y su comisario Paulo Nunes exhiben ‘Sobre(viver)’ una instalación con varias fotografías, objetos y kilómetros de hilo de lana enmarañada que denuncia las violencias a las que se exponen a diario las mujeres afrobrasileiras: asesinatos, abortos ilegales y vejaciones, centran el debate apaciguado por la aparente belleza de sus piezas. Debo destacar el explosivo discurso de apertura de la artista, que fue como una bofetada para los asistentes: feminismo y colonialismo contado por una mujer brasileira y negra, ante portugueses blancos.
En la sala contigua está el trabajo de Felipe Romero Beltrán a través del filtro de su comisario, un servidor. Esta exposición llega a Braga gracias a la colaboración establecida ya a principios de los años 90 con el festival gallego Outono Fotográfico que consiste, entre otras cosas, en el intercambio de exposiciones.
En los últimos años, la exposición resultante del Premio Galicia de Fotografía Contemporánea incluye Braga y los Encontros en su itinerancia. ‘Redución’ es un proyecto que denuncia la violencia del Estado Español sobre los cuerpos de migrantes, en concreto de los migrantes negros.
Bajando por la gran Avenida da Liberdade, encontramos el noble Theatro Circo, un edificio que valdría la pena visitar aunque no albergase ninguna exposición de fotografía. Y allí, rodeada de frescos, techos con pan de oro y pesados cortinajes, están las fotografías de Omar Imam. ‘Love, Live, Refugee’ es el proyecto que hizo en un campo de refugiadas/os de Siria con el que nos cuenta, a través de fotografías escenificadas, los sueños y anhelos de las personas que lo habitan.
Al fondo de la misma avenida está el Fórum, el gran contenedor cultural de la ciudad, un espacio que el festival gana este año quizás por no poder usar el Museu Arquológico D. Diogo de Sousa y el Museu da Imagem por estar en obras, dos espacios vinculados al festival desde sus primeros años.
En una enorme sala se disponen las obras de Malala Andrialavidrazana, collages de grandes formatos en los que nos desmenuza la historia de Madagascar a través de imágenes históricas, iconos populares y mapas de su geografía cambiante, con un discurso decolonial que consigue crear nuevas historias para un país siempre a merced de los intereses de los blancos.

Para acabar el recorrido nos desplazaremos a Mire de Tibães. Tenemos dos autobuses al día, por lo que es necesario prestar atención a los horarios. La historia reciente del Mosterio de Tibães está íntimamente relacionada con la del festival. En el año 1986 (el año de la primera edición de los Encontros da Imagem) el Estado Portugués lo adquirió en subasta pública por ser uno de los baluartes del manierismo en el país, perfectamente integrado con el tan característico barroco portugués.
En aquel momento era una ruina, pero la Asociación Encontros da Imagem no dudó en celebrar un gran número de las exposiciones de cada edición allí. Se dice que uno de los factores que ayudó a recuperar y reconstruir el edificio fue la implicación del festival que le dio una mayor visibilidad atrayendo público y turismo que rápidamente lo puso en valor.
En su gran sala de exposiciones podremos ver trabajos que reflexionan sobre nuestra relación con el mundo, nuestra presencia y como ésta lo modifica. Al contrario de lo que vimos en la Galeria do Paço, aquí la escala humana no es la vara de medir, pese a que transitamos por cuestiones inherentes a lo humano como la vida y la muerte, saldremos de estas exposiciones sintiéndonos pequeños seres que habitan un apabullante planeta después de ver los trabajos de Julia Mejnertsen, Marjolen Blom, Rosa Rodriguez, Sandrine Elberg o Trent Daves Baley.
Más allá de Braga
Ya son más de las 6 de la tarde, y los horarios en Portugal son muy diferentes, no sólo por la hora de diferencia en el reloj, sino por los ritmos, que son más parecidos al resto de Europa. Dejaremos para otro día las exposiciones que están fuera de la ciudad, donde el festival muestra parte de su colección, como la colectiva expuesta en Avintes (Vila Nova de Gaia), o las de Barcelos, donde podemos ver los trabajos del alemán Alexander Gehmlich en el Theatro Gil Vicente, y ‘Curso em Milagres’ del portugués de João Henriques en la Sala Gótica de los Paços do Concelho.

Guimarães es una ciudad monumental de esas que, mires para donde mires, está llena de historia, por lo que requiere una visita obligatoria. En tres espacios museísticos podemos ver las exposiciones de los seleccionados en el Premio Emergentes 2019, como los de Alessandra Carosi, Daniel Seiffert, Isabelle Pateer o Mitchell Moreno.
Antes del 31 de octubre visitaremos también las cinco exposiciones de Porto. En la segunda ciudad del país, dos galerías acogen los trabajos de Joachim Luxo, comisariado por Estafânia R. de Almeida y el de Andrea Gjestvang, comisariado por Pablo Berástegui; en la Galería Adorna y la SP620 respectivamente.
En el corazón de la ciudad, en una empinada callejuela de São Bento, un nuevo espacio gestionado por un colectivo de fotógrafas/os, The Cave Photography, mezcla música, copas, tapas y sala de exposiciones en un tono muy del underground portuense.
Llegada cierta hora, podemos disfrutar de un Porto-tónico (como el gin, pero sin gin y con vinho do Porto) mientras vemos los trabajos de Cecília de Fátima, Fátima Abreu, Gustavo Costa, Maria Oliveira, Miguel Refresco, Patrícia Afonso, Paulo Pimenta y Rui Pinheiro.

En el barrio de Campanhã, muy cerca de la estación de tren, el alicantino Jose Luis Carrillo muestra ‘Los hijos del ciervo’, un hermoso trabajo entre lo documental y lo onírico que se sirve de la mitología ancestral y la simbología clásica para llevarnos a la iberia profunda.
Y por último, una parada obligatoria, el IPCI (Instituto de Produção Cultural e Imagem), una escuela de fotografía de corta edad que ha conseguido convertirse en referencia y punto de encuentro para la fotografía portuense. En su sala de exposiciones podemos ver el trabajo de Adriano Pimenta, comisariado por el que escribe.
Un trabajo en el que el autor reflexiona sobre la información de los medios, como se elabora y como se consume. Un ejercicio que pone el texto al servicio de la imagen revirtiendo el carácter ilustrativo de la fotografía y poniendo en jaque al sistema de información de los medios.
Visto como está el mundo, si los confinamientos nos lo impiden, siempre podemos adquirir el catálogo en internet por 20 euritos. Cada año con aspecto diferente para adaptarse al tema –y al presupuesto–, este año recuerda a una caja negra de registros que quieren desvelar un secreto.
Tapas duras y una selección de fotografías de cada una de las fotógrafos/as que participan en la edición. Han decidido este año sucumbir a la moda de castigar los textos al final de la publicación, lo que da un mayor destaque a las imágenes con una puesta en página que quiere ser un fotolibro.