Fernando Maselli inaugura el 8 de noviembre en el Museo Universidad de Navarra la exposición ‘Infinito Artificial’, trabajo que ya pudo disfrutarse en La Kursala de Cádiz y con el que se ha realizado uno de sus cuadernos. Maselli es además un reputado fotógrafo de publicidad que comenzó de becario en un estudio fotográfico. Roberto Villalón charla con él sobre su visión de los mundos fotográficos en los que se mueve y sobre la obra que ahora presenta.
Fernando Maselli expone desde el 8 de noviembre al 14 de abril en el Museo Universidad de Navarra su serie ‘Infinito Artificial’, un trabajo en el que reflexiona sobre el concepto estético de lo sublime, y lo hace a través de imágenes de paisajes montañosos todavía vírgenes.

‘Infinito Artificial’ © Fernando Maselli
Además, recientemente ha inaugurado una exposición retrospectiva en el Photomuseum de Zarautz, que se puede ver en el marco del Begira 2017 hasta el 26 de noviembre, y ha editado el libro ‘Artificial Infinite’, donde se reúnen las obras que se exponen ahora en Navarra. Se trata de un fotolibro que forma parte de la colección Cuadernos de la Kursala, el proyecto expositivo y editorial de la Universidad de Cádiz, comisariado por Jesús Micó. La publicación cuenta con la colaboración del Museo Universidad de Navarra y es distribuida por la editorial La Fábrica.
Fernando Maselli (Buenos Aires, 1978) tiene un trabajo que le ha aportado numerosos premios y ha sido expuesto en museos y festivales internacionalmente, como la 13ª Mostra Internacional Gas Natural Fenosa (España), el Premio Joven de Artes Plásticas de la Universidad Complutense (España), el SPD – Society of Publication Designers (Nueva York), el Copenhagen Photo Festival (Dinamarca) o el Festival Internacional de fotografía SCAN Tarragona – Talent Latent (España) entre muchos otros.
Masselli, como muchos otros fotógrafos, cuando se quita el traje de artista, se gana la vida como fotógrafo publicitario. O cuando se quita la capa de publicitario aparece la malla de artista. En cualquier caso, nunca pierde sus superpoderes, que entrenó con los mejores. Coca-cola, Ikea, Opel, BBVA, Telefónica o Mercedes lo saben, las agencias lo saben. Aunque se rumorea que lo que mejor se le da es hacer un buen asado argentino.
Es recogido, delgado, fibroso. Ojos listos, brillantes. En caso de duda, sonríe. Una buena defensa. Discreto, pero decidido. Callado hasta que se le pregunta. Un zorro que supo comer el queso y las uvas. Un café que casi no le da tiempo a beber durante la charla ayuda a la conversación otoñal en una terraza de Madrid.
¿Cómo te inicias en esto de la fotografía?
Entré en la escuela de Artes Visuales de Mar de Plata por dibujo y pintura. Había hecho un taller durante toda mi adolescencia con una artista plástica de Mar de Plata. Y ya en la escuela me topé, primero, con la asignatura de audivisuales y, después, de fotografía. Pero fue cuando empecé a ver películas cuando comenzó mi interés. Sobre todo con dos que me marcaron mucho: ‘Sueños’ de Akira Kurosawa y ‘Antes de la lluvia’ de Milcho Manchevski. Ambas hicieron que me replanteara la forma en la que estaba viendo el arte y la fotografía.

Camapaña para Movistar © Fernando Maselli
¿Qué cambió?
Realmente vi esta forma de trabajar con la luz, con cámaras… Y empezó a interesarme el laboratorio, la química y empecé a aparcar el dibujo. Cuando ya opté por fotografía y vi toda la parte de física y química que tenía, me gustó porque se cumplía mi parte científica. Es que yo venía de una escuela de ciencias exactas. Yo iba para biólogo.
Y terminas la formación. ¿Cómo te lanzas al mundo profesional?
Termino de estudiar en Mar de Plata, y como en Argentina todo lo cultural se aglutina en Buenos Aires, me mudo. En Mar de Plata, o trabajabas para el periódico local o haciendo bodas, no había más opciones.
¿Hiciste alguna de las dos cosas?
Los puestos del periódico local estaban completamente adjudicados y la gente lo agarraba con uñas y dientes. Y bodas nunca hice. Cuando me mudé a Buenos Aires, comencé a hacer fotografías a bandas de rock en una agencia de prensa y difusión de grupos musicales. Nos recorríamos todos los fines de semanas los festivales y conciertos haciendo fotos y entrevistas. Así estuve durante dos años hasta que llegó la crisis del corralito.
Y cogiste un avión.
Exacto. Tengo abuelos gallegos y tíos en Guadalajara, por lo que tenía cierta facilidad para venir. Era el 2001 más o menos. Vine un poco antes de la gran crisis. Tenía 23 años y me vine con mi ropa en una maleta y en otra, mi laboratorio en blanco y negro.
¿Y cómo te buscas la vida?
Empecé de lo que surgía. De camarero en El Corte Inglés, en el Telepizza… Hasta que comencé en un estudio de becario sin sueldo, por lo que los fines de semana trabajaba en el Vips y entre semana en el estudio. Era un estudio muy conocido llamado Ciclorama. Por allí pasaban muchos fotógrafos de moda, publicidad, retrato, portadas de discos, bodegones… Y aprendí muchísima técnica. Mi verdadera escuela fue esa. Y ya después comenzaron a contratarme fotógrafos de asistente y empecé a ganar algo de dinero. Estuve como cinco años de asistente de varios fotógrafos antes de poder hacer mis propios trabajos.

Campaña para Mercede Benz © Fernando Maselli
¿Qué supone ser asistente?
Era la época en la que el digital casi no había llegado. Recuerdo un fotógrafo que tenía una cámara que daba 6 megapixeles. Pero los fotógrafos buenos usaban cámaras de película, de Hasselblad para arriba. Yo tenía que controlar bien todos los formatos, saber cargar las películas en diferentes cámaras, conocerlas bien (que siempre se trababan) y luego saber mucha iluminación y estar atento de que no fallara nada.
La labor del asistente en esos casos es que el fotógrafo no piense nada. Viene y dice qué luz quiere, que película va a usar y ya se encarga él de manejar al modelo, al cliente, y toda la parte técnica la hace el asistente. Supuestamente el fotógrafo ya controla todo eso y sólo te pide lo que quiere. Aunque también había fotógrafos que no lo sabían y para eso necesitaban buenos asistentes.
Toda una escuela de fotografía.
Pude trabajar mano a mano con Juan Gatti, Alfonso Ohnur, Cesar Lucadamo… Fotógrafos muy muy buenos. En esos años trabajé con casi todos los que destacaban en esa época en España.
¿Cómo consigues dar el salto?
En esa época, a eso del tercer año, empecé a hacer mi propio porfolio. Conocí a asistentes de maquilladores, vestuario, modelos… Nos juntábamos gente que necesitaba ir haciendo sus propios trabajos y nos inventábamos nuestras propias sesiones. Yo empecé haciendo muchas de moda porque sobre todo asistía a fotógrafos que se dedicaban a eso. Hacíamos sesiones sin cobrar con el fin de hacer porfolio.
Ya después, empecé a hacer fotos con sustituciones de fotógrafos que fallaban en el último momento o trabajos que otros no aceptaban por se un presupuesto bajo. Y poco a poco fui haciendo más trabajos. Pero curiosmante, yo fui desarrollándome en el mundo de la publicidad, apenas hice moda.
¿Podríamos decir que eres un fotógrafo asentado en el mundo de la publicidad?
Sí, en principio sí. Hago campañas para varias marcas. Sí, vivo de esto.
¿Cuál es tu labor? ¿Qué hace un fotógrafo de publicidad?
En la fotografía publicitaria uno tiene poco margen para la creatividad. El cliente tiene un producto que quiere vender, pasa a la agencia de publicidad, ellos piensan la idea y luego te contratan a ti para que realices un boceto.
Sí, es verdad que te contratan a ti y no a otro por tu forma de iluminar, o de manejar los modelos, o tu mirada, o tu estética, o tu composición y porque los creativos creen que complementas su idea. Hay ocasiones en el que puedes llegar a hacer aportaciones, pero, en principio, lo que se quiere viene muy mascado.
El fotógrafo en publicidad es más bien como un director de cine que tiene que controlar la localización, modelos, estilismo, maquillaje… Y aparte de poner tu visión personal, hay mucho de coordinar equipos y de contentar al cliente.
¿Qué ha cambiado desde que empezaste?
El mayor cambio ha sido la foto en rodaje. Antes, con la película en la que los fotógrafos usaban medios formatos con bajos isos, se necesitaba hacer sesiones específicas para la fotografía. Se hacía el anuncio por un lado y por otro las fotos con su propia producción. Ahora, con el digital, se abaratan costes y en la misma sesión se hace el spot y las fotos.
El director de arte dice “queremos las fotos para marquesina donde el personaje realiza tal acción” y a ti te avisan de cuándo se va a rodar esa escena y llevas tu iluminación, tus asistentes, corriges lo que necesites… Aún con digital, tienes que reforzar la iluminación del cine.

Campaña para Ikea © Fernando Maselli
¿Y otros cambios, aunque no sean técnicos? ¿Han cambiado los precios, por ejemplo?
Hubo una época dorada en los 90 y a principios de los 2000. Pero bueno, los precios siguen siendo bastante buenos comparados con otras ramas de la fotografía. Pero ahora hay muchísima competencia. Que te salga una campaña de las buenas, cada vez es más difícil.
En publicidad siempre cobramos derechos por nuestras fotos. Todavía se mantiene y se respeta. Pero los presupuestos han bajado muchísimo. Y antes el fotógrafo era el Señor fotógrafo. Eso ya no es tan así.
Señor fotógrafo. ¿Hay mujeres en el mundo de la publicidad?
En mi época de asistente no había muchas. Estaba Sara Zorraquino, una fotógrafa muy buena con la que trabaje muchísimo. Y también trabajé para Ana Nance. Y bueno, sí que hay buenas mujeres fotógrafas en este mundo.
¿Qué fotógrafos han sido referentes para ti?
En mis primeros pasos, cuando hacía algo de moda, mi referencia era Paolo Roversi, un fotógrafo italiano que trabaja con cámaras de 8×10. En su época me compre todo el kit para hacer su misma técnica con polaroids de ese tamaño. Actualmente, Nadav Kander, un fotógrafo que está intentando lo mismo que yo, tener una carrera comercial y una carrera artística a la par. En España mis referencias son Javier Vallhonrat. También Juan Gatti, aunque es más director de arte. Y con el que más aprendí técnica fue con Santiago Esteban, al que asistí muchos años. Trabajaba con cámaras 4×5 y era muy meticuloso.

‘Cern’ © Fernando Maselli
En publicidad el fotógrafo viene a ser un técnico, aunque siempre se ofrece un plus de creatividad. ¿Cuál es tu plus? ¿Qué te diferencia como fotógrafo de publicidad?
A mí me dicen que soy un fotógrafo todo terreno, tal vez por este bagaje de haber estado tantos años siendo asistente de tantas ramas. Más o menos me puedo defender en iluminar muy diferentes situaciones, desde retrato a bodegón o moda. Resuelvo cualquier problema de forma correcta.
Mantengo la teoría de que la fotografía no está interrelacionada. Cada área da la espalda a otras formas de usar la fotografía. En cambio, tú tratas de ser transversal, no sólo dentro de mundo de la fotografía publicitaria, sino que estás iniciando una carrera artística. ¿Cómo surge esta inquietud? ¿Quién te manda a ti meterte en eso cuando ya tienes una carrera que te da de comer?
La verdad es que hice un cambio del que no sé si salí muy beneficiado. Yo estaba muy bien en la publicidad, y realmente, si la energía que le he puesto al arte la hubiese dedicado a la publi estaría mucho mejor establecido en ese mundo. Trabajo en publicidad, pero tampoco soy, actualmente, de los que trabajan constantemente.
Pero me lo pedía el cuerpo. Venía de artes visuales y le he puesto muchas ganas. Y me gusta el tema de paisaje, crear un concepto, una documentación de un paisaje…
Das tus primeros pasos ‘personales’ con tus publicaciones para la revista Madriz, ¿no?
No hay una mañana que te levantas y dices: hoy soy artista. En esa época, conocí a Louis-Charles Tiar que era el editor de la revista Madriz y conectamos muy bien y empezamos a desarrollar proyectos. Y empecé a hacer las portadas y la serie interior de varias páginas. Me dejaba mucha libertad creativa, y yo tenía la visión del recién llegado a Madrid que lo veía con sorpresa. Y ahí está el germen de mi primer trabajo de autor.
Tardé diez años en hacer “mi primera foto buena” que fue para la primera portada que tuve en Madriz.

Madriz © Fernando Maselli
Es curiosos eso que dices. Eras una persona que técnicamente sabías hacer “buenas fotos” pero en lo personal ya no sirve ese concepto. ¿Por qué?
En el arte la técnica no es tan válida. Ya estamos hablando de un concepto, de una idea. Creo que los artistas tienen que ser buenos ejecutantes de su técnica y mejor si la conocen bien, pero no es una pauta imprescindible. Aunque a mí sí me gusta que la fotografía esté bien hecha. Pero en lo artístico, la onda es que haya un mensaje.
Y tras Madriz, ¿con qué te lanzas?
Cuando cerró la revista, hicimos una expo y un libro. Pero me quedó la semilla de los proyectos personales. Y me metí de lleno en los paisajes, con la serie ‘Hierofanías’. Parte de un concepto que acuñó Mircea Eliade, un filósofo rumano, y trata de la manifestación de lo sagrado en un objeto cotidiano de nuestra vida: una piedra, un lugar… Todas las religiones han recurrido a este ejercicio. Todas tienen un lugar o un objeto en el que depositan lo mágico o lo sagrado. Y me documenté sobre estos lugares en la península ibérica, pero lugares sobre los que haya habido un sincretismo. No restringirme a una única religión, sino santuarios que se han repetido a lo largo de los siglos para diferentes religiones.
Entonces hice paisajes naturales en los que alguien ha considerado que había algo sagrado. Estuve un año documentándome y desarrollando un concepto. Y así fui definiendo mi forma de trabajo, que viene un poco heredada de mi forma de trabajar en publicidad, que también es muy metódica: idea, documentación, producción y desarrollo. ‘Hierofanías’ me marcó el camino.

‘Hierofanías’ © Fernando Maselli
Y llega ‘Infinito Artificial’ que ahora expones en el Museo de la Universidad de Navarra. ¿En qué consiste?
Sigo interesado con el paisaje. Al documentarme, que es importantísimo para mí pues me gusta tener una base documental fuerte, me encontré con el concepto de lo sublime. Es la máxima del paisaje occidental en la pintura, cuando se crea como entidad propia y deja de ser un elemento secundario.
Investigando me topé con el libro de Edmund Burke, ‘Indagaciones filosóficas acerca de nuestras ideas de lo sublime y lo bello’, donde, como buen ingles, es muy pragmático y distingue entre lo bello y lo sublime. Lo bello es el paisaje bonito, un atardecer en la playa, un lugar donde estar. Pero lo sublime es una tempestad en la montaña, un huracán, un volcán… paisajes bellos, pues lo sublime es una categoría estética, pero con una carga de miedo, de catástrofe, de humildad ante la naturaleza, soledad, dolor… Kant también investigó sobre las diferentes categorías de lo sublime en función de su grado de terror. Para ser sublime tiene que haber un mínimo de seguridad para poder contemplar la belleza.

‘Infinito Artificial’ © Fernando Maselli
Burke desarrolló, capítulo a capítulo, cómo dar esa sensación de lo sublime, como elementos como son la magnificencia, la repetición, la acumulación, la claridad y la oscuridad, la altura, los abismos… E incluye uno al que llama infinito artificial, donde un artista repite un objeto muchas veces en una acumulación contante generando en el espectador una sensación de infinito, una de las cualidades más importantes de lo sublime. Pone de ejemplo las columnas del Partenón, que pueden, desde ciertas posiciones, parecer que se repiten hasta el infinito.
Yo utilizo esa técnica, pero con montañas. Voy repitiendo las montañas, una tras otra, para generar esa sensación. Todas esas técnicas de Burke son para trasladar lo sublime a alguien que ve esa imagen en una galería o un libro, por ello hay que abrumarlo, saturarlo, hacerlo sentir solo…
Lo que cuentas me recuerda a esos libros de fotografía que pretenden “enseñar” cómo es una buena foto, mediante el encuadre, el foco, la luz… Esos libros tan populares entre los que se inician en esto de la fotografía. ¿Esto otro es casi un tratado para que tus fotografías emocionen?
Pues sí. Yo he reinterpretado a Burke adaptándolo a mi forma.
Pero tú utilizas elementos que te sitúan claramente en el s. XXI
Exacto. Utilizo fotografía, pero también retoque digital. Siguiendo estos patrones, recreo paisajes que yo he obtenido de la naturaleza para crear esa sensación de lo sublime. Mi acercamiento a este proyecto fue con una intención de sentirlo, de entenderlo. Y por eso me fui a la montaña solo y así lo entendí. Pasas una noche en la montaña solo y escuchas ruido, o ves una tormenta, y te gusta, pasas miedo, y sientes que pasas miedo. Y sientes la soledad.
¿Siempre vas solo?
Sí. Me gusta ir solo, pasar la noche en la montaña, registrar el amanecer y el atardecer. Cuando haces ascensiones de seis horas, si no pasas la noche no sueles tener una luz adecuada.

‘Anuciación’ © Fernando Maselli
En tus fotos también nos enseñas el “error” digital.
Esto surgió con el libro. Lo hablé mucho con Gonzalo Golpe, que me ayudó en la edición del libro. Entendí que había que generar un juego. Era una idea que venía madurando y nos pareció interesante mostrar el proceso. Eso nos permitía explicar el proyecto sin necesidad de texto, siendo sincero con el espectador. Además, nos genera un concepto “sublime” más contemporáneo.
Y ahora también estás fotografiando en esta misma línea nubes y el mar.
Sigo interesado por el paisaje. Y por mi forma de trabajar y ser. Me gusta el trabajo metódico, documentarme y elegir los lugares. Y por mi personalidad me siento cómodo en este tipo de trabajos, menos documentales.
A mí, como a casi todos, también me educaron en el modelo Cartier Bresson y Capa. Y yo lo intenté, pero no me sentía cómodo. Y todo cambió cuando descubría la Escuela de Düsseldorf y toda esa generación de fotógrafos que utilizaban otro planteamiento, con series, con fotografía más pausada, más cerebral y más técnica… Eso encajó con mi forma de trabajo y mi personalidad. Me gusta levantarme temprano, realizar el esfuerzo físico, estar solo en la naturaleza. Y por eso sigo interesado en ese tipo de fotografía.
Y bueno, los románticos tenían varios temas recurrentes, como las tormentas, los cielos abiertos… Y he seguido con esos elementos, más la técnica de repetición, la acumulación… Así he generado ‘Anunciaciones’ con los cielos y ‘Tempestades’ con las olas que rompen en Galicia.
¿Qué has ganado por dedicarte a dos ramas de la fotografía tan dispares?
Me gustan las dos, no reniego de ninguna, y creo que ambas se han complementado. Una me ha dado mucha técnica y método. Afronto los proyectos personales como producciones. Y en publicidad trabajas con directores de arte que suelen saber del mundo del arte, y saber desarrollar un concepto o una idea le aporta un extra a la publicidad.

‘Tempestad’ © Fernando Maselli
- ‘Infinito Artificial de Fernando Maselli
- Fecha: del 8 de noviembre al 14 de abril.
- Localización: Museo Universidad de Navarra. Campus Universitario. Pamplona, Navarra
- Horario: de 10 a 20 horas.
- Entrada: 4,5 €