François Hébel ha pasado por Madrid al ser invitado como jurado del Premio Alliance Française y Efti. Se trata de uno de los nombres fundamentales de la fotografía actual pues ha sido director durante más de una década de Magnum Photos o el refundador y director durante otro tanto de los Encuentros de Arlés. Ha mantenido una charla sobre todo lo que rodea a la fotografía con Roberto Villalón.
Leer el curriculum de François Hébel impone. Tras empezar a estudiar Medicina se pasa a estudiar Comunicación. Unas prácticas en la FNAC lo llevan a trabajar en una de sus publicaciones y de ahí pasa a ser asistente de Gil Mijangos, director de exposiciones de fotos de la entidad francesa, al que acaba sucediendo en 1983.
Es director de los ‘Rencontres d’Arles’ por primera vez en 1986 donde expone a los fotógrafos que marcarían las siguientes décadas: M. Parr, N. Goldin, A. Leibovitz y S. Salgado … En 1987 pasa a dirigir la agencia Magnum, puesto que mantiene hasta el año 2.000. En esa época coescribe varios libros sobre la agencia, y lo combina con la vicepresidencia de la Federación Francesa de Agencias de Noticias y la dirección de Reporteros sin Fronteras. En 2001 y hasta el 2014, regresa a los Encuentros de Arlés, dejándolos como el festival de fotografía más importante de Europa. Actualmente es director del Mes de la fotografía del Grand Paris y del La Bienal de Foto Industria Boloña 2017.
Y claro, ahora vas tú y qué le preguntas. Pero allí está él, en la cafetería de un céntrico hotel de Madrid, acompañado de Nicolas Zurmeyer, de la Alliance Française que es la institución que lo trae a Madrid. No es como me lo había imaginado. Sonrisa amplia, vestimenta casual de camisa y americana tan parisina (falta el foulard, pero no hace frío) y ojos grises y chisposos. Difícil calcular su edad. Todo tiene un cierto toque a Hugh Grant en ‘Notting Hill’, pero con mucho sentido del humor. Cercanía total, no hay que subir a ningún pedestal.
Afortunadamente la entrevista es en castellano, con ayudas del francés y el italiano (y de Nicolas). ¡Menos mal! Mi nivel de idiomas es el mismo que nuestros presidentes del gobierno. Y mira tú por donde, al final ha sido un divertimento de conversación donde no paraba de dar titulares. Con ustedes, uno de los popes de la fotografía, con ganas de charlar.
Hace 30 años empiezas a dirigir por primera vez el festival de Arlés. ¿Qué ha cambiado en estos años en la fotografía?
La fotografía.
¿Cómo?
Durante muchos años no se exhibía en los museos. Cuando fui director de Magnum, hicimos la primera exposición en el Reina Sofía, no había habido un expo de fotografía antes. La fotografía no tenía este reconocimiento que ha logrado en estos años. Ahora hay museos de fotografía, colecciones, grandes exposiciones…
Eso, por un lado. Por otro, la fotografía ha cambiado mucho, porque durante mucho tiempo sólo se consideraba arte en blanco y negro. Se valoraba los grises, los matices y todo eso. Ahora se puede considerar la fotografía vernacular, la fotografía a color, la fotografía manipulada… Hay mucha más libertad, una liberación, en los 80 y sobre todo los 90, que abre el camino para muchos estilos, estéticas. Y permite hacer instalaciones como Boltanski o proyecciones de Nan Goldin y su ‘The Ballad of Sexual Dependency’. Todo esto abrió las puertas para ampliar la visión y crear una fotografía más libre.
Y en los 2000 se ha “descubierto” la fotografía vernacular, el álbum de familia, la fotografía industrial y de empresa, como la fotografía que se exhibe en el festival que dirijo en Bolonia… Hemos sido autorizados a mirar esta fotografía con distancia sobre la historia de la fotografía. Antes los “padrinos” de la fotografía no nos autorizaban.
La segunda revolución está comenzando, porque todos somos fotógrafos. Lo que aún falta son los nuevos filtros para esta segunda revolución. Porque aún nos reímos mucho de los selfies, por ejemplo. La mayoría de los selfies son poco interesantes, pero hay cosas que sí lo son. La gente toma fotos todo el día. Se hacen millones de fotos. Pero aún faltan los filtros, los curadores de esas fotos.
En Arlés hicimos una exposición hace unos años con cinco curadores –Clément Chéroux , Martin Parr, Erik Kessels, Joan Fontcuberta y Joachim Schmid– para observar todo ese movimiento de artistas que se apropian de las fotos de internet, que las manipulan y que hacen su propia obra con materiales tomados de otros. Quedan muchas cosas por llegar. Pero se necesitan crear nuevos filtros para esta nueva fotografía que es muy interesante y muy impresionante.
La creación tiene que sorprender cada día.
¿Podemos decir entonces que no sabemos hacia dónde va la fotografía?
Si sabemos un día hacia dónde va la creación, entonces no es creación. La creación tiene que sorprender cada día. Tras 35 años, cuando encuentro un fotógrafo interesante es para aprender, para encontrar otro territorio de la mirada. Esto es la creación. No sabemos hacia dónde vamos. ¡Qué suerte!
En ese proceso en el que la fotografía se convierte, o se reconoce como arte…
UUuuuuuh.
¿Ha ganado algo?
Yo no creo que se convierte en arte. La fotografía es fotografía. Está reconocida como fotografía. La fotografía tiene sus características específicas. Puede ser también una representación técnica, científica, de moda, incluso documento policial… La fotografía tiene muchos aspectos que no tienen que ver con el arte. Como la escultura tiene sus propias características, por lo que el escultor no es un arquitecto, por ejemplo. Es por esto por lo que la fotografía la puede hacer un aficionado o un fotoperiodista, o ser un fotoperiodista con un talento especial, o simplemente haces una búsqueda sobre la fotografía como hicieron los catalanes en los 80 –Valhonrat, Foncuberta y todo ese movimiento–. Pero todo es una cadena a la que se llama fotografía. No hay una fotografía que entra en el arte.
La fotografía es como la canción. Se puede cantar muy mal en la ducha o se puede cantar en la opera. Entre ambos está el rapero, los cantos de escuela, cantar el himno de Cataluña o de España… Se puede cantar en varias ocasiones de modos muy diferentes. Pero todo eso es sólo cantar. Y el que hoy canta en la ducha un día puede hacerlo en un escenario, o no. Pero puede obtener el mismo placer.
La fotografía, como muchísimas artes, su práctica, es primero un placer. Practicar el arte es un placer. Y luego, cuando buscas ser un artista en tu vida, se convierte en un dolor. Tomar la opción de ser un artista es un gran dolor. Tengo una admiración inmensa por todos los artistas, buenos o malos, porque eso significa muchos días de dolor para un día de gloria. Es una condena. Vas a dedicar todo tu tiempo a ser artista, a ser un fotógrafo artista.
La fotografía es primero un placer. Y luego, cuando buscas ser un artista en tu vida, se convierte en un dolor.
¿Cómo se sitúa ahora la fotografía documental? ¿Qué es ahora documental? Y, por otro lado, ¿qué sentido tiene hoy en día una agencia como Magnum en un mundo en el que cualquiera es fotógrafo?
La fotografía documental ha dependido mucho de los magazines ilustrados. Yo conocí los años de oro. Estuve en Magnum desde el 87 a los 2000, cada mes se creaba una nueva revista. Suplementos como el de El Mundo, Geo… y en todos los países. Fue un periodo increíble. ¡El mundo vivió un periodo increíble! Cayó el muro, sucedió Tianatmen, Bosnia, Ruanda… Y la fotografía documental cambió en este momento.
Salgado, que entró en Magnum, empezó sus grandes proyectos de seis años, como su proyecto de trabajadores. Abbas hizo uno sobre el islam también de seis años, Zachmann con los chinos… Todos empezaron a hacer proyectos de seis años que acabaron en un libro, con una exposición, además de publicar en las revistas.
Los grandes medios no defendieron que la fotografía podía ser un argumento de venta.
Esto desde el 2000 cayó. Las agencias nacieron para ser independientes y para ganar más dinero vendiendo el mismo reportaje en varios medios de varios países. Eso, que fue bueno, luego lo mató. Los financieros de las revistas advirtieron que no eran de plantilla, eran externos y que dejaban de pagar a las agencias por trabajos que, según ellos, podían hacer estudiantes de fotografía. Y que encima hacen en dos días lo que Salgado hace en seis meses. Eso sucedió así.
Y los grandes medios no defendieron que la fotografía podía ser un argumento de venta. Sólo hicieron economía, y las revistas dejaron de ser interesantes y dejaron de vender. Luego llegó internet, y adiós.
Paradójicamente, el mundo del arte, en ese momento, se interesó por la fotografía, inventó sus estrellas: Hiroshi Sugimoto, Andreas Gursky, Cindy Sherman y todos esos. Y en alguna ocasión tomaron un fotógrafo documental diciendo “eso no es un fotoperiodista, es un artista. Ponemos un cero de más”. Y funcionó.
En la Biennale Foto Industria tengo una exposición de Mitch Epstein que antes trabajó para las revistas. Y ahora hace impresiones de gran formato de cosas que antes vendió a los magazines. Y ahora dice: “Yo tengo una conciencia sobre ecología, etc.”. Y consigue venderlo. Otros se perdieron porque no tienen el talento, o porque no todos los fotoperiodistas hacen fotografías bonitas que se puedan vender.
Magnum buscaba mostrar el mundo con estilo.
¿Y qué sentido tiene una gran agencia hoy en día?
Una foto hecha ahora, al minuto después es una reliquia. La fotografía documental en la actualidad se basa en hacer reliquias y si trabajas bien con las reliquias puedes hacer cosas muy bonitas. Me llamó ayer un amigo que tiene que hacer un evento sobre el 68. Me dice: “Vas a Magnum y del 68 tienes todo. Kenndy, París, Praga, México…. Está todo”. Creo que el éxito actual del fotógrafo documentalista es hacer reliquias. Es bonito porque te puede dar la distancia para mirar esas fotos con tiempo. El scoop, la exclusiva, se ha acabado.
Magnum nunca buscó en su historia el scoop. Buscaba mostrar el mundo con estilo. Pero Magnum es una agencia difícil de gestionar. Si se hace bien, puede ser la última por muchos años. Tengo mis dudas, porque ahora hay un gran caos y han vendido un 25 % de sus acciones a una empresa externa. Eso es un tabú. Se vio antes en Sygma o Gamma. Cuando tienes un accionista, el accionista pide que las cosas retornen un beneficio, que hagas cosas que dan dinero. Y al final el accionista es el que decidirá qué cosas tiene que producir Magnum. Es un gran peligro. ¡Pero yo llevo 17 años fuera de Magnum! Aunque todos lo que están son amigos.
Precisamente este año hay una candidata para entrar en Magnum que es Cristina de Middel. Eso me da pie para preguntar dos cosas. ¿Cómo ves la fotografía española actual y cómo ves la situación de la mujer en la fotografía?
No conozco suficientemente la fotografía española. Conozco casos individuales nada más. Cristina de Middel es una gran fotógrafa, con un pensamiento de la fotografía muy bonito. Si Magnum es una buena cosa para ella es una buena pregunta. Siempre que un fotógrafo quería entrar, cuando era director, le preguntaba por qué. Porque Magnum es difícil, con cuatro años duros para entrar. Y una agencia con ese nombre hace que las revistas crean que eres caro. Por eso les digo a los aspirantes que lo piensen bien antes.
¿Ha mejorado la situación de la mujer?
Sí. Antes la fotografía era una cosa de hombres. Bernd and Hilla Becher eran de los pocos que reconocieron que trabajaban juntos. Muchísimos fotógrafos han trabajado con sus mujeres y luego sólo salía el nombre del hombre. Pero la cosa ha cambiado. Hay muchas mujeres fotógrafas, y muchas tienen éxito.
Ya no hace falta más discriminación positiva hacia las mujeres.
Este año, en la Biennale di Bologna, casualmente sólo hay hombres, pero otros años había muchas mujeres. Me ha preguntado la prensa por la falta de mujeres, y he respondido que ya no hace falta más discriminación positiva, porque las mujeres ya están aquí. Cuando Nan Goldin o Annie Leibovitz hicieron sus primeras exposiciones sólo había hombres. Ahora, hay tantas mujeres como hombres.
Has venido a Madrid para hacer de jurado del Concurso Internacional de Fotografía Alliance Française en Espagne y EFTI. ¿Cómo ha sido la experiencia?
Ha sido muy interesante y una experiencia muy simpática. Estamos muy orgullosos de la selección final de los tres fotógrafos. Ha sido una selección coherente. Hay tres estilos muy diferentes pero una preocupación en común sobre la emigración.
El ganador, Baudouin Mouanda, que es del Congo, ha realizado un trabajo sobre el problema de la luz para trabajar en África. La falta de electricidad es gran problema. Y él muestra cómo los jóvenes salen a la calle donde hay luz pública, farolas, para estudiar o trabajar. Él ha organizado las fotos muy bien para mostrar este problema y las fotos son muy bonitas.
El segundo, Alejandro Martínez, hizo un trabajo sobre las duras condiciones de los migrantes en su intento de llegar a Europa. Hemos visto muchos reportajes sobre esto, pero el suyo tiene una luz, y sus fotos enseñan el dolor, la inmensa soledad, el tiempo que pasa sin que pase nada… Son fotografías bonitas, pese al drama, pero ayuda a contar esa dureza.
La tercera, Elizabeth Vinck, hizo un trabajo muy poético, con texto, fotos y mapas, para mostrar cómo la gente que emigró de México ha terminado por todo el mundo. Saca las fotos en dónde se encuentran hoy con algunos elementos que recuerdan a México.
En el primer proyecto hay uno que muestra a muchos que intentarán emigrar, luego a aquellos que se encuentran en el viaje y el tercero sobre aquellos que ya se asentaron. Tres usos muy diferentes de la fotografía para hablar de la misma cosa.