Gervasio Sánchez es una referencia del fotoperiodismo español, por su fotografía y por su honestidad. Director del Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín, es uno de los más de 60 autores de la exposición ‘Efti. Modos de mirar’, con la que la escuela conmemora su 30 aniversario.
‘Vidas Minadas’ es uno de los primeros libros que me compré de fotografía cuando empecé a ejercer de fotoperiodista. De hecho, Gervasio Sánchez es de los pocos fotógrafos a los que he pedido un autógrafo en mi vida, sin ser ya nada mitómano. Pero para mí era un faro, porque sus fotos eran claras, directas, nada efectistas. Sinceras y honestas.
Gervasio Sánchez, (Cordoba, 1959) estudió periodismo en la Autónoma de Barcelona. Y trabajaba los veranos de camarero para después poder ir a hacer sus viajes y sus fotos. De esa manera, pudo trabajar como periodista independiente para diferentes medios, no sólo como fotógrafo, sino como redactor para periódicos y radios.
Con Zaragoza como punto al que regresar, tiene al Heraldo de Aragón como cabecera principal, aunque colabora con multitud de medios. Cubre conflictos por todo el globo, pero la guerra de los Balcanes marca un antes y un después. En 1994 publica ‘El cerco de Sarajevo’ y un año después ‘Vidas Minadas’. Tras éstos, ha realizado otros proyectos de largo recorrido, pero no ha dejado de acudir a lugares de conflicto y cubrir crisis humanitarias.
Decenas de fotógrafos lo tienen como maestro. Por su profesionalidad, pero también por su honestidad. Es célebre el discurso con el que puso en evidencia la hipocresía de la clase política española ante la venta de armas cuando recibió el premio Ortega y Gasset de Fotografía, hace diez años. Discurso que podría repetir hoy mismo gracias a que ciertas bombas inteligentes lo vuelven a poner de moda.
La fotografía de Gervasio forma parte de la exposición ‘Efti. Modos de mirar’, escuela del que ha sido profesor, muestra que puede visitarse en el Centro Conde Duque de Madrid hasta el 28 de octubre. Unos días antes, del 20 al 23 de octubre, vuelve a celebrarse el Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín que cumplirá ya su XVIII edición. Un punto de encuentro imprescindible para la profesión.
Yo veo Gervasio con ese aspecto de carnicero de mercado, que con un machete corta unas costillas de cerdo a la par que pregunta por la comunión de tu niña, y como que te da cierto respeto hacerle una entrevista. Pero como sabes que te va a dar buen género, le pido que abra en canal la pieza.

© Gervasio Sánchez
¿Dónde estabas tú hace 30 años?
En el año 1988, en mayo, estaba en Centroamérica.
¿Cuánto tiempo llevabas trabajando de fotógrafo en zonas de conflicto?
Empecé a viajar a América Latina en 1984. Por lo que, en el 88, ya llevaba cuatro años trabajando en El Salvador, Guatemala, Perú, Honduras, Chile, Argentina… Todos los conflictos armados. En aquella época íbamos a México a descansar porque nunca pasaba nada. A Venezuela no íbamos porque era un pías muy corrupto. Había un partido de derechas y otro de izquierdas muy corruptos, pero no pasaba nada.
¿Aún alternabas el trabajo de camarero con el de fotógrafo?
Trabajé de camarero 17 veranos de mi vida, desde el año 75, antes de morir Franco, hasta el año 91, que dejé de trabajar un 28 de agosto. El 29 es mi cumpleaños y me fui a la guerra de Croacia. Es decir, hace 30 años aún me quedaba trabajar de camarero varios veranos más.

© Gervasio Sánchez
¿Cuáles han sido los hitos de tu carrera, en estos más de 30 años que llevas trabajando?
Mis años 20, en la década de los 80, trabajé en América Latina, que fue mi formación primaria y mi secundaria. Mis 30, es decir, los 90, fueron mi universidad en los Balcanes y África. Y me gradué y fui máster de fotografía cuando presenté ‘El cerco de Sarajevo’ en el año 95, y ‘Vidas minadas’ en el 97. Es cuando empiezo a hacer proyectos fotográficos como ‘Vidas Minadas’, ‘Desaparecidos’, ‘Niños de la Guerra’, ‘Sierra Leona. Guerra y Paz’ o, el más actual, ‘Mujeres de Afganistan’. Son proyectos de gran envergadura que tardo años en hacer, viajando por varios continentes.
Es bastante habitual, a mi parecer, que muchos fotoreporteros empiecen a tomar cierta distancia con la inmediatez del fotoperiodismo y empiecen a hacer otro tipo de proyectos más reposados.
Yo empecé a hacer fotoperiodismo de actualidad pura y dura. Era lo que te permitía vivir. Hacías color en diapositivas y se las vendías a Tiempo o Interviú que te paga mejor, Cambio 16 o Tribuna, que eran las revistas de aquí. Con los dominicales y las revistas extranjeras no podías sobrevivir. Yo dejé de trabajar de camarero el día que conseguí, con mis textos y mis fotografías, ganar más de lo que gastaba. Y eso pasó cuando cumplí 32 años. No era jovencito.

© Gervasio Sánchez
Mis inicios son fotoperiodísticos, donde yo aprendí. En la exposición que se hizo, cuando gané el Premio Nacional de Fotografía, enseñé también mis primeras fotos. Hay fotógrafos a los que les encantas enseñar sus trabajos más complacientes, donde está su mirada más personal, donde está más presente su impronta. Pero a mí me gustó enseñar estos trabajos iniciáticos que fueron mis trabajos de aprendiza
Cometí muchos errores. De hecho, nunca hice un curso de fotografía, ni fui a escuelas, ni hice ningún máster. Es más, no sé revelar fotos. Eso te da una idea de que no tuve ninguna formación. Y eso que tengo una parte importante de mi obra hecha en blanco y negro, con Tri-X.
A partir del año 92, cuando comienzo a trabajar en Sarajevo, ocurre algo importante en mi vida que creo que fue lo que cambió mi forma de trabajar. Yo estaba en la guerra, fotografiando lo más evidente en color: los muertos, los heridos, los bombardeos, los funerales, los traslados a los hospitales… Y empiezo a fotografiar en blanco y negro lo menos evidente, la vida cotidiana.
En ‘El cerco de Sarajevo’, solamente aparecen dos muertos descubiertos. El resto son vivos, gente viviendo. Gente enfrentándose a la violencia y a la barbarie con dignidad. Descubro que esa fotografía, a la que yo no le daba importancia al principio, porque cómo vas a fotografiar en medio de la guerra la vanidad de la vida corriente, tiene interés. Y precisamente esas son las fotografías que más recorrido han tenido en mi vida y han llegado hasta hoy.
Y así fue como di el salto y me di cuenta de que trabajando en profundidad los temas, aún siendo de conflicto, pero con una mirada distinta, una variante distinta, conseguiría poder presentar mis trabajos de manera diferente a como hasta entonces lo había hecho.

© Gervasio Sánchez
Es recurrente el debate sobre el tratamiento del sufrimiento ajeno en el fotoperiodismo. Si hay que mostrar muertos o imágenes explicitas. Tú afirmas que, si no hubiera niños muertos, no habría fotos de niños muertos. Que el problema no son las imágenes, sino las muertes. ¿Cómo ves tú estos debates éticos?
Estos debates son debates efectistas de gente aburrida que no sabe a qué dedicarse y por eso se mete en discusiones que a mí no me interesan para nada. Plantearse si hay que mostrar la violencia, que es muy generalizada en este mundo y que afecta a miles de millones de personas, es absurdo. Hay más de cincuenta conflictos armados abiertos actualmente en el mundo. Es el momento de la historia con más refugiados, por encima de los que hubo en con la Segunda Guerra Mundial. Alguien podrá decir que la población se ha duplicado, pero no hay ninguna guerra mundial. Por lo cual es difícil justificar que haya 60 millones de refugiados, más otros millones de desplazados.
Con tanta violencia brutal, con situaciones de máxima incertidumbre para tantos millones de personas, plantearse si hay que mostrar lo que ocurre con contundencia es una reflexión de un sarcasmo, de una hipocresía, que dedicarle un minuto sería dedicarle una importancia a gente que no tiene ningún tipo de interés.

© Gervasio Sánchez
Hay que documentar fehacientemente lo que ocurre, cada vez con más obligación. Porque a pesar de que parece que hoy es más fácil fotografiar, cada vez hay más censura, y más autocensura. Cada vez se evita más hablar de los temas importantes.
Por ejemplo, cada mes de mayo vemos ganar la copa a un equipo que se llama Real Madrid, con un señor presidente que es un farsante. Florentino Pérez, intocable en este país, ningún medio de este país se atreve a decir nada de él. Un tipo que tiene negocios en países como Guatemala o en Honduras, como hidroeléctricas, que están causando un dolor inmenso en las poblaciones locales, e incluso muertos. Hay paramilitares o guardianes de sus empresas que acaban ejecutando o matando a gente. Entonces, ¿el debate cuál es? ¿Los títulos que gana el Madrid o el Barcelona o debatimos sobre los personajes nefastos para la sociedad como son éstos?
De hecho, ése puede ser un problema. Sacamos a las víctimas en las noticias, pero no a quienes originan los conflictos.
Claro. El problema es que Florentino Pérez no te va a conceder una entrevista hablando de todos estos temas. Ellos tienen el poder para evitar que se hable de ello. Tienen el poder para parar investigaciones. La marea ha sido el único medio que se ha atrevido a sacar un dosier con las desvergüenzas de Florentino Pérez. Mejor que hacerle una entrevista, sería mostrar las consecuencias de sus políticas económicas para poder generar un debate en profundidad en la sociedad y que se pidan explicaciones a estos energúmenos. Es el único camino. Si no, perderías el tiempo que puedes dedicar a las víctimas dedicándoselo a los verdugos, que, al final, se seguirían saliendo con la suya.

© Gervasio Sánchez
Mientras no des visibilidad a las víctimas, es difícil que las cosas vayan a cambiar. De hecho, uno de los dramas de este mundo es que un conflicto que no tiene imágenes, que no tiene seguimiento, no existe. Es invisible.
En estas 30 años, ha cambiado el mundo de la fotografía radicalmente. No sólo por el paso al digital, sino que todos tenemos una cámara en el móvil. La manera en la que consumimos las imágenes y el valor que les damos ha cambiado mucho. En este contexto, ¿debe el fotoperiodismo plantearse algún tipo de cambio o debe ser fiel a como ha sido siempre?
El hecho de que haya mucha gente fotografiando no significa que haya más gente viendo.
Los consumos son otros. El problema es que las imágenes tienen que competir.
Y compiten. Muchas veces los medios de comunicación prefieren cualquier basura antes que un trabajo en profundidad. Mira, empecé a viajar en 1980 y lo primerio que vi fue un golpe de estado en Turquía, con 20 años. Ahora estamos a punto de acabar la segunda década de los dos mil. Y he visto la evolución de las nuevas tecnologías. Es mucho más fácil enviar imágenes, enviar trabajos.
Gracias a las redes sociales puedes romper la censura que había antes. Cuando un periódico no te publicaba una cosa, ya no había otro sitio donde colocar tu trabajo. Ahora hay trabajos que han sido totalmente censurados en los medios pero que han aparecido en las redes.

© Gervasio Sánchez
Y para mí ahora es mucho más fácil enviar mis fotos, cuando hace 25 años, en Sarajevo, tenía que recorrer la ciudad bajo las bombas para enviar una crónica. Pero mi forma de trabajar sigue siendo la misma. El viernes de madrugada me voy a marchar, cogiendo un taxi a una estación, subiré a un autobús nocturno, luego llegaré a Barcelona, en avión llegaré a Viena, y después a Sarajevo, me bajaré del avión con mis cosas, mis cámaras, mi ordenador. Llegaré a un hotel. Y trabajaré, sobre el terreno, con la misma mentalidad de hace 30 años. Porque hay que ir a los sitios.
El problema grave es que se está haciendo creer a la gente que no es necesario ir a los lugares para hablar de lo que allí sucede. Que con que tengas un tío allí que te esté haciendo el trabajo negro, mal pagado, es suficiente. Que no hace falta ir a los sitios para ver las cosas, y eso es la antítesis del periodismo, y no sólo del periodismo, sino de la decencia.
Hace unas semanas estuve en PhotÓn, el festival de fotoperiodismo de Valencia. Además de la queja constante sobre lo precario que está todo en este oficio, hubo algún rayo de esperanza basado en que sí se pueden hacer cosas si los fotoperiodistas pasan a desarrollarse en diferentes formatos, incluyendo vídeo. Tú cuentas que ya antes mandabas las crónicas, además de las fotos. ¿Le ves sentido o es una locura?
Yo pude dejar de trabajar de camarero porque escribía, yo hice periodismo, hacía fotos y empecé a hacer radio. Y fui capaz gracias a defenderme en los tres formatos, incluso llegué a hacer televisión. Muchos amigos me preguntan cómo lo haces. El truco es levantarte el primero y acostarte el último. Y ser ordenado. La clave es que cobraba de forma autónoma por cada una de las tres funciones.
No reducías un tercio el precio y cobrabas el precio de una de las tres funciones.
Exacto. Ése es problema que hay ahora. Estos que están vendiendo la moto de que se puede vivir porque hacemos material multimedia, están cobrando menos de un tercio de lo que yo cobraba hace 30 años. Porque los precios se han hundido hace mucho tiempo. Esto del multimedia es una mentira. Además, es una mentira colegiada, pues muchos son los que creen que es la solución. La solución es que los medios valoren decentemente los trabajos y los paguen como deben. En fotografía, como nunca lo hicieron, nunca se pagó bien. Aunque ojalá vuelvan los tiempos en los que sólo lo pagaban mal, no como ahora, que es vergonzoso.

© Gervasio Sánchez
En los últimos tiempos, cuando alguien me pregunta sobre si puede vivir de la fotografía, le contesto que no. No vas a vivir de la fotografía, búscate una alternativa laboral. Trabaja ocho horas en lo que te dé la gana, cobra un dinero para los gastos, y dedícate las 16 horas restantes a trabajar la fotografía. Duerme menos, folla menos, come menos, pasea menos, y trabaja más.
Si le dedicas tres horas al día a la fotografía, son unas mil horas al año. Con ese tiempo, se puede hacer un gran trabajo. Y céntrate en hacer esto. El recorrido va a ser mayor, pero no hace falta triunfar a los 20 años. Es más, es malo. Estoy harto de fotógrafos que se creen que por recibir una beca son insuperables.
En Albarracín tenemos mucho cuidado con a quien a le damos una beca, algunos nos han salido rana. Gente a la que luego le dan una beca en el extranjero y se olvida de la beca que le dieron en España. Yo siempre les digo que tengan cuidado, que ganar una beca o un premio es circunstancial. Hacer un buen trabajo es otra cosa, es hacer un trabajo continuo. Creerse un gran fotógrafo porque te han dado un premio o una beca puede ser muy peligroso.
Por eso les digo, busca un trabajo, y luego busca un proyecto que te sea cercano. Si no eres capaz de descubrir en tu ciudad mientras andes por la calle, menos lo harás en lugares lejanos.
Se acerca Albarracín, que cumple 18 ediciones. Es una cita obligada para muchos fotógrafos. Cada vez hay una visión más amplia de la fotografía.

© Gervasio Sánchez
Este año Jesús Micó va a volver y vamos a presentar la beca de la Kursala. Uno de sus cuadernos se va a hacer con un trabajo que acuda a Albarracín. Pero Albarracín se llama seminario de fotografía y periodismo. Y por ahí han pasado incluso muchas personas que a mí nunca me hubieran invitado a un seminario. Yo he roto esa barrera. El etiquetado de la fotografía es lo peor que le ha pasado. La culpa la tienen los grandes comisarios.
Nosotros hemos traído a gente de publicidad, o el año pasado me traje al mejor fotógrafo de bodas del mundo, Victor Lax, hemos tenido a Recuenco, Outomuro, Vallhonrrat… Hemos tocado todos los palos de la fotografía.
Y en las becas hacemos lo mismo. Ves a los becados y verás a gente que tenían entre 20 y 30 años, que ahora tienen entre 40 y 50. Y a los diez años de ser becados los volvemos a traer al seminario. Hace unos días, Chema Conesa me preguntó por la nueva generación. Y le dije: ¿Cuándo quieres la lista? Tengo los becados de Albarracín. Mira los nombres. Están todos.
Esta exposición la organiza una escuela. ¿Cómo ha cambiado la formación en estos 30 años?
Yo no estudié. No puedo comparar. Pero a los jóvenes hay que enseñarles las armas, las herramientas para que sepan trabajar. Hay un problema generacional de falta de autocrítica. Hay momentos en los que no ves el camino y hay que plantárselo con mucha seriedad. Y buscar tu mirada. Esta exposición muestra decenas de formas de mirar. El mundo está lleno de millones de miradas fotográficas diferentes.

© Gervasio Sanchéz