Pachi Santiago inaugura el jueves 15 en la Galería Cero de Madrid ‘Copyng Claudia’, un trabajo en el que el artista asturiano ha convertido en arte su admiración por la modelo alemana Claudia Schiffer. Una forma de ser diferente a través de la copia, de ser único mediante la imitación.
Pachi Santiago estudió Bellas Artes en la Universidad de Salamanca y posteriormente cursó un máster de Fotografía Creativa en EFTI. Su trabajo inspirado en Claudia, basado en la recreación de la imagen de la famosa modelo a través del autorretrato, se ha visto tanto en España como México, Alemania, Estados Unidos o Uruguay . El proyecto es un análisis de la construcción de la identidad propia valiéndose de un icono, usando la admiración a la modelo y generando una nueva realidad, un nuevo personaje. Pachi utiliza para configurar su obra la fotografía, el vídeo, el collage, la hibridación y el apropiacionismo. Pero tambié el humor, la fantasía, la ilusión y los sueños.
Pachi Santiago (Oviedo, 1980) es de esas personas a las que no sabes dónde situar antes de conocerlas. Parece tímido, es más bien menudo, no muy alto. Con una melena rubia que lo distingue y una forma de vestir correcta, sin estridencias, pero personal. Es observador, muy educado y empático. Es especial, incluso algo espacial. Pero cuando le das oportunidad, se salta la timidez para hablar con pasión de su proyecto, su vida, ‘Copyng Claudia’.

© Pachi Santiago
¿Cuál es el origen de todo esto?
Desde muy temprano el dibujo eran mi manera de contar las cosas. Yo hacía personajes, una especie de mascotas que eran híbridos entre animal y persona. Desde muy niño dibujaba, era mi forma de expresarme, porque era un niño muy tímido. Aquellos personajes que hacía me representaban de alguna manera. Para hacerlos me inspiraba en el ‘1,2,3’ de televisión, por ejemplo. Los recortaba, hacia collages y jugaba con ellos.
Uno de ellos era un personaje mitad gato, mitad mujer, que se llamaba Sonÿ. Era una especie de alter ego, aunque yo no era consciente en aquel momento. Era un personaje que evolucionaba. Pero cuando con ocho años, vi la televisión y apareció Claudia Schiffer en un anuncio fue un impacto total. Yo no sabía quién era pero pensé “es Sonÿ en la Tierra”.
Empecé a interesarme por ella, a comprar revistas. En España hubo un boom sobre su figura. Todo el mundo la conocía, y todos los días, en las revistas de moda, en el Hola o en la tele, aparecía Claudia Schiffer. Y mis creaciones empiezan a vincularse a la moda y comienzo a hacer figurines.
Imagino que en aquella época, entrando en la adolescencia, forrabas tus carpetas con ella.
Sí, yo forraba mis carpetas con Claudia y dibujos de Sonÿ dentro. Yo recortaba las fotos, las pegaba. Era muy complicado hacerse con aquellas imágenes, no había internet ni Ebay. Nunca tenías todo. Gracias a esas fotos de coleccionista he ido llegando a lo que hago ahora: recortar, hacer collages…

© Pachi Santiago
¿Y cuando haces Bellas Artes, sigues con ello?
En esa época me alejé de este tema de Sonÿ, por miedo. Era muy personal. Yo lo veía un poco infantil y creía que no iba a interesar. Los tres primeros años hice otro tipo de cosas con las que aprendí mucho. A pesar de ello, decidí que el proyecto de fin de carrera fuera ‘Sonÿ, la musa’. Y tuve suerte, porque a la Universidad de Salamanca le interesó y me dieron una beca. Y estuvo expuesto allí y luego en otras ciudades. Era un proyecto multidisciplinar. Tenía vídeo con animaciones hechas con recortes y pinturas.
En realidad lo que veías en aquel trabajo era a Claudia, una Sonÿ-Claudia. Era una especie de actriz que interpretaba papeles. Pero no era obvia la simbiosis con Claudia. Eso sí, en una de las obras la representé llorando como en una fotografía de Karl Lagerfeld y debajo aparecía yo, llorando también. Y ahí comencé a meterme en la imagen. Antes yo no me hacia fotos ni retratos.
Y hasta que llega ‘Copyng Claudia’, ¿qué pasa?
Tras las exposiciones de Sonÿ pasó el tiempo y vine a Madrid. Tuve que buscar curro y no podía hacer cosas creativas. Trabajé de ilustrador o de director de arte. Pero no podía centrarme en lo que yo quería. Un año en el que no pude trabajar en lo mío y estuve un poco en crisis, decidí que tenía que hacer algo diferente y me apunté a EFTI.
¿Pero por qué una escuela de fotografía, alguien que ya ha hecho Bellas Artes?
Hago fotos desde los 15 años, cuando me regalaron una cámara analógica. Entonces hacía una fotografía que, es muy curioso, se parece a fotos que hago ahora. Vestía a mis primos, maquillaba a mi prima con los labios negros y unas ramas… Siempre con un cierto surrealismo, como una realidad ensoñada. Esas fotos que hice me influyeron en mi manera de contar las cosas. Podía manipular la imagen a través de algo que no fuera el papel o el dibujo.
En Bellas Artes hacía fotografía, pero por mi cuenta. Porque los tres años que tuve esa asignatura no me apunté a tiempo, por lo que tenía que ir a laboratorio cuando los otros terminaban las clases. Y bueno, cuando decidí que iba a apostar por un tipo de vida creativa aunque no diera dinero, me apunté a estudiar fotografía en EFTI. Luego ya hice el máster artístico.
¿Es cuando nace este proyecto?
Cuando estaba en todo este proceso yo hacía cosas con actores, pero no me ponía yo en primera persona. Hasta que todo salió de la manera más visceral. No fue algo pensado, racional. No era un posicionamiento de identidad, donde yo quisiera hablar de los iconos. ¡Qué va! Surgió de una manera natural. Estaba viendo una foto de Claudia y mi sobrina de cuatro años dijo: “Tio Pachi”. Y me gustó. Entonces hice cinco imágenes que no iba a enseñar. Y cuando algunos las vieron en la escuela, gente de diferentes perfiles, les pareció algo interesante.

© Pachi Santiago
Me di cuenta de que en realidad era un autorretrato. Estaba desvelando a través del disfraz mis fragilidades, mis miedos. Me daba mucho pudor enseñarlo. No porque posara como una mujer, o por parecer que tengo mucho ego. Sino por mostrarme vulnerable. Y me dio mucha positividad el ver que mi trabajo interesaba. Y luego gané un premio en la escuela.
¿Y qué supuso?
Es el momento en el que tienes que meterte a hacer lo que hace todo el mundo. Buscar exponerlo, buscar galerías, ver cómo se hace todo eso. Pero en lugar de eso, no sé si por miedo o por todo lo contrario, porque creía mucho en él y en hacerlo de verdad, decidí encerrarme. Me quedé en mi estudio buscando las fotos que me interesaban.
Quiero llevar esto hasta la obsesión, que sea un ejercicio de honestidad. Que no sea sólo un juego de parecidos, sino hacer una especie de catarsis respecto a aquella obsesión que yo vivía de pequeño.
Por lo que estás contando es un trabajo vital o performántico. No versa tanto sobre el género o la representación.
Sí. Es una necesidad de contar las cosas como yo las veo. Yo necesito contarlo así. Eso lo primero. Luego ya puedes hacer lecturas sobre si es un hombre que imita a una mujer o sobre la fotografía de moda. Eso está ahí y es obvio. Pero lo que a mí me gusta es resaltar el tema del ser diferente. Hay mucha gente que lo pasa mal por ese factor, por esa lucha por ser tú. Eso sí me motiva. Aunque parezca un tema frívolo, se trata de ser único a través de la copia. El proyecto, como ves, está lleno de contradicciones como esa. Al final, en estos cinco años de trabajo he tratado de buscar la obsesión y la repetición.
¿Cómo llega esa obsesión a una exposición?
El reto está en la corporeidad de las imágenes. Cuando buscas imágenes de Claudia, no encuentras el digital original, o la copia original. A veces tienes un escaneo del año 99 que escaneó Mari de Inglaterra, o compras la revista y al escanearla se revela toda la trama. ¿Qué hacer con eso? Para mí en lugar de ser un problema se convirtió en un plus.

© Pachi Santiago
Cuando yo hablaba de ‘Copyng Claudia’ la gente se imaginaba algo grande, con mucha calidad. Pero yo quería llegar desde lo pequeño, lo cercano, desde mi propia casa, con mis medios, sin presupuesto. Y con eso encaja el collage, los recortes, usar imágenes con poca calidad. Y eso enlaza con lo que yo hacía cuando era pequeño y adolescente.
Por eso lo que la gente se va a encontrar en la exposición van a ser fotocopias con textura, con ruido, o rotas, u otras con buena resolución. Pero además hago cosas con madera, inspirado en la restauración de muebles. Un ejercicio kitsch, en cierta manera. Va a haber un poco de todo: fotos, marcos, cajas de luz… Me gustan mucho las cajas de luz porque es una especie de laboratorio de los horrores iluminado, con imágenes superpuestas.
¿Y cómo es el proceso? ¿Ves una imagen que te gusta, que quieres reproducir, y buscas los recursos para hacerlo?
Es una necesidad de verme en esa situación, siendo yo el modelo y que la imagen se parezca.
Con sus pros y los contras, porque a lo mejor no lo he conseguido de cara al espectador. Pero eso no importa, porque esa es parte de la gracia. Esa rabia de “es que no se parece, qué se cree” me gusta. Ese juego está ahí.
La selección de las imágenes es sobre todo por una cuestión de luz. Cómo cae la luz sobre Claudia es la clave para que yo me parezca. Yo sé cómo cae la luz y sé qué me va a hacer en mi cara. La gracia está en eso. El Photoshop no lo uso para manipular la imagen y parecerme. Sólo lo uso para editar la imagen de manera similar a cómo se procesó la imagen original.
En tu trabajo también se da esa forma en la que los adolescentes copian a sus estrellas, imitando su ropa, sus peinados, pero sin medios, tratando de ser diferentes.
Sí, también. Para hacer mis fotos yo me valgo de mi familia. Mi madre me ayuda. Otros me dejan ropa. La gente ha aceptado todo esto y me quiere de esta manera. Hay fotos en las que sale mi familia o hay vestuarios de Chanel recreados por mi madre. Ella va a estar presente en la exposición, va a ser Verusca en una de las imágenes
Cuando la gente que te quiere te entiende como eres, puedes llegar a donde quieras. Uno de los vídeos también va de eso, de aceptarte como eres, con tus rarezas. Y que a pesar de la copia, puedes ser original.

© Pachi Santiago
¿Cuándo es ‘Copyng Clauida’ y cuándo es ‘Living Claudia’?
‘Copyng’ es cuando la ves a ella y a mí y la fusión. ‘Living Claudia’ cuando hay algo que va más allá de la copia. Por ejemplo, en la imagen con el Pico de Peñamellera, que es el que he visto toda mi infancia, y Claudia está cosida con una cuerda y proyectada sobre él y yo estoy en un gesto como inspirándome. O cuando salgo fumando en mi calle con fotos de Claudia de fondo. Las imágenes se introducen en mi vida cotidiana y no busco la copia, sino reinterpretarlas y vivirlas de otra manera. Ahí siento todavía más que es un autorretrato, descontextualizándola. La gente la ve como un icono sexual, yo la veo como un duende del bosque, entre malvada y dulce.
En realidad estás haciendo una especia de diario o de álbum imaginario.
Estoy viviendo una vida paralela, ja, ja. Y es frustrante, por un lado, porque estás en tu mundo y sólo lo entiendes tú; por otro es muy gratificante, porque sientes que estás vomitando muchas cosas que quieres contar. Y luego está la corporeidad. En el mundo digital, que imprimas algo y se convierta en una obra final es como parir.
¿Qué vamos a ver en la exposición?
En esta exposición el reto ha sido la edición, seleccionar entre muchas imágenes. La gente se va a encontrar varias series. La primera versa sobre la religión. He creado una biblia en la que Claudia y yo somos un monja y un cura. Ellos tienen una relación de pasión, como en ‘La Regenta’. Utilizo una portada que hizo Claudia en El País, en la que tiene un aspecto religioso. Y con esa referencia hago una especie de exorcismo. La idea es ver cómo las cosas que te gustan se pueden convertir en una pequeña religión. No es una crítica hacia la Iglesia.
Después viene la serie de los ‘Vampiros de luz’ y ‘La Montaña Sagrada’. He cogido una imagen de Liz Collins en la que Claudia sale como un muerto perdida por el bosque. La foto me inspiraba muchísimo, tenía muchas ganas de caracterizarme al extremo. Y me imaginé que éramos vampiros de luz, vampiros a la inversa. ‘La Montaña Sagrada’ ocurre en mi pueblo, en los Picos de Europa. Yo la persigo, todo sucede en ese bosque. Me baso en fotografías de Nico Bustos.

© Pachi Santiago
Es curioso porque cuando yo hablo de que todo tiene que ver con la improvisación es una contradicción, porque sí he medido el gesto, la luz. Pero la ropa que me pongo en ocasiones es la que encuentro en el armario. Y el día que hice las fotos en mi pueblo, ardió por primera vez la montaña. ¡Ardió! Y ahí está la foto. Y a mí me encantan esas señales.
La siguiente serie se basa en una serie de Karl Lagerfeld para un catálogo de Chanel. Ella es una sirena que yo busco, y a mí me traga la marea con un bote de la marca. Y esta serie es la que marcó la forma de trabajar, con papel crudo con marco blanco. Y todo porque en una ocasión en la que conocí a Claudia le dimos a firmar ese catálogo que ella no había visto antes. Y firmó en una foto que es en la que me he inspirado.
La siguiente serie es todo retratos. Retratos, copyng, fusión, collage… Es lo que la gente más conoce, pero casi todas las imágenes de esta exposición son nuevas.
¿Has tenido contacto con los fotógrafos en los que te inspiras?
He tenido contacto con Joachim Baldauf. Una de mis imágenes estuvo en Berlín proyectada y le llegó la noticia. Y un día viendo su web descubrí que decía que era un honor que hubiera utilizado una de sus imágenes. Por un lado fue un orgullo y, por otro, un alivio porque no haya habido problemas de autoría. Pero yo no me he puesto en contacto con los fotógrafos o con Claudia para contarle este proyecto.
¿Cómo fue ese encuentro con Claudia que contabas antes?
Mi pareja es periodista y conseguimos hacerle una entrevista. Decidí regalarle algo y le regalé un Sonÿ. Era un cuadro de madera en el que el personaje aparecía con el flequillo recto y casualmente ¡ella se había hecho el mismo peinado!
Llegamos al Palace, y esperamos nuestro turno. Y llegó ella. Es de otro planeta. Cabeza muy pequeña, con los hombros muy anchos, unas piernas muy largas… No son las proporciones normales en una modelo. Yo no quería emocionarme, ni parecer un friki. Mi chicho le hizo la entrevista. Y luego me presentó. Le di la mano, me miró desde arriba como si fuera el destino el que me mirara. Y le entregué el cuadro. Le expliqué que en el fondo era ella. Y miraba y tocaba. Fue muy dulce. Aunque en la entrevista pude ver que Claudia era una mujer fría, muy profesional. Por eso no se sorprendería si un día conoce ‘Copyng Claudia’.
Evidentemente ella no es la destinataria de tu trabajo.
No, claro. ¿Que sería genial algún día trabajar con ella? Claro. Pero yo lo hago porque lo necesito. Y utilizo su imagen desde el respeto, desde la admiración.
¿Lo que haces es un tributo?
Sí, pero con una manipulación, con una nueva lectura. No copio sin más las fotos. Pero me gustaría que ella sepa de este trabajo.
También das talleres sobre ‘Copyng Claudia’. ¿En qué consisten?
Lo que más me interesa de los talleres son las tutorías. Explico el proyecto, el concepto. Y la parte técnica: cómo detectamos las luces y qué decisiones tomo. Pero la parte de conceptualización también es muy importante, el cómo plateo un proyecto, de cómo nace desde lo visceral pero que luego me tengo que posicionar. ¿De qué estoy hablando en mi caso? Del apropiacionismo, de la identidad, del autorretrato, de los iconos de masas, de ser raro y diferente en un mundo de copias… Y les pido que ellos lo hagan con su trabajo. No hablamos de autores en las clases, sino de cada proyecto que ellos me traen. Y les digo cómo lo haría yo, con el riesgo que implica dar ideas, el riesgo de mojarte muchísimo. Son tutorías muy viscerales, partiendo de la empatía y buscando cuál es el factor que les hizo click y les llevó a hacer lo que ellos hacen.

© Pachi Santiago
¿Y hay autores que reconoces como influencia en tu trabajo?
Mis referencias son todo, desde el universo pop de la televisión de los 80 y 90, hasta las más claras, los fotógrafos que imito con las fotos. Aunque los fotógrafos que me interesan especialmente son los que fotografían la naturaleza y la fotografía de exterior. Para mí un autor muy importante es Juergen Teller, un referente que hacía la no foto antes de que se llevara el feísmo actual. Elegía la foto mala. Y Karl Lagerfield me interesa sobre todo por el blanco y negro y por su forma de contar historias, con comienzo, nudo y desenlace. Pero no me identifico con otros autores que juegan con el apropiacionismo. En mi caso no pretendo hacer una broma o parecerme, sino que tengo la idea de querer soñar, querer jugar.
Por otro lado, para mí hubo dos momentos catárticos respecto a la inspiración. Uno fue cuando vi la exposición de Bill Viola en el Guggenheim; viendo sus vídeos y su instalación hubo un antes y un después. Y cuando ‘Copyng Claudia’ estuvo en México, pude ver la exposición de Stanley Kubrick y también viví un momento emocionante.
Ya nos has contado que no había mucha intencionalidad con el proyecto. Pero, ¿qué va a pasar con él? ¿Se acaba con la exposición? ¿Continuará?
Lo que creo es que ha nacido un personaje, un Pachi Schiffer, que es mi alter ego. Las cosas van a evolucionar por ahí. Es una especie de disfraz, aunque no lo sea, donde todas mis cosas están ahí representadas. Cuando yo me veo en la foto de las gafas, por ejemplo, me veo a mí mismo, no me disfrazo. No es como el caso de otros autores como Cindy Sherman. En mi caso es que me siento así. Ha nacido de una manera natural y no sé cuándo va a morir. Dejo que fluya. Y me servirá para contar más cosas. Me gustaría relacionar el proyecto con el acoso escolar, sobre ser distinto. Será para el próximo verano, para que sea más de la gente. Si hay algo en lo que me quiero posicionar es en hablar de la gente que es diferente y lucha por serlo.

© Roberto Villalón