Yolanda Domínguez es una artista visual madrileña que expone estos días ‘Little Black Dress’ en el Museo del Traje de Madrid. La exposición, que forma parte de la programación de la sección oficial de PHotoEspaña, muestra a mujeres de diferentes edades, físicos o color de piel vestirse con un mismo vestido «básico». Nacho Moreno entrevista a la activista con motivo de esta exposición.

Yolanda Domínguez (Madrid, 1977) es licenciada en Bellas Artes y experta en comunicación y género. También es máster en Nuevas Teconologías y en Fotografía Contemporánea. Su obra es conocida por poner el acento en la representación de la mujer en la publicidad y en la moda, creando contenidos colectivos que en muchos casos han sido reflejados en los medios. En más de una ocasión ha visto cómo sus acciones aparecían incluso en los informativos. Además, escribe en el Huffington Post una columna semanal sobre feminismo.

Convencida de la necesidad de utilizar un lenguaje accesible y de llevar el arte a la realidad de la calle, su obra está marcada por ese espíritu feminista, la búsqueda de la implicación de los otros, el humor y, sobre todo, el sentimiento de que lo que hace sirve como herramienta para cambiar la sociedad que nos rodea.

Impulso y reflexión se mezclan en Yolanda, mujer múltiple disfrazada de pez luchador de Siam que observa y absorbe lo que pasa a su alrededor y luego estalla en ideas, acciones, palabras, imágenes y risas con las que transformar la realidad y que reivindica como arte. Como una Pandora comprometida con la esperanza, que quisiera devolver al interior de su caja los males del mundo.

Hablamos de arte, de representación de la mujer, de estereotipos y de pequeños trajes negros. Primero la teoría y después la praxis. Al terminar iremos a desmayarnos a la puerta de una tienda que se publicita con dudoso gusto y a colgar el vídeo en redes. 

¿Cuáles son tus inicios en el mundo del arte?

Yo siempre había querido estudiar Bellas Artes. De pequeñita siempre me apuntaba a todos los concursos que tuvieran que ver con creación: poesía, dibujo, teatro… Me atraía mucho todo eso, pero mis padres preferían que estudiara una carrera sensata con salidas laborales y me matriculé en Empresariales. En el tercer año de carrera me presenté a escondidas al examen de acceso a Bellas Artes y aprobé. Pensé que eso era una señal y me cambié de carrera ante el estupor de mis padres.

¿Y cómo llegas a la fotografía y al mundo audiovisual?

La imagen siempre ha tenido algo que ver en mi proceso creativo. Comencé pintando y haciendo exposiciones, pero me di cuenta de que las personas me compraban los cuadros que mejor decoraban con su sala de estar y yo quería comunicar. Pensé que quizás la pintura se percibía como un lenguaje meramente estético y decidí probar con la fotografía porque parecía un lenguaje más narrativo. Fue haciendo un proyecto fotográfico en la calle donde sin esperarlo comenzaron a suceder cosas que trascendían a la imagen fotográfica y que me atraparon para siempre.

¿Qué proyecto era?

Era ‘Princesas 2.8’. Pedí a seis actrices que interpretaran el papel de princesas que salen a la calle a vender en el top manta los objetos del cuento con la intención de deshacerse de ellos. Mi única intención era tomar fotos, pero descubrí que lo más interesante era lo que la propia escena estaba generando en las personas que pasaban por allí y se la encontraban, no la foto en sí misma. A partir de ese momento decidí cambiarme a la acción. Fue como un flechazo instantáneo, como cuando te enamoras y todo tu cuerpo tira en una dirección.

Desde entonces la fotografía me interesa como documento de las acciones pero también a nivel cognitivo y social. Empecé a indagar sobre cómo funcionan las imágenes y cómo influyen en las personas que las ven. Me preocupan mucho más la semántica que la estética, y creo que eso es algo que se percibe claramente en mi trabajo. Si alguien ante una foto mía lo primero que dice es “qué bonita” es que algo no he hecho bien.

¿Qué más cosas han cambiado a partir de ‘Princesas’?

Ha habido también un proceso de cambio con respecto a la autoría de los proyectos, desde lo individual hacia lo colectivo. Como artista te suelen educar para que seas tú quien cree algo y lo muestre a los demás, pero me he dado cuenta de que es muchísimo más interesante cuando abres el proceso y participan también otras personas.

A raíz de proyectos como ‘Poses’, por ejemplo, en el que mujeres anónimas empiezan a enviarme sus propias versiones, descubro la posibilidad de trabajar con la creatividad y la energía de otras personas e incluirlas en los proyectos. Al principio, cuando alguien cogía algo mío y lo transformaba, me asustaba un poco, pero luego me di cuenta de que si sueltas, hay cosas que pierdes, como la autoría, pero también ganas, porque es una manera de que el proyecto siga vivo en otras personas, de que mute, de que cambie y genere cosas nuevas.

‘Maquillaje’ © Yolanda Domínguez

Soltar hace que un trabajo se expanda y le da unas posibilidades que de otro modo nunca se producirían. Estamos en un momento social en el que ya hay un exceso de pensar sólo desde lo individual, y creo que es muy necesario que se lleven a cabo iniciativas que generen comunidad, también desde el arte. Cuando actuamos en grupo hay una energía que trasciende al individuo y que es muy, muy potente.

Entonces, valoras mucho lo que los demás puedan aportar a tus proyectos.

Cuando planteo un proyecto puede parecer que lo llevo todo controlado, pero en realidad no. Tengo una idea y una dirección, pero estoy abierta a que las personas que participan aporten sus ideas e incluirlas en la propuesta. Mi rol es como el de directora de orquesta: estoy pendiente de lo que va surgiendo, me adapto, tomo decisiones, doy pautas, incluso puedo decidir en un momento dado cambiar el rumbo para que surjan cosas nuevas. Pero es un proceso muy abierto y muy flexible en el que el azar también forma parte. No se trata de que las personas trabajen para ti sino de crear una relación con ellas y hacer algo juntas. Si cuentas con la creatividad y el talento de las personas que participan todo se multiplica. Pero eso supone que también tienes que saber ceder ese espacio, y no es fácil salir del yo.

Con las redes sociales esto sucede constantemente: tú lanzas una imagen y esa imagen es modificada por otra persona y luego por otra y así hasta que la pierdes de vista. Hoy todo es interactivo y tiene sentido también abrir los proyectos a esa interacción.

Ya desde ‘Princesas’, que es el primer trabajo del que nos hablas, hay una connotación feminista, una reivindicación de mujer. ¿Tú te planteabas que tu trabajo fuera por ahí?

Cuando salí de la facultad intenté encontrar mi propio lenguaje y crear desde mis inquietudes. Me pregunté ¿quién soy yo? Y lo primero que me vino a la cabeza es “soy una mujer”. Decidí empezar por ahí por ahí, mirarme a mí misma y a crear con materiales que tuvieran que ver con quién soy yo. Comencé a trabajar, todavía de una forma muy manual y en el formato cuadro, con maquillaje, medias, guantes de fregar… Y ahí fue como, casi sin querer, buscando una manera de conectar el trabajo con quién soy yo, empecé a interesarme por qué significaba lo femenino. La gente me decía: «Tu trabajo es feminista, ¿no?». Y yo no tenía ni idea de lo que significaba eso. Sabía que reflexionaba sobre temas de mujeres, pero no sabía si era feminista o no. Entonces empecé a investigar sobre el feminismo, y obviamente me pareció vital profundizar y crear desde él.

‘Poses’ © Yolanda Domínguez

¿Investigar sobre feminismo y arte, hace que cambie tu visión del arte?

Sí, porque hasta entonces yo nunca lo había utilizado de una forma crítica. Siempre había asociado el arte a un medio de expresión, o a crear cosas más o menos atractivas visualmente, pero nunca, hasta que empiezo a trabajar sobre mujeres y feminismo, me lo había planteado como crítica.

Cuando ya por fin decides ser, por así decirlo, una voz crítica feminista dentro del mundo del arte, ¿qué herramientas decides utilizar para hacer llegar tu mensaje?

Utilizo todos los formatos y herramientas que tienen que ver con lenguajes actuales y que considero más eficaces para transmitir el mensaje. Me puedo adaptar al lenguaje que sea. Quizás el formato que más utilizo sea la acción, pero también puedo hacer fotos, objetos, o incluso escribir artículos para medios, porque también forma parte del mismo trabajo. Nunca parto de un lenguaje, sino de lo que quiero expresar, de la idea. La acción es el formato que más me gusta, porque pienso que en la acción involucro a otras personas y es muy transformadora. El hecho de que una mujer vaya al registro de la propiedad a firmar un papel, trasciende mucho más a nivel personal que el de contemplar ese mismo papel de otra persona. Es algo que tú haces y que queda impregnado en el cuerpo, en tu memoria, y que a la larga también se influye en otras cosas.

¿Qué posibilidades tenemos desde el mundo del arte de cambiar la realidad? ¿Podemos de verdad?

Yo creo que el mundo del arte, moviéndose dentro de lo simbólico, es capaz de cambiar a las personas: modificar su percepción de la realidad o incluso de sí mismas. A través del arte se pueden imaginar y proyectar nuevos escenarios, nuevos modelos de relaciones… Y todo esto, aunque no sea un cambio efectivo concreto, a la larga es transformador. Es como cambiar aquí y ahora tres grados la dirección de algo. Cuando pasa el tiempo esos tres grados quizás se convierten en ciento ochenta. Me gusta imaginármelo así, un pequeño gesto ahora que a la larga puede ser un cambio enorme.

¿Y cómo has cambiado tú?

Pues he cambiado mucho. A la primera persona a la que sirve todo lo que hago es a mí. Mi trabajo es ante todo autocrítica y autoreflexión. Me ayuda a llevar una relación más sana conmigo misma, a aceptarme mejor, a conocerme y acercarme a otras mujeres, a tener relaciones más igualitarias con los hombres. ¡O al menos intentarlo! La primera razón que lleva a alguien a crear cosas es una necesidad individual aunque luego la compartas con otras personas. Es un camino de autoconocimiento, de aprendizaje y de intercambio.

Entonces, ¿Describirías tu arte como un arte feminista?

Sí, es un arte feminista porque tiene como fin aportar algo a la igualdad entre hombres y mujeres.

¿Y qué papel cumplimos los hombres en ese universo?

Yo creo que un papel importante, porque esto es cosa de dos. No imagino una sociedad igualitaria sin que los hombres se impliquen en el proceso. El feminismo no es una lucha entre sexos sino la igualdad de derechos entre ambos.

¿Te sientes condicionada por que tu arte sea feminista¿ ¿Te sientes obligada a no salir de este tema?

No me siento obligada en absoluto, lo hago porque me interesa y me apetece. También he trabajado sobre otros temas sociales, por ejemplo, ‘Fashion Victims’, cuando sepulté a varias blogueras en la Gran Vía para hacer un llamamiento a la producción sostenible. Sobre los recortes de Sanidad para Médicos del Mundo. O ahora en el Worldpride he realizado una instalación participativa para reclamar los derechos de las personas LGTBI. Me interesan los temas sociales y el feminismo es uno de ellos.

A pesar de trabajar temas sociales, en tus proyectos está presente el humor.

El humor es muy importante en mi trabajo porque creo que es una buena forma de hacer crítica y que te sigan escuchando sin poner una barrera. Ya estamos saturados de mensajes negativos, y se agradece cuando alguien no te lo hace pasar mal. Me gusta el humor porque cuando dos personas se ríen de algo automáticamente se sitúan en el mismo bando; de algún modo les coloca en el mismo equipo. Además, la risa es una estrategia maravillosa para superar las cosas; cuando te puedes reír de algo te liberas de ello.

De tus trabajos, ¿cuáles destacarías? ¿Cuáles son los que te hacen sentirte más orgullosa por algún motivo?

‘Registro’ © Yolanda Domínguez

Yo diría que ‘Poses’, ‘Registro’ y ‘Accesibles y accesorias’. ‘Poses’ porque es el trabajo que más me ha enseñado a abrir el proceso creativo y contar con la participación colectiva. ‘Registro’, porque superó mis expectativas y trascendió a la esfera artística para convertirse en un movimiento social. Y ‘Accesibles y accesorias’ porque creo que es una de las acciones que creo que sí ha tenido un impacto medible, en el hecho de que se retirase el anuncio, que la marca cambiara de agencia de publicidad y que transformara un poquito sus siguientes campañas.

Uno de los artículos que más contestación ha generado en nuestra revista es el trabajo de Eva Vieira, ‘Inquire Project’, en el que aparecen mujeres representadas tal y como se hace con los hombres en las revistas masculinas: con sus arrugas, manifestando poder, sin poses sensuales, etc. ¿Puede ser que el mundo de la fotografía tenga muy asumido cómo se tiene que representar a la mujer, y le cueste salir de estos estereotipos?

Echo mucho en falta una actitud crítica desde el sector de la fotografía con respecto al uso de estereotipos. Yo me encuentro mucha resistencia, y estoy de acuerdo con lo que has dicho; hay otros conflictos sociales que no generan tanto rechazo, pero el feminismo sí, por parte de hombres y también de mujeres. Es algo que no logro entender, porque nos atañe a todos mejorar como sociedad. Las imágenes son una parte muy importante de la educación de las personas, da igual que provengan del arte, de la publicidad o de la moda, todas tienen una trascendencia social que debe interesar a los fotógrafos y a las fotógrafas.

No es algo nuevo que se relacione lo femenino con sumisión o debilidad. Esto es algo que lleva pasando a lo largo de la historia desde la pintura. Pero en los últimos años ya no solamente hay sumisión o debilidad en la representación de la figura femenina, también hay violencia. Las escenas de violencia hacia las mujeres asociada con el glamour, lo deseable o lo aspiracional, es bastante alarmante, porque consiguen normalizar esas situaciones que representan, dejan de sorprendernos. Parece que hay que llamar cada vez más la atención, hay que hacer imágenes todavía más bestias, o más violentas, o con sexo más explícito, pero no hay un cuestionamiento sobre qué generan estas imágenes en las personas que las ven. Una forma de empezar a cambiar esto podría ser que las personas que generan las imágenes sean conscientes y se hagan responsables de su dimensión social.

A veces hay trabajos que puede parecer que van en dobles direcciones. Por ejemplo, la liberación sexual de la mujer ha podido ser, en cierta manera, una forma de darle poder. Sin embargo, eso ha podido llevar a la sexualización de la mujer en el mundo de la moda o como representación general. ¿Cómo saber cuándo lo estás haciendo bien, si una imagen empodera o no?

¡No es tan difícil! La clave está en ser consciente de que tu imagen no es una imagen aislada sino que va a convivir en un contexto con un conjunto de imágenes. Esa representación sexual de las mujeres a la que te refieres tuvo su función en el momento en que se produjo: visibilizar algo que no estaba representado y que podía servir para liberar la sexualidad femenina. Pero hoy en día ya no es necesario, sabemos que las mujeres tenemos deseo sexual y la libertad para hacer con nuestro cuerpo lo que nos dé la gana, enseñarlo u ocultarlo.

‘Accesibles y Accesorias’ @ Yolanda Domínguez

Lo que hay hoy es una sobrerrepresentación de las mujeres como cuerpos deseables, así que otra imagen más de una mujer sexualmente atractiva ya no aporta absolutamente nada sino que perjudica, porque refuerza aún más que las mujeres seamos consideradas sólo cuerpos. La clave está en preguntarse qué va a aportar mi imagen al conjunto de imágenes que ya existen. Quizás sea más necesario representar otro tipo de cuerpos femeninos que no sean extremadamente delgados, blancos o jóvenes. Quizás sea más interesante reflejar otros valores femeninos que no sean únicamente el corporal. Esa sería una postura comprometida con la dimensión social de nuestro trabajo.

Pero esta escala que acabas de dar, ¿no es en realidad mucho más compleja? Pienso, por ejemplo, en la Barbie como ejemplo de liberación; la Barbie profesional, la Barbie astronauta, pero a la vez la Barbie que te impone un modelo claro de cómo hay que ser físicamente. Y ante esta complejidad, un creador de imágenes, ¿tiene que luchar con la censura, la autocensura…?

No, yo no hablo de censura. Yo no estoy a favor de la censura sino de la responsabilidad que parte de la persona que crea las imágenes. Cada uno es libre de generar la imagen que quiera, pero no está exento de responsabilidad sobre ella. Si daña a las demás personas tiene que hacerse cargo.

Pero no parece tan sencillo analizar el contexto para emitir mensajes responsables en una sociedad tan compleja y con tanta diversidad de contextos. Por ejemplo, estos días, con la reivindicación de lo gay, alguien puede decir que lo gay está superado, cuando todavía se reciben palizas por ser gay o hay países dónde te matan por ser gay. Y luego está si la imagen de lo gay es positivo para el mundo porque normaliza, o por el contrario lo está esteriotipando. Perece complicado de gestionar.

Bueno, es una cuestión de tener esa inquietud o no tenerla, de que te importe o de que no te importe. Hay fotógrafos a los que no le importa en absoluto qué va a generar su trabajo en las personas, y hay gente que sí, que investiga y preocupa. También creo que existen niveles de responsabilidad. No es lo mismo una persona que está haciendo un trabajo individual de expresión personal, que una marca de publicidad que tiene un foco de atención masivo y llega a millones de personas. La marca, la empresa o el medio tienen una responsabilidad mayor. El artista que se expresa también lo tiene pero afecta a menos personas.

¿Hasta qué punto los que generamos y los que recibimos las imágenes somos conscientes de que las imágenes no son inocentes? Especialmente las nuevas generaciones, que se comunican aún más con imágenes que nosotros.

No lo son. ¡No lo somos! Yo creo que hace falta que haya apoyo educativo en este aspecto, que se nos enseñe. Porque creo que hoy en día la mayor parte de nuestra comunicación es por imágenes, con aplicaciones como Snapchat o Instagram. Creo que no somos conscientes ni de cómo funcionan ni de cómo nos influyen, y esto es peligroso. Porque no sabemos leerlas, ni interpretarlas, ni protegernos, ni difundirlas. Y creo que es necesaria una reflexión y una educación en este aspecto, que se podría dar en la escuela, que se podría dar en los centros que trabajan con la imagen. Yo creo que uno de los lugares donde más hace falta es en las escuelas de fotografía y en las facultades de comunicación audiovisual. Creo que este componente social de la imagen tendría que estar ya dentro del programa educativo.

¿Somos capaces de entender que las imágenes forman parte del sistema y nos separan a unos de otros, nos obligan a unos respecto a otros? ¿Entendemos el poder de las imágenes?

Yo creo que no somos conscientes de su poder. Las imágenes siempre han sido utilizadas como forma de poder. A lo largo de la historia los artistas han representado al poder, han sido la publicidad de la época, representaban a quien pagaba la imagen. Era una forma de educación visual, de transmitir quién eres tú, qué se espera de ti y qué actitud tienes que tener. Las imágenes eran una forma de educar a las personas. Hoy en día funcionan de la misma forma. Los mass media, la publicidad, la política, las marcas, la utilizan para convencer. La imagen permanece en nuestra memoria a largo plazo. Lo que lees o lo que escucha se olvida con mayor facilidad.

Las imágenes permanecen y generan una reacción, una acción por parte de quienes las ven. Hemos nacido con ellas y no les damos la importancia que tienen, pero quien domina la producción de imágenes tiene un poder que no tienen las demás personas.

Hoy hay una diferencia importante, y es que la mayoría de las personas tenemos también la capacidad de generar imágenes, con lo que tenemos parte de ese poder. ¡Pero también responsabilidad! Como decía el tío de Peter Parker en Spiderman, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.

Por supuesto, los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad, pero nosotros, como generadores de imágenes y difusores de imágenes, por ejemplo a través de Facebook, tenemos del poder de decidir a qué dar visibilidad y a qué no. Cuando subes una foto tuya haciéndote un selfie, puedes reforzar un estereotipo o puedes combatirlo, puedes generar una imagen diferente de eso que estás habituado a ver. Hoy es una herramienta más democrática. Incluso cuando un anuncio de una marca no te gusta puedes decirlo. Creo que hoy estamos mejor que nunca porque podemos responder.

Tú ahora tienes una exposición en PHotoEspaña, nada menos que en el Museo del Traje. Háblanos de ‘Little Black Dress’.

Este trabajo surge de la influencia del mundo de la moda y habla de la representación de las mujeres en el imaginario colectivo. Cuando aparece la producción industrial surgen las tallas prefabricadas y las colecciones se muestran en una talla muy concreta, que es la talla 38 europea. ¿Qué ocurre? Que este modelo de mujer, no solamente de la talla 38, sino joven y blanca, se extiende al resto de medios de comunicación: en la tele, en el cine, en los medios es casi imposible ver una mujer que no cumpla este canon. Se asocia la figura de la mujer a esta representación. Pero, ¿qué ocurre con el resto de tallas, de cuerpos, de colores de piel y de edades? Que quedan automáticamente invisibilizadas. Al ser invisibles, no son normales; cuando vemos a una mujer que no cumple ese canon parece que está defectuosa, que es un monstruo, una anomalía. Y esto ocurre incluso con todos los detalles corporales: los pelos, los granos, las estrías, las arrugas… Como se eliminan del imaginario porque se retoca todo, cuando nos miramos y los vemos pensamos que estamos mal.

‘Little Black Dress’ © Yolanda Domínguez

Este proyecto trata de representar la diversidad, de mostrar los dos extremos de esta balanza. Por un lado, el estereotipo limitante y, por otro, la diversidad. En este proyecto he pedido a mujeres de todas las tallas, edades y colores de piel que se prueben este modelo limitante. A algunas les cabe y a otras no, pero todas posan diciendo aquí estoy yo, este es mi cuerpo y esto es lo que hay.

Con esta exposición he querido que cuando entres en la sala tengas la imagen completa de la diversidad, no que sean fotos que se vean una a una, sino que tú cuando sales digas: ¡Guau! No estoy sola, estoy acompañada y formo parte de toda esta diversidad. No hay nada malo en ser distinta, porque todas las personas somos distintas. No se trata de imponer un modelo u otro, sino de visibilizar la diversidad. Yo creo que algo que el mundo de la moda hace muy mal es solamente hacer editoriales donde todas son el estereotipo. De vez en cuando hacen una que es “Especial curvys”, pero eso no integra sino que sigue excluyendo. Lo interesante sería hacer una editorial con diversos cuerpos, diversas tallas, y no decir esto es una editorial especial.

Pero la excusa para no mostrar esa diversidad es que se trata de una representación aspiracional.

Eso es, es una excusa para no hacerse cargo. Por muy aspiracional que sea las marcas tienen una responsabilidad, y tienen que saber que hay muchas mujeres, también afecta a los hombres, que sufren trastornos muy graves cada vez que se miran al espejo. Y ya no estoy hablando de un caso extremo de anorexia, estoy hablando de cualquier mujer en el día a día. Yo también me miro al espejo y me veo horrible muchas veces. Algunas personas han dicho que yo no tengo derecho a hablar de este tema, pero también lo tengo porque a todas las personas nos afecta la presión del estereotipo, independientemente de nuestro cuerpo. Es a nuestra mente a la que afecta. Hay mujeres superdelgadas que se ven gordas, y la única razón es el imaginario. Las marcas tienen que involucrase socialmente y posicionarse al lado de las personas. Dentro de muy poco dejaremos de apoyar con nuestra compra a marcas que no se impliquen en lo social.

Tu exposición está en el Museo del Traje. ¿Cómo entiende el mundo de la moda una exposición como ésta?

Desde el mundo de la moda siempre se dice que las modelos tienen que ser perchas, que su única función es llevar la prenda y que no se vean sus curvas para no interferir en el diseño. No tiene nada de malo ser una mujer delgada, el problema está cuando se dejan invisibilizadas otras tipologías de mujeres. Yo creo que un diseño puede quedar perfectamente bien en una talla 34 o en una talla 44, por qué no. No creo que eso vaya en detrimento del diseño, que sea bonito o no lo sea. ¿Cómo ha caído en el Museo? Pues no lo sé, igual le tendrías que preguntar a ellos… Sé que ha habido cierta polémica con la exposición, ja, ja, ja….

Para mí ha sido maravilloso que me pidan hacer esta exposición aquí. Han confluido los astros. PhotoEspaña me pide que les presente una idea para hacer un proyecto en el Museo del Traje y yo digo, ¡guau! Porque llevaba más de un año y medio con este trabajo y no tenía una intención de exponerlo porque siento que aún no está terminado, siento que todavía me quedan muchos perfiles por representar. De hecho aún sigue abierto. Pero ha surgido la oportunidad de lanzar el mensaje desde dentro del sistema y era una ocasión que no podía dejar pasar.

Las fotografías están impresas en lonas de publicidad que cuelgan del techo.

Para mí es importante que el propio formato donde va la imagen tenga que ver con el mensaje. El hecho de que se esté ocupando ese espacio publicitario para dar un mensaje distinto: mujeres erguidas, que se expanden, que levantan la cabeza. La actitud corporal es muy importante

Es evidente que tu trabajo tiene conexión con lo que puedes encontrar en el Museo del Traje, pero, ¿qué tiene que ver con el resto de PHotoEspaña?

‘I’m not just a body’ © Yolanda Domínguez

Ja, ja, ja… Es una buena pregunta. ¿Puedo pasar palabra?

Se puede, pero lo pregunto porque tú hablas un poco de nosotros, no estás creando un mundo novelado o semiótico, y no sé si hay algún proyecto parecido en PHotoEspaña. ¿Este tipo de trabajo tiene cabida en el mundo de la fotografía? ¿La fotografía actual se integra en la realidad?

Pues yo creo que tiene mucho sentido, precisamente por la falta de este tipo de proyectos. Ya sólo por eso, que este trabajo tenga cabida aquí me parece maravilloso, creo que si me han seleccionado es porque existe esa inquietud, y si la dirección de PHotoEspaña ha querido que ese trabajo esté es porque lo considera relevante. Habrá gente a la que guste y gente a la que no. Alguien me comentó que era un trabajo que iba a levantar ampollas porque propone unos modelos que no son considerados algo bello. No cumple los estándares de la belleza femenina. Y creo que, si esa es la cuestión, tiene más sentido que nunca. Y también creo que es importante empezar a fijarse no solamente en la estética de las fotos, no solamente en qué bonita es una imagen sino en ¿qué me está aportando? ¿Es necesaria esta imagen? ¿Qué sentido tiene dentro del conjunto de imágenes? Creo que es vital que empecemos a valorar otras dimensiones de las imágenes.

No solamente la fotografía, el mundo del arte constantemente se considera un mundo transgresor, un mundo donde no cabe la censura. Pero, ¿realmente se admite cambiar los parámetros de lo que se supone bello o no, qué es artístico y qué no es lo es? ¿Hasta qué punto esto puede alejarlo de la realidad que estamos viviendo?

Yo creo que lo importante es preguntarse a quién quiero llegar con mi trabajo. Muchas veces los artistas o los fotógrafos a quien quieren llegar es al mundo del arte, y entonces su lenguaje y sus códigos se adaptan a ese mundo. Como creadora de imágenes, cuando me pregunto a quién quiero llegar con ellas, no me respondo que al circuito del arte, sino a cualquier tipo de persona: a las personas que ven las revistas, a las personas que van a comprarse una prenda a determinada marca de ropa… Y ahí se nota la diferencia. Se nota en el código que utilizas, en los temas que tratas, y creo que al mundo del arte no le viene mal abrir puertas a otro tipo de público. Me emociona mucho que a mis exposiciones venga gente que no veo normalmente en el circuito tradicional, que sea algo que le puede interesar a otro tipo de personas.

Hablando de personas a las que llegar, ¿qué hay que hacer con los jóvenes?

Yo creo que hay que hablar su lenguaje. ¿Es YouTube? Pues ahí hay que estar, en YouTube. Yo en este último año me he centrado mucho en colaborar con otras disciplinas. Estoy trabajando con Mediaset en la producción de vídeos para su canal digital para llegar a adolescentes, estoy haciendo una campaña para la Junta de Andalucía, llevo ya más de un año trabajando para el Huffington Post… A mí todas estas colaboraciones me parecen muy enriquecedoras, porque creo que además los artistas tenemos muchas cosas que aportar a otras disciplinas, y esto es súper interesante. Hay veces que siento que estoy dejando un poco de lado mis proyectos. Pero en realidad sigo trabajando en lo mismo, sólo que a través de distintos lenguajes. Y al final es ampliar mi trabajo.

¿Trabajarías en publicidad?

¿Por qué no? Si de repente una marca me ofrece realizar un anuncio de una forma comprometida con la igualdad diría que sí. Al fin y al cabo es trabajar con la imagen y dentro del canal que quiero transformar. No me cierro a nada, ni a soportes, ni a lenguajes, ni a canales. Ni yo misma sé dónde estaré mañana.

Puedes ver más información para visitar ‘Little Black Dress’ aquí.