“Alberto, Amelia y Luki desayunan en la calle los domingos; pasean por El Rastro buscando fotos y juegan a inventar historias de amores imposibles”. Amelia García (Murcia, 1990) y Alberto Torres Wilson (Málaga, 1986) estudian ambos Comunicación Audiovisual y los dos, por influencia de sus padres, se convierten en grandes apasionados de la fotografía. Alberto acostumbraba a acompañar a su padre en la búsqueda de pequeños tesoros y fotografías de archivo en el Rastro de Málaga y en mercadillos de toda la vida. El padre de Amelia, Juan Bautista García, le ha inculcado la pasión por este arte desde que nació. Ella lo define como un “loco de la foto” que da conferencias y charlas en diferentes universidades y ha montado su propia asociación de fotografía estenopeica en Murcia, de la que ella es Vicepresidenta. Amelia recuerda con emoción: “Ya me bajaba la persiana del salón, tapaba todos los agujeros, dejaba el estenopo y decía —¡Mira la gente que anda por el techo!—.”
Alberto trabaja en el sector de la banca, en comunicación corporativa, y ha dejado la fotografía en el plano de lo personal y del hobby. Aunque ha hecho algún trabajo puntual vive la fotografía desde el disfrute. Amelia, sin embargo, ha trabajado en dirección de fotografía, cuando vino a Madrid hizo un curso de fotografía en el IED y actualmente sigue formándose, está terminando el Máster de Fotolibros de la escuela Blank Paper. Al preguntar por Luki, Amelia responde “Luki tenía que haber venido porque viene con nosotros a todas partes. Pero como hoy estaba lloviendo y ya se había puesto perdido de barro en el parque, no podía”. Luki es el perro que acompaña a la pareja a cualquier sitio, incluso al Rastro, donde ya lo conocen.

Autorretrato de Alberto, Amelia y Luki en El Rastro de Madrid.
Alberto y Amelia se enamoran hace aproximadamente un año, en un trayecto de viaje compartido en el que se dan cuenta de que les une una fuerte pasión por la fotografía. La chispa salta cuando ambos coinciden en Kerouac: Alberto lleva el libro “En el camino” en la mochila y Amelia está fotografiando inspirada en una frase de ese mismo texto. Empiezan a salir y encuentran en los domingos un momento para estar juntos muy especial: compartir el desayuno y un paseo por El Rastro. En estos paseos Amelia se fija en cámaras antiguas y Alberto sigue con su afición: coleccionar fotografías del pasado. “Me doy cuenta de que en El Rastro de Madrid hay un tesoro escondido que es el tema de la fotografía antigua, hablo de fotografía amateur de los 50, 60, 70; fotografía de álbum familiar que ha sido abandonada”.
La búsqueda de Alberto es en un principio intuitiva, movida por la estética o por las sensaciones que le producen esas fotografías. Pero poco a poco, en esos paseos con Amelia, su rastreo se vuelve más selectivo y empieza a obsesionarse con las fotos de parejas. “El que yo me empiece a obsesionar con estas fotos es porque yo no podía pensar en otra cosa que no fuera lo que estaba empezando contigo, Amelia”.
Esta obsesión de Alberto se convierte en un juego para los dos y la ilusión es tremenda cuando entre montones de fotos de paisajes, bebés y coches encuentran parejas. Empiezan también a inventarse historias sobre esas personas: sus nombres, su procedencia y cómo se habrían conocido, y así se divierten las mañanas de los domingos.
Semanas después de repetir este ritual, Alberto decide abrir un blog para compartir este juego con el mundo y lo titula ‘Del Amor ni Rastro’ , con la intención de ir subiendo todas esas fotografías que Amelia y él iban encontrando. Así es como surge el proyecto de Alberto y Amelia, un trabajo de edición fotográfica que habla del amor sin pretenderlo. Para Amelia es muy complicado expresar el amor desde la fotografía y cree que sólo puede hacerse desde el amor, desde la sinceridad y la honestidad. “Tienes que ser muy valiente, sincero y honesto contigo mismo y no puedes intentar inventarte una historia si no sale de aquí (señala su estómago)”. Considera que hay muchas formas de amar, muchas maneras de representarlo y muchas otras de abordarlo, y al ser un tema universal es peligroso y difícil enfrentarte a él sin caer en los clichés ya conocidos.
A Amelia le encanta el humor que respira ‘Del Amor ni Rastro’, de alguna manera le están quitando hierro a un tema tan serio y dramático como es el amor, para ella es un proyecto romántico, cínico y cómico al mismo tiempo. “Mira lo feliz que se le presuponía a esta pareja y mira dónde han acabado, en una cajita en El Rastro: del amor ni rastro” puntualiza Alberto.

Blog ‘Del Amor ni Rastro’
Ante estas fotografías que los dos van rescatando del olvido Amelia se pregunta con asombro: “¿Cómo es posible que luego esa foto haya terminado en una caja? ¿Qué puede haber pasado en esa familia? ¿No tendrán descendencia o les daba igual la fotografía y rescataron otras cosas?”. El objetivo del proyecto es en parte rescatar esas fotografías, sacarlas de esas cajas y devolverles una historia haciéndolas públicas a través del blog y de la cuenta de Instagram de ‘Del Amor ni Rastro’. Una cuenta, que como la personal de Amelia, llama la atención por la belleza del cuidado mosaico que va conformando. Amelia cuenta que es algo que le sale solo, porque simplemente le gusta ordenar las cosas de manera bella para sentirse a gusto con su entorno. No planifica las fotos que va a subir ni se rompe la cabeza, le divierte, le encanta y casi inconscientemente va imaginando el mural que se irá formando a partir de las fotos que guarda en sus carpetas.
El hacer públicas estas fotografías familiares abre la posibilidad de que alguien se vea reconocido o reconozca en ellas algún pariente o amigo. Para Amelia y Alberto, aunque no desarrollen el proyecto con ese objetivo, sería como un sueño que algo así ocurriese. Es algo con lo que entre ellos han fantaseado y que de alguna manera supondría cerrar un pequeño círculo dentro del rastro del amor que persiguen.
Siempre en la línea de dar salida a estas historias de amor abandonadas, surge la primera publicación de ‘Del Amor ni Rastro’. Amelia, aficionada a comprar fanzines, pensó que le encantaría encontrar algo así publicado y poder adquirirlo. Por su parte Alberto considera que tiene mucho sentido devolver este tipo de fotografías a un soporte físico y cree que ésta es la manera de mostrarlas en el formato que se merecen. Amelia previamente hizo una maqueta en la que las fotos aparecían impresas en las páginas, y esto le sirvió para darse cuenta de que estas imágenes pedían ser recortadas y pegadas como si de un álbum familiar se tratara, y así hizo.
El fanzine ‘Del Amor ni Rastro’ es un objeto pequeño y delicado, de producción casera y “low cost”. Las fotografías se imprimen en la copistería de debajo de la casa de Amelia, ella misma las recorta con una cizalla de los años veinte, con la que consigue ese efecto de borde dentado tan evocador. Pega una a una las fotografías con pegamento de barra en las páginas del fanzine y manualmente recorta el óvalo de la cubierta que abre la ventana al título impreso en la primera página. Uno a uno encuaderna, con un cosido sencillo, todos los ejemplares hasta llegar a cincuenta unidades, todas ellas numeradas.
Las fotografías aparecen en las páginas de la derecha del libro, las páginas de la izquierda quedan libres para que el que se anime, escriba sus propias historias de amor imposible. “Ya hay una persona interesada en comprarnos varios ejemplares, y lo que va a hacer es escribirlos a mano inventando sus propias historias al lado de la foto para regalarlos. Eso es justo lo que a nosotros nos encantaría que pasara, aunque no lo anunciemos explícitamente.” comenta Alberto.
El primer lugar donde se podrá ver físicamente este objeto tan precioso es en Libros Mutantes este fin de semana, pero si alguien no puede pasar por allí y está interesado en adquirir un ejemplar lo puede hacer escribiendo un email a delamornirastro@gmail.com. Esta primera publicación ha sido todo un experimento para Amelia y Alberto, pero apenas lanzada, ya están pensando en las siguientes. Tienen la idea de hacer publicaciones temáticas, con el mismo formato pero cambiando el color de la cubierta y el contenido. Así por ejemplo piensan en una cubierta blanca para la colección de fotografías de boda, una negra para la colección de parejas senior y otro color para las de parejas junior.
Alberto y Amelia no reconocen haberse inspirado conscientemente en otros trabajos o artistas, pero con el paso del tiempo van surgiendo referentes que han podido influir de forma inconsciente. Para Amelia, Erick Kessel es un referente entre los fotógrafos que trabajan con archivo y su “Album Beauty” es un trabajo que le fascina. Relacionado con el amor y la fotografía recomiendan además el libro “For every minute you’re angry you lose sixty seconds of happiness” de Julian Germain, “Fragmentos de un discurso amoroso” de Roland Barthes y las películas “Buffalo ’66” de Vincent Gallo, “Paris Texas” de Wim Wenders y “Badlands” de Terrence Malick.